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domingo, 26 de octubre de 2025

OTOÑO

Pensará el lector que la imagen que encabeza esta entrada no es muy representativa del otoño. Pero fijándose en la fecha en la que está tomada —anteayer 24 de octubre de 2025— notaremos que el otoño está bien entrado, aunque… no se nota. Las hojas de los árboles deberían estar ya amarillas y muchas de ellas en el suelo. ¿Qué ocurre?

Siempre recordaré cuando hace unos años hablaba con mis sobrinos de las estaciones. Ellos viven en Canarias y allí prácticamente las estaciones no existen más allá de lo nominal. La temperatura es muy uniforme durante todo el año y ellos mantienen la misma ropa siempre. En otras zonas de España, concretamente en la zona central, Madrid, en la que está tomada la foto, las cuatro estaciones están bien diferenciadas y los cambios de temperatura, de ambiente o de vestidos tienen lugar a lo largo del año.

Llevo unos cuantos otoños a las espaldas y es la temporada que más me gusta del año. Pasados los calores veraniegos, camino del invierno, las temperaturas son más agradables y al menos controlables con la chaquetita o incluso el abrigo. Podría haber puesto una foto de verdadero otoño, pues he visitado varios sitios de España en esta maravillosa época.

¿Cambio climático? Pues no sé, pero las estaciones ya no son como antaño. Este año 2025 llevamos más de un mes de otoño y prácticamente no ha llovido y los árboles siguen con sus tonos verdes y las hojas en las ramas (ejemplo en la fotografía tomada anteayer). En mi época infantil y juvenil los árboles estaban amarillos, las hojas empezaban a caer y prácticamente comenzaban unas heladas que hacían temblar. Recuerdo perfectamente el 1 de noviembre, día de Todos los Santos, el subir a primera hora con mi padre al cementerio a poner unas flores a mis familiares fallecidos con unas heladas espectaculares. Ahora casi estamos en manga corta todavía (en Madrid).

Por brindar un ejemplo, en el siguiente enlace se puede descargar por un tiempo una presentación titulada Otoño Escurialense donde disfrutar de algunos paisajes en esta maravillosa época del año.

Ahora, en las redes y páginas web hay maravillosas y espectaculares fotografías del otoño en muchos lugares del mundo. Se pueden pasar horas y horas contemplando imágenes que alegran la vista y que muchas de ellas parecen increíbles, pero nada comparado a las que se han podido disfrutar en persona.

Cada especie vegetal tiene su aquel. Habrá quienes prefieran hayas, castaños, chopos, liquidámbares u otras muchas especies de árboles y arbustos pues la variedad en la naturaleza es enorme. Pero cuando has visto ya unos cuantos lugares otoñales con tus propios ojos, siempre habrá algún preferido. El hayedo en el puerto de Carrales camino de Cantabria. El castañar de El Tiemblo en Ávila. Los castaños en la zona de la Sierra de Francia salmantina en pueblos como La Alberca y aledaños. Los bosques en la Sierra de Gata en Cáceres. Las Médulas en León. La siempre incomparable Selva de Irati en Navarra. El acebal de Prádena en Segovia. El hayedo de Montejo en la Sierra Norte de Madrid. Hay más, muchos más, pero por no aburrir.

Pero me queda por mencionar mi preferido. Lo conocí hace ya muchos años, una treintena al menos, en una excursión de andarines que acabó mal, muy mal. Seríamos un grupo de 15 personas que atacamos el acceso al Hayedo de la Tejera Negra, provincia de Guadalajara, desde la vertiente segoviana del Puerto de la Quesera cerca de Riaza. Una marcha dura, casi campo a través. Contábamos con un buen guía, José, que nos llevó y nos trajo perfectamente a los que le seguimos a pies juntillas. Pero, a la vuelta, un grupo de unas cinco personas se pasaron de listos y decidieron seguir su propio trayecto sin hacer caso al guía. Nosotros llegamos bien al puerto de la Quesera, donde habíamos dejado los coches, pero el grupo disidente no llegaba. Se hacía de noche. No había teléfonos móviles ni esas cosas en aquella época. Hubo que avisar a la Guardia Civil y al final todo quedó en un susto, pero podía haber sido peor.

El Hayedo de la Tejera Negra era muy desconocido por aquel entonces. El tejo es un árbol poco conocido, aunque en la antigüedad era objeto de cuestiones mágicas. Se trata de un «Árbol de la familia de las taxáceas, siempre verde, con tronco grueso y poco elevado, ramas casi horizontales y copa ancha, hojas lineales, planas, aguzadas, de color verde oscuro, flores poco visibles, y cuyo fruto consiste en una semilla elipsoidal, envuelta en un arillo de color escarlata». Subrayo, por ser de interés, que está siempre verde y en un verde oscuro. El bosque está virtualmente salpicado de hayas que, en el otoño, en los otoños normales, presentan un mosaico de colores otoñales entremezclados con el verde oscuro. Una imagen espectacular que queda en la retina para siempre.

He vuelto varias veces a este hayedo, pero… ya no es como antes. Andando, en bicicleta de montaña, en coche por la pista de acceso. Pero hoy en día todo está «petado» y el Hayedo de la Tejera Negra no es la excepción. Hay que reservar plaza en el aparcamiento para poder pasar y desde hace tiempo todos los fines de semana de octubre y noviembre de este año 2025 están completos. ¿Habrá que reservar plaza antes del verano? ¿En Semana Santa? ¿Seguirá un otoño retrasado en diciembre? Siempre está la posibilidad de repetir aquella excursión campo a través… pero los años ya no son los mismos.

Al año que viene, con mucha más previsión lo volveré a intentar, a ver si esta vez hay más suerte.

¿Tiene Vd. un lugar de otoño preferido?


 


 

domingo, 19 de octubre de 2025

SIEMPRE

 
Llevo ya más de veinticinco mil días en este mundo, lo que equivale a unas cuantas décadas de vueltas alrededor del Sol. Esta semana me he estrujado el magín para explorar que productos han estado presentes siempre conmigo. Habrá más, pero he seleccionado estos tres entre mis recuerdos.

