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domingo, 30 de marzo de 2025

BARBERSHOP

 
Hoy toca hacer un poco de cronista; menos mal que no me gano la vida con ello. Hasta hace unos meses el título de esta entrada me sonaba a esos establecimientos donde te cortan o acicalan el pelo, una barbería o peluquería que sería la traducción de este término inglés, pero no, no van por ahí los tiros.
 
Todas las personas tienen sus resplandores ocultos que no siempre acertamos a descubrir. Un buen amigo, JuanDe, compañero de uno de los clubes de lectura en los que participo, tiene otra afición, a la música y al canto. Hace unos meses nos invitó a un concierto de Barbershop. Yo creía que nos estaba tomando (literalmente) el pelo, pero es que el vocablo, además de lo que significa normalmente, alude a un tipo de canto coral a capella, a cuatro voces. En la página web de la Asociación de Barbershop de Iberia encontramos la siguiente definición:
El «Barbershop» es un estilo de música «a capella» a cuatro voces cuya armonización es en formato de homofonía de manera que la melodía es cantada por el lead o voz cantante, el tenor armoniza en una tesitura superior a dicha melodía, el bajo canta las notas más graves que soportan una armonía que completa el barítono en una tesitura que puede ser superior o inferior a la del lead. Ocasionalmente pueden existir breves partes en las que no participe alguna de las cuatro voces.

En el Barbershop entender la letra de la canción y reconocer su melodía es fácil: se trata de una tonalidad central mayor o menor que desarrollan las dos partes principales (dominante y subdominante) que a menudo se resuelve en acordes de séptima en un contexto habitual de quintas, aunque son igualmente posibles otras resoluciones. La música Barbershop está escrita en general de forma vertical y simétrica con métrica estándar. El arreglista embellece a su gusto la canción base y su armonización para dar sentido apropiado y eficaz a su tema.

Los cantantes de «Barbershop» templan al máximo sus voces para conseguir una precisa y justa afinación que otorgue a la tonalidad existente consistencia. El arte de cantar «Barbershop» expone en su plenitud y extensión el sonido, precisa afinación, alto grado de habilidad vocal, y gran nivel de empaste en el conjunto. Lo ideal es que se consiga todo ello a través de un canto natural y liberado aparentemente de esfuerzo.
La presentación de una canción «Barbershop» tiene el fin de comunicar su mensaje, emocionar y proporcionar una experiencia divertida al oyente. La música y su presentación se ofrecen desde el corazón, han de resultar creíbles y emotivas en todo momento. Crear una presentación con estilo y arte une con fuerza los efectos musicales y visuales para crear y transmitir los sentimientos que sugiere esta música.
Hay muchas cosas en este mundo de las que no hemos oído hablar. A pesar de la gran cantidad de información a la que tenemos acceso hogaño, sigue existiendo una miríada de temas que se escapan a nuestro conocimiento. Y es que este modo de canto nació en Estados Unidos a finales del siglo XIX. Se cantaba en las barberías mientras los hombres ─las mujeres no tenían barba─ esperaban su turno; una forma de relajarse y pasar el rato. De las barberías saltó a calles y bares con letras ingeniosas.
 
El caso es que aquel concierto al que nos invitó JuanDe, realizado por más de una veintena de cantantes, hizo las delicias de un público que no había oído hablar de ello. No he vuelto a ver en mi localidad y alrededores conciertos de este tipo hasta que el jueves de la pasada semana recibo un wasap de mi amigo JuanDe anunciándome un concierto en petit comité en un lugar especial: el cafetín del Teatro Coliseo de Carlos III, en San Lorenzo del Escorial.
 
Este teatro, coqueto, del siglo XVIII, que estuvo a punto de caer bajo la piqueta en los años setenta del siglo pasado para levantar bloques de pisos, se salvó gracias a una iniciativa privada de los dos hermanos Martín. Restaurado, y en funcionamiento hoy en día, es un placer asistir a cualquier función de teatro o espectáculo musical. La primera vez, haya lo que haya en cartel, solo por verlo merece la pena. Hay mucha información en la red, pero me atrevo a recomendar aquí un programa especial de «Historietas de Segovia», realizado por mi buen amigo Eduardo, donde se muestra la historia y muy buenas imágenes del teatro. El programa se titula «El teatro perdido» y es accesible en la plataforma Youtube en este enlace.
 
Retomando el hilo, el concierto de Barbershop se celebraría en el cafetín del teatro, otro lugar encantador cuya atmósfera puede apreciarse en las fotografías que encabezan esta entrada. Actuaron tres cuartetos de cantantes de Barbershop que nos obsequiaron con varias canciones que, precisamente, estaban preparando para el concurso nacional e internacional que tendrá lugar el fin de semana que viene ─5 y 6 de abril de 2025─ en Calpe, Alicante. Si está leyendo esto y está a tiempo de desplazarse, por lo que me comenta mi amigo, el ambiente y la calidad de los participantes es espectacular.

