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sábado, 30 de noviembre de 2013

COCINILLA


La primera vez que salí de España fue en diciembre de 1980, en el puente que se producía tras aprobar y celebrar la fiesta de la Constitución Española el día ocho tan cerca de la tradicional de La Inmaculada el día seis. A pesar de los años transcurridos, lo recuerdo perfecta y nítidamente como si fuera ayer, con muchos de los sucedidos entre los que es de destacar el asesinato de John Lenon, ocurrido en Nueva York. Pero lo que viene a cuento de este asunto no es
otra cosa que el tamaño del papel de los periódicos ingleses que nos dieron en el avión y que una vez desdoblados eran enormes, casi inmanejables para su lectura pero que a mi me vinieron bien para otra cosa. Hice todo el acopio que pude de ellos con lo que a mi vuelta parecía que fuera un chatarrero que se dedicaba al cartón y al papel.

He buscado la palabra cocinilla en el diccionario y reza así: «Hombre que se entromete en cosas, especialmente domésticas, que no son de su incumbencia». Ahora que estamos de revisiones y más concretamente entre ellas de los contenidos machistas que aún pueden detectarse entre líneas, este parece que va un poco de lo mismo aunque no queda claro cuáles son las cuestiones domésticas que no son incumbencia del varón, que no la mujer, y que gracias a Dios parece que van cambiando con los tiempos, pues se puede percibir que cada vez más las tareas hogareñas son cosa de dos, sin contabilidades, haciendo cada uno lo que pueda y sepa.

Yo ya hacía por aquel entonces mis pinitos en la cocina y una de las obsesiones, que todavía mantengo, era el tema de las manchas, sobre todo las de grasa que invariablemente se producen cada vez que se pone aceite a calentar en una sartén para freir algo. Por mucha tapa que se utilice, al final las salpicaduras son inevitables y hacen que al terminar el espectáculo sea dantesco y haya que emplearse a fondo con el estropajo y el jabón. Por ello, de siempre, yo he utilizado todo el papel de periódico que me ha sido posible por los alrededores, horizontales y verticales, de la sartén, de forma que al terminar gran parte de la grasa salpicada fuera directamente a la basura con solo arrugar las hojas de periódico.

Como se habrá podido deducir, el tamaño de aquellos periódicos ingleses era maravilloso, pues con una sola hoja, con el agujerito correspondiente al fuego, se solucionaba el tema. Hay que decir que había que estar pendiente y tener buen cuidado pues los fuegos de gas con llama eran peligrosos y requerían estar muy atento y pendiente para evitar que se incendiara el asunto y fuera peor el remedio que la enfermedad. El acopio de tabloides duró un tiempo y luego hubo que volver a los españoles, más reduciditos ellos pero todo era cuestión de poner varios.

Como se puede ver en las imágenes que acompañan a esta entrada, la información de buzoneo de los últimos días de una conocida cadena comercial cuyo nombre omito para no hacerles propaganda pero que todos conocen de sobra, es de un tamaño considerable que me ha recordado al de aquellos periódicos. Manos a la obra, un compás, una plantilla de cartón, unas tijeras y en un momento se fabrica un «come-grasas» que viene como anillo al dedo para las fritangas. En este caso ha sido una tortilla, pero ya tengo preparadas unas cuantas más para futuras incursiones en la cocina con una información que hace su servicio después de haberla echado un vistazo pàra enterarse de los precios y las cosas que se venden. Además, ahora los fuegos de gas se han sustituido por un placa vitrocerámica que hace casi inexistente la posibilidad de fuego, aunque no hay que descuidarse por si acaso.

En la imagen al final de esta entrada, se puede ver una descripción gráfica del proceso: el antes, con todo limpito y reluciente, el intermedio con el material en pleno proceso y el final, donde se aprecian las manchas de grasa que han quedado en el papel y que nos harán la limpieza mucho más liviana y llevadera. En mi caso, me merece muy mucho la pena el perder un poco de tiempo en montar el tinglado de forma previa por la satisfacción en la reducción de la limpieza final. Ahí queda la idea.