Pinzas (de la ropa)

Hoy en día las hay de mil formas, colores y materiales, pero las clásicas de madera perduran y, confieso, son las únicas que me gusta utilizar cuando cuelgo la ropa en el tendedero. Son las que pueden verse en la imagen. Según la Wikipedia, en 1853 David M. Smith de Springfield, Vermont inventó una pinza con dos puntas conectado por un fulcro, más un resorte. Por una acción de palanca, cuando las dos puntas pellizcan en la parte superior de la pinza, la punta abre, y cuando es liberada, el resorte cierra las dos puntas, creando la acción necesaria para sujetar.

De muy pequeño recuerdo, en el pueblo toledano de mi madre, acompañar a mi tía al lavadero para después ayudarla a tender la ropa al sol, sin pinzas, encima de arbustos o plantas de la zona. Más tarde había que volver a por ellas y poner cuidado en no llevarse alguna que fueran propiedad de otros. En mi casa siempre ha habido tendedero, de una ventana a otra, aunque con el tiempo las autoridades llegaron a prohibir esta práctica si las ventanas daban a la vía pública. Ya por entonces estaban las secadoras, pero el secado no era el mismo que al aire y al sol, además del gran deterioro que producían, y siguen produciendo, a la ropa.

Pero, en mi caso, no solo he utilizado las pinzas para tender ropa. En las muchas horas pasadas en mi laboratorio de fotografía en blanco y negro, carretes y fotos se secaban sujetos por pinzas en cuerdas a modo de tendedero. En juegos de chicos las hemos utilizado para jugar a la toña —se hace saltar del suelo un palito (pinza) de doble punta sacudiéndolo con un palo—. En tareas de bricolaje han servido de forma auxiliar a calzos, protectores de madera ante los gatos y mil cosas. Por no ser exhaustivo, la última utilización, increíble, ha sido en un curso práctico de paleografía utilizándolas a modo de plumilla para generar trazos anchos y estrechos con la tinta china.
 

Cola Cao

Según la Wikipedia, los orígenes de Cola Cao se remontan al año 1945 en Barcelona, en un pequeño local en pleno barrio de Gracia. Allí, dos emprendedores (José María Ventura y José Ignacio Ferrero) se pusieron a trabajar en un producto elaborado artesanalmente que se registró bajo el nombre de Cola Cao en 1945, aunque no fue hasta 1946, un año después, que salió al mercado.

En casa se utilizaba el Cola Cao, pero en el colegio nos daban a la hora del recreo una botella de cristal de leche Clesa que era un programa del gobierno para alimentar correctamente a la chavalería. La leche sola, a temperatura ambiente, no me gustaba mucho por lo que me llevaba de casa un sobrecito de cacao que no era precisamente de la marca Cola Cao, porque se vendía en grandes bolsas. Utilizaba una marca llamada Toddy, hoy desaparecida, porque se podía adquirir en sobrecitos, que volcaba en la botella de leche para hacerme un batido.

El Cola Cao sigue en casa aunque por aquello de las dietas y las gorduras procuro utilizarlo lo menos posible, pero siempre hay alguna ocasión: me sigue gustando con locura, especialmente bien cargado de Special K, pero, ya digo, de forma muy esporádica. A mi hijo, sin embargo, no le gusta el Cola Cao y prefiere la alternativa Nesquik: se disuelve bien en leche fría, cosa que no ocurre con el Cola Cao.

En alguna ocasión, confieso, ataco el Cola Cao de forma directa con cuchara como alternativa a tomar algo dulce cuando no hay chocolate en casa. Pecadillos veniales.
 



Bolígrafo BIC

Siguiendo con información de la Wikipedia, el bolígrafo BIC en su forma original que luego se bautizó como «cristal» cuando aparecieron otras variantes es un bolígrafo económico y desechable producido a gran escala y vendido por la compañía francesa Société Bic con sede en Clichy. Es el bolígrafo más vendido del mundo y su diseño es considerado uno de los mejores de la historia. Empezó a comercializarse en 1950. 

Utilizado durante toda mi época estudiantil, hasta acabar bachillerato y COU, el bolígrafo parecía eterno. De hecho, recuerdo que pocos llegaban a agotarse pereciendo con anterioridad debido a los muchos usos alternativos que le dábamos como mordisquear en las clases el tapón de la parte superior o el capuchón. Con bolitas de papel o granitos de arroz era una cerbatana perfecta para incordiar a los compañeros. También para muchos, yo nunca lo conseguí, esa práctica de voltearlo continuamente en los dedos con una precisión envidiable, vueltas y vueltas sin parar y sin que se les cayera de las manos. En muchos sitios oficiales, esta semana en una notaría, siguen dándote los BIC para firmar; muchas veces atados con un cordel porque la gente se los lleva, queriendo o sin querer.

Confieso que en algún momento de mi infancia, traicioné temporalmente al BIC. Yo tocaba la bandurria en una rondalla municipal. En una ocasión acudimos a animar el cumpleaños de una joven a un chalet de postín. Aparte de un buen convite, a cada uno de los músicos nos regalaron un, solo uno, bolígrafo que, por aquellas fechas de principios de los 60 del siglo XX, empezaba a ser alternativa. Se llamaba Bolín y era retráctil, esto es, no llevaba capuchón y con un mecanismo pulsador y muelle salía y entraba la punta para escribir. Lo conservé tiempo hasta que se gastó y volví a los BIC.


domingo, 12 de octubre de 2025

TILDE


No descubro nada si digo que el español —a veces se nos escapa lo del castellano— es un lenguaje muy rico, no solo por el número de vocablos sino por los muchos intríngulis que supone utilizarlo correctamente tanto por los nativos como por los extranjeros que intentan aprenderlo. Y cuando hablamos de utilización nos referimos tanto al lenguaje hablado como al escrito.