Este fue el cartel de los grupos y de las canciones interpretadas. Nos juntamos un grupo de unas cuarenta personas que pudimos disfrutar de las interpretaciones, entre maravillosas y sublimes todas. Son de esas cosas que no se olvidan en la vida y en las que sería bueno refugiarse en momentos en los que la vida no transcurre como quisiéramos. En este blog me he referido algunas veces a ellas como momentos sublimes de mi vida para recordar: una puesta de sol en Canarias, un navegación a vela nocturna con delfines en Baleares, un rato a solas mientras amanece en el claustro del Monasterio de Silos… Reflejé mis emociones y sensaciones, ciertas, en un par de entradas del blog del 2012 tituladas «MOMENTOS-1» y «MOMENTOS-2». A medida que pasan los años y la vida trataremos de ir añadiendo a la colección momentos especiales como este que comento hoy.


Aunque prácticamente todas las letras son en inglés, una de las componentes del grupo «4x4», cuyo nombre recuerdo, Patricia, ha empezado a componer en español, con lo que pudimos disfrutar de una de las actuaciones en nuestro idioma. También, otro de los componentes del grupo TIC TAG TOE es Pablo Escolano Fuentes, director del grupo Barbería y que ha publicado su TFG del grado de musicología en la Universidad Complutense de Madrid bajo el título «La música Barbershop: Historia, características y su práctica en la península Ibérica». Un formidable trabajo al que he tenido acceso pero que no he sabido encontrar disponible en alguna página accesible para el público en general. En este estudio se refiere con más detalle y precisión el arranque de este tipo de música y su devenir a lo largo de los años.

Busque en internet, en Youtube u otras plataformas, conciertos de Barbershop. Y escuche. Aunque ya aviso que, si le gusta la música y el canto coral, corre el peligro de engancharse.
 



 

domingo, 23 de marzo de 2025

PARAFARMACIA

Es un tema ya un poco recurrente a lo largo de los años en este blog, pero no puedo evitar que me enerve cada vez que me encuentro frente a un caso que a mi modo de ver es flagrante. Vamos, que a mí por lo menos me flagra. Es el asunto de los precios de las cosas. ¿Quién los fija? ¿Cómo se fijan? ¿Hay algún control para evitar abusos?

Hace ya años, con motivo de una revisión dental, la muy amable dentista me recomendó utilizar una pasta dentífrica que contuviera Clorhexidina. Se trataba de usarla de vez en cuando, alternando con otras normales, para prevenir, en mi caso, el sangrado de las encías al cepillarme. Hacía tiempo que no la utilizaba y, ante la aparición de los síntomas, acudí a una farmacia a comprar «alguna pasta dentífrica» que tuviera ese componente.

Hace un par de años, lo recuerdo bien, compraba la pasta en cuestión en Mercadona a un coste que rondaba, muy poco por encima, los dos euros. Uno siempre entra en la farmacia, que también es a la vez, aunque no lo diga, parafarmacia, con los brazos bien levantados, dispuesto a que le atraquen, pero cuando me dijo el precio de la única pasta dentífrica que tenían con ese componente y que se puede ver en la imagen, casi me caigo de c… Omito la palabra por si los algoritmos de Google me bloquean esta entrada como ya hicieron en otra ocasión.

¡Ocho con cincuenta euros! Maremía que diría mi amigo Eduardo, ni que tuviera música sinfónica y en estéreo. Me informaron que no tenían otra, incluso insinuando que no la había en el mercado. La verdad es que me pillaron un poco descolocado, pagué y me marché rumiando mis pensamientos… ¡una vez más!

Y es que (algunos) precios en las farmacias son ya de escándalo. Y evidentemente para aquellos medicamentos o similares que no están cubiertos por la Seguridad Social. Tengo los tiques, pero no es cuestión de llenar esto de imágenes, porque cualquiera que se acerque a un establecimiento de estos lo podrá comprobar. Por ejemplo, por un paquete de diez sobres de FRENADOL te soplan la friolera de 13,95 euros: a 1,395 euros el sobre. Si te tienes que tomar tres al día, calculando que es gerundio. Otro ejemplo, vayan a comprar GELOCATIL de 1 gr. y me cuentan. Si el FRENADOL está a precio de diamante, el GELOCATIL por lo menos a precio de plata…

Mas… un momento. Hemos hablado de que la pasta dentífrica la hemos comprado en una parafarmacia, que el diccionario define como «establecimiento o sección de un establecimiento en que se venden productos que, aunque no son medicamentos, suelen comercializarse en las farmacias». Si bien los medicamentos tienen los precios tasados, como se puede comprobar en esa maravillosa página web del vademécum farmacéutico no estamos hablando de un medicamento y por lo tanto su precio queda al albur del comerciante.

