Lo
prometido es deuda. En la entrada de la semana anterior titulada «RECICLADO»
hacía referencia a un artículo encontrado en un diario poco antes de llevarle
al contenedor. El artículo se titula «Colesterol:
fármacos bajo sospecha» y lo reproduzco al final de esta entrada, tras unas
pequeñas reflexiones sobre el asunto.
Hace
un año por estas fechas, julio de 2014, me encontraba yo en un estado físico
lamentable, que atribuía sin lugar a dudas al consumo continuado de un
medicamento que toman miles de personas de forma diaria en todo el mundo pero
que a mí me iba deteriorando poco a poco. Me refiero a las conocidas «estatinas» que son recetadas con
profusión y sin ningún recato por los galenos de todo el mundo para reducir el
colesterol. Antiguamente el índice de colesterol recomendado estaba por 250 y
ahora anda por 190, lo que ha supuesto un incremento descomunal en la cantidad
de personas que toman «estatinas». En
España, según estudios, el consumo de estos medicamentos se ha incrementado en
más de un 400 por ciento en los últimos diez años. Los nombres comerciales son
variados y las estatinas también; por poner una lista que no es exhaustiva he
encontrado lovastatina, rosuvastatina, fluvastatina, atorvastatina, pitavastatina,
pravastatina, simvastatina…
Para
no repetir mis desavenencias hacia estas pastillitas, remito al lector
interesado a la entrada «COLESTEROL» de este blog donde refiero mis
desencuentros y la reseña del libro «La mentira del colesterol» en el blog amigo de A leer que son 2 días. Cualquiera
con un poco de interés que busque información en la red sobre los efectos
secundarios de estas pequeñitas pero matonas «…inas» verá como se le ponen los pelos de punta nada más comenzar
a leer. A modo de ejemplo remito a un aviso de la F.D.A. americana en la que
bajo el título «La FDA difunde su
advertencia sobre los riesgos de las estatinas» hace una serie de consideraciones
muy interesantes sobre estos medicamentos y sus efectos secundarios, y que
puede consultarse en este enlace. Lo que más me asustó a mí fue la subida de
los índices de glucosa y el riesgo de contraer una diabetes. En otros artículos
se habla de este asunto: un ejemplo en este enlace de la Sociedad Argentina de
Cardiología.
Antes
de reproducir el artículo citado, justo es decir que aunque en mi caso los
efectos secundarios derivados de la toma de estatinas han sido cuantiosos y
podrían haber sido más graves si no dejo de tomarlas, un hermano mío las lleva
tomando años sin ningún problema. Para efectos secundarios hay organismos.
Como
ya he referido, el artículo se titula «Colesterol:
fármacos bajo sospecha», está firmado por Marisol Guisasola, hace referencia a www.mujerhoy.com y apareció en abril de 2015
en un suplemento de “El Diario Montañés”,
periódico de Cantabria. Para entrar en materia, el subtítulo rezaba así: «Nuevos estudios alertan contra los efectos
secundarios de las estatinas. Dos expertos aseguran que estos fármacos no son
tan eficaces contra el riesgo cardiovascular como se ha dicho».
Si estás tomando estatinas para reducir el colesterol y, de
ese modo, disminuir tu riesgo de sufrir un ataque cardiaco o un accidente cerebrovascular...
cuidado. Quizá, tu doctor te podría hacer prescindir de esos medicamentos y, de
paso, esquivar sus efectos secundarios. Y si no, mira lo que dicen el dr. David
M. Diamond, Profesor de Farmacología Molecular y Fisiología de la Universidad
del Sur de Florida (EE.UU.), y el dr. Uffe RavnsKov, investigador independiente
y experto en enfermedad cardiovascular y colesterol. Sin relaciones de interés
con la industria farmacéutica, ambos expertos han analizado diferentes estudios
sobre estos medicamentos y han concluido lo siguiente: "Recetados desde hace dos décadas, estos
fármacos (los más vendidos del mundo) no son tan eficaces ni tan seguros como
nos han hecho creer hasta ahora". En su análisis, señalan que "si bien las estatinas reducen claramente
los niveles de colesterol, no reducen la mortalidad por problemas
cardiovasculares". Añaden que los estudios realizados al respecto no
solo han pasado por alto los muchos efectos adversos de estos medicamentos,
sino que han utilizado lo que se conoce como "fraude estadístico" para inflar los datos sobre su eficacia.
Datos no
confirmados
Su crítica se ha publicado en la revista científica Expert
Review of Clinical Pharmacology, provocando una auténtica conmoción entre la clase médica. En su informe se
describe cómo las estatinas "solo
reducen el riesgo de eventos coronarios -angina de pecho, infarto o muerte
súbita- en un 1% de pacientes, cuando los estudios han hecho pensar que
benefician al 30-50% de ellos".