Masculino, femenino, neutro, singular y plural, verbos y sus conjugaciones, la «b» y la «v», la «ñ», la «h», signos de puntuación… Por si todo esto fuera poco… las tildes o acentos. Para volverse loco. Dice el diccionario que la tilde, además de otros usos, es «el acento, ese signo ortográfico español» que, apostilla el diccionario panhispánico de dudas, «es un signo auxiliar con el que, según determinadas reglas, representa en la escritura el acento prosódico, también gráfico y ortográfico». Siguiendo con el Panhispánico… «En español consiste en una rayita oblicua que, colocada sobre una vocal, indica que la sílaba de la que forma parte es tónica. La tilde debe descender siempre de derecha a izquierda —descendente—, esto es, como acento agudo (´), y no de izquierda a derecha (`), trazo que corresponde al acento grave, que carece de uso en español. El uso de la tilde se atiene a las reglas que se detallan a continuación y que afectan a todas las palabras españolas, incluidos los nombres propios». Y añado, que muchas veces se olvida, que las mayúsculas también se tildan.

Las normas de acentuación ocupan varias páginas. Por ejemplo, ¿quién se preocupa de la tilde diacrítica? Diacrítica es aquella que permite diferenciar en la escritura ciertas palabras de igual forma, pero distinto valor, siendo una de ellas tónica y la otra átona. En escritura, no es lo mismo número, que numero, que numeró: los acentos son vitales si queremos escribir bien. Esto es especialmente importante en los monosílabos, pues no es lo mismo «el» (artículo) que «él» (pronombre) o «más» (adverbio, adjetivo o pronombre) que «mas» (conjunción adversativa).

Todo esto nos lleva a un galimatías de proporciones descomunales, ya digo, siempre que queramos escribir bien. Es verdad que hoy en día hay multitud de ayudas en la red siempre que nos queramos preocupar. Por ejemplo, en esto de los acentos, ante alguna duda, utilizo la página https://llevatilde.es/ donde se pueden encontrar las soluciones y numerosas aclaraciones sobre este asunto de las tildes.

Ante todo, siempre nos queda el inconformismo y la rebeldía. Porque, además, las reglas no son inmutables y la Real Academia de la Lengua se encarga, de vez en cuando, de marearnos. ¿Se acuerdan cuando nos cambian el paso con la acentuación de «solo», entre otras? En 2010 quitaron la norma de su acentuación y, ante las críticas, poco tiempo después volvieron a la norma original. Por entonces, recuerdo, un conocido autor de nombre Arturo y de apellido Pérez y algo más, académico él de la Lengua por más señas, se declaró en rebeldía y dijo que él no iba a cumplir la normativa. ¿Nos devolvieron los acentos «solo» por esto?

Yo también tengo mi rebeldía particular con el acento de «tí». El otro pronombre, «mí», se debe acentuar cuando es pronombre y no acentuar cuando es posesivo. Pero «ti» solo hay uno y por lo tanto no hay que acentuar. Bueno, pues lo siento, yo pongo acento, me declaro en rebeldía contra las normas de la Academia. ¿No lo hace un diario tan prestigioso como «El País»? (véase la entrada del pasado 27 de julio de 2025 titulada «CRUZADA» en este enlace ).

Hay que decir que la tilde no es exclusiva del español, aunque otros idiomas no la utilizan con tanta profusión como nosotros. Bueno, el inglés no la utiliza para nada salvo algún extranjerismo incorporado.

¿«Qué» o «que»? ¿«Sólo» o «solo»? ¿«Rio», «río» o «rió»? ¿«Guión» o «guion»? ¿«Dónde» o «donde»? ¿«Cúal» o «cual»? ¿«Cómo» o «como»? La lista es interminable y la repuesta… pues depende, ¡de qué depende!, como decía la canción. Un verdadero rompecabezas para aquellos que se quieran ocupar y preocupar.

Pero hoy escribimos muy poco, casi nada, y además con rapidez en sitios en los que no es para nada importante una correcta escritura: ¿quién se preocupa en Whatsapp, Tiktok, Facebook u otras de escribir bien? ¿Incluso en los correos electrónicos? Es verdad que hay correctores automáticos pero muchas veces son más estorbo que ayuda, ignorando algunas y cambiando completamente otras palabras de las que nos daríamos cuenta si revisásemos el mensaje, cosa que normalmente no hacemos. Salvo en ambientes universitarios —una cruz para los estudiantes—, escritores y editores de libros, prensa —donde los gazapos son más que frecuentes— o artículos en revistas, lo de escribir bien ni está ni, casi, se le espera.

Para finalizar y como curiosidad decir que los lapsus linguae ─errores involuntarios que se cometen al hablar─ se los lleva el viento, aunque hoy en día parece que todo queda grabado. Sin embargo, los lapsus calami ─errores mecánicos que se cometen al escribir─ son más delicados y se quedan en el papel o en la pantalla. Espero no haber cometido muchos en esta entrada. En todo caso, pido disculpas anticipadas por ello y me comprometo a revisarla una y otra vez, ya que lo electrónico siempre es susceptible de ser arreglado.
 



 

domingo, 5 de octubre de 2025

«INTERRUMPIDORES»

¿Clases presenciales o telemáticas? He ahí la cuestión.

Ya sé que la palabra utilizada para el título de esta entrada no existe en el diccionario. Pero uno puede elegir retrotraerse a su más incipiente niñez y jugar a construir palabras siguiendo la lógica, como cuando decíamos rompido en lugar de roto. La lengua española es muy rica, pero tiene sus cositas. ¿Cómo se llama —en un solo vocablo— a la persona que interrumpe? Pues eso, que diría un niño, interrumpidor o interrumpiente. La base de esta construcción inventada es el verbo interrumpir, que en su segunda acepción significa, referido a personas, «Atravesarse con su palabra mientras otra está hablando».

Hace ya una decena de años, en 2015, el desaparecido profesor, maestro y amigo Antonio Rodríguez de las Heras hablaba en sus cursos de estas materias, cuando las clases telemáticas ni estaban ni se las esperaba. La pandemia por COVID aceleró y de qué manera las clases telemáticas que nos permitieron, en época de confinamiento, seguir las clases y participar en reuniones y foros desde nuestras casas. Pero… ¿Estábamos todos deseando volver a la «normalidad» de las clases presenciales?