Con estas premisas, se trataba de buscar el producto en otras parafarmacias o supermercados. Curioseando en un par de ellos que tengo cerca de casa no encontré nada, pero siempre nos quedará la red, donde aparecen otras marcas, no muchas la verdad, con otros precios. Para establecer un punto de comparación contrastado hoy en día, vea la siguiente imagen


En esta imagen no figura, adrede, el nombre del establecimiento que lo vende, pero la gran mayoría sabrá de cual se trata por el formato. Asequible, directo, con garantías… y a un precio que llama la atención por el enorme contraste con el abonado: 5,93 euros. Como no caduca en mucho tiempo, te lanzas a comprar dos o tres y te ahorras una pasta, amén de tener pasta para un año o más. Y es que de 5,93 euros a 8,50 euros la diferencia es de 2,57 euros, que no es moco de pavo, un 43,33% más.

Con todo esto a uno le entra la duda de cuánto en realidad cuesta o vale el producto cuando sale de la fábrica. El fabricante lo pone todo hasta colocar el producto en el mercado e incluso es posible que lo lleve hasta el destino, me imagino que alguna gran distribuidora a farmacias, parafarmacias, supermercados y tiendas. Lo que pague el consumidor por ello es harina de otro costal. No es que estemos hablando de un producto necesario y vital, pero tampoco se trata de un capricho del que podamos prescindir alegremente, al menos yo.




domingo, 16 de marzo de 2025

«PatchCleaner»

El hacer favores, desinteresadamente, a la gente, siempre reporta beneficios. Aparte de la satisfacción y el agradecimiento de la persona a la que haces —intentas hacer— el favor está la satisfacción personal. Pero, además, en algunas ocasiones te haces el favor también a ti mismo, porque te sirve para descubrir nuevas opciones que antes desconocías y que te pueden ser muy útiles.

Este ha sido uno de los casos esta semana que documento en este blog como recuerdo para mí mismo y por si fuera de interés para los que se asomen por aquí. Aclaro que es un tema informático, de informática casera, y que solo puede ser interesante para los que manejen en sus ordenadores el archiconocido «Ventanas» —Microsoft Windows— aunque supongo que en otros sistemas operativos habrá programas o aplicaciones similares.

Me llama un amigo diciendo que tiene el ordenador «empetao». El disco duro «C:\» de su ordenador portátil, donde se aloja su sistema Windows 11, se queja continuamente de falta de espacio. Ha borrado todo lo que se le ha ocurrido e incluso más con lo que sospecha que algo vital se habrá llevado por delante. Vamos, que el ordenador no le «anda» y que le hace falta de forma casi vital para su trabajo. Vamos, resumiendo, que si le puedo echar una mano. Esto me suena.

Su ordenador tiene ya unos añitos, seis para ser exactos. De todos es sabido que los sistemas operativos, especialmente el «ventanas» se van «enguarrinando» progresivamente a pesar de que en las últimas versiones algunas herramientas automáticas parecían destinadas a que esto no ocurriera.

Cualquiera que se asome a los contenidos del disco C:\ de su PC y active la opción de ver en el explorador los archivos ocultos, se encontrará con una carpeta de enorme ocupación llena de ficheros con nombres raros, por no decir rarísimos. Gran parte de ellos son ficheros de instalaciones, muchas de ellas las actualizaciones regulares que emite Microsoft y que deberíamos instalar. Aunque algunas veces nos llevamos sorpresas desagradables, es conveniente instalar estas actualizaciones porque muchas veces contienen correcciones a fallos del sistema operativo que son aprovechadas por los «malos» para colarse por donde no deben con la posibilidad de armarnos un desaguisado.

No encontraba la manera de meter mano y limpiar esa carpeta que tenía una ocupación que sobrepasaba los 40Gb. La mayoría de los usuarios a buen seguro que no tienen independiente el disco C:\ en sus ordenadores y la basura acumulada digamos que no hace daño. Pero en un disco de 128 Gb como tenía mi amigo, 40 Gb es mucho: era la causa de su falta de espacio.

Haciendo consultas al doctor ese que empieza por «G», entre los miles de respuestas que ofrece a tus búsquedas, encontré una que llamó mi atención. Se trataba de un programa llamado «PatchCleaner» cuyo título rezaba «Clean your windows installer directory» —Limpie el directorio del instalador de Windows—. No hay que dejar de advertir que hay que tener mucho cuidado con estos programas y tener un buen antivirus instalado en el ordenador para no llevarse sorpresas desagradables.

Vi varias cosas que me predisponían a aventurarme por este camino. Una de ellas es que estaba alojado en la plataforma SOURCEFORGE, lo que supone una cierta garantía como software libre. Además, el nombre del autor, Igor Pavlov, suponía una garantía añadida pues desde hace muchos años utilizo como programa compresor y descompresor su famoso programa «7Zip»; creado en 1999, gratuito y muy actualizado, que supone una alternativa magnífica a programas de pago como Winzip o Winrar. Es verdad que hubo una cuestión que se me pasó por alto y que al final detallaré, pero casi me alegro porque de haberla visto quizá no hubiera seguido adelante con mis pesquisas en este programa.

