Cualquier lector que haya seguido de forma regular la trayectoria de este blog sabrá mis consideraciones cobre el Estado de las Autonomías Españolas, aclaro, tal y como están concebidas. Desde un lejano ya 2011 en que un profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, en los cursos de mayores, nos encargó a varios alumnos un trabajo sobre las Autonomías, ha sido un tema que me toca los perendengues. Y es que no mejora, sino que a medida que pasa el tiempo… sin comentarios.
Utilizando el buscador se pueden localizar varias entradas —que facilito al final con sus enlaces—, por si algún lector anda interesado en dar un repaso. A buen seguro que habrá muchas ideas repetidas entre ellas y con esta entrada. No las he querido releer para no condicionar este texto.
Este verano de 2025 ha sido una prueba de fuego para las Autonomías. Cambio climático mediante, ola de calor extremo… Lo de fuego dicho con toda la intencionalidad posible, porque los incendios han devorado miles y miles de hectáreas en el suelo español, especialmente en algunas de las Autonomías. La competencia en la gestión de los incendios, como en otros muchos (demasiados) asuntos, está transferida de forma completa a los Gobiernos Autonómicos, que han tomado sus decisiones de forma aislada y no consensuada en cuanto a los mecanismos de gestión y, sobre todo, de prevención de estos desastres que se repiten verano tras verano.
Pero… llueve sobre mojado, aunque esta frase no venga mucho a cuento, pero si su significado. A finales del año pasado 2024, una DANA asoló de forma espeluznante la Comunidad Valenciana, con más de 200 muertos y poblaciones destrozadas. También en otras Comunidades con menor intensidad. El asunto no es novedoso: en 2021, cuatro años ha, el volcán Tajogaite en la isla de La Palma, Comunidad de Canarias, tuvo en jaque a la población durante 85 días llevándose por delante todo lo que la lava que vomitaba sin parar encontraba a su paso. ¿Soluciones?
Otros desastres con menor cobertura mediática hay por todo el territorio español. A modo de ejemplo, los problemas derivados en los edificios de San Fernando de Henares —no confundir con Alcalá de Henares como hizo la presidenta autonómica— por una al parecer inadecuada construcción de la línea 7B del metro madrileño. No sigo, porque la lista sería interminable en todos los rincones de esta ya vieja, cansada y muy harta piel de toro.
Evito hacer comentarios personales sobre la forma de acometer estos sucesos, no solo por las Comunidades Autónomas sino también por el Gobierno Central; aunque no sea de su competencia e incumbencia directa, siempre está ese 155 que nunca se quiere invocar. Y parece que algunas veces es más que necesario ante tamañas incompetencias. Para que no sea de mi cosecha, reproduzco aquí un Carta al Director de El Diario Montañés, periódico de Cantabria, dirigida por el lector Iván Arenal Ríos y publicada el 31 de agosto de este 2025:
Lo que en su día se nos vendió como un avance de la democracia española se ha convertido en un sistema total-mente anti democrático. La democracia entendida como la igualdad entre los españoles, se rompe cuando entran en juego los intereses políticos de una casta canallesca que dirigen las autonomías y el país. No hay igualdad cuando en función de donde vives recibes una asistencia médica de mayor calidad o estás dos años en lista de espera, pagas más o menos impuestos, tienes buen transporte público o ni tan siquiera tienes. Hasta el reparto de inmigrantes menores depende de los votos que necesite el gobierno central, o te mandan más o te liberan de la obligación de acogida.
Con los convenios de las empresas pasa lo mismo, no gana lo mismo un andaluz o un cántabro que un vasco o un catalán en el mismo sector. Y cómo no, la educación pública, en función de la comunidad donde vivas, a tu hijo le enseñan una cosa u otra y el nivel de calidad y exigencia variará.
Hemos visto como las grandes catástrofes, inundaciones de Valencia, incendios, solo sirven para atacar al adversario político, pero nunca para sacar conclusiones, hacer planes creíbles y evitar que vuelva a suceder. Menos fotos y más ayudas rápidas a los afectados, menos palabrería y más gestión pública de calidad.
Si no hay igualdad, responsabilidad y buena gestión en estas cosas básicas, ¿puede haber democracia?
A mi desde hace muchos años me llama la atención como la izquierda defiende con tanto ahínco este sistema hipócrita, corrupto e injusto con los ciudadanos.
El tema está claro, al menos para mí. Eso sí, los esfuerzos de nuestros políticos, autonómicos o centrales, incluso locales, se enfocan a despedazarse dialécticamente en parlamentos, congresos, ayuntamientos o generalidades, también en los medios, gastando una energía que deberían dedicar a lo verdaderamente importante: mejorar la vida de los ciudadanos, pero en esto ni están si se les espera, parafraseando aquella famosa frase de un lejano 23-F.
La tensión se palpa, las confrontaciones y trifulcas están a la orden del día, aunque dialécticas, ya veremos por cuanto tiempo. Los ciudadanos, exánimes, ya ni siquiera asistimos a ellas, hartos de tanta incompetencia y falta de seriedad. Como decía en una magistral frase cuyo autor no he conseguido encontrar: «Aquí todo el mundo va a lo suyo menos yo que voy a lo mío».
Las posiciones intermedias, contenidas, tolerantes, dialogantes... ha tiempo que han desaparecido de la escena pública y política. El culto al «y tu más», el fomento del insulto y la falta de respeto, lo soez y barriobajero, se han instalado a machamartillo con una solidez e intensidad que asusta. Y los medios y las redes sociales se frotan las manos asistiendo y fomentando el espectáculo. ¡Maremía!
¿Dónde han quedado el diálogo y el consenso? ¿Queda algo de mesura por ahí en el fondo? ¿Valemos algo como especie?
La verdad es que es difícil seguir aguantando esto. Sin entrar en comentarios, la imagen en la cabecera de esta entrada ilustra por sí sola —sin que a nadie se le caiga la cara de vergüenza— una situación básica personal ocurrida esta semana, ante la necesidad de una actuación traumatológica en la Sanidad Pública. A la vista de la fecha, dentro de más de siete meses, me ofrecieron derivarme a la privada, sin coste directo para mí, claro. Pero como apostilla mi buen amigo y maestro Eduardo… «Ese es el plan, Degradar lo público para que lo privado sea una opción aceptable».
17-may.-2014 AUTONOMÍ…suyas
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