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lunes, 25 de abril de 2011

GEEK


Por mucho que intentemos resistirnos, el asunto este tan moderno de la globalización acaba por pasarnos por encima tarde o temprano. Y además en todos los aspectos, uno de los cuales es el lenguaje. Los conceptos traspasan las fronteras a tal velocidad que se instalan entre nosotros sin darnos tiempo a asimilarlos y mucho menos a elaborarlos, por lo que muchas veces el extranjerismo que los define, generalmente en inglés, es el que se queda y es empezado a ser utilizado. Quizá esto sea un acicate para ese lenguaje denominado esperanto, tantas veces idealizado como abandonado.

Y es que muchas veces no hay forma, salvo que empleamos una frase, de definir conceptos que quedan resumidos en una sola palabra. ¿Qué es un GEEK? La palabra no es nueva pero últimamente se está imponiendo a pasos agigantados de forma que hasta se incorpora en el lenguaje coloquial e incluso en los nombres de las empresas. Una de ellas, de reciente aparición y con la que he tenido contacto esta última semana es Geeksphone.

Al no ser un término oficial contemplado por una hipotética Academia de la Lengua Universal, las definiciones del término se encuentran de forma variopinta por todos lados y algunas aportan sus matices. Yo he entendido que es un término que se aplica a las personas que intentan estar a la última en cuestiones de calado tecnológico, tipo informática u ordenadores y “chacharrería” asociada. Unos más y otros menos, en función de nuestras posibilidades, nuestros conocimientos y nuestras ganas, intentamos estar sino a la última o por lo menos a la penúltima en todo lo que de nuevo va surgiendo, por nosotros mismos e incluso por los hijos que nos aprietan de lo lindo en esto de las nuevas tecnologías, por si mismos o por sus amigos o compañeros de colegio. Lo de llegar a casa con el comentario de que fulanito me ha dicho que su padre le ha comprado tal o cual aparato está a la orden del día.

Yo personalmente me he resistido a algunos aspectos en concreto. No sé si seré “geek” o no, o si lo seré en algunas cosas sí y en otras no. Dos temas en los que me he resistido, hasta el momento, han sido en el de los teléfonos móviles y en el de los navegadores para el coche.

Uno de mis buenos amigos lleva ya mucho tiempo metido en esto pero hace varios meses, otro decidió dar el salto, cualitativo y cuantitativo, y pasar de un simple teléfono móvil a un “smartphone”. No sé si hay palabra española que defina este tipo de aparatos que lo que menos son es un teléfono móvil, ya que van dotados de todos los componentes de un ordenador, tales como sistema operativo, memoria, procesador y demás, amén de estar complementados con todo lo que la tecnología moderna ofrece: GPS, bluetooth, cámara, wifi, NFS, sensores de proximidad y movimiento y supongo que algunas cosas más que se me olvidan. Un montón de siglas y palabras nuevas que reflejan y contienen un sinfín de cosas difíciles de traducir al castellano e incluso a otras muchas lenguas.

Yo seguía hasta hace tres días con mi viejo teléfono móvil que había cumplido por lo menos cinco años y que me hacía de perlas la función de, simple y llanamente, teléfono. Me estaba perdiendo todo un mundo pero también me resistía porque todas las cosas nuevas y con tantas posibilidades requieren un tiempo, una dedicación y un aprendizaje que no estaba dispuesto a dedicar, sobre todo porque tengo otras muchas a las que quisiera dedicar tiempo y no lo encuentro.

Pero un suceso que arrancará al menos una sonrisa del que lo lea me ha convencido a entrar en este mundo: tras hacer una visita al Sr. Roca hace unos días, debía de tener abierta la funda del móvil en mi cinturón y al levantarme el susodicho móvil se fue junto con lo demás por el wáter. Lamento la contaminación por la pila que habré provocado en los saneamientos y desagües y también lamento la pérdida de mi SIM, otro palabro. Total, que llevo sin teléfono unos días hasta que me envíen un duplicado de la tarjeta y me haga con otro terminal. Alguno viejo hay por casa, pero con esto de las permanencias de las empresas de telefonía me temo que no sea libre y no pueda usar mi tarjeta por ser de otra compañía. Otro día hablaremos de estas argucias promocionales en las que te crees que te regalan un teléfono pero es a cambio de tenerte enganchado unos cuantos meses teniendo que soportar sus caprichos en cuanto a sus decisiones y cambios tarifarios.

Como yo no tengo permanencia en mi compañía de telefonía móvil, que diré aquí y ahora que es SIMYO, se impone la compra de un aparato en el mercado libre. Es el momento de no resistirse más y pasar del simple móvil al “smartphone”, pues aunque en un principio no explore y explote todas sus posibilidades, siempre estarán ahí para jugar cuando tenga ganas. Los precios son exorbitantes, costando más un cacharrito pequeñajo de estos que todo un ordenador portátil de gama media. La tecnología y la novedad hay que pagarla.

Me he encaminado al mundo “android” y he encontrado un aparato a la venta por una casa española de casi reciente creación que parece que está andando por este mundo con buenas ideas y buen pié. Se trata del modelo ZERO de la casa Geeksphone que está a la venta desde hace unos días por 179 euros, una cantidad nada despreciable pero que si se compara con lo que llegan a costar otros terminales parecidos, aunque limitados en su posibilidades de crecimiento por las propias marcas, es barato. Parece que hay mucho empuje y mucha animosidad en esta nueva aventura y a ella me sumo con ganas e ilusión. De paso espero matar el otro asunto pendiente, el del navegador, ya que este aparatito permite la incorporación de mapas y usarlo como navegador.

Mañana martes recogeré en la tienda el ZERO y lo pondré en marcha. Ya me avengo a utilizar y emplear un buen número de horas en todo lo que rodea a la puesta en marcha y preparación y pruebas de todo lo que ese sistema operativo “android” pueda ofrecerme alojado en un cacharrito tan pequeño.
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