Manos a la obra… Descargo e instalo en mi PC el programa y le hago una revisión exhaustiva con mi programa antivirus, que no detecta nada. Descargo e instalo en el PC de mi amigo el programa, lo ejecuto y… ¡voila! Desaparecen 36 Gb. de los 40 Gb ocupados por los programas de instalación de Windows. Su disco «C:\» queda limpito, sin avisos de llenado y el ordenador funcionando a las mil maravillas. Avisé a mi amigo de que estuviera atento en los próximos días por si se producía algún fallo extraño en el ordenador. Nada me ha dicho en los días transcurridos.

Yo no tenía problemas de ocupación en mi ordenador porque mi disco es de mayor capacidad, pero animado por los resultados en el ordenador de mi amigo, lo ejecuté en el mío y se llevó por delante casi 30 Gb. Una maravilla. Hay que decir que el programa te permite guardar en un pendrive u otra carpeta del disco lo que va a borrar por si acaso, nunca se sabe.

Lo prometido en un párrafo anterior es deuda. Lo que no advertí al consultar los pormenores de ese programa es su fecha de última actualización: 2016. En esa fecha el Windows 11 no había visto la luz. Pero las cosas bien hechas en informática bien siguen funcionando o cuando menos avisan de que no van a funcionar sin estropear nada. Yo tengo en funcionamiento programas ya retirados de la circulación y sin mantenimiento que funcionan a las mil maravillas. No voy a decir el nombre de uno de ellos porque saltó a la fama por haber sido retirado violentamente por el gobierno norteamericano por no poder romper sus claves de acceso. La versión que yo tengo de este programa data de 2012. Y sigue funcionando a través de todos los Windows habidos hasta la fecha.

Y seguramente tenga Vd. en su ordenador muchos programas codificados en el lenguaje de programación VisualBasic6, un lenguaje que fue retirado de la circulación en 1998 pero que cientos de aplicaciones —ahora las llaman eufemísticamente App's— siguen utilizando hoy en día a plena satisfacción. Varios programas realizados en VisualBasic6 por mí mismo en 2015 siguen marchando a la perfección.

Me imagino que no todos los lectores llegarán hasta aquí, aburridos por estas digresiones informáticas. Pero si Vd. ha llegado le ofrezco una píldora que también he descubierto esta semana a raíz de una petición de ayuda de mi profesor de escritura. Se trata de «hablar» al Word por el micrófono del ordenador y ahorrarse la tarea de escribir en el teclado. Es muy sencillo, aunque depende de la versión de Word y de Windows que tengamos. Con un documento Word abierto, pulsar a la vez las teclas Windows y «H» y se nos abrirá una ventana en la parte inferior con un micrófono, pulsar en él y… empezar a hablar. Veremos cómo lo dicho se va reflejando en el documento. Por supuesto, varios idiomas, pero ojo a hablar claro y no demasiado deprisa. Ir probando, como todo en esta vida.




domingo, 9 de marzo de 2025

HOSTIGADOS

Este fin de semana pasado se han celebrado en muchos lugares desfiles, fiestas, cenas y bailes de carnaval. La tradición se va recuperando con cierta lentitud al estar durante muchos años prohibida en España. Pero… ¿Qué tiene que ver la imagen que encabeza esta entrada con el carnaval?

Hace ya muchos años, cincuenta, un fenómeno al que estaba ciertamente sensible era el que yo denominaba «el acoso de los vendedores de enciclopedias». Había vendedores de muchas cosas que llamaban a tu puerta, convocaban actos en salas públicas e incluso, no sé como se las ingeniaban, aparecían por las oficinas de las grandes empresas a enseñarte sus catálogos en los que te brindaban la obtención de la enciclopedia completa y la ibas pagando en «cómodos» plazos mensuales. Conservo, no sé por qué, varias de aquella época que ocupan un espacio enorme en mi biblioteca: Historia de España, Enciclopedia del Arte, Diccionario Espasa… Hoy en día, con internet, este tipo de publicaciones no tiene sentido.

Volviendo al asunto del carnaval, un amigo al que le gustan estas jaranas montó un grupo con otros tres emulando a Los Beatles. Disfrazados como ellos, ambientaron una cena de carnaval con una peña y al final acabaron con un karaoke en el que, por supuesto, interpretaron algunas famosas canciones de Los Beatles. No podía faltar, claro, «Yellow Submarine».

Hoy en día, los eventos no se quedan circunscritos al lugar donde se celebran. Los asistentes graban y retequegraban en sus teléfonos inteligentes todo y más y la cosa no queda ahí: lo lanzan al mundo mundial a través de WhatsApp, Twitter-X, Tik-Tok, Instagram, Facebook, Youtube, Bkuesky y algunas más que no menciono por no hacer esta lista interminable. Sí, esas llamadas redes sociales que se encargan de expandir esas retahílas de ceros y unos desde nuestros equipos informáticos por todos lados. Y ya lo dice el refrán, un poco actualizado por mí: «palabra y piedra (e imagen) suelta no tienen vuelta» Y lo que es peor, hemos perdido todo el control sobre ellas y sus destinatarios.