En  un curso de la Universidad Carlos III que había nacido como telémático y así tenía que concluir, los alumnos, una vez pasado el confinamiento, manifestaban su deseo de vuelta a la presencialidad. El profesor y amigo de aquel curso, Eduardo Juárez Valero impartía las clases de 16:00 a 19:00 horas desde su casa en La Granja de San Ildefonso, cómodamente y sin desplazamientos. Tanto insistieron algunos —yo no— que el profesor se avino a dar clases mixtas, presenciales y a la vez telemáticas, desde el Campus de Colmenarejo. Para él suponía un esfuerzo en desplazamiento —60 kms. de ida y otros tantos de vuelta— además de un gasto de tiempo y gasolina. ¿Saben cuantos alumnos asistimos a esa primera clase mixta? No llegamos a 10 de más de un centenar matriculados. El profesor, impertérrito, programó una segunda clase con idéntico resultado. Desistió. Mucho abogar por las clases presenciales pero cuando llegó el momento todo fueron excusas.

Aunque las telemáticas no se han ido del todo, son testimoniales. En estos días sigo una de la Universidad Carlos III de Madrid, otra de una academia local y otra de la UNED en Segovia (que es en modalidad mixta). Además atiendo otras tres presenciales: dos en la Universidad Carlos III y otra en la Universidad Complutense de Madrid. Diré que somos todos alumnos mayorcitos, muy mayorcitos, y que debiéramos mantener una etiqueta de comportamiento en las clases. Debiéramos. Deberíamos. Pero… suena el teléfono, se descuelga, incluso se contesta o se sale a hablar fuera, se chuchichea molestosamente... y se interrumpe sin pedir permiso al profesor.

Las clases telemáticas se prestan menos a los interrumpidores, aunque siempre hay quién anda jugando con los micrófonos —sin levantar la mano para pedir permiso— o lanzando preguntas o disquisiciones en el chat. En general, los profesores hacen caso omiso y siguen a lo suyo, dejando unos minutos al final para contestar preguntas o tener un debate.

Esto último es la esencia de las clases presenciales: el debate, las preguntas, las interacciones con el profesor. Algunos profesores mantienen como pueden el orden pero otros han abogado —yo estoy completamente de acuerdo— en no admitir preguntas ni interrupciones en la clase y dejar unos minutos al final. Pero otros, en aras a mantener el debate y haciendo gala de una paciencia y educación encomiables, sufren las interrupciones desmañadas de alumnos —siempre son los mismos—. Muchas veces con comentarios, aseveraciones o incluso disertaciones que no vienen a cuento o distraen al resto de la clase que ha venido a escuchar al profesor y no al alumno interrumpiente.

Y esto me ocurre actualmente en las dos universidades, la UC3M y la UCM. Yo levanto la mano para pedir intervenir pero espero a que el profesor me conceda el uso de la palabra. Miestras espero, tengo que ver que otros —y otras— se insmiscuyen una y otra vez sin pedir permiso. Al final, el profesor se olvida de quienes educamente han levantado la mano. Y esto no ocurre una sola vez, ya digo, con cierta frecuencia. Es lamentable.

Por ello, en mi caso, benditas sean las clases telemáticas. Tengo la pantalla con la presentación para mí solo, sin luces que molestan y que no se pueden apagar porque algunos alumnos no ven a escuchar… jajaja. No suenan teléfonos, no hay cuchicheos, el profesor y la presentación para mí solito. Ya es cosa mía prestar atención. Algunos alumnos manifiestan que «en casa, se distraen mucho», con lo que prefieren desplazarse al campus, invirtiendo tiempo y dinero, para que les distraigan otros. «Ca uno es ca uno y ca seis media docena», de todo hay en la viña del señor.

El mencionado profesor Antonio Rodriguez de las Heras abogaba en sus clases por un tipo mixto. Varias piezas telemáticas y luego, cada cierto tiempo, una presencial ya con el marchamo de preguntas e intercambio de opiniones. Pero claro, hay preguntas que no son tales, sino que algunos aprovechan ese momento de gloria para lanzar una disertación, una opinión, un comentario. He visto en algunas ocasiones, con gran alegría por mi parte, que tras acabar con el rollo, el ponente o profesor pregunta: ¿me puede aclarar cual es la pregunta, por favor? Es que no hay tal.

Vivimos en un mundo con cada vez más posibilidades pero con cada vez más malos modos y mala educación. Cuando acaba la clase, varios alumnos se tiran como bab… —omito explicitar el calificativo que me viene a la mente por inadecuado— a hablar con el profesor, reteniéndole e impidiendo de paso que acceda a la clase el siguiente profesor, con la consiguiente pérdida de tiempo para todos los alumnos. Hay más situaciones comentables, criticables, de este tipo… No aprendemos y eso que somos mayores y se supone que con experiencia. Pobres profesores, lo que tienen que aguantar con sus alumnos de todas las edades. 




domingo, 28 de septiembre de 2025

50vs60


Dice un conocido refrán popular que «al perro flaco, todo son pulgas». Y más cuando el perro no tiene un dueño que se preocupe por él, aunque debiera, porque está ocupado en otras cosas más interesantes. El perro, en este caso se llama «Sanidad Pública» y su dueño, la Comunidad Autónoma que corresponda, ha tirado la toalla y le ha dejado abandonado a su suerte, sin ningún pudor y sin que se le caiga la cara de vergüenza. Una manera de favorecer a otros «perros» de carácter más privado con dueños que se ocupan y preocupan.

Corro el peligro de aburrir: esta semana y las dos anteriores he dedicado las entradas en este blog a resaltar las «excelencias» de las Autonomías españolas. Pero es que así se las ponían a Felipe II y no me puedo resistir.

La Metformina es un medicamento que utilizamos muchas personas por problemas con los niveles de glucosa en sangre. No hace falta llegar a la diabetes, pero los que estamos gorditos y ya vamos teniendo una edad —¿Qué edad?— somos carne de cañón para que el médico nos recete una ración diaria —es solo un porsiaca— de Metformina que mantenga a raya nuestro azúcar en sangre. Vamos a apostillar, para que no haya dudas, que es un medicamento sujeto a receta médica, como se puede verificar en la parte superior derecha de la imagen donde encontramos el correspondiente circulito. Vamos, que sin receta en la farmacia no te lo dispensan.

Supongo que en las demás también, pero en la Comunidad Autonoma de Madrid, los ciudadanos tenemos en nuestra tarjeta sanitaria los medicamentos crónicos de forma que directamente en la farmacia te los van dispensando periódicamente sin necesidad de tener que acudir al médico, salvo una vez al año para su renovación.

