No
es una cuestión nueva para los seguidores de este blog que cada día que pasa me
está fascinando más la Historia, como ya apuntaba hace ahora un par de años, en
marzo de 2012, en esta entrada. Un descubrimiento fascinante que me hace tener
las antenas atentas y mis lecturas focalizadas en estos temas con lo que relego
a un segundo plano otro tipo de lecturas más comunes o de actualidad. Y por
aquello de las lagunas, los dos siglos pasados de la historia de España, y más
especialmente el XX, atraen poderosamente mi atención a la hora de elegir en
que vocablos pongo mis ojos. En estos últimos meses me he acercado un poco a lo
que se ha dado en llamar la Transición, leyendo entre otros «El triángulo de la transición” de Ana
Romero o «La gran desmemoria» de
Pilar Urbano.
Y en
estas estábamos cuando hete aquí que, en el periódico local de la zona
en la que estoy pasando unas vacaciones, descubro que el no muy lejano
ayuntamiento de Torrelavega ha programado unas jornadas bajo el título «El legado de Adolfo Suárez: Transición
democrática y futuro constitucional», a celebrar durante cinco días seguidos
a las ocho de la tarde. El día en las vacaciones da para mucho y la familia me dio
todo tipo de facilidades para escaparme a ellas. No lo hice todos los días,
escogiendo las dos conferencias que me parecieron más interesantes, pues no era
cosa tampoco de abusar. Elegí la primera y la última por los ponentes, cuya
historia indagué un poco en internet y averigüé que se trataba de dos personas
que habían vivido en carnes propias y cercanamente aquellos acontecimientos.
La
primera de ellas, celebrada el lunes de esta semana, resultó fascinante. El
ponente era nada menos que Aurelio Delgado Martín, más conocido por «Lito»,
cuñado de Adolfo Suárez y que estuvo todo el tiempo en el gabinete de
presidencia en un equipo formado por seis personas, otros dos hombres y tres
mujeres, una de ellas Carmen Díaz de Rivera, formando lo que pudiéramos
denominar la guardia pretoriana del presidente. La semblanza que reflejó a lo
largo de su intervención fue la de un hombre entregado a llevar adelante la
ingente labor que España necesitaba, luchando contra todo y todos, atacado y
cuestionado desde todos los ángulos, rehaciendo todas las estructuras del franquismo
que seguían vigentes desde su propio interior, lo que se conoce vulgarmente
como hacerse el harakiri. Su estilo y su educación quedaron patentes a lo largo
de una excelente y exquisita comunicación que no trato de resumir aquí. Pero me
llamó la atención lo que dijo sobre la dimisión que se produjo en 1981, a mitad
de una legislatura para la que había sido democráticamente elegido: nadie le
presionó, porque no habrían podido hacerlo, primero porque la Constitución no
lo contempla y segundo por el propio carácter y personalidad de Adolfo. Una de
las razones que más poderosamente le indujo a ello, en opinión actual de Lito, fue
la acogida que dio el entonces rey Juan Carlos a multitud de comunicados de
todas las fuerzas sociales, políticas y militares en el sentido de que era
absolutamente necesario un cambio de gobierno.
La
segunda, ayer viernes, estuvo a cargo de José Ramón Saiz, que tituló la
conferencia como «Mirada a la transición: ¿revisionismo?». El ponente es
periodista y escritor y en aquellas fechas trabajaba en el madrileño diario «Pueblo»,
una amalgama de todas las tendencias posibles e imposibles, cubriendo la
información política y participando y narrando muchos actos del presidente y de
la familia real. Dedicó el principal de su charla a una revisión histórica
ajustada del devenir de Adolfo Suárez aquellos dos años escasos transcurridos
entre la muerte de Franco en noviembre de 1975 y las primeras elecciones del
quince de junio 1977, para al final apuntar algunas cuestiones que en su opinión
«quedaron mal cerradas». Una de ellas, no podía ser de otra manera, fue la
cuestión Autonómica, que estos días se revuelve en Cataluña olvidando interesadamente
los pactos de aquellos años y, en un ejercicio de deslealtad, buscando los
intereses propios intentando desmembrar España.
Es
de sobra sabido que no se deben ni se pueden juzgar hechos pasados con planteamientos
y conocimientos actuales. Hoy no tienen sentido esas autonomías uniprovinciales
pero, como dijo el ponente, cuando se crearon las Autonomías intentando dar
cabida en una habitación pequeña a una jauría de intereses y despropósitos, la
distancia entre Santander y León o Asturias era de varias horas y ahora es de
poco más de una. También planteó que la educación no debería ser «autonomizable»
dejando abiertos unos interrogantes que nos ocuparán los próximos tiempos. Es
autor del libro «Adolfo Suárez: la memoria del silencio» al que habrá que
asomarse para tener un nuevo punto de vista, periodístico, sobre el tema.