Pero en este caso, el teléfono inteligente en que grabamos fotos y vídeos cobra vida para otros intereses que, aunque antes sospechábamos, hoy en día no tenemos duda: nos espía y además con nuestro consentimiento, si, con nuestro consentimiento no siempre obtenido de forma clara. Tengo en mi lista de lecturas pendientes el libro de Belén Gopegui titulado «Te siguen» que a buen seguro aporta nuevos conocimientos sobre estos asuntos. La autora y la trayectoria me permiten augurar esto, aunque como hago siempre me abstengo de leer sinopsis o reseñas de un libro antes de acometer su lectura.

Vamos cerrando el círculo. En los días posteriores a esa cena y esas actuaciones, el teléfono inteligente de mi amigo empezó a mostrar «insinuaciones» procedentes de Google, y de otra de las aplicaciones instaladas, por si mi amigo estuviera interesado en la compra de esa caja de fichas de Lego del «Yellow Submarine» de Los Beatles. Blanco y en botella, porque nunca antes, ni ahora, mi amigo tiene interés en promociones comerciales —los ingleses lo llaman merchandaising— sobre este famoso grupo de cantantes. No queda otra que pensar que los mecanismos de espía que llevamos en nuestros aparatos se pusieron manos a la obra para deducir esto a raíz de las fotos, las grabaciones del karaoke y los mensajes intercambiados a través de las redes sociales. Y si no es así, que alguien me lo explique.

Estos casos, tan claros y meridianos, empiezan a ser (muy) frecuentes. No se cortan ni un pelo. A mí me ocurrió personalmente uno de corte similar que reflejé en la entrada «REVISIONISMO» de mayo de 2023 accesible desde este enlace. Nos escuchan los Alexa's, Siri's, Ok Google y similares en nuestras casas, nos escucha y nos fisga permanentemente nuestro teléfono y ahora también, por lo que parece, los coches modernos hiperconectados también están vigilantes. Con el tiempo acabarán chivándose a la Guardia Civil de lo que hablamos, y de las normas que incumplimos. No quiero dar ideas…

Todas estas actuaciones alrededor de nuestras vidas rayan, o alcanzan plenamente, el hostigamiento, una molestia más que continuada a nuestras personas y nuestra intimidad, un fastidio demasiado frecuente que resulta cansino. El problema es que es muy difícil por no decir imposible, escapar hoy en día de ello. Lo primero que tendríamos que hacer es tirar el teléfono a un río y pocos estamos dispuestos a ello por infinitas razones. Yo lo he intentado y he acabado enmarañándome más. Recupero aquí un magnífico texto que  María José Blanco Barea colocó hace años, en 2002, en el foro de una plataforma de afectados por acoso moral en el trabajo, «mobbing», titulado «La tela de araña» y que reproduzco a continuación:

Así lo veo yo: una TELA DE ARAÑA, y no precisamente porque yo fuese una mosquita moribunda, todo lo contrario, me defendía, pero he ahí el error:  cuanto más me movía y más me defendía, más me enredaba, y más desgastada me estaba quedando. Un día, un buen psicólogo, que me vio, empezó a enseñarme a darme cuenta de que, si hacia tal movimiento se me enredaba la pierna, y si hacia el otro me atrapaba el cuello, entonces aprendí que la única manera de salir de allí era aprender cual es el juego de la araña, aprender cuáles son sus técnicas, cuando esta como dormida y sin embargo sigue tirando de los hilos para tensar el nudo que me aprieta el alma. Aprendí a verme a mí misma como lo que soy, y a saber que soy libre, tan libre, que ninguna tela de araña podía atraparme. Aprendí a ver a la araña desde cerca y desde lejos y  a ver que la tela en la que estaba la había tejido enteramente la araña, y que ahí caí yo, es decir, que a mí no me había tejido la araña, así que en  una gota de rocío me vi reflejada una madrugada, era YO, no era una mosca, y ya no tenía aracnofobia, y la tela de araña se podía deshacer o no -eso se  lo dejo a la araña- pero mi libertad y mi dignidad esas estaban sin atrapar,  esas son intangibles, así que cogí todas las fuerzas del mundo, todo el  coraje, y toda la dosis de humor y ternura que había olvidado tenia, y respiré hondo y volé, me alcé, sin más esfuerzo me desprendí de la tela de  araña y allí la dejé.

Sé que mi error era luchar contra la tela de araña, cuando el enemigo era la araña. Me dediqué durante muuuuucho tiempo a ver la geometría de la tela y perdí tanto tiempo en su análisis y comprensión sin ver que el origen de todo estaba en el sujeto araña.

Desde entonces, cuando veo a alguien tejiendo a mi alrededor, me inflo de dignidad y libertad, y esto debe ser un maravilloso insecticida, porque descubren que no me van a enredar y aunque dejan su asqueroso hilo o rastro en alguna esquina, no consiguen atraparme.

