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miércoles, 23 de noviembre de 2011

VALENTÍA


Difícil encontrar un rato entre semana para escribir una líneas para el blog, que todo lleva su tiempo aunque parezca lo contrario. Pero es que si no lo digo, lo escribo, reviento. Ya ha pasado el 20-N, las elecciones generales, que han traído el resultado que daban las encuestas y que no ha sido otro que la abrumadora mayoría, mayoría absoluta, de parlamentarios del Partido Popular en los escaños del Congreso de los Diputados. Del Senado, que es eso, no menciono, ni siquiera miré las papeletas asalmonadas que le vinieron bien a mi hija para pintar por detrás. Si deposité mi voto al Congreso aunque de poco sirvió.

Los políticos se han llenado la boca en los últimos tiempos de que en democracia las cosas se consiguen votando. Pues yo no me lo creo y a los datos me remito. Es clamor popular que la ley electoral no es trigo limpio. Algunas voces se alzaron en las elecciones anteriores, en 2.008, pero se acallaron enseguida. Ahora parece que les ha dado más fuerte y gritan un poco más, pero enseguida se pasará, salvo que movimientos ciudadanos no cesen en su empeño de conseguir una ley electoral justa, en la que los votos de cada individuo valgan lo mismo. Ya escribíamos algo en este blog hace cuatro años sobre el asunto en la entrada de este blog titulada VOTOS .

El gráfico anexo de la información.com indica una supuesta composición del Parlamento si no existieran las famosas circunscripciones. Y a más a más habría que darle otra vuelta y ver qué pasa con la Ley D’Hont. Y siguiendo habríamos de hablar de los votos nulos, y de la abstención, y de los que ni siquiera van a votar. Porque estos tres últimos no quedan reflejados en los escaños: siempre serán 350, ni uno más ni uno menos. No es cuestión de hacer números pero al partido más votado le han otorgado su confianza ni el cincuenta por ciento de los que han ido a votar, no digamos ya del Censo y sin embargo…. zas, mayoría absoluta. Enjuagues de la ley que es así. Ya abogábamos por dejar los escaños correspondientes vacíos, sueldos e iphones que nos ahorrábamos, incluso un partido de los que concurrían ha intentado seguir esta idea, sin éxito claro está, ahogado y asfixiado por los grandes, tanto monta monta tanto.

Una cosa es buena, no sabemos si para bien o para mal: la mayoría absoluta. El Gobierno puede hacer lo que le venga en gana sin verse sometido a vergonzantes acuerdos con representaciones minoritarias, por lo general vascos o catalanes, que en los últimos años han utilizado sus escaños como moneda de cambio para conseguir vete a saber qué prebendas.

Y hacer lo que le venga en gana es también arreglar las cosas que se pueden arreglar. No estoy hablando de la economía y de la crisis, pues bien es sabido por todos que nuestros nuevos representantes darán saltitos y menearán la colita cuando, desde fuera, mercados, cancilleres u “obamas” se lo sugieran. Y a callar. Pero de lo que voy a hablar no van a hacer nada, no les interesa, ya que son ellos los principales interesados en que esto se mantenga como está, no vaya a ser que en otras elecciones se lleven un buen revolcón. Ya se lo habrían llevado en estas si el voto de cada españolito hubiera valido lo mismo a la hora de sentar políticos en los sillones parlamentarios. El PP no hubiera conseguido la mayoría y partidos que han sufrido vergonzantes menoscabos por su condición de “nacionales”, como IU y UPyD se hubieran hecho con buen número de diputados que podrían haber cambiado nuestros destinos, repito, para bien o para mal.

VALENTÍA, señores del Gobierno, para CAMBIAR la Ley Electoral y que cada voto valga lo mismo, de norte a sur y de este a oeste, península, islas o “colonias africanas”. VALENTÍA para ELIMINAR el Senado. VALENTÍA para ELIMINAR las Comunidades Autónomas y sus caudillos con séquito, generadoras de gasto y corrupción con “peoras” más que mejoras para el ciudadano y creadoras de división y malas comparativas entre regiones. VALENTÍA para REUNIFICAR municipios, dividir por cuatro o cinco el número de los existentes y ACABAR con los jefes de las tribus y clanes municipales y convertir la función de los alcaldes en desinteresada o casi desinteresada como antaño en lugar de ser una profesión buscada como hogaño.

Al buen entendedor pocas palabras bastan. Pero no lo harán. Empezarán jugando en los escaños con su flamante iPHONE que hemos pagado entre todos los españoles, como si con su austero sueldo no se lo pudieran comprar. Y no lo harán porque tienen otras cosas más importantes en las que ocuparse, como es la de perdurar en su poltrona todo lo posible y de paso realizar alguna actividad legal que les genere algún pingüe beneficio extra si no les pillan.

No aprendemos de la historia. A poco que revisemos como funcionó y llegó a ser lo que fue Egipto en la época faraónica, hace ni más ni menos que cuatro mil años y lo comparemos con lo que tenemos después de tantos siglos, nos daremos cuenta de que los resultados que estamos cosechando son el fruto justo de las semillas que hemos ido plantando, abonando y regando. El peligro exterior se contrarresta con “fuenteovejunas” con valentía y dos pares de narices y de puertas para adentro con una autoridad fuerte, una gestión única y centralizada, que reparta con criterio y justicia los excedentes cuando los haya, dirija la educación, la sanidad, la justicia y esas cosas, controle el valor de la tierra, designe con buen criterio general y nacional las obras públicas y otras cuantas cosas más que están en la mente de todos. La centralización era una modernidad hace cuatro mil años y funcionó y aquí estamos empadronados en dos pueblos distintos los ciudadanos de una parte y otra de la acera en la misma calle y pagamos impuestos distintos por el mismo concepto.

ADICIÓN POSTERIOR

Al día siguiente de publicarse esta entrada, una carta al director escueta en el diario El País, firmada por Javier Polo Brazo, de Sevilla, ha llamado mi atención. La reproduzco aquí previa cita de diario y autor. Se titulaba ¿Quién se acuerda del Senado?

"Si nos quedaba alguna duda sobre la inutilidad del Senado español se nos han despejado en las últimas elecciones generales. Casi ningún medio de comunicación dijo nada de los resultados de esta Cámara la noche electoral y tuvimos que esperar hasta el día siguiente para leer en la prensa escrita el reparto de los escaños. A nadie le sorprendió esto, como a nadie le preocupa el devenir de este órgano que, a niveles prácticos, no sirve absolutamente para nada.

Tampoco parece inquietar a nadie los más de 900.000 votos nulos registrados en el recuento, fruto de una papeleta que genera dudas en un número importante de votantes. Los próximos cuatro años seguiremos escuchando la necesidad de reformarlo, hasta que lleguen las próximas elecciones en las que todo seguirá igual que ahora, salvo que Merkel nos vuelva a obligar a cambiar la Constitución."