Hace
ya muchos meses, la archiconocida empresa Samsung me confirmó que las
actualizaciones para mi querido Galaxy Note 2 se habían acabado. Es política de
la compañía, según manifestaron ante mi consulta, no prestar atención a ni
actualizar aquellos aparatos con más de 18 meses de antigüedad, si bien en este
caso lo habían actualizado más recientemente. Pero la última versión de Android
que ha llegado al mismo es la 4.4.2 y de esto hace casi dos años.
Sigo
queriendo, diría que amando, mi Note 2 y no me resisto a no ponerle al día con
versiones más recientes de su sistema operativo. El problema es que para
hacerlo todo pasa por tomar el control del móvil, operación conocida en el mundillo
como «rootear» o «do jailbreak» al aparato y con ello salirse del paraguas
protector de Samsung y sus políticas oficiales y manejar este fenomenal aparato con mis propias
decisiones.
Hoy
día uno de septiembre de dos mil diecises tomo la decisión, sin prisa pero sin
pausa, de hacer un corte de mangas a la protección que me ofrece la casa madre,
protección abandonada como digo hace un par de años, y sumergirme en el
proceloso mundo de las «Rooms», los «Recoverys» y demás conceptos que me
permitirán conseguir actualizar mi aparato o, si fracaso, convertirlo en un
perfecto pisapapeles para mi escritorio. Como digo, me impongo una lentitud en
el proceso que me permita mirar y remirar en la red las diferentes opciones,
que hay muchas y muy variadas, hasta tomar una decisión, optar por un camino y
pasar a la acción.
Me
propongo llevar una bitácora registrando paso a paso todas las consultas y
acciones emprendidas, de forma que sea reproducible en el futuro no solo por
mí, sino por algunos buenos amigos como Miguel Ángel, que tienen este mismo
dispositivo, están contentos con él y no tienen ninguna intención de cambiarlo
por otro. No en vano sigue funcionando bien, muy bien, y eso que lleva unas
cuantas horas de marcha a mi entera satisfacción desde diciembre de dos mil
doce en que lo adquirí por un precio desorbitado entonces de 540 euros y en
contra de las opiniones de todos los que me rodeaban, no solo por el precio
sino por el descomunal tamaño de 5,5 pulgadas que en aquella época era
considerable, aunque si ahora vemos los aparatos con los que circula el personal, hasta
me parece pequeño. Como digo, en esos casi cuatro años de funcionamiento diario
se ha revelado como un magnífico aparato y no tengo ninguna intención de
prescindir por él mientras me siga siendo válido; la fiebre de cambiar todos
los años de modelo, ya van por el note 7, no me ha afectado y espero que no me
afecte.
Recuerdo
mis esfuerzos con el teléfono, un modelo llamado ZERO, de la casa
española GEEKSPHONE de la que guardo un buen recuerdo ya que fue una aventura
conjunta y que me sirvió para aprender, y sufrir, mucho, poniendo el aparato en
funcionamiento. Aunque todavía está por ahí en un cajón, su tamaño y sus
prestaciones, buenas para su precio, quedan muy por debajo de lo que hoy puede
considerarse mínimo. He aprovechado para echar un vistazo a la página web de
esa empresa y sigue vivita y coleando,
peleando por hacerse un hueco en este mundillo de grandes multinacionales y con
sus mismos planteamientos de hace años, no solo de brindar a los usuarios
teléfonos libres sino ofertando la posibilidad, muy atrayente, de instalar en
sus aparatos otros sistemas operativos alternativos que no sean Android. Habrá
que tenerlo en cuenta si la operación de puesta al día deja convertido como ya
he dicho mi Note 2 en pisapapeles.
En
todo caso y por lo que recuerdo, lo primero de todo es instalar una aplicación de
recuperación o «Recovery». En el estado actual no hace falta ya que el propio
dispositivo tiene la posibilidad de utilizar lo que se llama «recuperación a
fábrica» que lo dejaría en su estado inicial en caso de fallo. Pero si le
andamos trasteando, podemos cargarnos algo, por lo que siempre es recomendable
tener una vuelta atrás de seguridad, por lo menos en teoría, para poderlo
recuperar. Así que en esas estamos. Por el momento parece que la aplicación
llamada TWRP es la que más recomiendan los usuarios en los foros y además puede
instalarse sin tener control «Root» del aparato con una aplicación de PC
denominada ODIN.
Pero
como digo, me auto impongo un período de mirar y remirar en la red antes de
decidirme a poner manos a la obra utilizando alguna de las opciones que voy
viendo. Creo que las prisas no son buenas para nada y además, como dice mi buen
amigo Miguel Ángel, «no tengo prisa ni nadie que me la meta», así que
tranquilidad. El mes de diciembre queda lejos y en caso de «pisa-papelear» el
Note 2 siempre están los Reyes Magos para hablar con ellos y encargarles uno
nuevo; comprenderán sus majestades que cuatro años de fidelidad a un móvil es
mucho más de la media general, que cambia con más frecuencia por avería, por
pérdida o simplemente por estar a la última. Un buen profesor de humanidades,
Antonio Rodríguez de las Heras, mantiene en sus comunicaciones que una de las cosas sorprendentes que
verán los arqueólogos del futuro, cuando escarben en sus sitios preferidos
entre los que se encuentran los basureros, será la cantidad de aparatos
tecnológicos, entre ellos los teléfonos, que hemos tirado a la basura sin
intentar arreglarlos y sin tener ningún problema, esto es funcionando
perfectamente y solamente por un cierto esnobismo de estar a la última.
Inicio
la aventura. Quizá más adelante en este blog haya otra entrada contando como me
ha ido la cosa, esperemos que bien, pues si otros muchos han conseguido poner
al día su cachivache, incluso con la recién aparecida versión 7 de Android,
conocida con el apodo de Nougat, no veo porque yo no voy a conseguirlo. Como digo
siempre la cuestión es el número de horas e intentos para recorrer un camino
ignoto hasta llegar al final. Sufriremos y disfrutaremos en este trayecto y
aunque no se consiga el fin propuesto, pues los caminos tienen encrucijadas, la
experiencia seguro que valdrá la pena. Todo menos estarse quieto, y aprovecho
para repetir una vez más que la curiosidad es un antídoto para la vejez. Está
bien ser conformista y disfrutar de lo que se domina, pero un poquito de
aventura siempre viene bien para mantenerse despierto.