Los más comunes, y casi únicos, en la actualidad son para los helados. En épocas no muy lejanas, antes de que nos invadiera el plástico, las pipas o cacahuetes se compraban en cucurucho, los fruteros los fabricaban con hojas de papel de periódico para servir la fruta a sus parroquianos o las castañeras para despachar las castañas calentitas. De niños nos servían de gorras de piratas o sombreros de espadachines en nuestros juegos infantiles
Hoy es Viernes Santo y por lo tanto estamos inmersos en plena Semana Santa. Es un nombre antiguo y tradicional, religioso, asignado a una determinada semana del año, que curiosamente varía en su ubicación de unos años a otros, dependiendo de no sé qué luna en no sé qué fecha según se estableció hace muchos años por motivos religiosos. El resto de fechas religiosas, por delante y por detrás, pivota en torno a donde se halle situada esta semana en el calendario.
Opino que cada vez es un poco menos Santa. O por lo menos con otras muchas cosas adicionales. Son días libres, de vacaciones, que la gente aprovecha o aprovechamos para escaparnos de la rutina y huir en manada a la playa, a la montaña, a la casita de la sierra o hacer ese viaje organizado a algún otro país o ciudad que deseamos conocer.
En la parte religiosa, los que la viven de forma participativa saben lo de los cucuruchos, aunque no igual en según qué zonas de España.
Hace ya muchos años, cuando iba a iniciar mis participaciones activas en los desfiles procesionales de la Semana Santa de mi pueblo, uno de los principales problemas en la confección del traje de nazareno era el cucurucho, bueno, vamos ya a emplear su nombre técnico, capirote, que se sitúa en la cabeza a modo de sombrero pero cubierto por una túnica. Académicamente, el capirote es el conjunto formado por el cucurucho en sí y la tela que lo recubre y que generalmente oculta la identidad del nazareno o penitente, dejando únicamente un par de aberturas para los ojos. Podía hacerse de cartón o plástico, material este último que me parecía más duradero y resistente, máxime cuando los días de desfiles son aprovechados por los hados meteorológicos para llover o incluso nevar. Mi padre, con buen criterio, ese criterio que da la experiencia de muchos años, abogó por hacerlo de cartón, a pesar de mis objeciones. El suyo contaba con muchos años, muchas puestas y muchas lluvias y ahí aguantaba tan pancho. Además tenía la ventaja de absorber el sudor de la frente y cuero cabelludo, máxime cuando yo desfilaba cargando sobre mis hombros las andas al Santo Cristo de la Buena Muerte, lo que implicaba un esfuerzo y por lo tanto una sudoración extra.
Tras veinticinco años de procesiones y cargas me ha llegado la jubilación penitencial, pero el capirote, o cucurucho, de cartón, que hiciéramos sigue “funcionando” a pleno rendimiento. Por el momento no lo usa nadie, pero no quita que vaya a parar a alguien, o a mí mismo si retomo mis desfiles como nazareno de fila, de procesión, llevando como única carga el farol reglamentario que tengo desde hace muchos años y no he usado nunca.