Desde entonces, cuando veo a alguien que construye con pilares firmes y paredes maestras, con puertas y ventanas abiertas de par en par sin trampa ni cartón, a la entrada y a la salida, ambientes de buen humor, de buenas intenciones, de generosidad, de solidaridad, de cariño, de compromiso, me  uno a su ejército de buenas gentes y nos vamos al campo de la vida de excursión a dejarnos enredar por las estrellas porque desde la serenidad de  la seguridad en uno mismo y en los que nos rodean, se puede llegar a tocar  el cielo con las manos.

Perdona si esto ha salido así, es que me siento libre y me siento bien.  Salí del infierno sin la cola del diablo ni el tridente en la mano, por eso no soy diablo ni mato, ni pego, y trato de no insultar ni de maldecir, salí del infierno y no quiero, no quiero, no quiero, llevar ni una llamarada por donde vaya. Salí del infierno y me gustaría que los que están atrapados en él, puedan disfrutar de la emoción de pertenecer a un ejército de guerrilleros que luchemos con otras herramientas, con las nuestras, no con las suyas, para no enredarnos más en la tela de araña.





 

domingo, 2 de marzo de 2025

MELILLA



Hago esta semana un experimento que podría ser de anticipación. Escribo estas líneas a mediados de semana para que vean la luz el domingo próximo, como es costumbre en este blog desde hace dieciocho años. Programaré la publicación usando una funcionalidad que permite publicar las entradas en una fecha y hora concreta, de forma automática.
 
El título lo dice todo. Una ciudad, española, enclavada en pleno Marruecos en el Norte de África, al igual que otra similar, Ceuta, aunque esta está más accesible de visitar por encontrarse en el mismo estrecho de Gibraltar. Un viaje en barco permite la visita en el día, lo que no ocurre con Melilla porque en barco la travesía es en estos momentos de seis horas y media desde Almería o de seis horas desde Málaga. Pero siempre tendremos el avión.
 
El escribir unas líneas de recuerdos sobre esta ciudad es porque, IBERIA mediante, este fin de semana aprovecharé para recordar viejos tiempos: hace 50 años pasé un año de mi vida en aquella ciudad, haciendo el Servicio Militar obligatorio. Recalco lo de obligatorio, porque voluntariamente yo no hubiera ido, ni al servicio ni mucho menos tan lejos.
 
Hay algunos escritos en este blog hablando del tema, pero no he querido releerlos para evitar modificar mis recuerdos en estos momentos, un par de días antes de volver por allí. Ahora, con el tiempo, todo se ve de otra manera, pero el que yo llamé, llamo y llamaré «secuestro legal» al que me sometió el Estado Español, o su gobierno o quién fuera no es para olvidar. Un año perdido de mi vida, un retraso enorme en mi desarrollo laboral en el que ya estaba plenamente inmerso, que me provocó perder valiosos conocimientos en el mundo de las tarjetas bancarias que veían la luz en aquella época. A mí vuelta, fui destinado a otros menesteres mucho menos interesantes y valiosos que el mundo de los cajeros automáticos y las tarjetas de plástico. En fin, daños colaterales que en aquellos años sufríamos estoicamente todos los varones españoles.
 
Como digo, poco o nada aprendí tras la puerta de aquel cuartel infame cuya entrada preside la foto en esta entrada del blog, valga la redundancia. Me licencié de Cabo 1º, obligado, de Intendencia, en la compañía de Suministros, pero en todo aquel año jamás vi ni utilicé ninguno de los equipos y materiales propios de mi cuerpo militar —hornos, cocinas, duchas, etc. Según llegué me destinaron a la oficina del cuartel y allí pasaba las mañanas rebajado de servicios pero en las tardes los refuerzos de guardia y patrullas fueron innumerables, de perder la cuenta. Pero no quiero recordar cuestiones de la mili, sino de la ciudad.
 
Melilla lleva siendo española desde 1497 en que Pedro de Estopiñán tomó la ciudad y la incorporó al Reino de Castilla. Es de esas cosas actuales que tienen una controvertida explicación, como Ceuta o Gibraltar; enclavadas en otro territorio, generan no pocos problemas a los Estados y a sus habitantes por diversas controversias que surgen continuamente. Hoy en día es una Ciudad Autónoma, con 85.000 habitantes. No sé los militares que ahora formaran parte de esta población, pero si recuerdo que en 1977 éramos 14.000 militares los ubicados allí y la atmósfera militar se respiraba por doquier.
 
Cuando teníamos tiempo libre, era obligatorio salir del cuartel en perfecto estado de revista, obligados a mantenerlo en todo momento, incluso dentro de bares, restaurantes o cines. Yo recuerdo a la policía militar entrar en el cine con linternas y llevarse arrestados a los soldaditos a los que se les había ocurrido desabrocharse el collarín de plástico de la guerrera. Si estabas sentado en una terraza en la calle principal o aledaños, los mandos se dedicaban a pasear por delante teniendo que levantarte, ponerte firmes y saludar militarmente, aunque ellos fueran de paisano con sus familias. Estaba terminantemente prohibido alquilar pisos o habitaciones y algunas otras limitaciones que muchas veces te llevaban a quedarte en el hogar del soldado charlando con los compañeros y renunciando a salir a la ciudad.
 
