La fotografía que ilustra esta entrada es
un remedo de la que originalmente llamó mi atención y que no tomé en un primer
momento. Al volver, la situación había cambiado y ya no era posible. Ocurrió
durante mi reciente viaje a EE.UU, hace unos meses, cuando iba a visitar a unos
familiares en una urbanización en las afueras de Orlando, en el Estado de
Florida. Bien es verdad que era una urbanización cerrada y particular, pero el
hecho es casi el mismo. De un balcón en una primera planta salía un cable que
estaba conectado a un vehículo aparcado en la calle, en la misma línea del balcón
si bien un poco retirado por los jardines. Hay que reconocer que no era lugar
de paso, no había aceras y por tanto no había peligro alguno de que nadie se
enredara con el cable.
Como se habrá podido figurar el coche era
eléctrico, cien por cien eléctrico, concretamente uno de la marca Tesla que
están tan de moda ahora llamando la atención. La urbanización no disponía de
garajes particulares, estando los coches de todos los residentes aparcados en
la calle.
La historia de los coches que utilizan
derivados del petróleo como combustible es ya bastante larga y estable. Si mi
memoria no me traiciona, allá por el año 1973 del siglo pasado tuvo lugar la
primera gran crisis del petróleo, en la que los precios se dispararon y ya se vió
que la dependencia de la sociedad de las gasolinas y los gasóleos era enorme al
estar basada su economía en estas fuentes de energía y por ello con una total
dependencia de los países productores de petróleo que podían abrir o cerrar el
grifo a su antojo comprometiendo los desarrollos y la vida de la llamada
sociedad occidental.
Desde entonces han pasado casi cincuenta
años y prácticamente todo sigue igual en lo que se refiere al parque de
automoción. Se supone que durante todos estos años se debería de haber buscado
una alternativa, o varias, que permitieran a los vehículos y a la industria
independizarse de esta fuente de energía, que por otra parte es finita además
de altamente contaminante por generar gases de combustión que afectan
seriamente a la atmósfera y a su capa de ozono. Pero flotaba en el ambiente que
las poderosas empresas que rodeaban el mundo de los combustibles hacían lo
posible y lo imposible para frenar cualquier tipo de investigación en la
búsqueda de una alternativa. Era cuando menos extraño que las casas fabricantes
de automóviles no estuvieran investigando seriamente durante todos estos años
para posibilitar el movimiento de sus vehículos con otra fuente de energía.
Sin embargo, en los últimos años parce
que la tendencia ha dado un giro brusco y las empresas automovilistas se han
puesto las pilas y se han subido al carro del cambio para poner en el mercado
vehículos híbridos o puramente eléctricos. En estos momentos, septiembre de
2017, los precios son todavía algo elevados, pero esto es ley de vida para las
innovaciones, que con el paso del tiempo se generalizan llegando a más
compradores y abaratando consecuentemente los precios. Los precios de los
coches son muy variables pero en la actualidad podemos encontrar un coche de
tipo medio de gasolina o diésel en unos quince mil euros. En el mercado hay
algunos vehículos de estos mismos tipos medios y puramente eléctricos en
veintidós mil euros y con autonomías que rondan los trescientos cincuenta kilómetros
por carga. La diferencia no es mucha si se tiene en cuenta que su utilización
no va a generar los mismos gastos al no tener que visitar la gasolinera.
Ahora bien, hay voces que llevan varios
años abogando por otro tipo de combustibles entre los que podemos citar el gas
o el hidrógeno. El gas tiene parecidos inconvenientes a los combustibles
fósiles mientras que el hidrógeno sería un tipo de energía con muchas ventajas
en su uso diario. No parece que la investigación vaya por ahí, especialmente
por los problemas de almacenaje y distribución. Propuestas interesantes en este
sentido hay muchas y alguna puede leerse en el muy recomendable libro de Jeremy
Rifkin titulado «La economía del
hidrógeno» del cual puede leerse una reseña en el blog amigo de A leer que
son dos días haciendo clic en este enlace. La energía eléctrica es limpia, pero no lo es tanto su producción,
especialmente si para generarla se emplean a su vez combustibles fósiles como
el carbón, derivados del petróleo o energía atómica ya que por el momento
procedimientos limpios como los hidráulicos o por medio del viento o el sol
están por desarrollar para poder cubrir la creciente demanda.
Supongamos que el coche eléctrico se
generaliza en los próximos años. El problema diario sería la recarga del mismo.
Como se puede ver al salir a la calle, miles de coches están aparcados
diariamente en las calles y no siempre debajo de la ventana o balcón de su
propietario. ¿Nos imaginamos una maraña de cables saliendo por las ventanas
hasta alcanzar los vehículos? Solo aquellos que dispongan de garaje propio por
vivir en una casa individual o adosada no tendrán problema en este asunto. Pero
el resto de los mortales, incluso aquellos que dispongan de garajes
comunitarios en sus viviendas tendrán un problema a la hora de recargar sus vehículos
en sus domicilios, pues las comunidades no creo que estén dispuestas a asumir
el incremento en el gasto por estas recargas personales.
La alternativa será la recarga en puntos
públicos del tipo de las gasolineras actuales, pero eso llevaría un tiempo que
por el momento supera los treinta minutos, perfectamente asumible en un
desplazamiento largo pero no en el trasiego diario. Si nos compramos un vehículo
eléctrico… ¿cómo solucionamos el asunto de las recargas?