Las herramientas administrativas que se usan en una oficina a día de hoy no tienen ningún parecido a las que usaban hace algunos años. La no existencia del ordenador configuraba los procesos administrativos en dos alternativas: a mano o a máquina, pero de escribir. Es evidente que la capacidad de “hacer cosas a gran velocidad y fiabilidad” que tienen los ordenadores permiten la realización de múltiples tareas en procesos muy cortos de tiempo y con una intervención humana mínima.
Pero esto no quiere decir que el resultado que se presenta al cliente o usuario de esos procesos haya mejorado con respecto a lo que se ofrecía desde una oficina manual.
En la época en que trabajé como administrativo de una entidad bancaria en la que todavía no habían llegado los ordenadores, los procesos que realizábamos estaban claramente definidos. A mano o a máquina de escribir se tenían los asuntos al día y en todo momento estaba en tus manos el control de las operaciones y por ende de la información que debías o podías dar al cliente. No se “caían” los ordenadores, no era necesario “tener línea” y las “transacciones” funcionaban sí o sí en el tiempo que necesitara cada administrativo en función de su destreza a la hora de darle a la calculadora. Todo controlado.
Ahora es impensable una mesa sin ordenador. Cualquier petición que haces a la persona que te está atendiendo, casi siempre pasa por una consulta a la pantalla y una interpretación de los datos que se vuelcan en ella, siempre que el “sistema” conteste o los programas y los datos estén correctos. Más cómodo, más rápido, más efectivo…. siempre que funcione. Como alternativa a esto, las empresas e instituciones están potenciando todo lo posible el que sea el propio cliente o usuario el que se haga las cosas “por internet”. Los certificados digitales o en su defecto los “pines”, “passwords” y “claves” permiten que uno cómodamente desde su casa interaccione con las empresas para hacerse sus cosas sin tener que acudir presencialmente a una oficina y, lo que es mejor, a cualquier hora del día o de la noche. Por poner un ejemplo, en el apartado de los bancos, se puede pasar meses y meses sin tener que acudir presencialmente a una oficina consultando y realizando todas tus operaciones por “internet”.
Hasta aquí todo bien. Pero hay veces que las cosas no son tan sencillas y al que le toca la china y tiene que seguir pasando por los procesos administrativos sabe el calvario que posiblemente tendrá que pasar para alcanzar sus objetivos.
En mi situación laboral desde hace unos años, mi cotización mensual a la Seguridad Social se produce bajo dos regímenes: el de autónomos y el denominado convenio especial. Al final, lo que se trata de conseguir es que la suma de las bases de cotización de ambos alcancen un determinado importe, que en mi caso coincide con el límite máximo establecido anualmente. Tengo suscrita la actualización automática anual de las bases de acuerdo a la subida, pero por no sé qué hados del destino, la suma de ambas bases una vez actualizadas nunca alcanza ese límite, quedándose un poco por debajo. La cantidad que se queda por debajo es variable y dependerá de cómo se hagan los cálculos de actualización por parte de los programas informáticos, pero la realidad es que año tras año se queda corta.
Si uno accede a la web de la Seguridad Social verá que en los servicios que pueden realizar los usuarios con certificado digital aparece la posibilidad de actualizar la base de cotización de los convenios especiales. Pero debe de ser de cara a la galería, ya que año tras año lo intento y me aparece el consabido mensaje de ACCESO DENEGADO. Por lo poco que he podido indagar, esa operación tiene que ser realizada en una oficina presencial y no se puede hacer vía internet con un certificado digital.
Con estos mimbres, todos los años a primeros toca pasarse por la oficina, coger numerito, esperar un buen rato y presentar un escrito solicitando la actualización de la base. Estos años de atrás la cosa ha funcionado, pero este año no. La diferencia que se había producido era tan solo de catorce céntimos de euro. Una cantidad pequeña pero no se trata del importe sino del hecho. Aunque fuera solo de un céntimo solicitaría su adecuación. Como no han actualizado el importe que he solicitado, me ha tocado pasar por la oficina un par de veces más.
Los funcionarios tienen su corazoncito. No puedo leer los pensamientos de la persona que ha atendido mi demanda, pero a buen seguro y por sus gestos ha podido pensar que vaya una historia que les monto por catorce céntimos. Pero su trabajo es consignar el importe que les he solicitado sin entrar a mirar la diferencia. La primera vez que acudí a reclamar no estaba la persona que efectivamente puede realizar el cambio, por lo que la funcionaria que me atendió se limitó a hacer fotocopia de mi petición, decirme que no me preocupara y que me llamarían por teléfono.
De sobra sabía yo que no me llamarían a pesar de tener debidamente actualizado mi teléfono y mi correo electrónico, cuestión que si he podido comprobar con mi certificado digital. Al pasar por segunda vez a requerir información sobre el asunto, la persona encargada de realizarlo si estaba, pero su respuesta fría fue que ya estaba hecho y que recibiría la información por correo ordinario.
La cuestión es ahora decidir cuánto tiempo hay que esperar hasta que llegue el correo y si no llega volver a la carga, más que nada para tocarle un poquito las narices y ver su cara de limón, y también para que le quede claro que no me van a aburrir a base de dar largas, con lo que aprenderán, eso espero por lo menos, que les resulta más fácil hacer su trabajo de forma efectiva y correcta que andar mareando al contribuyente.
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