Buscar este blog

domingo, 4 de junio de 2023

ESCACHARRADA


Cuando empecé a trabajar por cuenta ajena, en 1972, no me preguntaron si quería o no ser adscrito a la Seguridad Social. Por narices, sí o sí. Mi atención sanitaria (pública) y mi pensión quedaban en sus «manos».

Cuando me jubilé en 2020, habían pasado 48 años de cotización-aportación ininterrumpida a las arcas de la Seguridad Social. Mes a mes, sin faltar ni uno.

En 1980, por razones familiares y de disponibilidad horaria, suscribí un contrato de sanidad privada. Parte de mi dinero destinado a ello y no a otras cosas.

El disponer de asistencia privada no implica renunciar al uso de la pública, a la que sigo teniendo derecho.

No alcanzo a comprender que sería de nosotros si muchas personas —voluntariamente o por necesidad— no tuvieran hoy en día cobertura privada.

En marzo de 2020, con la pandemia de COVID, algo se rompió en la Sanidad Pública. Era de las mejores del mundo… La resiliencia se demuestra cuando hay tensión. En reposo… todo va bien.

Hechos, en mi caso. Antaño, antes de la pandemia, la cita con el médico de cabecera era siempre presencial y al día siguiente o como mucho dos días. Hogaño, una semana de demora es como para darse con un canto en los dientes.

Han aparecido las citas telefónicas. Antes… inexistentes. Si es para pedir una receta, vale, pero no siempre son factibles para una atención médica normal.

Sigo con hechos. MIS hechos. Septiembre de 2020:  acudo a la sanidad pública (madrileña) para una prótesis de rodilla. En enero de 2021 me ponen en lista de espera de intervención. A mediados de abril de 2021 me aburro, me voy a la privada: en menos de un mes… operado.

Más hechos. Septiembre de 2022, pido cita al especialista en dermatología. Me la conceden para… octubre de 2023, más de un año. ¿Es de recibo?

Seguimos con hechos. Esta semana, en mi médico de cabecera. Citado a las 12:40 entro en consulta a las 14:15. Pero, ya se sabe: «La hora de la consulta es orientativa, cada paciente…». A lo mejor solo me ocurre a mí.

Pido cita con el especialista. Mi médico de cabecera la solicita con prioridad «Solic. Especial V». La cita es para… abril de 2024. Ha leído bien, ¡2024! ¿Esto que es?

Hay mas pequeñas historietas como estas y eso que como he dicho tengo la fortuna de tener sanidad privada, costeada con mi dinero que detraigo de otras cosas. En España tenemos 19 «sanidades» por aquello de las Comunidades Autónomas que nacieron para hacernos la vida mejor. La Pública (Madrid) no (me, a mí) funciona, está escacharrada, descuajaringada. Y no me consuela que las «otras» también lo estén.

Y lo peor es que a tenor de los resultados de las elecciones del domingo pasado, mejoras en la sanidad pública (madrileña) ni están ni se las espera en los próximos cuatro años. ¡Maremía!

Y quiero dejar claro que el personal sanitario, especialmente los médicos, pero todo el personal sanitario, sufren tanto o más que nosotros al verse incapaces de atender la demanda, abandonados y vilipendiados por los políticos que se inventan «ocurrencias» que ni siquiera llevan a cabo para alimentar las emociones personales sin ni siquiera intentar atajar los problemas. Espero que en Madrid podamos utilizar el bonito Zendal como una pista de patinaje indoor o un circuito cubierto para montar en bicicleta. Ocurrencias, ya digo.

Hay que ser justo. Los médicos hacen lo que pueden y, en algunos casos, más. Esta semana me he encontrado con dos ángeles con bata blanca que me han solucionado un grave problema poniendo mucho de su parte para soslayar los inconvenientes del sistema. He tenido mucha suerte de dar con ellos y que nadie piense mal en enchufes y esas cosas: ni les conocía ni me conocían de nada. Sería de justicia contar su caso y ponerles en los altares, pero tal y como están las cosas sería contraproducente para ellos. Por ello, mi mayor reconocimiento, aunque sea anónimo.