«"Pleitos tengas y los ganes", reza un dicho popular, que es más bien una maldición, atribuido a la etnia gitana. Dios nos libre todo lo posible de tenernos que pasar por algún litigio en los tribunales, pues aunque obtengamos sentencia a nuestro favor, habremos perdido». Así comenzaba una entrada en este blog de enero de 2010 titulada «SEGUROS» en la que refería un (nefasto) sucedido ocurrido con la compañía de seguros Santa Lucía que salió a la luz en el momento más inoportuno: al fallecimiento de mi padre.
Pues bien, ha vuelto a suceder. Convencidos estábamos todos de que aquello había quedado arreglado para cuando le llegara el día a mi madre, pero quia, doce años después, muchos euros abonados en estos casi doce años transcurridos en un seguro maldito de esos llamados «de los muertos» que cuando llega el momento te deja la cara del revés.
No estaba bien arreglado, pero eso solo lo sabían ellos, tú a pagar y callar. De hecho habían cometido un error garrafal que ha dado la cara y veremos como se solventa: una póliza de decesos que incluía traslado nacional del féretro e incineración, algo que es incomprensible si lo damos una pensada. Veremos en queda todo ello, pero lo que yo quiero hoy es mostrar unas consideraciones con este tipo de seguros que no tienen ningún sentido pero en el que están atrapados muchos —yo me di de baja de él en 1980—.
Hagamos unos pequeños cálculos. Mi madre lleva pagando este seguro desde su boda allá por 1954. Cuando en 2010 quedó sola en la póliza, tras las componendas y arreglos que tuvimos que pelear lo indecible, quedó un recibo mensual de 18,04 euros. Con el paso del tiempo ha subido, pero no voy a entrar en ello. Desde entonces hasta la fecha han transcurrido 153 meses, lo que significa que hemos abonado 2760,12 euros. Habrán sido muchos más porque ya digo que no me he molestado en hacer un cálculo exacto con la subida anual de los recibos.
Entre lo abonado en este último tramo de 2010 a 2022 y lo abonado de 1954 a 2010, mi madre hubiera debido disponer de un entierro casi a la altura del reciente de Isabel II, a la que me imagino no hizo falta tener un seguro de este tipo.
Hay que tener en cuenta que si en un momento determinado te das de baja, lo pierdes todo. Todo lo que mis padres habían abonado por mí desde 1954 a 1980 en que me dí de baja se fue al garete, beneficios para la compañía. Y en esto se basan, que llevamos tantos años pagando que cómo nos vamos a dar de baja, hay que seguir… ¡Una m.!
Si lo pensamos bien, tener una hucha en casa en la que vayamos metiendo todos los meses el pastizal que se nos va en este tipo de Seguros nos dará en condiciones normales para pagarnos un entierro por todo lo alto y sin tener que «pelear» con la compañía de seguros que para cobrar siempre están listos pero a la hora de pagar se llaman andanas. Es verdad que me han dicho en estos días que alguna de ellas liquida lo contratado con lo realmente gastado y abona o cobra la diferencia. Me temo que no es el caso de nuestra compañía que omito nombrar.
Si no nos fiamos de nosotros mismos y nuestra constancia en lo de ser regulares en ir echando a esa hucha específica el importe mensual, cualquier otro seguro de ahorro o capitalización nos será mucho más rentable para tener un control personal de los dineros aportados, su evolución y su rescate en un determinado momento. Es díficil echar cálculos cuando no se sabe la fecha del deceso, pero creo que en la mayoría de los casos nos será más rentable ocuparnos nosotros mismos del asunto que confiar en una compañía de seguros de decesos.
De otros seguros no vamos hablar, que los hay de muchos tipos. Eso sí, por ejemplo, puedes estar toda la vida pagando un seguro médico privado casi sin utilizarlo, pero cuando cumples 65 años te meten una subida estratosférica para disuadirte de seguir.
Lo que decía en aquella entrada de hace doce años: «Seguros tengas, pagues y no utilices», pero en este caso específico del seguro de decesos, estoy plenamente convencido que es mejor no tenerlo y organizarse por cuenta propia.