Pero hete aquí que llegas a la farmacia y, con cara compungida te dicen que nones, que no te dan la Metformina. El resto de medicamentos sí, pero la Metformina no. ¿Qué ocurre? ¿no está en la tarjeta? Harto ya de estar harto, el mancebo te explica que los laboratorios han decidido no hacer paquetes de 50 comprimidos y que ahora, todos, son de 60. Y como en tu tarjeta pone que de 50, pues nada, que no te lo pueden despachar. Tienes que ir al médico y que te lo cambie.
 



Están las citas de los médicos de cabecera para unas prisas. Saco el teléfono inmediatamente y veo que la primera cita disponible del mío es para el 8 de octubre.¡Horror, dos semanas!, con lo me quedo unos días sin poder tomar la medicación. No me parece que acudir a Urgencias sea una solución pero tampoco lo puedo comprar sin receta. Menos mal que en la farmacia me conocen, se fían de mí y, bajo cuerda, me anticipan una caja hasta que el médico me regularice mi tarjeta. Espero que el 8 de octubre, fecha de la cita, no haya ningún problema.

Pensando un poco… ¿por qué 50? La mayoría de los medicamentos en forma de pastillas vienen ya en cajas de 28 comprimidos, es decir, cuatro semanas. Mucho más lógico que 50 que no cuadra con ningún período semanal o mensual, tanto si tomas una pastilla como si tomas dos, por ejemplo.

Me viene a la memoria una charla que dí hace años titulada «Calendarios a lo largo de la historia» y que todavía puede seguirse si se está interesado en Youtube en este enlace. Eso sí, recomiendo saltar los 4 minutos de introducción y es al final donde se aboga por un calendario más práctico y repetitivo en lugar del galimatías de los meses de 28,29,30 o 31 días, festivos móviles y otras cuestiones que llevan con nosotros desde antes de Cristo, bueno, ahora habría que decir desde antes de nuestra Era. Me gustaría saber cuantas horas y cuantas líneas de programación se han gastado en los controles, verificaciones y cálculos con las fechas. Y los cambios de horario en marzo y octubre en España que también tienen lugar en muchas partes del mundo y no siempre en las mismas fechas. Y los cuatro días festivos que decide cada Autonomía por su cuenta.

Cuestiones de calendarios aparte y volviendo al tema que nos ocupa, me imagino que debe ser un continuo chorreo en las farmacias y en las consultas de los médicos el cambio necesario motivado por este nuevo formato de 60 comprimidos. Y yo me pregunto ¿no debería efectuarse el cambio de forma masiva en las bases de datos correspondientes para evitar estas enormes pérdidas de tiempo? Las consultas están saturadas y encima ahora se saturarán más con este asunto. A ver si alguna mente pensante de ese dueño del perro «Sanidad Pública» tiene la ocurrencia, positiva, de iniciar las gestiones necesarias ante el departamento de informática para hacer este cambio de forma que no perdamos el tiempo pacientes y médicos por un asunto colateral.




domingo, 21 de septiembre de 2025

AUTONOMÍ...fronteras


Los sufridos y ya veteranos conductores que circularan antaño por las carreteras españolas en los años sesenta y setenta del siglo pasado, en ocasiones notaban, en puntos indeterminados, un cambio significativo en la calzada: el firme, la anchura, la señalización.. cambiaban de repente, unas veces empeorando y otras mejorando según en la dirección en la que circularan. Era debido a los límites —que no fronteras— entre provincias. No sé si en aquella época el asunto dependía de las Diputaciones, pero estos cambios eran frecuentes al cambiar de provincia. Alguna, ya muy pocas, carreteras de estas quedan.

Pido disculpas por la reiteración ya que la semana pasada hablaba en este blog de un asunto de las (malditas) autonomías y hoy me han saltado las alarmas con otro. La noticia que encabeza esta entrada la he visto en uno de los diarios digitales a los que doy un vistazo por la mañana mientras desayuno. He obtenido el pantallazo para volver a ella, pero unas horas más tarde he sido incapaz de encontrarla. El dinamismo de internet pone y quita cosas a toda velocidad. Juraría que era de El Mundo, pero no podría asegurarlo.

Que tenemos fronteras con países como Francia o Portugal es un hecho que a nadie se le escapa. Frontera queda definido por el diccionario, entre otras acepciones, como «confín de un Estado». Con ello no es académico hablar de fronteras entre Autonomías, pero existen, vaya que si existen. Y no para mejorar la vida de los ciudadanos, sino para complicarla al máximo, siendo incluso causa de muerte, como se puede deducir del titular que encabeza esta entrada. Se trataba de un ciclista que sufrió un accidente en una carretera en un punto que había determinar de forma precisa para que los servicios del 112 —teléfono nacional— pudieran dar aviso a las emergencias de la Comunidad correspondiente. En un punto kilométrico de una carretera es muy sencillo determinar en qué Comunidad ha tenido lugar el suceso, pero y si…

Referiré aquí un hecho real conocido en vivo; no tuvo consecuencias de muerte, a Dios gracias, pero sí grandes inconvenientes. Unas personas están haciendo un recorrido en moto por una zona de campo limítrofe entre las provincias de Murcia —vaya con Murcia— y Almería. Uno de ellos sufre un accidente y cae por un barranco, quedando en el fondo del mismo sin posibilidad de moverse, por lo que luego serían multi contusiones, varias costillas rotas, la cadera rota y una herida abierta con un codo destrozado.

Un compañero de ruta llama enseguida al 112 para requerir asistencia lo más rápido posible: bomberos, servicios sanitarios, Guardia Civil… lo que corresponda. Pero hay un problema: no está en un punto conocido e identificable por lo que el 112 no puede decidir si avisar a los servicios de la Comunidad Autónoma de Murcia o los de la Comunidad Autónoma de Andalucía. Primero de todo hay que decidir, exactamente, donde está ubicado el punto exacto del accidente.

