Y congelados. Hace un par de años empezamos a sufrir robos en la distribución de las botellas de propano que servían para la calefacción y agua caliente de una casita en la playa. Costó varios meses y unas pesquisas dignas del mismísimo Sherlock Holmes el poder detectar el sistema que utilizaba un “honrado repartidor”, según su responsable, para escatimarnos el contenido de las botellas de propano que nos suministraba. Claro, nunca estábamos en casa por la utilización esporádica de la misma, cuando el mencionado repartidor accedía a la caseta de las botellas y daba el cambiazo por otras. El modo de cómo lo hacía fue interesante, una vez que lo descubrimos y lo que es peor, no éramos los únicos sufridores en la zona.
Tuvimos que buscarnos la vida, ya que las zonas están asignadas, el repartidor oficial de gas en nuestro pueblo era ese y no había posibilidad de otro. Por otro lado, el transporte de bombonas grandes de propano está prohibido efectuarse en coches particulares, por lo que la solución de ir a buscarlo nosotros donde procediera tampoco era viable. Menos mal que dimos con un distribuidor de una zona anexa, que por casualidad residía en la nuestra y se avino muy amablemente a servirnos las botellas dos o tres veces por año.
El progreso avanza y ha llegado a la zona el gas ciudad. Vimos el cielo abierto, era la solución a nuestro problema, disponer de un contador y gastar el gas necesario cuando fuera necesario sin preocuparnos de que se gastaran las botellas y tener que reponerlas. Han sido unos cuantos meses de sufrimiento, llamadas, idas, venidas, citas no atendidas o atendidas a deshora …. Supongo que esto es consustancial a cualquier operación de este tipo y, a pesar de la tecnología, los móviles, los GPS, etc. etc. el quedar con alguien en tu casa que venga a hacerte un servicio o reparación es una odisea de tamaño descomunal.
Por fin, hace un par de semanas quedó todo el sistema de suministro de gas instalado y funcionando. Se habían acabado las penurias y sufrimientos. Al menos eso creíamos.
Llegamos el sábado después de comer, felices y contentos a pasar la primera Semana Santa con gas a tope, calefacción y agua caliente a nuestro gusto y deseo, todo maravilloso…. Pero no. La caldera que no enciende, parece que no llega gas. Llamada al servicio técnico, toda la tarde encerrados, y congelados, esperándole. Cuando llega nos dice que hay mucho aire en las conducciones, efectúa una purga y deja la caldera funcionando. La calefacción empieza a funcionar cerca de las diez de la noche.
A las tres de la mañana oigo ruidos raros en la caldera. Se apagaba y se encendía, hasta que al final se bloqueó el sistema de encendido con el consiguiente código. Ahora todo va por códigos.
A las nueve de la mañana del domingo, nueva llamada al servicio técnico, con lo que volvemos a quedar encerrados, y congelados, en casa hasta su llegada. Vuelve el mismo de la tarde anterior, efectúa una purga más concienzuda y lo deja funcionando de nuevo. Pero esta vez solo dura poco más de una hora y vuelve a bloquearse.
Yo había visto la manera como efectuaba la purga en el contador exterior. Aunque es gas y por lo tanto peligroso, repetí la misma operación que había hecho el, si bien es verdad que estuvo saliendo aire por la tubería en gran cantidad y en ningún momento olía a gas. Al final no conseguimos ponerlo en marcha, por lo que nueva llamada a los servicios técnicos.
Como está de moda ahora, los números de teléfono empiezan por 902, es decir, pagando y bien, y mucho más si llamas desde un móvil. Luego vimos que las diferentes llamadas se acercaban a los 20 euros de coste, cantidad nada despreciable y encima seguíamos con el problema sin solucionar.
En la llamada a primera hora de la tarde del domingo pretendían enviar de nuevo al técnico, pero nos negamos a seguir encerrados, y congelados, por lo que concertamos la cita para la primera hora de la mañana del lunes, a partir de las ocho de la mañana. Cuando esto escribo son cerca de las once y aquí no ha aparecido nadie.
Seguimos encerrados, y congelados.