Desde
hace un tiempo, mucho antes de esta época especial de confinamiento de la
primavera de 2020, tengo la costumbre de dedicar media hora —nunca más— por las
mañanas, en el momento del desayuno, a leer (en diagonal) la prensa a través de
internet. Lo que se puede leer, porque cada vez más los artículos están
restringidos a los suscriptores con toda lógica ya que las cosas cuestan dinero
y la gratuidad está pasando cada vez más a un segundo plano. Lo de leer en
diagonal es una manera de hablar, que me ha contagiado mi buena amiga Pilar, y
que consiste en leer los titulares de forma rápida para solo focalizarme en
alguno que despierte mi interés.
Las
noticias nos abruman: recibimos bombardeos por todos lados siempre y cuando,
claro está, tengamos las antenas abiertas. Como digo, yo lo hago desde hace
tiempo de forma voluntaria y echo un vistazo a los cuatro diarios digamos
nacionales cuyos logotipos pueden verse a la izquierda de la imagen. También,
si es posible en esa media hora de tope, doy una vuelta a los diarios estrictamente
digitales que también figuran a la derecha de la imagen. Luego no hay que
olvidar que las noticias llegan también por las redes sociales, los blogs, los
podcasts y las clásicas radio y televisión.
En
el fondo, todas las personas tenemos una ideología, aunque esta puede ir
cambiando con el tiempo y tampoco tiene que ser estricta ni responder a unas
guías inamovibles. Ante situaciones nuevas, esta pandemia del coronavirus que estamos
sufriendo lo es, uno tiene que reeducar su forma de pensar y tomar sus
decisiones. Como bien dice siempre mi admirado profesor Ángel Bahamonde, es
mucho más productivo y enriquecedor leer y estar enterado de lo que opinan los
«otros» que lo que opinan los afines. Aunque para llevar a cabo esta
instrucción en muchas ocasiones hay que tener unas tragaderas considerables.
Aquí lo de izquierdas y derechas, no sirve, es muy simple para llevar las cosas
a dos extremos simples, cuando el abanico es inmenso.
Ante
una misma noticia, ante una misma imagen, las interpretaciones que pueden verse
en los diferentes medios parece que estuvieran hablando de episodios
completamente diferentes. Un diario utiliza una imagen en su portada tomada con
teleobjetivo potentísimo para manifestar su enfado por la aglomeración de
personas. Es sabido que un teleobjetivo apelmaza las imágenes y puede dar la
sensación de que un espacio de cientos de metros solo es de decenas, con lo
cual se mostrará una multitud con las personas muy cercanas cuando realmente
están mucho más separadas de lo que la imagen muestra. Esta imagen, confusa o
tergiversada, puede usarse de argumento y de hecho se usó para criticar
duramente las medidas de desconfinamiento.
Como
digo, es curioso ver el tratamiento que a un mismo hecho se da en los
diferentes medios: cada uno tira con fuerza y ganas para su espacio ideológico.
Los hechos se retuercen una y otra vez, con machacona insistencia, para llevar
el ganado cada cual a su redil. Incluso noticias que han quedado demostradas
como falsas con el paso de los días siguen siendo utilizadas de forma reiterada
para justificar los aciertos de unos o los desatinos de otros. El caso es
conducir el agua al molino propio y una vez en el molino teñirla del color
correspondiente para que sea devuelta al río ajustada a nuestros particulares
intereses.
Las
palabras y los acontecimientos están siendo interpretados de forma forzada,
cuando no claramente errónea por unos y otros en un afán que dista mucho de
aportar soluciones a este enorme problema. Se enfatiza más en buscar culpables
que en aportar soluciones para poder salir de esta crisis. Por poner un
ejemplo, las sesiones en el Congreso de los Diputados en estos días son
esperpénticas. Pero como todo en esta vida, los intervinientes, incluso cuando
no aportan, tienen sus ensalzadores que opinan incluso que se están quedando
cortos en sus planteamientos. Para gustos hay colores.
Es
muy complicado cuando no casi imposible otorgar veracidad o credibilidad a las
noticias que nos llegan. Las hemerotecas son malditas y con el paso de los días
se muestran impasibles ante los desatinos cometidos por la misma persona en dos
momentos diferentes. Una semana se afirma una cuestión con absoluta rotundidad
para, a la semana siguiente y con también absoluta desfachatez, afirmar lo
contrario.
Los
periodistas, los locutores, los presentadores, hacen su trabajo en función de
las directrices de los medios para los que trabajan. Pero también en función de
sus conocimientos que, en algunas ocasiones, brillan por su ausencia. Salvo que
como lectores u oyentes sepamos de lo que se está hablando, nos la pueden colar
hasta el corvejón, porque tendemos a dar credibilidad a lo que nos llega,
especialmente si concuerda con nuestro pensamiento y sirve para asentar
nuestros intereses. No está bien visto y además requiere un esfuerzo el tratar
de interpretar la veracidad o tendenciosidad de las noticias que recibimos.
En
este sentido, yo estos días lo estoy intentando. Claro está que las fuentes que
consulto —entre ellas «Newtral» y «Maldita»— también tienen sus directrices
y sus planteamientos. Un hecho positivo es que, a una de ellas, uno de los
partidos políticos la ensalzara hace unas semanas y ahora la denoste: podría indicar una
trayectoria rectilínea alejada de toda interpretación y centrada en los hechos.
Si una foto o noticia es de 2016 y de Perú, es de 2016 y de Perú, por mucho que
la queramos mostrar como de 2020 y de Barcelona.
Uno
se lleva las manos a la cabeza en aquellas cuestiones en las que rasca un
poquito. Estamos siendo trabucados en estos días de la primavera de 2020 con
especial intensidad si nos atenemos a las acepciones dos y tres que nos muestra
el diccionario de la RAE para el vocablo trabucar: «Ofuscar, confundir o trastornar el entendimiento» y «Trastrocar y
confundir especies o noticias». Ojo avizor, pues, y lo mejor es no creernos
las cosas a pies juntillas o cuando menos ponerlas en duda si no somos capaces
de verificarlas. Además de en los medios, hay demasiados «gurús» entre los
amigos de nuestros amigos. Yo ya he bloqueado a más de uno que insiste en
hacerme llegar comunicados que no aportan nada a la solución y buscan
interpretaciones tendenciosas de los hechos.