Sí, ahora los móviles tienen GPS, pero no es tan sencillo el «cazar» las coordenadas y comunicarlas al 112, y más en momentos de nerviosismo. Hay servicios, por ejemplo, la Mutua Madrileña Automovilista que te permite abrir un parte desde el teléfono móvil, con lo cual la propia aplicación se encarga de geolocalizar tu posición. ¿Hay aplicación (oficial) del 112 para hacerlo todo directamente desde el teléfono? Que yo sepa es todo vía teléfono y voz. Habrá que investigar.

Cuando ya deciden que el suceso ha tenido lugar en Almería, los servicios de la Comunidad andaluza se ponen en marcha y trasladan al herido a un hospital cercano en la localidad de Huércal Overa. Allí estabilizan las contusiones, operan la cadera rota, pero lo del codo excede de las capacidades del hospital y lo tienen que derivar. Lo lógico es derivarlo a la Comunidad de origen del accidentado, en este caso, Madrid. Se ponen en contacto con el hospital de referencia en Madrid, que tiene que, según los convenios, aceptar al enfermo y enviar una ambulancia a recogerle. Pasan los días y Madrid ni está ni se le espera. La dirección del Hospital de Huércal Overa inicia los procesos en los que tiene competencia para derivarlo a un hospital de la propia Comunidad Andaluza, en este caso Granada, a casi 200 kilómetros. No sigo con la historia, cada cual que tome sus decisiones sobre si hay «fronteras» entre comunidades o no. Eso sí, no cabe duda de que sus procedimientos peoran la vida de los sufridos ciudadanos.

Este caso referido fue vivido y sufrido en directo, por lo que no me ha extrañado nada la noticia que encabeza esta entrada.

Ya por referencias conozco otro par de ellas. Los ciudadanos afectados de forma recurrente son los residentes en zonas limítrofes entre comunidades, especialmente las que son uniprovinciales. Una pareja residente en un pueblo de la sierra norte de la Comunidad de Madrid decide un día dar un paseo por Segovia, ciudad distante de su pueblo menos de 50 Km y al que se llega en 35 minutos de coche, pero perteneciente a otra Comunidad, en este caso la de Castilla y León. 

Durante el paseo ella sufre un desvanecimiento quedando sin conocimiento. Personados los servicios médicos, se organiza el traslado en ambulancia, pero no al hospital de su localidad en Madrid sino, siguiendo el protocolo, a un hospital de Valladolid que está a 120 kilómetros en lugar de menos de 50 Kms. ¡Es el protocolo! Luego ya, si eso, organízate en Valladolid para que te trasladen a tu hospital en la Comunidad de Madrid o, al final, paga tú de tu bolsillo una ambulancia si quieres agilizar el proceso.

Conozco otro caso similar. Ocurrido en las Navas del Marqués, distante 25 Kms de la localidad de residencia de la enferma, acaba siendo trasladada en ambulancia a Salamanca a 146 Kms del lugar del suceso. Y es que, claro, los protocolos de las comunidades no permiten que las ambulancias de sus servicios traspasen las fronteras entre comunidades, aunque la lógica y la distancia lo indiquen. Pues… ¡cambien los protocolos, leñe!

O mejor, acaben con las Autonomías de una vez, con lo que muchos ciudadanos seríamos más felices y aunque siguiera habiendo problemas no tendríamos estos derivados de mil y un reglamentos, pues estos Reinos de Taifas tienen cada uno el suyo.



 



domingo, 14 de septiembre de 2025

AUTONOMÍ…trifulca

Cualquier lector que haya seguido de forma regular la trayectoria de este blog sabrá mis consideraciones cobre el Estado de las Autonomías Españolas, aclaro, tal y como están concebidas. Desde un lejano ya 2011 en que un profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, en los cursos de mayores, nos encargó a varios alumnos un trabajo sobre las Autonomías, ha sido un tema que me toca los perendengues. Y es que no mejora, sino que a medida que pasa el tiempo… sin comentarios.

Utilizando el buscador se pueden localizar varias entradas —que facilito al final con sus enlaces—, por si algún lector anda interesado en dar un repaso. A buen seguro que habrá muchas ideas repetidas entre ellas y con esta entrada. No las he querido releer para no condicionar este texto.

Este verano de 2025 ha sido una prueba de fuego para las Autonomías. Cambio climático mediante, ola de calor extremo… Lo de fuego dicho con toda la intencionalidad posible, porque los incendios han devorado miles y miles de hectáreas en el suelo español, especialmente en algunas de las Autonomías. La competencia en la gestión de los incendios, como en otros muchos (demasiados) asuntos, está transferida de forma completa a los Gobiernos Autonómicos, que han tomado sus decisiones de forma aislada y no consensuada en cuanto a los mecanismos de gestión y, sobre todo, de prevención de estos desastres que se repiten verano tras verano.

Pero… llueve sobre mojado, aunque esta frase no venga mucho a cuento, pero si su significado. A finales del año pasado 2024, una DANA asoló de forma espeluznante la Comunidad Valenciana, con más de 200 muertos y poblaciones destrozadas. También en otras Comunidades con menor intensidad. El asunto no es novedoso: en 2021, cuatro años ha, el volcán Tajogaite en la isla de La Palma, Comunidad de Canarias, tuvo en jaque a la población durante 85 días llevándose por delante todo lo que la lava que vomitaba sin parar encontraba a su paso. ¿Soluciones?

Otros desastres con menor cobertura mediática hay por todo el territorio español. A modo de ejemplo, los problemas derivados en los edificios de San Fernando de Henares —no confundir con Alcalá de Henares como hizo la presidenta autonómica— por una al parecer inadecuada construcción de la línea 7B del metro madrileño. No sigo, porque la lista sería interminable en todos los rincones de esta ya vieja, cansada y muy harta piel de toro.

Evito hacer comentarios personales sobre la forma de acometer estos sucesos, no solo por las Comunidades Autónomas sino también por el Gobierno Central; aunque no sea de su competencia e incumbencia directa, siempre está ese 155 que nunca se quiere invocar. Y parece que algunas veces es más que necesario ante tamañas incompetencias. Para que no sea de mi cosecha, reproduzco aquí un Carta al Director de El Diario Montañés, periódico de Cantabria, dirigida por el lector Iván Arenal Ríos y publicada el 31 de agosto de este 2025:

Lo que en su día se nos vendió como un avance de la democracia española se ha convertido en un sistema total-mente anti democrático. La democracia entendida como la igualdad entre los españoles, se rompe cuando entran en juego los intereses políticos de una casta canallesca que dirigen las autonomías y el país. No hay igualdad cuando en función de donde vives recibes una asistencia médica de mayor calidad o estás dos años en lista de espera, pagas más o menos impuestos, tienes buen transporte público o ni tan siquiera tienes. Hasta el reparto de inmigrantes menores depende de los votos que necesite el gobierno central, o te mandan más o te liberan de la obligación de acogida.

