Avanzamos
viento en popa a toda vela en el magnífico curso titulado «Claves y desafíos del siglo XXI» que bajo la dirección del profesor
Antonio Rodríguez de las Heras está teniendo lugar dentro de los monográficos
de la Universidad Carlos III de Madrid. Llevamos consumidas diez sesiones de
las quince previstas y los conceptos y los conocimientos se acumulan
proporcionando una sensación de vértigo con connotaciones agradables si nos da
por pensar en positivo y disfrutar de los adelantos tecnológicos a los que
estamos asistiendo cada día. Desde que el homo sapiens camina sobre la
superficie de la Tierra, y de esto hace unos cuantos miles de años, no paramos
de incorporar lo que el profesor llama «prótesis» a nuestra endeble estructura
humana para hacerla cada vez más potente: nace así el que pudiéramos denominar «homo sapiens protéticus».
El
concepto es muy amplio y no podemos circunscribirle únicamente a adelantos tecnológicos.
El hecho de llevar encima un vestido no deja de ser un aditamento para hacer
nuestra vida más agradable supliendo carencias o deficiencias que presenta
nuestro cuerpo para combatir el frío o el calor. Nos ponemos o nos quitamos la
ropa en función de la sensación térmica que percibimos y con ello podemos
manejar mejor las condiciones que la naturaleza nos impone. Preparados en
nuestros orígenes para vivir no más allá de tres o cuatro decenas de años,
alcanzamos en las sociedades desarrolladas siete o más y no para de subir la
esperanza de vida, lo que significa una necesidad cada vez mayor de prótesis
que van desde un simple bastón hasta los modernos exoesqueletos que empiezan a
aparecer y permiten movimientos impensables hasta hace pocos años.
A la
salida de clase comentaba con mi compañero y amigo Luis el concepto de
«Tecnología» como una redefinición y asentamiento de la inundación de conceptos
que estamos recibiendo en el curso. Si nos acercamos a las definiciones
oficiales en el diccionario oficial de la Real Academia, tecnología es el «Conjunto de teorías y de técnicas que
permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico» o bien el «Conjunto de los instrumentos y
procedimientos industriales de un determinado sector o producto». Pasando
por encima de estas definiciones académicas, podríamos considerar en terrenos
más prácticos como innovación en tecnología aquello que no existía en un
momento determinado y de pronto llega a disposición generalizada de los humanos como
forma de mejorar su calidad y condiciones de vida. Con este planteamiento, un aparato de televisión sería
tecnología para mí pues en mi infancia y principio de la adolescencia no estaba
a mi alcance, pero no lo sería para mi hija que desde que habita este mundo es
un aparato que para ella siempre ha estado ahí. Podríamos referirnos a una
montonera de cachivaches o archiperres, prótesis, pero sería repetir una
entrada en este mismo blog titulada «TECNOLOGÍA» que data de diciembre de 2010.
De
las cosas puramente mecánicas como puede ser un carro para transportar
mercancías en vez de llevarlas a cuestas, una lanza para mejorar nuestras
posibilidades de caza, una brújula para orientarnos o un microondas para cocinar
nuestros alimentos hemos pasado a nuevos aparatos que la industrialización
creciente nos acerca permitiendo extender nuestras capacidades de una forma
exponencial, jamás imaginada, lo que plantea nuevos retos en todos nuestros
ámbitos. Un ejemplo: la memoria. Cuando un estudiante hace no tantos años
acababa sus estudios, tenía que llevar en su cabeza todos los conocimientos
necesarios, siendo la manera de ampliarlos el acudir a artefactos físicos
generalmente en papel tales como apuntes o libros en su biblioteca personal o
en la pública. La memoria humana, potente pero limitada, era la única fuente a
la que acudir. Ahora, mediante una prótesis transportable como es un «smartphone»
o una fija como es un ordenador, este estudiante moderno puede acceder a la RED
y recuperar una vasta información, suya propia o de otros, prácticamente en
cualquier lugar del mundo y al instante. En suma, que puede llevar sus apuntes
y sus notas consigo, y muchas más de otros a cualquier parte a la que se
desplace. No es memoria cerebral propiamente dicha pero podemos recuperar la
información de esta «memoria externa». A nosotros nos parece ahora normal pero
díganselo a cualquier persona de mediados del pasado siglo y no digamos ya si
nos retrotraemos hacia atrás. Es casi ciencia ficción ahora mismo a poco que
meditemos sobre ello.
Con
todos estos planteamientos, con lo que parece cercano a corto plazo como llevar
un «smartphone» injertado en la piel, con acceso a la RED en cualquier parte,
el profesor planteaba el concepto de «Una educación sin memoria». Yo aprendí a
hacer manualmente operaciones de raíces cuadradas que todavía recuerdo porque
las practico por puro placer de vez en cuando. Pero, ¿es esto transferible al
inmediato futuro? ¿Es necesario que un estudiante, pongamos que no sea gallego,
retenga en su memoria neuronal los ríos de Galicia? ¿O basta con que sepa
consultarlos en la RED?
Entrando
en términos médicos, esta semana acompañaba a mi madre anciana para cambiar sus
audífonos, pues ya sin ellos oye con dificultad. Aunque no era lógico para una
persona mayor, nos hablaron de modelos controlados inalámbricamente desde el
teléfono. Micro audífonos implantados en los oídos permiten mejorar la audición
pero este tipo de aparatos lleva tiempo entre nosotros y no nos impresiona
tanto su evolución. Pero supongamos un parche colocado en nuestra piel que se
comunica constantemente vía «bluetooth» con nuestro teléfono y este con el
ordenador del hospital y entre ellos se transmiten nuestras constantes vitales
de forma instantánea. Estamos pensando en temperatura, pulsaciones, tensión
arterial o similares, las más corrientes, pero no sólo esas; una píldora que ingiere el paciente varias veces al día lleva un contenido biónico con
nanotecnología que es capar de enviar imágenes y tomar medidas de sus efectos
en el interior del cuerpo por donde se va desplazando. Y si nos olvidamos de
tomarla, el ordenador o nuestro teléfono es capaz de recordárnoslo.
El
problema de todo esto es el uso de los medios tecnológicos. Es fundamental que
el centro de todo sea el hombre y su mejoramiento y no ocurra como muchas veces
al revés, en que se obliga a cambiar al hombre para adaptarse a la tecnología
en una vorágine de cambios que acaba por trastocarnos por el vértigo inducido.
Como
colofón mencionar un comentario jocoso sobres estos aspectos. Supongamos que
disponemos de un frigorífico conectado a internet que se encarga de conectarse
al supermercado y hacer la compra para reponer los artículos. Ojo a si también
se conecta a nuestra báscula inteligente, esa que nos «obliga» a pesarnos todas
las mañanas, y entre los dos, frigorífico y báscula, se ponen «de acuerdo» para
no reponer cervezas hasta que no bajemos
de peso…
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