Aunque no verán la luz hasta el sábado o el domingo por
seguir la tradición de publicación, escribo estas líneas el jueves anterior
mientras suenan en los altavoces del ordenador los tradicionales cánticos de
los niños de San Ildefonso interpretando la partitura que se repite todos los
años el 22 de diciembre relativa al sorteo de Navidad de la Lotería Nacional.
Dicen muchas cosas positivas de este sorteo apelando a la tradición, a la
amistad, a compartir con familiares y compañeros, etc. etc. pero se callan
otras que no son tan positivas. Y además desde hace pocos años, las negativas
dieron un salto cualitativo que se suponía que era temporal, pero tiene la pinta de que ha llegado para quedarse y por lo menos este año y el que viene no
hay ninguna intención de retirarlo. Me refiero a esa quita especial del 20% que
antes no existía.
Durante toda mi vida he participado en este sorteo, generalmente
de forma compartida con familiares, compañeros de trabajo y amigos. El
intercambio de participaciones exigía casi en los últimos tiempos llevar una
contabilidad y tener exquisito cuidado con los décimos comprados, su cuantía y
custodia y con quienes se habían compartido porque, no toca nunca, pero todos
los años oímos en las noticias asuntos feos de personas que compartieron y o
bien no tenían suficiente montante para responder o bien se largaron sin decir
esta boca es mía. Claro, esto solo ocurre cuando toca, porque si no toca todos
estos chanchullos quedan sin salir a la luz.
Lo sabemos todos: la de Navidad es una de las peores
loterías, sino la peor, del año. Hay estadísticas de todo tipo en las que se
constata que las probabilidades son mínimas, los premios son menores, etc. etc.
pero los españolitos no desistimos de acudir a la llamada del organismo oficial
de Loterías que ya puso de moda un fenomenal anuncio que todos los años impacta
y de qué forma en la sociedad. A comprar lotería todos. De ilusión también se
vive aunque cueste unos eurillos. Es la tradición.
Hará unos tres años que digo aquello de que en este sorteo «me toca todo lo que juego» porque no
compro nada. En años anteriores había llegado casi a los cien euros de gasto
por atender los ofrecimientos de amigos, departamentos o asociaciones que con
su buena intención no quieren dejarte fuera en caso de que la suerte sonría. Se
corre el riesgo de que toque en uno de los décimos o participaciones ofertadas,
pero si llega el caso me alegraré por los premiados y yo seguiré con mi
convencimiento de no participar.
No es del todo exacto que no gaste nada, porque tengo que
reconocer que sigo haciendo un gasto de, exactamente, doce euros en la
actualidad. Hay una cofradía de Semana Santa que emite participaciones de tres
euros, de los que se juegan dos y medio en un número que todos los años es el
mismo. Mi padre ya compraba estas participaciones para cada hermano desde que
éramos niños y yo he seguido con la tradición pues no olvidemos que el número
es todos los años el mismo. No toca nunca, algunas veces el reintegro y en
pocas ocasiones que yo recuerde la pedrea. Si se trata del reintegro es una
buena noticia para la cofradía porque muchos no hacen efectivo el cobro lo que
supone un ingreso extra y extraordinario en las cuentas del año. Sin duda el
lector pensará porqué compro cuatro participaciones y no una. Una me la reservo
para mí y las otras las intercambio con tres amigos, dos de Sevilla y uno de
Almería con los que llevo haciendo esto desde hace cuarenta años, con lo que no
sería de recibo cortar esta rutina y sobre todo por tratarse del mismo número
de siempre.
Pero este año de 2016 he caído en la trampa y he comprado
dos décimos, cuarenta euros, por dos cuestiones un poco extraordinarias. Uno de
ellos ha sido porque he tenido la ocurrencia de compartirlo con una familia
norteamericana a la que nos une gran amistad. La cosa ha resultado curiosa para
ellos que están expectantes con el resultado del sorteo que está teniendo lugar
en estos momentos. En principio les dije que el premio si nos tocaba el «gordo»
era de doscientos mil dólares aproximadamente para cada familia, si tenemos en
cuenta un cambio del dólar a la par como está en estos días, pero
inmediatamente tuve que rectificar por la negatividad cualitativa desde hace
unos años que supone el impuesto extraordinario y directo del 20% que se aplica
en el momento del cobro para todos los premios superiores a dos mil quinientos
euros. Así de un plumazo, si te toca el gordo y vas a hacer efectivo tu décimo
a una entidad bancaria, te dirán que te corresponden cuatrocientos mil euros de
premio pero en el mismo instante te aplicaran el impuesto y te quitarán setenta
y nueve mil quinientos, un impuesto directo, fijo e inmediato para todos, sean
ricos o pobres. Y me asalta la duda ¿para extranjeros también? Si toca tendré
que enterarme, pero por si acaso ya le he dicho a la familia amiga americana
que de doscientos mil dólares para cada familia nada, que con el impuesto se
queda en ciento sesenta mil dólares. Lo más difícil ha sido explicarles lo que
significa eso del «gordo» en un sorteo.
Y el otro décimo… He visto muchas cosas respecto de la
lotería en general y de esta en particular, pero me ha sorprendido una forma
nueva de compartir en la oficina en la que estoy laborando actualmente. En
lugar de comprar el mismo número para todos, lo que se hace es aportar un
décimo cada uno de los que quieren participar como fondo común, que ha llegado
a los 30 décimos, todos diferentes y procedentes de multitud de puntos de la
geografía nacional. La idea es que todos los décimos estuvieran depositados y
custodiados por una comisión, pero la distancia, los tiempos, las vacaciones y
otros impedimentos han hecho esto imposible, con lo que se han utilizado los
medios modernos, wasap y correo electrónico, como certificado de compromiso al
enviar una foto de los mismos a la comisión gestora. El sistema me ha parecido
curioso y me he animado a participar por esta vez y sin que sirva de precedente.
En este fondo hay décimos de todas las terminaciones, con lo
que algún reintegro está asegurado y quizá haya suerte y corresponda alguna
pedrea, con lo que habrá algo para reinvertir en el siguiente sorteo del Niño y
quizá en alguno más hasta que se acabe perdiendo todo, que es lo que suele
ocurrir en la mayoría de los casos, especialmente si los premios no son
cuantiosos.
Como curiosidad, investiguen y lean de qué ocurre con el
asunto de los impuestos cuando los décimos son compartidos entre varias personas…