Con los convenios de las empresas pasa lo mismo, no gana lo mismo un andaluz o un cántabro que un vasco o un catalán en el mismo sector. Y cómo no, la educación pública, en función de la comunidad donde vivas, a tu hijo le enseñan una cosa u otra y el nivel de calidad y exigencia variará.

Hemos visto como las grandes catástrofes, inundaciones de Valencia, incendios, solo sirven para atacar al adversario político, pero nunca para sacar conclusiones, hacer planes creíbles y evitar que vuelva a suceder. Menos fotos y más ayudas rápidas a los afectados, menos palabrería y más gestión pública de calidad.

Si no hay igualdad, responsabilidad y buena gestión en estas cosas básicas, ¿puede haber democracia?
A mi desde hace muchos años me llama la atención como la izquierda defiende con tanto ahínco este sistema hipócrita, corrupto e injusto con los ciudadanos.

El tema está claro, al menos para mí. Eso sí, los esfuerzos de nuestros políticos, autonómicos o centrales, incluso locales, se enfocan a despedazarse dialécticamente en parlamentos, congresos, ayuntamientos o generalidades, también en los medios, gastando una energía que deberían dedicar a lo verdaderamente importante: mejorar la vida de los ciudadanos, pero en esto ni están si se les espera, parafraseando aquella famosa frase de un lejano 23-F.

La tensión se palpa, las confrontaciones y trifulcas están a la orden del día, aunque dialécticas, ya veremos por cuanto tiempo. Los ciudadanos, exánimes, ya ni siquiera asistimos a ellas, hartos de tanta incompetencia y falta de seriedad. Como decía en una magistral frase cuyo autor no he conseguido encontrar: «Aquí todo el mundo va a lo suyo menos yo que voy a lo mío».

Las posiciones intermedias, contenidas, tolerantes, dialogantes... ha tiempo que han desaparecido de la escena pública y política. El culto al «y tu más», el fomento del insulto y la falta de respeto, lo soez y barriobajero, se han instalado a machamartillo con una solidez e intensidad que asusta. Y los medios y las redes sociales se frotan las manos asistiendo y fomentando el espectáculo. ¡Maremía!

¿Dónde han quedado el diálogo y el consenso? ¿Queda algo de mesura por ahí en el fondo? ¿Valemos algo como especie?

La verdad es que es difícil seguir aguantando esto. Sin entrar en comentarios, la imagen en la cabecera de esta entrada ilustra por sí sola —sin que a nadie se le caiga la cara de vergüenza— una situación básica personal ocurrida esta semana, ante la necesidad de una actuación traumatológica en la Sanidad Pública. A la vista de la fecha, dentro de más de siete meses, me ofrecieron derivarme a la privada, sin coste directo para mí, claro. Pero como apostilla mi buen amigo y maestro Eduardo… «Ese es el plan, Degradar lo público para que lo privado sea una opción aceptable».

17-may.-2014    AUTONOMÍ…suyas            
5-jul.-2014        AUTONOMÍ…desemejanza            
18-abr.-2021     AUTONOMÍ…yaestábien            
20-feb.-2022     AUTONOMÍ…zarabanda            
5-mar.-2023      AUTONOMÍ…sanidad           


 

domingo, 7 de septiembre de 2025

O.S.B.

 
Escribía en este blog la entrada «O.S.H.» en octubre de 2021. En ella comentaba mi estancia en la Hospedería Monástica del monasterio de El Parral de Segovia con los monjes jerónimos. Ya en agosto de 2010 ─ ¡cómo pasa el tiempo! ─ redactaba la entrada «INEFABLE» refiriendo otra estancia similar en el Monasterio de Santo Domingo de Silos.

«A la tercera va la vencida» es un refrán clásico utilizado con profusión. Significa que, si no se consigue lo anhelado a la tercera intentona… ¿hay que abandonar? Porque este dicho se utiliza cuando no se consigue al primer ni segundo intento el fin que pretendemos, sino tras repetir con mayor ahínco. En el asunto que voy a comentar hoy no me es de aplicación, porque, aunque va a ser la tercera vez que realizo esta actividad, no se trataba de conseguir nada concreto.

Se trataba de pasar tres días de retiro monástico que en esta ocasión han tenido lugar en el monasterio de Santa María de El Paular, ubicado en la madrileña localidad de Rascafría. Un sitio maravilloso en cuanto al entorno y también al propio monasterio, visitable, y con unas maravillas en su interior entre las que cabe destacar el llamado Transparente y el Claustro con sus 52 portentosos e impresionantes «Carduchos» y cuya historia es un verdadero milagro desde su desaparición y desperdigamiento por toda España en 1836 con la desamortización de Mendizábal hasta su recuperación, restauración y juntamiento, de nuevo, en el claustro para el que fueron concebidos en el siglo XVII.

Estando en el monasterio y gracias a sus muchas obras de restauración que continúan, nadie diría que estuvo abandonado tras la desamortización más de 100 años. Desde su construcción en 1390 por Juan I de Trastámara hasta la fecha de la desamortización estuvo habitado por monjes cartujos, que en 1954 rechazaron la oferta de volver, finalmente aceptada por monjes de la orden benedictina, que es la que actualmente cuida del monasterio. Decir con pena, respeto y preocupación que, en estos días de septiembre de 2025, tan solo CINCO monjes conforman la comunidad. Siempre me ha resultado muy difícil estimar la edad de los monjes, pero a buen seguro que jovencito no es ninguno de ellos.

