Después de la entrada de hace unos días titulada «Cuarenta» nada mejor que hacer lo que últimamente es la moda: recortar. Si le quitamos el prefijo "cua" nos quedamos en el título utilizado para esta entrada "RENTA". Una casualidad, pues llevaba un tiempo dándole vueltas a este asunto, un tanto delicado y que se ha vuelto un caballo de batalla nada agradable por la insistencia de nuestros descerebrados dirigentes en hacer un nefasto uso de los datos que todos los españoles estamos obligados a facilitar anualmente a la Agencia Tributaria para regularizarnos en lo que se llama el «Impuesto de la Renta».En estos días en que estamos, invernales, cobra fuerza un dicho que reza que «todo cerdo tiene su sanmartín» pero hay algunos a los que no les llega y a pesar de sus desmanes y tropelías eluden día tras día el contacto con el matarife. Aclaremos que el día de San Martín en el calendario es el once de noviembre.
Como toda historia sirve para explicar, aunque no justificar, hechos, me voy a retrotraer a una ocurrida hace ya más de veinte años, que se ha estado repitiendo hasta hace poco, y que ilustra el mal e inadecuado uso que puede hacerse de estos datos económicos si no se tiene claro su sentido, o aunque se tenga claro, se olvide el mismo. Mi mujer era funcionaria y ejercía de secretaria de un instituto de enseñanza media. El sr. secretario en aquellas fechas, profesor de matemáticas que no ejercía su función de profesor y se dedicaba a ejercitarse como podía en la administración de la secretaría, era un innovador y estaba enfrascado en mecanizar la reserva de plazas a base de hacer algunos programas de ordenador que le ayudaran en esa función. Me ofrecí a colaborar con él, de forma desinteresada y anduve inmerso en todo el proceso. A lo que vamos, una de las variables que se utilizaban al asignar los puntos para la obtención de plazas era, precisamente, el nivel de ingresos familiares derivados de la declaración de la Renta. Aquí estaba el truco perverso: hijos de obreros conseguían menos puntos que los hijos de su propio patrón. ¿Porqué ocurría esto? Es bien sencillo y todos lo sabemos: los emolumentos de los asalariados eran puntualmente declarados hasta el último céntimo y se daba la paradoja de que los «posibles» ingresos de su propio empleador eran inferiores a los suyos.
En un pueblo todos nos conocemos y se te caía el alma a los pies al tener en la mano la copia de la declaración de la renta de un patrono y ver los ingresos declarados, que no se correspondían con los signos externos y su modo de vida y además, insisto, eran inferiores a los de sus propios empleados. ¿Cúal es el truco? No declarar a Hacienda todo lo que se ganaba, así de sencillo. No hace tanto me tocó a mí sufrir el mismo desaguisado, en una época en la que los pillos hacían declaraciones erróneas, para presentarlas, y luego las complementarias para arreglarlo. Picaresca qe no falte.
A lo que vamos, en mi opinión
NO ES DE RECIBO que se utilicen datos económicos de la declaración de la Renta parta distinguir entre «ricos» y «pobres» y mucho menos que se esgriman a la hora de fijar otros impuestos. Para ello, tendríamos que ser todos honrados al declarar nuestros ingresos y nuestra Agencia Tributaria debería ser ejemplar a la hora de localizar a los olvidadizos, pero todos sabemos que ni una cosa ni otra ocurre. Los empleados se ven obligados a declarar todos sus ingresos porque ya lo hacen sus patronos y no hay escapatoria, aunque últimamente se han descubierto empresarios sin escrúpulos, incluso dirigentes de organizaciones empresariales que deberían de servir de ejemplo, que pagan parte del salario en «negro» a sus empleados y ahí siguen tan campantes. No hacen falta nombres.
Por ello, una vez que cada españolito ha pagado los impuestos fijados para su nivel económico, insisto, a partir de ese momento, es igual a los demás a la hora de transitar por el Estado utilizando los servicios públicos que estén disponibles para todos por igual. Pero esto es una utopía, porque aún así ya se sabe que quién tiene padrinos se bautiza, y no podemos esperar la misma atención en un hospital público para nosotros o nuestros familiares que para el rey o cualquier político de nombre.
En estos días se ha nombrado una comisión de «expertos» que van a «remodelar» el sistema de impuestos en España. No dudo de su «expertía» pero me gustaría ver en esas comisiones gente normal, que sin ser «doctores en …» aporten sus puntos de vista acerca de como se deben enfocar las cosas. No todo es ciencia en este mundo sino que un poquito de experiencia también viene bien junto con aquella.
Todo esto se ha disparado por la última vuelta de tuerca de nuestros políticos en el tema del precio de los medicamentos. Cada uno de nosotros estamos etiquetados en un nivel de capacidad económica por los datos de nuestra renta del año pasado. Pero se puede dar la circunstancia de que el año pasado estabamos tabajando con un salario alto y ahora, ahora mismo, estamos en el paro. Así que en la actualidad, que no tenemos un duro, pagamos nuestros medicamentos a un precio alto porque hace un año teníamos una renta alta. Pero los medicamentos los estamos comprando ahora, con nuestro nivel de ahora, no con el que teníamos antes.
La cosa no tiene ni pies ni cabeza, como otras tantas muchas a las que asistimos esperando que el «sanmartín» que no alcanza a quienes tiene que alcanzar nos alcance a nosotros. Estamos apañados.