Esa inflación de la eficacia, junto con la minimización de
los efectos secundarios que provocan, explica por qué tantos profesionales de
la salud han recetado estatinas habitualmente, según los doctores Diamond y
Ravnskov.
"Las
complicaciones al tomarlas son mucho más comunes de lo que se comenta en los
congresos médicos e incluyen un aumento de las tasas de cáncer, cataratas,
diabetes, deterioro cognitivo, trastornos musculo esqueléticos... que superan
con mucho los pretendidos beneficios del tratamiento con estos medicamentos".
Si bien hay datos contradictorios sobre el tratamiento con
estatinas y el riesgo de cáncer (unos concluyen que aumentan el riesgo y otros,
que lo reducen), ambos expertos insisten en explicar esta relación. "La mayoría de los estudios con estos fármacos
duran cinco años, y eso es poco tiempo para ver desarrollarse un cáncer. Incluso
así, un ensayo a largo plazo ha comprobado un claro aumento de incidencia de
cáncer de mama en mujeres que llevaban tomando estatinas durante más de 10 años".
Fiona Godlee, directora de la revista científica British
Medical Journal, ya ha pedido a las compañías farmacéuticas que den a conocer
todos los datos no revelados de sus estudios. "Animamos a más revistas científicas a que sigan nuestro ejemplo al
proponer que los artículos que tratan de educación clínica estén firmados por
expertos sin lazos con la industria", declaran Diamond y Ravnskov. Ambos proponen otras estrategias
que sí han demostrado reducir el riesgo cardiovascular, como no fumar,
controlar el peso, hacer ejercicio con regularidad (entre 45 y 60 minutos al
día) y evitar el estrés. A ello añaden otra que adquiere cada vez más fuerza
entre los cardiólogos: seguir una dieta baja en hidratos de carbono (azúcares y
harinas refinadas) para normalizar los biomarcadores del riesgo cardiovascular,
una medida especialmente beneficiosa para personas con diabetes tipo 2.
Una cuestión de
riesgos-beneficios
¿Y qué sucede en nuestro país? Pues en España el consumo de estatinas ha aumentado un 442% en la última
década, según la Agencia Española del Medicamento. Los expertos de la Sociedad
Española de Cardiología lo tienen claro y creen que ese aumento en la
prescripción de estos fármacos ha redundado en beneficio de los pacientes.
"Si la esperanza de vida ha
aumentado seis años en las últimas tres décadas, cuatro de esos años se deben
sin duda a los avances en el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares y
casi un 25% directamente a los fármacos para reducir el colesterol",
explican desde este organismo.
Tras realizar una encuesta sobre el uso de estatinas, la
Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) concluye en cambio que nada
justifica ese aumento descomunal en su consumo. Para esta organización, a
muchos españoles se les está medicando sin necesidad, pese a los efectos
secundarios de estos fármacos. La inmensa mayoría de cardiólogos contradicen
esa visión. Investigadores del Centro Nacional de Investigaciones
Cardiovasculares (CNIC) insisten en que de todos los factores de riesgo
cardiovascular, el colesterol es el más relevante: "Reduciendo el colesterol se reduce más el riesgo de ataque cardiaco
que actuando en otros factores de riesgo”. Mientras tanto, el debate
continúa.
¿Son tan malas
las grasas?
Investigaciones realizadas por la Universidad del Oeste de
Escocia han llegado a una sorprendente conclusión: que las recomendaciones que
llevamos décadas oyendo para reducir el consumo de grasas no deberían haberse
hecho.
Cuando en 1970 se comenzó a relacionar el consumo de grasas
y los elevados niveles de colesterol, la enfermedad cardiovascular era la
primera causa de muerte en Estados Unidos. Por ello, las autoridades sanitarias
difundieron un mensaje: que el total de grasas no podía exceder el 30%de las
calorías diarias y que las saturadas no podían superar el 10% de esas calorías.
Pero esos límites no se basaban en datos científicos. De
hecho, algunos estudios negaban que las grasas saturadas tuvieran algo que ver
con la formación de placa en las arterias. ¿Quiere eso decir que una dieta rica
en embutidos, quesos y mantequilla no es tan mala para el corazón como
pensábamos hasta ahora? La respuesta es que aún no lo sabemos, pero hasta que
haya estudios al respecto, lo más seguro para nuestra salud es evitar el
sedentarismo y los alimentos procesados, más ricos en estas grasas.