Los avances que nos rodean y sorprenden día a día suponen un enorme mar de posibilidades siempre que seamos libres y tengamos la capacidad de escogerlos o rechazarlos en función de nuestras necesidades o apetencias.
Cuando la televisión iba llegando a los hogares españoles allá por los años sesenta del siglo pasado, una de las «magias» que aportaba era la posibilidad que tenían los telespectadores de asistir a través de esa «ventana» a eventos en directo, en el mismo instante en que se estaban produciendo. Partidos de fútbol, corridas de toros, combates de boxeo y en general numerosos eventos deportivos y sociales podían ser contemplados cómodamente desde el sillón de casa si se disponía de aparato de televisión o desde el sillón de la casa del vecino como fue mi caso durante varios años. Ya se disponía de la parte hablada a través de las ondas de la radio, pero por mucho que locutores de la talla de Alberto Oliveras, Matías Prats y otros se esmeraran al máximo en sus alocuciones, no era lo mismo oír un partido de fútbol por la radio que verlo en la televisión, si bien yo recuerdo con mi padre el quitar la voz a la televisión y seguir el sonido por la radio: una combinación perfecta.
El enorme inconveniente que tenía este asunto era que uno tenía que estar secuestrado ante el televisor a la hora adecuada so pena de perderse el evento. Una veintena de años más tarde empezaron a llegar a los hogares los vídeos, con aquellos sus tres formatos iniciales denominados BETA, VHS y VÍDEO2000, que nos permitían grabar los programas de la televisión y verlos más tarde, en un horario a nuestra conveniencia. Yo que he sido siempre más madrugador que trasnochador, grababa los partidos de la Selección Española del Mundial de Fútbol de Méjico en 1986 que se celebraban muy tarde por la noche y me levantaba pronto para visionarlos antes de ir a trabajar. Como no me enteraba del resultado, aunque no fuera en directo, la percepción era la misma al desconocer lo que había ocurrido. Además y como premio adicional, me ahorraba los quince minutos del descanso al adelantar el vídeo a gran velocidad.
Hoy en día, las imágenes de televisión, de internet, de youtube o de cualquier otro medio o red social son factibles de obtener en la red y dejarlas grabadas en discos duros que son fácilmente reproducibles en televisores, tabletas u ordenadores en el momento, y lugar, que nos resulte más oportuno. Las ventajas son tan enormes que salvo algún acto muy puntual, tengo que reconocer que no veo en directo prácticamente nada. Todo lo grabo o descargo y me permito el lujo de elegir el momento adecuado. Las ventajas, para mí, son muchas y quedan derivadas del control del tiempo que me permite esta modalidad de «en diferido».
Si se trata de películas o programas emitidos en televisión, la principal ventaja es no tener que, si no quiero, tragarme los anuncios publicitarios o determinados momentos que pueden no interesarme: con utilizar el mando a distancia —otro enorme invento— y avanzar rápidamente, pasan de un plumazo. Otra ventaja adicional es saber de antemano el tiempo que necesitas para el visionado. Ver una película en televisión de esas que empiezan tras la cena supone no saber a qué hora te vas a poder ir a dormir incluso aunque sepas los minutos que dura la película original, pues las interrupciones quedan fuera de tu control.
Hay más ventajas y sin ser exhaustivo en la enumeración de las mismas no quiero dejarme en el tintero una que he descubierto recientemente y que uso con asiduidad, generalmente en el visionado de videos en el ordenador procedentes de plataformas como Youtube, Vimeo y similares.
Vaya de antemano que la imagen que he elegido para esta entrada es un homenaje al profesor Antonio Rodríguez de las Heras, de cuya erudición vengo disfrutando en las últimas semanas como ya he comentado en la entrada «DESAFÍOS». Seguramente sus próximas comunicaciones darán pie a algún comentario más que enriquezca este blog. La imagen pertenece a un curso MOOC, a los que estoy muy aficionado últimamente, impartido por este profesor, muy recomendable y disponible gratuitamente en la plataforma Edx y titulado «Estrategias para una sociedad del conocimiento».
Pero me estoy desviando de lo que quiero decir acorde con el tema de esta entrada. ¿No ocurre que muchas veces, cuando estamos escuchando a alguien, nos parece que se recrea en la dicción, que progresa lentamente, que sus pausas se alargan o que incluso llena de ruiditos o dejes la comunicación? Insisto para que quede bien claro que no es el caso de este profesor. A mí me pasa esto con relativa frecuencia y me gustaría que los hablantes utilizaran una velocidad normal —tendría que definir que es para mí normal— que me permita seguir con atención la charla. Ya que estamos en ello me quiero acordar de algunos lectores o lectoras, que cuando tienen la oportunidad de dar las lecturas en la misa dominical, parece que les gustaría estarse allí un par de horas aunque solo tengan que leer un par de párrafos.
Pues bien, la magia de la tecnología ha venido en mi ayuda. Cuando estoy viendo un vídeo en el ordenador, la posibilidad de aumentar o reducir la velocidad de dicción del hablante es una herramienta enorme que cada vez uso más. Vídeos de lecciones de cursos MOOC, de conferencias TED de lo más interesante y de otras cuestiones similares, pueden ser por lo general acelerados de forma conveniente de manera que me entero perfectamente de lo que se dice y me ahorro un tiempo precioso. No olvidemos además que la facilidad de utilizar los subtítulos nos puede permitir ir todavía más rápido y al grano de lo que se está diciendo sin tener que estar comiéndonos la uñas esperando con desesperación a que la comunicación avance.