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domingo, 29 de diciembre de 2024

INOLVIDABLE


 

En años anteriores lo he hecho antes: dedicar una entrada a un relato, que en este caso está basado en hechos reales. Con él despedimos el presente año 2024, cerrando el volumen 17 de «SensacionesInciertas».

 

Una escena inolvidable

 

Las tres de la mañana habían quedado atrás hacía un buen rato. Estaba solo ante un cielo negro tachonado de estrellas con una luna llena que rielaba su reflejo en un mar que se fundía en negrura en un horizonte escondido. Camino de Menorca, me había tocado la guardia en una noche tranquila en la que el velero cortaba el agua con un suave susurro avanzando lentamente con las velas hinchadas por un viento que era apenas un murmullo continuo. Manejar el timón resultaba sencillo en esas condiciones: solo había que estar pendiente de los catavientos para mantener el rumbo y disfrutar de una navegación segura y tranquila.

Un grupo de amigos —uno de ellos patrón de barco— habíamos alquilado un velero que respondía al nombre de «Gurriato» y nos habíamos lanzado a la aventura camino de las Baleares y sus playas. Amén de recrearnos en el Mediterráneo se trataba de disfrutar de las calas menorquinas desde otro punto de vista. Anclado el barco en las bahías, nos acercaríamos a las playas nadando para disfrutar de un modo alternativo a como lo habíamos hecho siempre. Una delicia.

La botavara recogía el viento en sus hendiduras produciendo un sonido aflautado que acompañaba el espíritu apagando el golpeteo de los cabos en palos y velas. Tranquilidad, quietud, un momento mágico para llevar los pensamientos a lugares recónditos disfrutando de ese instante maravilloso. La calma se truncó cuando un chapoteo no esperado me sacó de mi ensimismamiento. Sin dejar el timón, me levanté para asomarme por estribor y allí los vi: una manada delfines, quizá una docena o más, se había acercado al casco comenzando a jugar con el reflejo de la luna que rebotaba en sus cuerpos plateados. Sus entradas y salidas en el agua complementaban los sonidos de la botavara. Escena maravillosa y con un concierto musical añadido de la que estaba disfrutando en soledad.

La vida me estaba regalando un momento único, con imágenes y sonidos hipnóticos. Pareciera que los delfines me observaran con sus ojos oscuros y brillantes comunicándose conmigo sin palabras. No me podía mover de mi puesto de timonel para ir a avisar a los demás que descansaban ajenos a la escena ni bajar a buscar mi cámara fotográfica para plasmar el momento. Solo disfrutar del momento y grabarlo para siempre en mi memoria. El tiempo careció de sentido mientras mis nuevos amigos y yo surcábamos juntos el océano.

Llegó la hora del relevo de mi guardia. El ruido al abrir la trampilla para salir a cubierta rompió la magia e hizo que mis recientes amigos desaparecieran, sin despedirse, como si nunca hubieran estado allí.