El número de acepciones que nos ofrece el diccionario para el vocablo «VER» es ingente: nada menos que 22 en estos momentos. La primera acepción es «Percibir con los ojos algo mediante la acción de la luz».
Para el vocablo «MIRAR» son algunos menos, trece, siendo el primero «Dirigir la vista a un objeto». Para las intenciones de este escrito me quedaría con la sexta que reza «Inquirir, buscar algo, informarse de ello».
Se acercan dos vicisitudes que me hacen recordar cosas y me incitan a ponerlas aquí por escrito. Una de ellas es el tercer aniversario de la muerte del gran maestro, profesor y amigo Antonio Rodríguez de las Heras, que un maldito virus cuyo nombre no quiero escribir se llevó privándonos de sus enseñanzas. D.E.P. con este recuerdo emocionado. Él, en sus magníficas y echadas de menos clases, nos hablaba de la diferencia entre «ver» y «mirar». Aunque hay muchas opiniones al respecto, las suyas iban en la dirección de procurar mirar.
«Ver» es más pasivo. Cuando no estamos con ellos cerrados, nuestros ojos están continuamente viendo aquello que aparece ante ellos con el riesgo de que, aunque parezca que no estemos prestando atención, asimilemos ideas o enseñanzas sin darnos cuenta. Todo el mundo recordará aquellas imágenes subliminales que veíamos sin darnos cuenta, insertas en la película, instándonos a beber Coca-Cola.
El otro hecho que se acerca —lo tenemos a una semana vista aquí en España— son las elecciones municipales y autonómicas. En este asunto es mucho más conveniente «mirar» con intencionalidad que dejarse llevar por lo visto, porque corremos el peligro de que pongan ante nuestros ojos propagandas que se dirigen a manejar nuestras emociones y nos nublen la razón.
Las agencias de publicidad son expertas en hacer anuncios. Los hacen de maravilla, sean de una bebida, un coche o, como siempre acabo diciendo, el servicio de trenes de Renfe. La agencia pondrá ante nuestros ojos un sinfín de preciosas imágenes acompañadas de una envolvente melodía que nos harán creer cosas que pueden no estar ocurriendo en la realidad. Solo unas cuantas personas serán usuarias de los trenes y podrán contrastar la publicidad, pero para el resto, si no «miran», todo quedará en una falacia.
Antaño era muy difícil «mirar». Los medios —televisión, prensa, radio— eran contados y a través de ellos veíamos el mundo tal y como nos lo quisieran contar. Ahora es distinto. El mundo de internet y de las redes sociales nos permiten asomarnos con intencionalidad —pero con mucho cuidado— a muchas fuentes alternativas que nos permitan contrastar las noticias y «ver» un poco o un mucho más allá de lo que nos están contando para no dejarnos embaucar.
Como todo en esta vida, hay que desarrollar un criterio: emplear tiempo en afinar nuestras antenas y tener mucho cuidado con los medios y mecanismos que utilizamos para acceder a información alternativa o complementaria que nos permita conocer más y mejor asuntos relacionados con un tema.
Los políticos conocen todo esto. Vaya que si lo conocen. Y en la medida en que les es posible, se rodean de publicitarios y asesores que sufragan con el dinero de todos y que preparan al detalle las comunicaciones que tienen que hacer, dónde y cómo deben hacerlas y todo lo relacionado para que el impacto sea máximo en las personas que sólo «ven».
Como he mencionado, la semana que viene hay elecciones. A poco que desarrollemos un ojo crítico, «mirar» en lugar de simplemente «ver», nos daremos cuenta de la cantidad de mentiras o medias verdades (que son peores) con las que nos inundan en sus mítines o a través de los medios, especialmente si son afines. Por no hablar de promesas que van directamente a tocar nuestras emociones y no a solucionar los problemas reales. Me repito cuando digo que cuando tenga mi trabajo, mi vivienda, mi sanidad, mi educación, mi… debidamente saneadas ya pensaré en hacerme del Betis o del Sevilla, o cristiano o budista, o de un partido político o de otro.
Pero ojo, las redes sociales no son una fuente de información fiable, como tampoco lo son medios, radios o podcasts en internet que también son utilizadas para intoxicar si no desarrollamos nuestro criterio personal para informarnos. Otro gran profesor, Ángel Bahamonde Magro, decía que hay que leer e informarse en las «fuentes enemigas» para calibrar lo que está ocurriendo. Leer en las «fuentes amigas» es solo corroborar lo que nosotros ya conocemos.
La memoria nos traiciona. Solemos tener fresco el presente y olvidar numerosas vicisitudes ocurridas en el pasado a la hora de ir a depositar nuestro voto. No quiero meterme en política, pero solamente voy a decir que esta semana he terminado de leer el libro escrito por Alberto Reyero Zubiri titulado «Morirán de forma indigna. Un libro sobre las circunstancias en las que murieron miles de mayores en las residencias». El sr. Reyero era el consejero de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid en los tiempos en que se desató la tormenta del Coronavirus y nos muestra un relato documentado y revelador de lo que se hizo y… de lo que no se hizo. De eso no se habla en la campaña actual, de los llamados «Protocolos de la Vergüenza» y los más de siete mil ancianos muertos en las residencias de esa Comunidad Autónoma.
Ocurrencias muy ocurrentes no les faltan a los asesores para poner en boca de los que se presentan a las elecciones. Si fueron capaces de aquello… ¿de qué no serán capaces?