De aquella época conservo seis carreteres de fotografías en color y tres de blanco y negro. Me he entretenido en estos días en pasarlos por el escáner, como recuerdo, aunque muchos de los que allí aparecen ni siquiera los recuerdo… ¡que habrá sido de ellos! Tras aquellos años solo he mantenido el contacto con dos: Manuel y Antonio, andaluces ellos, de Almería y de Sevilla. A Manuel lo veré este fin de semana y Antonio, siempre imprevisible, en los momentos en que esto escribo no sé si acudirá o no. Y estaba avisado desde octubre del año pasado…
 
La maravilla de internet hoy en día permite asomarse a la ciudad y ver cómo es hoy. Multitud de fotografías, y de información pueden accederse desde la pantalla del ordenador o del teléfono. Uno de los lugares a visitar sería el cuartel de la Agrupación Logística Número 7 en cuya compañía de Suministros pasé un año de mi vida, 1977. Visto en Google Maps, el cuartel ya no existe y en su ubicación hay un enorme solar anexo a un Centro Comercial moderno. Otra zona de recuerdo intenso es Rostrogordo, una explanada en la parte alta de la ciudad donde con frecuencia se organizaban desfiles y demostraciones de fuerza a las que eran muy aficionados los mandamases militares de la ciudad. Decir que, para los soldaditos, al menos los de mi cuartel, era una verdadera cruz, subir y bajar andando hasta allí, 5,7 kms. de ida y otros tantos de vuelta, cargados con todo el equipo, más el tiempo «estacionados» en la explanada y los desfiles; un verdadero calvario cada vez que se anunciaba que al día siguiente «tocaba» Rostrogordo.
 
La ciudad tiene pinta de haber cambiado mucho. Los monumentos clásicos que conocí en aquel año deben seguir igual, pero los ambientes de las calles, plazas y parques supongo que habrán sufrido cambios. Las ciudades han cambiado mucho en los últimos años y supongo que Melilla no será una excepción. Cuando esté allí espero que se activen mis recuerdos y los de mis compañeros de fatigas militares y podamos recordar eventos y sitios. Por lo pronto, un restaurante donde solíamos ir cuando queríamos celebrar algo ya no existe. Se llamaba «Las Palmeras». El cine donde acudíamos a ver alguna película sigue existiendo como Teatro Cine Perelló, pero no es cuestión en un fin de semana meterse al cine, así que lo recordaremos por fuera.
 
Varios cuarteles a los que podíamos acceder libremente han desaparecido por lo que parece un agrupamiento dado que a buen seguro y desde la desaparición del Servicio Militar Obligatorio, el número de militares, ahora todos profesionales, que residan en Melilla habrá descendido drásticamente.
 
Los churros que allí se tomaban y se toman ahora con té con hierbabuena nos están esperando, así como los pinchos morunos, los caracoles y las frituras de pescado variadas que en aquellos años hacían nuestras delicias para contrarrestar el rancho cuartelero, que unos meses se podía comer y otros menos, según el oficial de cocina que tocara y sus miramientos para con los soldaditos. Alguno miraba más para sí mismo que para nosotros, de lo que tuve pruebas al estar en la oficina y ver ciertas cosas que estaban a la orden día por entonces.
 
En fin, esperemos pasar unos gratos días de recuerdos y nostalgia. Con Manolo al menos y quizá con Antonio.




domingo, 23 de febrero de 2025

TRASTERO

Hace unas semanas comentaba en este mismo blog mis devaneos mentales acerca del almacenamiento de libros en las estanterías en la entrada «TSUNDOKU» accesible desde este enlace. Estas reflexiones me dan pie a otras similares que afectan a una (posible) habitación de las viviendas, normalmente separada de ellas, cuando existe. Me refiero al trastero. Según dice el diccionario, se trata de… «una pieza o de un desván, que está destinado a guardar los trastos que no se usan».

Sin que sirva de precedente, no estoy de acuerdo con la definición del diccionario, porque yo añadiría que no todos son trastos y que no se usan… con frecuencia. Porque, si no se usan, ¿para qué los queremos? Esta es una cuestión central. Aclaro aquí que yo dispongo de trastero, en el sótano-garaje, un cuartito de 5,10 metros cuadrados, abarrotado, donde no cabe de forma ordenada —si queremos cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa— ni una sola cosa más. No quiero decir ni un trasto más (como el diccionario) porque hay cosas que no son trastos, sino muy válidas.

El ordenamiento del trastero es un verdadero dolor de cabeza, recurrente, porque por mucho que nos esforcemos no pasa ni una semana en perfecto estado de revista como diría un militar. Pero una pregunta que podemos hacernos, los que tenemos, es ¿cómo sería nuestra vida sin trastero? Hay que decir que, en las viviendas, como ya dijimos para las librerías, todos los espacios disponibles acaban ocupados; armarios, altillos, cajones, muebles, terrazas… hasta debajo de las camas podemos encontrar cosas.

