Demasiados
ataques al diccionario en las últimas entradas, eso sí, solo a consultar y
aprender, que nunca es tarde. El término elegido como título hoy tiene en el
libro de los libros la acepción que iba buscando y que reza lo siguiente: «Fraude electoral que consiste en alterar el
resultado del escrutinio de votos». Un tema de actualidad teniendo en
cuenta que el pasado domingo 26 de junio de 2016 se han celebrado en España
elecciones generales, las segundas en seis meses. Nunca hubiera pensado que en
un país supuestamente avanzado en asuntos de democracia se pudiera «dar pucherazo», expresión también
recogida en el diccionario y explicada como «computar votos no emitidos en una elección».
El
asunto es que actuaciones que parecían inconcebibles salen a la luz día tras
día, dando una imagen de la calaña de algunas de las personas que rigen
nuestros destinos y que hacen que surjan dudas en cuestiones que antes se
juzgaban como imposibles. El problema es que a fecha de hoy a mí me parece que algunos
son capaces de eso y de mucho más.
Para
muestra vale un botón. En un vídeo de cinco minutos, en inglés pero con
subtítulos saltarines en castellano, a disposición de quién esté interesado en
la plataforma Youtube y accesible a fecha de hoy mediante este enlace, un
informático norteamericano explica ante los jueces como hace años realizó por
encargo de su jefe un programa para alterar los resultados de las elecciones en
el estado norteamericano de Ohio. Él dice que es muy fácil y yo, que llevo más
de cuarenta años trasteando y codificando programas informáticos, digo lo mismo.
¿Quién controla esto?
Es
casi imposible en una mesa electoral dar pucherazo. Se tendrían que poner muy
de acuerdo el presidente, los vocales, los interventores si existen e incluso
el público que puede voluntariamente asistir al escrutinio. Pudiera ocurrir,
pero es altamente improbable. Se confecciona el acta, la firma todo el mundo y
se lleva al juzgado. ¿Quién o como se garantiza que el papel que recibe el
juzgado es físicamente el mismo que se ha generado en la mesa de votación? ¿Se
puede dar el cambiazo? En todo caso este proceso tampoco sería muy viable para
alterar los resultados, ya que intervienen muchas personas, muchos juzgados y
sería difícil hacerlo de una forma generalizada para que surtiera efecto.
A
continuación, los datos procedentes de las actas en papel son introducidos por
diferentes formas en los ordenadores centrales de… ¡una empresa que se encarga
de procesar todos los datos del entramado electoral! Ni siquiera es el propio
Ministerio correspondiente sino que se contrata un servicio externo. ¿Qué
controles se dan en esta contratación? ¿Se verifica el funcionamiento correcto
de la empresa contratada, sus procesos y sus programas informáticos? ¿Existe
alguna auditoría que compruebe la exactitud de los procesos y los datos?
Realmente desconozco si hay respuesta a estas preguntas o solo se trata de una
cuestión de confianza.
Retrotrayéndonos
al pasado, en los años setenta del siglo pasado tuvo lugar la explosión de los procesos
bancarios; los recibos que antes se pagaban al cobrador que iba casa por casa
empezaron a domiciliarse en cuentas y lo que eran tres o cuatro relativos a los
servicios básicos, se han convertido en la actualidad en una montonera de pagos
mensuales, bimensuales, trimestrales, semestrales o anuales que asusta. Basta
con echar un vistazo a los movimientos de la cuenta bancaria de cualquier
persona normal para ver el número ingente y creciente de recibos que pagamos a
través del banco. En mi caso y en la carpeta donde guardo los justificantes de
los cargos, extractos y demás relativa al pasado año 2015 hay 259 justificantes.
A
modo de ejemplo que pudiera guardar cierta similitud, ocurrió algunas veces en
aquellas épocas que avispados informáticos realizaron triquiñuelas en sus
programas para detraer algunos centimillos en ciertas operaciones como por
ejemplo los abonos de intereses, antes cuando había, o en función de ciertos
condicionantes como la edad de las personas, la inmovilidad de las cuentas u
otros para desviar esos céntimos a otras cuentas de forma que muchos pocos
hicieran un mucho y conseguir lucrarse de manera ilícita. Algunos casos
salieron a la luz y otros no, pues suponían una muy mala imagen para los bancos
que preferían lavar los trapos sucios de forma interna y solucionarse sus
problemas sin dar que hablar a la opinión pública.
Otro
ejemplo que se me ocurre tiene lugar con frecuencia cuando vamos al
supermercado. Llenamos el carro de cosas y pasamos por caja, donde nos dan un
tique con la cuenta. Mucha gente ni lo mira, paga con la tarjeta y sale
zumbando, otros repasamos por encima los artículos y los precios por aquello de
detectar errores o falsas ofertas, pero… ¿quién revisa la suma a ver si es
correcta? Como está hecha por una máquina, nos fiamos, pero las máquinas y los
ordenadores se programan, pueden existir errores sin querer pero también
queriendo. Tengo que decir que yo he comprobado en algunas ocasiones estas
sumas y están correctas, pero eso no significa nada, porque si el error es
intencionado, uno de los requisitos que todo malhechor sabe es que sea
intermitente para hacer más difícil su detección. Por ejemplo, en los minutos
17, 35 y 55 de cada hora, el ordenador añade 10, 20 o 30 céntimos «de clavo» a
la cuenta, lo que seguramente pase desapercibido.
Nos
fiamos mucho de las personas y de las máquinas, demasiado en algunos casos,
porque la realidad nos demuestra día a día que ciertos cargos, ciertos
uniformes, ciertas empresas y ciertos programas informáticos no son de fiar e
incluso pueden estar ejecutando acciones intencionadamente erróneas en su
propio beneficio.
Volviendo
al tema que nos ocupa, hay cierta actividad sobre este asunto en estos días, pero
evidentemente fuera de los canales oficiales. Los grandes medios no se ocupan
de esta posibilidad, que es descabellada para el común de los mortales: somos
un país serio y estas cosas no pasan. En todo caso, el problema sería como verificar
si todo está correcto, como hacer una mínima auditoría. Hay alrededor de 66.000
mesas electorales en España, lo que supone otras tantas actas que estarán
depositadas unos meses en los juzgados. Comprobar que las actas son las
correctas y que sus datos están correctamente reflejados en el «ordenador» de
la empresa que se ha encargado del asunto es harina de otro costal y tarea más
que ardua.
Si
quiere Vd. seguir adentrándose en este tema de ciencia ficción, le propongo un
par de vías a explorar. Una, que es la primera vez que las encuestas realizadas
a pie de urna presentan una desviación tan grande y desproporcionada como la
que ha tenido lugar. Otra, que la empresa que se ha encargado del escrutinio en
junio de 2016 no ha sido la misma que lo hizo en las elecciones del pasado
diciembre de 2015 y además parece que el cambio se ha decidido sin muchos
controles tan sólo un mes antes de las elecciones. Lo malo de todo este asunto
es que, probablemente sin razón, a mí me entra la duda.
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