La
semana pasada escribía en este mismo blog la entrada «DUPLICADOS» en la que
hacía referencia a la importancia de tener un cierto control sobre la
información que voluntariamente ponemos en la red, dado que una vez fuera de
nuestro control es impredecible a dónde puede llegar, las manos en las que
puede caer y el uso que se pueda hacer de ella. Pero no siempre depende de
nosotros el tener cuidado pues con que haya otras personas descuidadas, o
empresas, el problema podrá ocurrir igual. Oímos hablar de la existencia de una
Agencia de Protección de Datos que vela por las buenas prácticas en estos
asuntos, pero nos encontramos con demasiada frecuencia hechos que escapan a su
control.
Quién
no tiene redactado y actualizado lo que se conoce con el latinajo de curriculum vitae o de forma más
abreviada C.V., ese documento que contiene
referencias completas a los datos personales, estudios, desempeños
profesionales, aficiones y algún que otro dato específico en función de
nuestros intereses o los de las empresas a las que se lo vayamos a remitir. Una
información preciosa en estos tiempos actuales donde el manejo de la
información es un valor creciente que puede reportar a las empresas numerosas
incentivos para sus campañas publicitarias o de estudios de mercado con los
fines más variados. ¿Qué hacen las empresas con los C.V.? Deberían destruirlos
en la trituradora de papel en el momento en que ya no sean de su interés o en
caso de conservarlos de cara al futuro extremar de forma celosa la custodia de
los mismos.
Hace
unos años recibí una llamada directa de una empresa sevillana que tenía una
información completa sobre mí al disponer, según me comentaron, de mi propio y
personal C.V. Yo nunca había mandado ese documento a esa empresa, desconocida
para mí, y que me llamaba interesándose por la posibilidad real de que, dado mi
lejano domicilio a esa ciudad, desplazarme a la misma para prestar un desempeño
laboral en un contrato con una duración estimada de cuatro años. Aparte de
indignarme de forma educada ante el hecho de que estuvieran en posesión de mis
datos, les indiqué que en ningún caso entraba dentro de mis proyectos
desplazarme a Sevilla. Por buenas composturas y de forma educada, conseguí que
me dijeran de que iba el asunto: se trataba de un concurso que habían abierto
para subcontratar el mantenimiento de parte de sus funcionalidades. En el
pliego de presentación de candidaturas requerían el C.V. de los empleados que,
caso de ganar el concurso, serían destinados a laborar en esa empresa
sevillana.
Evidentemente
no conseguí que me dijeran el nombre de la empresa que había tenido la
desfachatez de facilitar mi C.V. sin consultarme. Solo era una mera curiosidad
pues poco parece que los mortales de a pie podamos hacer para evitar estas
prácticas. Entiendo que de ganar el concurso realmente, cualquier excusa sería
suficiente para dar el cambiazo de las personas, con lo cual de poco sirve la
anticipación de los C.V. si luego no hay una garantía real de que sean las
personas exactas las que van a desempeñar la labor. Numerosas empresas por
diferentes motivos tienen mi C.V., eso si no se lo han pasado entre ellas como
en este caso y poco control puedo tener yo sobre el asunto.
La
mañana del jueves de esta semana, cerca de donde aparco mi coche en una zona
empresarial, pude observar un montón de papeles esparcidos por el suelo cerca
de un contenedor de basura. Recogí uno de ellos por curiosidad, que es el que
figura en la imagen que acompaña a esta entrada. Se ve que el viento y los
elementos han jugado con los papeles pues en este precisamente han quedado
marcadas varias huellas de neumáticos. Se han desfigurado los datos para evitar
su reconocimiento, pero se trata de un C.V. completo donde podemos conocer
datos de Lucía B.R., domicilio, teléfono, documento de identidad, correo
electrónico, su formación académica y dónde ha sido obtenida, su experiencia
laboral, los idiomas que domina e incluso que dispone de coche propio, carnet
de conducir, se maneja con las cuestiones básicas de informática y es «capaz de trabajar en equipo, extrovertida,
resolutiva, dinámica, con afán de conocimiento y capacidad de aprendizaje».
Además, como corresponde, tenemos su fotografía.
Es
relativamente frecuente el hecho de encontrar en las papeleras y contenedores
de basura documentos sensibles como el que nos ocupa. Había decenas de ellos
revoloteando por la zona, por lo que supongo que una empresa sin demasiados
escrúpulos ni control de sus actividades ha depositado un montón de C.V.
directamente en la basura convencional, sin preocuparse de pasarlos por una
trituradora de papel de forma que se conviertan en inservibles. Poco cuidado y
pocas garantías para los confiados demandantes de un puesto en esa empresa
receptora de los C.V. En otras ocasiones los documentos han sido facturas, con
numerosos datos de empresas y actividades o hasta historiales médicos
encontrados desperdigados en las inmediaciones de un hospital. Pasa el tiempo y
no aprendemos a extremar las precauciones.
Ante
esto… ¿Qué podemos hacer los simples mortales? ¿Negarnos a facilitar nuestros
C.V. a las empresas que nos lo pidan? ¿Dotarlos de un mecanismo de
autodestrucción a los xx días? Estamos apañados e indefensos ante estas
prácticas que van desde una falta de cuidado a conductas verdaderamente
delictivas según la ley vigente que escapan a nuestro control pero por las que
podemos sufrir consecuencias y vernos afectados sin remedio ni posibilidad
alguna de reacción por nuestra parte.
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