Cuando uno transita día a día por las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades, especialmente si se va a pie y en transporte público, y es un poco observador de lo que le rodea, puede tomar conciencia de cómo algunas cosas en lugar de ir mejorando van claramente empeorando. Me quiero referir a la descortesía, a la mala educación. Hay unas normas elementales, que no sé si deben estar escritas, pero son de sentido común, ese que es el menos común de los sentidos, y que nos pueden hacer la vida más o menos agradable cuando muchas personas tienen que compartir momentos y lugares a lo largo del tiempo. Las normas sociales no son iguales en todos los sitios ni en todas las culturas, y dependen mucho de los niveles sociales y culturales de las personas. Bien es verdad que en un sitio público y en un momento determinado pueden coincidir personas de varias culturas y de varios niveles sociales, pero si cada uno hiciera lo que le viniera en gana probablemente aquello acabaría como el rosario de la aurora.
Sin entrar en lo que está o bien o mal según las normas, hay una serie de comportamientos que a mí me resultan chocantes, por no decir que me molestan profundamente. Me gustaría poder dirigirme a la persona que los realiza para preguntar el motivo, pero no siempre es posible en algunos casos y/o recomendable en otros, pues es posible recibir una respuesta verbal fuera de tono cuando no agresiva en forma física. Supongamos el siguiente hecho que nos ocurre cuando vamos andando por una calle cualquiera. La persona que va delante saca un cigarrillo y tras arrugar el paquete vacío lo lanza al suelo, sin más. Tú, que vas detrás, lo recoges y se lo haces llegar de forma educada con un “perdone, se le ha caído esto”. No recomiendo que se actúe de esta forma si no queremos encontrarnos con algo que nos amargue el día.
La desconsideración está a la orden del día, cuando no toma otras formas de ordinariez, grosería o simplemente incivismo. Somos vulgares, toscos, ordinarios en nuestro desenvolvimiento social, donde muchas veces nos comportamos con rudeza en nuestras relaciones con las otras personas a las que no conocemos, Por eso es curioso si alguna vez llegamos a observar sin ser vistos en alguna situación subida o no de tono a alguien que conocemos. Muchas veces resulta sorprendente su comportamiento, y lo digo por experiencia, tanto que nos parece mentira que esa persona a la que conocemos se comporte así. Diríamos que es imposible que sea él.
He estado pensando unos momentos en aquellas cosas que me llegan a molestar cuando las veo con mis propios ojos, una especie de catálogo personal de descortesías. Estas son las que he encontrado, sin ningún orden, y a buen seguro que alguna se me queda en el tintero.
• Apoyar la planta del pie y manchar una pared, al estilo cigüeña o garza.
• Coches aparcados ocupando sitio sin mirar las distancias a otros y mayormente al final o al principio de un aparcamiento.
• No tener un simple cuidado de las rayas en los aparcamientos públicos o privados.
• Cuando estamos en la cola de la caja de un supermercado y abren una caja nueva, al grito de “pasen en orden”, la desbandada por el primer puesto es espectacular.
• Ser impuntual sin una razón de fuerza mayor a una cita, reunión o espectáculo.
• Ponerse enfrente de la puerta del metro dificultando la salida de los viajeros.
• Entrar en tromba al metro sin dejar salir, a la búsqueda de un asiento, incluso niños alentados o consentidos por sus padres.
• No situarse bien a la derecha en las escaleras mecánicas para facilitar el paso a los que van más deprisa.
• No contestar a un saludo tipo “buenos días” o “adiós”. Se gasta la lengua.
• Tirar cosas al suelo (colillas, paquetes de tabaco, bolsas…)
• Lanzar desperdicios por la ventanilla del coche que además de ser una cochinada pueden impactar en los parabrisas de los que vienen detrás y causar accidentes.
• Vaciar el cenicero de un coche en un semáforo.
• Sentarse en el asiento del pasillo de un autobús y molestarse cuando alguien le pide permiso para ocupar el de la ventanilla. Incluso algunas personas se cambian de asiento.
• Escupir por la ventanilla de un coche.
• Ir por una acera en grupo de forma lenta impidiendo el paso de los que quieren ir más deprisa.
• Circular con un coche de forma anormalmente lenta en zonas donde es imposible el adelantamiento.
• Dejar la bolsa de basura al lado de un contenedor sin molestarse en abrir la tapa y echarlo dentro.
• No ceder el asiento a personas mayores, impedidas o embarazadas.
• Desnudar literalmente con la vista a una mujer cuando se la mira.
• Dejar sucias y con restos las mesas comunes en un espacio sin limpieza inmediata, como por ejemplo, en la cafetería de la empresa.
• Cuando nos marchamos, no arrimar las sillas debajo de la mesa y dejarlas por medio en sitios públicos como cafeterías, bibliotecas, comedores, etc.
• No mirar a los ojos cuando se está hablando con una persona.
• Andar manipulando el móvil mientras te están hablando.
• Hablar por teléfono con un tono de voz alto en sitios públicos como autobús o metro.
• Escribir con mayúsculas en un correo o cualquier medio electrónico si no es de forma sucinta y para remarcar algo.
• Llevar música o mantener conversaciones en tono alto en sitios públicos.
• Interrumpir al que está hablando. Que se lo digan a alguno de los de las tertulias televisivas o radiofónicas.
• Ir con el torso desnudo o en bañador por la calle, costumbre que en algunos lugares y temporadas se va imponiendo en los jóvenes.
• Entrar sin ir vestido mínimamente en un comedor o zona interior.
• No recoger los excrementos del propio can, especialmente si piensas que no te está viendo nadie.
• Irrumpir con un perro en parques infantiles donde está prohibido.
• Romper las botellas de cristal en un botellón, dejando el suelo lleno de cristales además de la suciedad, incluso en parques o zonas de juegos infantiles.