Sabías
qué…
… la regeneración de los aceites usados tiene un efecto favorable en la lucha contra el cambio climático?… un solo litro de aceite usado que tiramos por el fregadero puede contaminar 50000 litros de agua, amén del costoso precio que alcanza dicho producto?… tan sólo 1 litro de aceite usado puede contaminar una superficie de 4.000 m2, lo equivalente aproximadamente a un campo de fútbol?… la combustión incontrolada de aceite usado emite gases tóxicos originando graves problemas de contaminación?… con la regeneración de 3 litros de aceite usado se obtienen 2 litros de aceite nuevo?
En
las sociedades que llevan la etiqueta de avanzadas, el aceite es de uso común
en el entorno doméstico. ¿Qué hacemos con el aceite usado? Lo normal sería irlo
almacenando para llevarlo al lugar adecuado para su eliminación o reciclaje,
pero al igual que esto del reciclado va siendo más común para otros asuntos
como los envases o el papel, mucho me temo que a los aceites todavía no los ha
llegado el turno.
Este
tema me retrotrae a mi infancia, a primeros de los años sesenta del siglo
pasado, cuando en el mes de septiembre mi hermano y yo nos íbamos a pasar unos
días con mi abuela a su pueblo, que también lo era de nuestra madre, un pueblo
ni grande ni pequeño perdido en las profundidades de la provincia del bolo, a
saber Toledo. Nos acoplábamos como podíamos en casa de una tía, Palmira, en la
que pasábamos los días de la fiesta del pueblo como unos más de la familia. Varias
particularidades de esa casa recuerdo con nitidez. Una de ellas era que no había
cuarto de baño, quedando sus usos suplidos por el gallinero, que sí había. Pongan
ustedes la imaginación en marcha para averiguar dónde y cómo se hacían las
aguas menores y mayores en la casa. La cuestión del lavado era mediante palangana
en la habitación o baño piscinero en la alberca del riego de la huerta que
laboraba mi tío Rafa, donde pasábamos gran parte del día, ayudando en lo que se
terciaba.
Otro
asunto que recuerdo de la casa era el de la comida: todos los días, siete días
a la semana, la comida central era a base de cocido madrileño y la cena lo que
sobraba del cocido del mediodía: la famosa ropa vieja, o como mucho unas croquetas
exquisitas que nos hacía mi abuela con los restos de tocino, jamón y huevo. Había
más características que nos resultarían curiosas hoy en día, pero voy a
referirme tan sólo a una más: el reciclaje. ¡Aquello sí que era reciclaje! No
sobraba nada; lo que pudiera ser combustible, como papeles, cartones, astillas
o demás… a la lumbre; lo que era orgánico, como cáscaras, mondas, huesos… para
los animales del gallinero, el perro o los cerdos de la huerta; el aceite usado…
para hacer jabón.
Hace
tres meses, en abril de 2015, pasé un fin de semana en otro pueblo de Toledo
con una familia que seguía observando ciertos temas como en los viejos tiempos.
Uno de ellos era el conservar el aceite usado para hacer jabón, como antaño hicieran
mi tía y mi abuela. Han pasado más de cincuenta años y la tradición de hacer
jabón se sigue conservando. Es una manera de responder a las preguntas que nos
hacíamos al principio de esta entrada y de paso ahorrarse unas pesetillas en
productos de limpieza. Marisa, que así se llama la mujer en cuya casa
estuvimos, y su hermana, me regalaron seis pastillas, ladrillos, de jabón, tres
cada una, porque eran ligeramente distintas, ya que hay muchas maneras de hacer
el jabón. Desde ese día, hace como digo tres meses, he utilizado en mi aseo
diario en los lavados de manos y ducha el jabón del que hablamos, habiendo
consumido una pastilla. Me quedan cinco más, que al mismo ritmo me darán para más
de un año. En ese tiempo iré guardando el aceite usado para fabricarme el mío
propio.
Buscando
en la red se pueden encontrar muchas recetas acerca de cómo hacerlo. Pongo yo a
continuación la que me comentó personalmente Marisa, y que es la que ella lleva
haciendo muchos años. Son necesarios 5 litros de agua caliente, 5 litros de
aceite usado, 1 kilogramo de sosa cáustica, mascarilla, guantes, gafas y un
delantal para protegerse de las posibles salpicaduras, que deberemos por todos
los medios evitar. Realizaremos las operaciones en un sitio tranquilo, bien
ventilado, lejos de niños y mascotas. Verter el agua en un recipiente de plástico,
madera o acero inoxidable, nunca de aluminio, hierro o metal. Ir añadiendo poco
a poco la sosa y removiendo en el mismo sentido con un palo de madera para
diluirla bien y que no queden grumos. Hacerlo en este orden, primero el agua y
luego la sosa, pues hacerlo al revés es extremadamente peligroso porque se
pueden producir salpicaduras e incluso pequeñas explosiones. A continuación
verter el aceite poco a poco hasta que espese. Es conveniente, si se dispone de
ella, utilizar una batidora vieja para mejorar la mezcla, pero utilizándola con
cuidado y siempre sumergida para evitar salpicaduras. Taparlo con un trapo de
forma que no le falte el aire y tenga ventilación, dejándolo hasta que se
endurezca. Luego es conveniente esperar unos días hasta poder utilizarlo.
El
uso en casa de este jabón es buenísimo tanto para la piel como para la ropa,
cuida la ecología y de paso el bolsillo, con el consiguiente ahorro en geles y
champuses en nuestras visitas al supermercado o la droguería-perfumería, si es
que quedan. Recuerdo que decían antaño que también era muy recomendable para el
pelo y los lavados de cabeza. Me viene a la mente una salvajada que sobre este último
tema protagonizaba un primo mío ya mayor, y que consistía en ir al campo a
cazar lagartos, que luego eran asados en el propio aceite usado antes de
utilizarlo para fabricar el jabón. Mi primo y algún amigo andaban ya con
problemas de pelambrera, se les caía bastante el pelo, y les habían dicho que
si se utilizaba el aceite con lagarto en la fabricación de los jabones era
mucho mejor. Recuerdo que en alguna ocasión se untaron directamente el aceite
en la cabeza…