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domingo, 1 de diciembre de 2024

«netETIQUETA»

Todos hemos recibido en mayor o menor grado una educación por lo general adaptada a nuestro contexto, nuestra familia y nuestra sociedad. No recibe la misma educación un miembro del pueblo Yanomami que un ciudadano de Londres, por poner un ejemplo extremo. También hay que mencionar que la hemos recibido en una época determinada en la que los usos y costumbres eran las que eran y que pudieran no parecerse en nada a las actuales. El mundo evoluciona.

Huyo de los grupos en sus versiones electrónicas como de la peste. Participo en varios en su versión presencial: clases en la universidad para mayores, escuela de dulzaina, club de lectura, cursos varios, escuela de escritores, asociaciones, conferencias… Por lo general, todos o gran parte de ellos, hoy en día, tienen su correspondiente grupo en wasap o en una lista de distribución de correo electrónico. También existe la posibilidad, algunas con registro y otras no, de asistir a  muchas conferencias y cursos disponibles en la red, como por ejemplo las de la Fundación Tatiana, la Fundación Ramón Areces, INISEG, CICGE–Centro de Investigaciones Históricas, la Asociación de Amigos del Archivo Histórico Nacional, etc. etc. entre otras muchas.

Esta semana, en uno de los grupos de wasap en los que participo, coloqué una noticia cultural que yo consideraba interesante para todos los integrantes. No se trataba de ningún chascarrillo o graciosidad de las que proliferan, especialmente en fechas como esta del denominado Black Fraude. A continuación, los mensajes de «gracias» fueron llegando uno tras otro.

A riesgo de armarla, se me ocurrió escribir en el grupo:

Hola, no os lo toméis a mal. Al menos yo, cuando pongo cosas en grupos, ME DOY POR AGRADECIDO POR TODOS. Mensajes de gracias, que se agradecen, no hacen, al menos a mí, otra cosa que distraer. Es como cuando entras a una sesión de ZOOM, con 80 participantes, y todos o casi todos se obstinan en poner en el CHAT «Buenas tardes» o «Buenos días».

Con comprensión y apoyo por alguno de los compañeros de grupo, no tardó en llegar el siguiente mensaje

Lo entiendo, y no lo tomo a mal. Espero que me entiendas a mí. Me educaron así y así quiero seguir. En este punto las nuevas formas de comunicarnos no me van a cambiar.

El resalte en negrita de las dos frases es cosa mía para llamar la atención sobre ellas.

Dada la edad de la persona que consignó el mensaje, quiero pensar que en gran parte de los momentos en que recibió esa educación de la que hace gala no existían las ahora denominadas redes sociales. El mantenerse erre que erre en aplicar métodos del pasado a situaciones actuales puede llevar a cuestiones como la que estamos tratando. No es lo mismo, no lo era antes, asistir a una cena de gala en la que requieren unas formas y una vestimenta que a una paella con los amigotes en el campo.

Hace años, casi una veintena, cuando todavía las personas no se manejaban en estos asuntos de internet y del correo electrónico, en un grupo de unas veinticinco personas me ofrecí a hacer funciones de secretario en el grupo de forma que sintetizaba y distribuía los documentos que correspondieran. Utilizaba el campo de «Con Copia Oculta» en los correos electrónicos para no difundir los correos personales, pero… invariablemente recibía en contestación veintitantos correos solo con el texto «gracias». Menos mal que eran gratis, pero no dejaban de ser, perdón por la expresión, un verdadero coñazo. Me costó, pero conseguí que lo entendieran.

El mundo gira muy deprisa. Los usos y costumbres también. Situaciones nuevas, desconocidas, pueden chirriar si se las quiere manejar con costumbres viejunas. No queda otra que ponerse al día. Un aula del colegio de los años setenta del siglo pasado… ¿es igual que una de ahora? Ordenadores, pantallas, altavoces, internet, powerpoints… no existían.

El término netETIQUETA, no registrado todavía en el diccionario oficial, alude a las reglas básicas de comportamiento que se deberían usar por las personas que interaccionan en internet. Ya en 1995 se empezó a hablar de ellas. No son de obligado cumplimiento, pero facilitan mucho las interacciones. Un ejemplo, escribir los textos en mayúsculas es sinónimo de hablar a gritos. Otro, el uso generalizado de palabras reducidas como «tb» por también.

Cuando interaccionamos electrónicamente —correos electrónicos, wasaps, SMS…— no estamos frente a frente a una o varias personas, pero al otro lado de la pantalla hay un ser humano, con lo que un mínimo respeto y una cierta empatía nunca está de más. Aunque no lo tengamos a la vista. Es una buena ocasión para añorar a mi querido amigo y maestro Antonio Rodríguez de las Heras, desaparecido hace unos años por el maldito COVID. Sus enseñanzas en todos estos aspectos siguen vivas en la red asequibles a todos aquellos que tengan interés en actualizarse. Su trabajo se centró en la reflexión sobre la sociedad que se está conformando por efecto de la tecnología y en los consecuentes cambios culturales y educativos que se producen y los que se deberían producir.

El incremento de los usuarios, la expansión de la red y la proliferación de aplicaciones y sistemas hacen que ese mundo sin fronteras que es internet incluya todo tipo de personas, cada una con sus intenciones y su educación. El respeto mutuo no está garantizado amén de que un mismo mensaje puede llegar a miles de personas: cada una de ellas puede decidir si es correcto o no y quiere seguir escuchándolo. Con un clic uno puede abandonar un grupo o desinstalar una aplicación, con lo que se acabó. Aunque esto tiene un peligro: no aguantar determinadas conductas hace que te pierdas cuestiones que sí te interesarían.

Somos ciudadanos digitales, en mayor o menor medida cada cual. La manera de tratarnos y relacionarnos por medios electrónicos incide en nuestro ánimo y no podemos dejar de tomar conciencia de ello.