Todos
los humanos, en mayor o menor medida, nos pasamos la vida intentando alcanzar
la felicidad. Seguro que la alcanzamos muchas veces, pero se trata de un
concepto esquivo que muy probablemente no sabríamos definir si nos preguntaran
por su significado. Es más, dependiendo de los días e incluso de las horas,
nuestro propio concepto fluctuaría casi con toda seguridad. Me gusta en estos
casos acudir al diccionario porque siempre se pueden aprender cosas nuevas: «estado del ánimo que se complace en la
posesión de un bien» o «satisfacción,
gusto, contento» son las dos acepciones que nos encontramos pero que no nos
concretan mucho lo que vamos buscando. Los estados de ánimo son permanentemente
cambiantes y ya sabemos por experiencia que los que son positivos, como este de
la felicidad, suelen ser efímeros y, como se dice coloquialmente, pasar
volando.
Cuando
se trata de conseguir algún fin, espiritual o material, lo más gratificante es el
camino a recorrer y el esfuerzo que tenemos que emplear para
conseguirlo. Cuando alcanzamos la meta, el disfrute suele ser corto porque ya
nos estaremos planteando el siguiente reto. Lo ideal sería, pues, mantener y
prolongar todo lo posible los estados de felicidad, de forma que pusiéramos a distancia
de nosotros los estados contrarios, los de infelicidad.
Métodos
y formas de alcanzar la felicidad los hay por doquier. Recomendaciones de
amigos, libros de autoayuda, programas de radio o televisión, revistas,
diarios… Todo el mundo anda preocupado por el asunto y emite reglas y comunicaciones
para ayudarnos en nuestra particular búsqueda del tesoro. Pero, como ya hemos
dicho, la felicidad es una cuestión muy personal, variable y cambiante con las
circunstancias, por lo que tendremos que buscarla por nosotros mismos. Y yo
añadiría que ahondáramos con más énfasis y empeño en los terrenos espirituales,
pues estos nos condicionarían los materiales y nos permitirían disfrutar mucho
más de la vida si conseguimos tener nuestro espíritu alejado del mundanal
ruido. Vamos con un ejemplo: el coche. ¿Le gustaría a Vd. conducir un Maserati
o un Porsche, y descapotable si fuera posible? A nadie le amarga un dulce y yo
contestaría que sí, pero solo un ratito. Para mi vida normal prefiero un utilitario
que me sirva, me lleve a donde yo quiera ir, no me dé guerra, me cueste
pecuniariamente lo menos posible y no tenga que andar preocupado de donde lo
aparco. Claro que, para una persona a la que la sobre el dinero, estas
preocupaciones seguro que no anidan en su cabeza.
Por
todo ello, la clave es, a mi modesto entender, la adecuación, el ajuste. Es
vital poner en sintonía nuestros deseos con nuestras posibilidades en la
búsqueda de la esencia que se destila del siguiente dicho: «No es más feliz quién más tiene sino quién
menos necesita». No se trata de llegar a los extremos del célebre filósofo cínico
griego Diógenes de Sínope, del siglo IV antes de Cristo, que vivía en un tonel,
con necesidades mínimas y ejercía la sinceridad hasta los extremos. Su fama
había trascendido tanto que el poderoso Alejandro Magno se acercó a la tinaja
donde estaba y le ofreció los dones que quisiera. Todo lo que hizo Diógenes fue
pedirle que se apartara porque le estaba quitando el sol.
Mientras
vamos definiendo para nosotros mismos nuestro concepto de felicidad, aquí van
ocho recomendaciones sencillas, pero cuyo logro requiere mucha dedicación
1.Entiende
que la felicidad duradera puede no tener que ver con asuntos financieros.
2.Controla
tu tiempo.
3.Haz
ejercicio.
4.Sé
útil a la Humanidad.
5.Duerme
lo suficiente.
6.Ten
conciencia de las cosas buenas de la vida.
7.Alimenta
tu fe.
8.Actúa
como si fueras feliz.
Y de
un mini libro titulado «100 maneras de
combatir el estrés», del que es editor responsable Alberto Briceño, estas
otras recomendaciones…
1.Ríete.
2.Prioriza.
3.Ten
claros tus objetivos.
4.Camina,
estírate, haz ejercicio.
5.Toma
decisiones, no aplaces lo que tengas que hacer o decir.
6.Apunta
las cosas que tengas que hacer.
7.Ten
vías de escape constructivas cuando sufras agresiones.
8.Visualiza
escenas relajantes.
9.Controla tu respiración.
10.Reconoce
que algunas ideas tuyas pueden ser irracionales.
11.Dedica
unos minutos cada mañana a planificar el día.
12.Sé
realista en lo que puedes y lo que no puedes hacer.
13.Establecer
metas ambiciosas puede ser una causa de estrés.
14.Desecha
las formas destructivas de combatir el estrés, como, por ejemplo, fumar o
beber.
15.Asegúrate
de que tus reuniones finalicen a la hora prevista, o antes.
16.No
dudes en solicitar ayuda a los demás.
17.Mantén
ordenada y despejada tu área de actividad.
18.Cuando
te sientes, adopta posturas relajantes.
19.Ten
a mano tu agenda.
20.Trata
de establecer y seguir rutinas para lo cotidiano. Evita la desorganización.
21.No
recurras al tabaco, alcohol, drogas o auto medicación.
22.Ten
todo en orden y bajo control.
23.Las
notas adhesivas para recordatorios son una buena opción.
24.Emplea
el masaje o auto masaje para relajarte.
25.Controla
en lo posible tus emociones. Muchas veces no vale la pena angustiarse.
26.No
interiorices los sentimientos, identifica errores, háblalos con alguien.
27.Recurre
al humor cuando las cosas no vayan todo lo bien que deseas.
28.Si
te sientes apurado, relájate, respira profundamente, mira al cielo…
29.La
desesperación ante los problemas no sirve para arreglarlos.
30.Aprende
a decir NO a los compromisos que no puedes o no quieres cumplir.
31.Haz
bien y cuanto antes lo que puedas hacer y olvida lo que no puedas hacer.
32.Procura
estar en compañía de muchos otros el mayor tiempo posible.
33.Come
bien, balancea tu alimentación, duerme al menos siete horas diarias.
34.Divide
tus grandes retos en secuencias de pequeños pasos.
35.Prémiate
de vez en cuando haciendo algo que te apetezca.
36.Cultiva
y desarrolla valores espirituales. valora los materiales en su justa medida.