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domingo, 24 de febrero de 2013

GORIGORI


A lo largo de la historia de la humanidad hemos asistido al auge y decaimiento de muchos pueblos. Sociedades y civilizaciones que llegaron a tener un papel preponderante incluso a nivel mundial cayeron estrepitosamente con posterioridad para dar paso a otras. Y como la historia no se detiene, así seguirá pasando mientras exista vida humana, pues los humanos somos capaces de las mayores proezas y a la vez de los mayores desatinos. No en vano somos inmejorables en una cosa: destruirnos a nosotros mismos.

Ayn Rand, nacida en San Petersburgo en 1905 y por tanto de origen ruso, se nacionalizó norteamericana y falleció en 1982. Uno de sus libros más conocido es “La rebelión del Atlas”, en el que a lo largo de sus más de mil páginas hace reflexiones como la plasmada en la imagen, que sirven para el pasado, para el presente y para el futuro. No se puede ni se debe generalizar, pero cuando son muchos los políticos, empresarios, sindicalistas, trabajadores, y por extensión todo aquel que tiene la oportunidad, los que “manejan” la actividad económica con el principal fin de hacerse con la mayor cantidad de dinero posible con el mínimo esfuerzo y a costa de los demás… Si cada vez trabajan menos, incluso por sueldos miserables, y además están agobiados a impuestos, las conclusiones son obvias. El sistema no se mantiene y hay que resetearlo.

No sé si tendremos que ir aprendiendo a entonar el canto del gorigori porque en esto no hay nada cierto, ni se sabe nunca el tiempo que tardará en llegar. Crisis ha habido muchas, incluso en la historia reciente, pero cada vez van siendo más fuertes y más duraderas. Y todo ello porque cumplimos palabra a palabra las condiciones enumeradas por Ayn Rand para deducir que nuestra sociedad está condenada a desaparecer tal y como la concebimos hoy. Se podrá mantener con toques y remedos más o menos profundos o más o menos cosméticos, pero las entrañas están podridas y en lugar de intentar curarnos ponemos nuestros esfuerzos en alimentarnos de la carroña, con lo cual la podredumbre se agiganta. No hay futuro claro por este camino. Pan para hoy y hambre para mañana. Vayamos entonando el gorigori.