Sorprende que en este caso acepten mujeres, cuestión que desconocía y de la que me enteré al asistir al primer rezo, Sexta, y a la comida posterior, en completo silencio mientras un monje leía un texto que me llamó mucho la atención por su contenido: un episodio de la historia de España del conocido como Desastre de Annual de 1921, un tema de mi interés. De la comida decir que es muy buena y abundante, servida por los propios monjes incluido el abad, perdón, el prior. Por concretar, el desayuno es de tipo bufet, con abundante variedad de quesos, embutidos, fruta… y un bollo casero delicioso. Luego hablaré de una comida especial que tuvo lugar el jueves a mediodía… 

Son muchos los monasterios que ofrecen este tipo de recogimiento monacal con condiciones similares desde tres días como mínimo hasta un máximo de diez o doce. Se incluye alojamiento y pensión completa y en algunos casos el estipendio es la voluntad y en otros hay un precio fijado por día. En este caso el precio en la actualidad, septiembre de 2025, es de 57 euros. Como todo en esta vida hay unas normas, muchas de ellas de convivencia y sentido común en cuanto al atuendo y comportamiento y otras más relacionadas con el propio retiro en sí. En este caso, había obligación de asistir con los monjes tanto a los rezos previos como a las tres comidas: rezo de Laudes a las 08:00 seguido del desayuno, rezo de Sexta a las 14:00 seguido de la comida y rezo de Vísperas a las 20:00 seguido de la cena. Este último de Vísperas incluía la misa del día. Algunos de los asistentes al retiro eran a su vez sacerdotes y participaban en la misa, con lo que esta adquiría una cierta solemnidad con sus cantos.

Estos rezos comentados se realizaban en la Sala Capitular, una pieza maravillosa anexa a la iglesia principal. Los dos rezos voluntarios se realizaban en una pequeña capilla muy recogida, el oratorio, accesible desde el claustro. Sin ninguna obligación, se podía asistir a estos dos rezos oficiales más: Maitines, a las 06:30 de la mañana y Completas a las 22:00 horas. Al de Completas había una cierta asistencia, no masiva, pero al de Maitines, por aquello de madrugar, solo asistimos los tres días que estuve tres personas. Había devocionarios y folletos para seguir perfectamente los rezos y cánticos, con lo que se podía participar como uno más. Otros rezos oficiales existentes en otros monasterios — Prima, Tercia, y Nona — no tenían lugar en este al menos de forma explicitada.

Dotado de una llave maestra, podía deambular a cualquier hora del día y de la noche con toda libertad y con casi ninguna limitación por todo el monasterio y sus adyacentes, como la huerta. Algunas cosas a destacar en mi caso: estar a solas en el Transparente sin el bullicio de un montón de turistas, en la propia iglesia contemplando el soberbio retablo barroco, disfrutar de los Carduchos en un claustro silencioso, pasear por la huerta comiendo frutos directamente cogidos del árbol, sentarse a leer en un banco del jardín del claustro en medio de un pequeño cementerio de monjes, contemplar desde ese mismo banco la amanecida tras el rezo de Maitines en espera del de Laudes o, entre otros y por no ser exhaustivo, cantar en la misa de Vísperas el Padrenuestro en latín, que no he olvidado desde mi época de monaguillo cuando niño.
 

He hecho alusión anteriormente a la comida del jueves que fue muy especial. Durante toda la estancia en el monasterio está prohibido hablar con los monjes, excepto con el hermano hospedero, José Antonio, en caso de necesidad. Los (y las) asistentes al retiro pueden hablar entre sí pero en voz baja y de forma particular. El silencio preside todas las horas del día. Pero el jueves, en la Sala Capitular y al rezo de Sexta, los monjes aparecieron vestidos de forma casual: pantalones cortos, camisetas, deportivas. Impactaba verlos en sus puestos, donde normalmente asistían con sus hábitos, vestidos de esta guisa. Algo pasaba, o iba a pasar. La comida no se realizó en el refectorio, sino que la procesión post comida alcanzó el porche de una edificación en la huerta donde había una mesa corrida ya preparada. Nos sentamos todos, seguía el silencio, el prior bendijo la mesa y... ¡Podéis hablar! Todos, monjes incluidos, nos lanzamos a multitud de conversaciones en una opípara comida con aperitivos de patatas fritas y aceitunas, bebidas de todo tipo incluyendo sangría y cerveza (la propia fabricada en el monasterio, que está muy buena y se sube que no veas). Una magnífica ensalada florida, paella, sandía y melón ya cortado de postre, café con dos tipos de pastas y chupitos de varias clases de remate. No se puede pedir más. Pero lo interesante fueron las conversaciones que permitieron descubrir aspectos inéditos de la rica personalidad de los monjes que es imposible detectar en su recogimiento y silencio diario.
 
Salvo en horario nocturno, se puede salir libremente del monasterio. Para dar un toque de rabiosa actualidad a esta entrada, comentar que una de las personas asistentes había preguntado a la I.A. (Inteligencia Artificial) por la recomendación de un alojamiento en la sierra de Madrid, donde hubiera paseos por los alredores, posibilidad de baño en ríos, tranquilidad, pensión completa... Parece imposible creer que la propia I.A. fue la que recomendó la estancia en el Monasterio. ¡Ver para creer! 

Para aclarar el título de esta entrada, O.S.B. son las iniciales en latín de Ordo Sancti Benedicialesicti, Orden de San Benito, que es una orden religiosa, perteneciente a la Iglesia Católica, dedicada a la contemplación, fundada por Benito de Nursia, con unas reglas dictadas por este a principios del siglo VI para la abadía italiana de Montecassino.

Y ya que estamos hablando de San Benito y sus reglas, me viene a la memoria un capítulo, el LXVIII, que me vino muy bien en mi época laboral cuando intentaba entender lo que me mandaban mis jefes. Dice así:

Capítulo LXVIII  ¿Qué deben hacer los monjes si les mandan cosas imposibles? 
Si por acaso mandaren a algún monje cosas muy difíciles o imposibles, reciba con toda mansedumbre y sumisión el precepto que se le haga. Y si viere que lo mandado excede absolutamente de sus fuerzas, representará a su prelado las causas de su imposibilidad, sin alterarse, y con la circunspección posible, no con ademanes de contradicción, resistencia o altivez; pero si después de su representación insistiere el prelado en que obedezca, tenga por cierto el monje que así le conviene; y confiando en el favor de Dios, haga lo que le manda, por caridad.