Ordenar el trastero es una tarea cuando menos emocionante. Sería necesario, de forma regular, vaciarlo por completo y decidir lo que se queda y lo que se marcha, bien al punto limpio bien vendido por Wallapop o regalado o donado si encontramos alguien que se quiera hacer cargo. Pero para ello hay que tener la mente clara y ordenada, inflexible, además de contar con todos los miembros de la familia que siempre tienen algo que decir, especialmente cuando no son ellos los que se encargan del orden y concierto en esa covacha.

Hay cosas que se usan poco, pero tienen que estar: los cachivaches de Navidad, la caja de herramientas o ropa de situaciones especiales (esquí). Otras deberían salir pitando de allí, como ese ordenador viejo que no funciona con su pantalla zambombo de las de antes o los esquís que hace una montonera de años que no usas. Pero… ¿ropa antigua en buen uso pero que no utilizas?, ¿ese cuadro sin sitio en la pared del salón? El problema es que vamos acumulando y acumulando tantas cosas en el trastero, que llega un momento en que ni nos acordamos de lo que tenemos allí guardado. De nada nos sirve tener guardadas cosas —útiles o inútiles— si no recordamos que las tenemos o no somos capaces de encontrarlas en el caos del trastero.

El principal asunto que debemos quitarnos de la cabeza es el «por si acaso», que es el principal razonamiento que sirve para auto justificarnos y guardar cosas inservibles. Y si nos hacen falta, es mejor comprarlas de nuevo, más modernas y actualizadas. Lo ideal es tener una zona que definamos como temporal donde arrojar literalmente las cosas que no tienen su sitio hasta ver que hacemos con ellas. Pero que no sea muy grande y no estorbe. Y nos comprometamos a vaciarla con frecuencia.

Lo fundamental es conseguir que la mayor parte del tiempo esté ordenado. Asomarnos a un espacio ordenado, armonioso, controlado, y que no se nos caiga el alma a los pies cada vez que nos asomamos a él. Menos es más; tenemos, seguro, muchas cosas innecesarias que están dentro de la categoría del «por si acaso» y que cuanto antes nos deshagamos de ellas, mucho mejor.

Como hay muchas casas que no disponen de trastero en el edificio, ha surgido el negocio del alquiler de trasteros. Edificios, naves o almacenes compartimentadas en las que alquilar (más) espacio. Uno puede caer en la tentación, agobiado por la falta de espacio en el propio, de pensar en alquilar otro para seguir amontonando cosas. Craso error, es mejor reorganizar, primero la mente y luego el trastero para no seguir aumentando el problema.

Lo peor es cuando sabes, estás seguro, que guardaste una cosa, un papel, un 
«algo» pero no eres capaz de encontrarlo en la maraña de cachivaches y archiperres. Y tras intentarlo encontrar en varias ocasiones, llegas a dudar de ti mismo y de tus recuerdos, especialmente si han transcurrido unas decenas de años desde que el trastero empezó a recibir objetos. Aquí no solo basta con vaciarlo, sino que también hay que examinar cajas y bolsas para saber lo que contienen.

No siempre es fácil tomar una determinación, porque o no se tiene tiempo o ganas para ocuparse de ello. En mi caso yo sé de algunas cosas que ya no voy a utilizar nunca más, que (a mí) no me sirven para nada, pero sería una lástima dar con ellas en la basura, aunque sería un instante y problema solucionado. Mencionaré un par de ellas, aunque hay más. 

En los principios de los años 90 y con motivo de un cambio de residencia, compré un aparato eléctrico que servía para calentar instantáneamente el agua para ducharse. Se intercalaba en la manguera de la ducha y podías ducharte con agua caliente instantánea. Podría ser de utilidad hoy en día cuando tienes una avería en la caldera de casa, pero sé a ciencia cierta que desde 1992 no lo he utilizado y está guardado en una caja. Otro caso. Hace unos años me puse a digitalizar y guardar en discos duros todos los vídeos familiares (estaban en cintas VHS), los discos musicales (en vinilo o en CD's) y las películas, algunas, que tenía en DVD's. Las cintas y los DVD's fueron al punto limpio, pero los cerca de 400 creo recordar CD's con sus cajas y sus carátulas originales están durmiendo en la correspondiente caja en el trastero. No considero el tirarlos ¿Regalar? ¿Donar? ¿Vender? Habría que hacer una relación y ocuparse… cuando tenga tiempo. Y estos dos ejemplos, no son únicos, hay más.

Entonces… tener un trastero… ¿es un lujo? También puede ser una cruz, especialmente si no está ordenado. Ordenar lo que tenemos no es suficiente por lo general, si no acometemos una purga a fondo y sin piedad de todos los objetos, recuerdos, ropa y demás que tenemos en él (y de paso también en casa). ¡A la tarea!