Tengo por costumbre mirar los tablones de anuncios oficiales cuando paso por delante de ellos, lo que procuro hacer con cierta asiduidad. A finales muy finales del pasado mes de septiembre, en una de mis visitas a la biblioteca pública pude leer, casi por casualidad, el cartel cuya imagen adjunto a esta entrada. Por poner un pero creo que es más interesante lo de “Universidad para los Mayores” que lo de “Ahora es un buen momento”, dicho esto como un apunte constructivo a los que elaboran el cartel propagandístico en cuanto a llamar la atención. Ahora, pasados unos meses y tras ver lo que ha cambiado mi vida el cartel, me pregunto qué hubiera pasado si no hubiera ido aquel día a la biblioteca o incluso si yendo no hubiera fijado mi atención en él.
Hoy en día, el complemento de toda información se puede encontrar casi con toda seguridad en internet, así que me faltó tiempo para llegar a casa e indagar más información sobre el asunto, en el apartado especial de la web de la Universidad Carlos III, donde bajo el apartado “Otros Cursos” y
“Cursos para los Mayores” podemos acceder a una muy completa información sobre todo lo relacionado con esta, a priori, atractiva para mí actividad. “La educación de todos, para todos y a lo largo de toda la vida” es la frase que ilustra en primer plano la información, una buena máxima que no se aplica en otro tipo de estudios, como por ejemplo los musicales, pero es objeto de otra reflexión.
Toda la información estaba ahí, dos campus, un programa de tres años con clases dos días en semana por las mañanas, una plan de estudios muy atractivo, mayores de 55 años, actividades complementarias, varias promociones ya completadas en los últimos diez años y algunas cosas más que podemos imaginar a poco que nos lo propongamos. Mi situación laboral actual no me garantizaba el poder asistir con regularidad a todas las clases pero la idea era tan atractiva como para planteársela seriamente, con lo que la cabeza se puso en ebullición. Incluso mandé algún correo electrónico para informar a los amigos, alguno de los cuales, Dori por ejemplo, está metida en el asunto por mi culpa y otro, Miguel Angel, no ha podido entrar por falta de plazas.
Volviendo atrás en el tiempo, recuerdo como al acabar mis estudios de bachillerato y C.O.U. quería por todos los medios hacer una carrera universitaria. Ya llevaba cuatro años trabajando en una oficina por las tardes a la salida del colegio para ayudar económicamente a la familia. Arquitectura fue la elegida llegando a matricularme y asistir a clase solo la primera semana de curso. A pesar del apoyo de mis padres que se desvivieron por que continuara haciendo todo lo posible y hasta lo imposible, caí en la cuenta de que era un proyecto no viable, fundamentalmente y sobre todo desde el punto de vista crematístico. No solo no podía detraer sino que debería aportar a una familia en la que éramos cuatro hermanos más mi abuela y el sueldo principal de mi padre más el de su pluriempleo por las tardes-noches no daba para llegar a fin de mes. Con ello mi acceso a la universidad y a su ambiente quedó truncado para pasar al mundo laboral como empleado de banca tras superar la correspondiente oposición y aporrear más de 300 veces por minuto las teclas de una máquina de escribir.
Pero volviendo al hilo de mi historia, era un viernes ya tarde cuando tengo en mi cabeza todos los datos. Uno de ellos me preocupaba sobremanera: en el campus que yo había elegido había setenta y cinco plazas disponibles para el primer curso que se irían asignando por riguroso orden de inscripción. Aunque el curso empezaría en noviembre, el plazo de matrícula estaba abierto desde…..! junio ¡. Los humanos tendemos a pensar en negativo y empecé a hacerme a la idea de que a estas alturas estaría el cupo lleno. Como no me había enterado antes, seguro que el cartel llevaba puesto allí meses y no le había visto, vaya mala suerte y otros pensamientos por el estilo.
El lunes siguiente me faltó tiempo para acercarme personalmente y a primera hora a la administración del programa y rozar el cielo cuando un amabilísimo Jan me informó de que sería el número 47 si decidía matricularme. Me faltó tiempo para sacar todos los documentos necesarios que llevaba preparados por si acaso aunque sin ninguna esperanza. Hubo suerte y seguramente esto cambiaría mi vida en los próximos años.
El programa es un programa para mayores, nada exigente como base pero eso depende de lo que cada uno se quiera implicar en él. Siempre he mantenido que las mayores exigencias son las que uno se autoimpone y que por lo general, a cierta edad, están por encima de las que te llegan de fuera. De pequeño o joven tienes que dar cuenta de tus acciones y de tus estudios a tus padres, pero ahora de mayor solo te tienes que dar cuenta a ti mismo, y eso algunas veces es tremendo.
Llevan transcurridas cuatro semanas del curso. Cuatro asignaturas son troncales: Historia Universal, Arte Universal, Literatura Universal y Geoestrategia, más un par de ellas optativas: Tecnologías de La Información e Historia de la Música. Todas altamente interesantes, donde la hora de clase se pasa a toda velocidad oyendo embobados las explicaciones del profesor, prestando todos una atención infinita derivada de nuestra motivación y nuestra ilusión por aprender. Por cierto, lo de Geoestrategia puede resultar novedoso pero no es otra cosa que la geografía no física, sino más bien política y económica.
Nunca es tarde y las posibilidades de hogaño en la enseñanza no son las de antaño. Los profesores acuden con su “powerpoint” y proyectan imágenes espectaculares que complementan su exposición y además, en el caso de la clase de música, podemos oír las composiciones comentadas como si tuviéramos a una orquesta allí delante o estuviéramos mirando por una ventana al pasado y pudiéramos escuchar a un músico griego deleitarnos con su arpa. Por ende, una plataforma en internet nos permite interaccionar con los profesores y los demás alumnos y disponer de un espacio donde ubicar toda clase de material complementario que los profesores nos hacen llegar. Viva el maravilloso mundo de internet bien utilizado.
Fascinante, seductor, embriagador y unos cuantos adjetivos más, que no hago constar para no aburrir, este Programa para Mayores de la Universidad Carlos III.