«La experiencia es la madre de la ciencia»
reza un conocido dicho popular. Una de las fuentes principales del conocimiento
humano es la experimentación de situaciones de las que siempre se puede sacar
algún aprendizaje que sirva para el futuro. Las experiencias personales suelen
fijarse de forma más intensa que las adquiridas por medio de otras personas o
fuentes como pueden ser los libros. No aprende lo mismo un niño que no se deben
meter los dedos en un enchufe si los mete y recibe un zurriagazo que si sus
padres le dicen por activa o por pasiva que no se debe tocar eso por ser peligroso.
En
estos tiempos los cambios se producen a enorme velocidad y no dejan de sorprendernos.
Las empresas y los investigadores están dándole al cerebelo a todas horas para
realizar nuevos descubrimientos que mejoren nuestras vidas y de paso las cuentas
de resultados, cuestión lícita si se hacen las cosas por las claras y no
mediante engaños, muchas veces auspiciados cuando no fomentados por la
legislación vigente, que suele ser confusa para el ciudadano medio.
Pero
esta entrada no va de engaños sino de una cuestión muy simple que es aquella de
que las cosas no son lo que parecen a primera vista; algo que en un principio
nos parece bueno y atractivo puede convertirse en menos bueno cuando nuestro conocimiento en su uso vaya creciendo a base de experiencia. Otro refrán popular
reza así: «Al papel y a la mujer hasta el
culo le has de ver» para insistir en no ceder a nuestras apreciaciones
recogidas en un primer vistazo. Se diría aquello de que todo o casi todo viene
con «letra pequeña».
Llevamos
años en casa utilizando el clásico rollo de papel de cocina como el que puede
verse en la imagen. Antiguamente eran lisos, continuos sin puntos de corte, con
otra textura… Con el paso del tiempo y a base de comprar siempre la misma marca
en el supermercado uno va notando cambios. Tengo que decir que restringimos su
uso al máximo por aquello de la ecología y la tala de arbolitos, una cuestión
altamente reñida con la comodidad. De siempre utilizábamos en las comidas
servilletas de trapo, aquellas que se meten al finalizar en un aro distinto
para cada miembro de la familia de forma que puedan ser reutilizadas en varios
días antes de ir a parar a la lavadora, que también supone un gasto de agua más
luego de plancha… En ocasiones es difícil valorar un coste y se puede sucumbir
a la comodidad con cierta facilidad.
El
hecho es que desde hace tiempo utilizamos como servilletas en las comidas este
papel de cocina. Hasta hace un tiempo, los micro cortes perforados que vienen
de fábrica permitía su corte limpio en cuadrados de aproximadamente 24 x 24 cms.,
que nos parecían demasiado para su uso, por lo que procedíamos manualmente a
partirlos por la mitad para su utilización como servilletas individuales.
Desconozco
si alguien del departamento de I+D de la fábrica nos observaba por una cámara
oculta en estas operaciones divisorias, pero desde hace unos meses el papel
trae una nueva línea de micro cortes justo en el centro entre las anteriores,
es decir, que permite obtener trozos de papel de 12 x 24 cms. De forma limpia y
perfecta. Pueden observarse en la imagen adjunta las líneas rojas, micro cortes
antiguos cada 24 cms. y las nuevas líneas verdes, cada 12 cms.
El
primer día que vi esta novedad me llevé una gran alegría, pues es aquello de
que al final llega algo que estabas haciendo tú con anterioridad y que en el
fondo viene a solucionarte la vida, aunque sea en una tontería como es este caso.
Pero la cosa, con el tiempo, no es como parece. Muchas veces nos llegamos al
rollo colgado en una pared de la cocina con las manos sucias u ocupadas,
intentando disponer de algo con lo que limpiarnos antes de seguir manchando más.
Un tirón seco permitía obtener un trozo de los antiguamente normales de 24x24. Ahora,
y es mi experiencia continuada, se obtiene uno de 24x36, vamos, que se gasta más
papel que antes.
Lo
que en principio parecía una ventaja se puede convertir en desventaja y eso no
lo sabremos hasta que pase el tiempo y nuestra experiencia de uso vaya asentándose.
En el tema de las servilletas hemos mejorado pero en otros usos podemos estar
gastando un 50% más de lo debido. Siendo honrado, no creo que sea un estudio
premeditado de la empresa fabricante para incrementar el gasto, sino
simplemente un daño de los que ahora se llaman «colaterales» y que habrá que
minimizar. Ahí queda la experiencia.