No sé lo que le ocurrirá a otras
personas, ya que depende mucho de la actividad que cada uno desarrolle en la
red, pero el asunto del SPAM empieza
a ser sino preocupante al menos cargante. Menos mal que hace años decidí
abrirme una cuenta de correo secundaria que es la que facilito a los sitios en
los que no tengo demasiado interés y además no son muy fiables. Con el tiempo
esta dirección alternativa ha ido replicándose por la red de forma que recibo
una montonera, a diario, de correos electrónicos no solicitados ni deseados que
sobrecargan la red, mis comunicaciones y en los que tengo que emplear, repito
lo de a diario, un precioso tiempo para su desecho.
Si se observa con detenimiento la imagen
que acompaña al texto, se puede apreciar que todos esos correos son del día 20
de septiembre, esta misma semana, donde la cosa ya alcanzó cotas intratables. SPAM, vaya sorpresa, aparece en el DRAE,
diccionario de la Lengua Española con el significado de «correo basura». La FUNDEU aclara además que también es «correo no deseado» y «se emplea para
referirse a los mensajes de correo electrónico, generalmente publicitarios, que
llegan a las bandejas de entrada mediante envíos masivos y sin haber sido
solicitados».
A riesgo de estar equivocado y por
experimentación en las propias carnes, he llegado a la conclusión de que es
inútil tratar de acabar con estas prácticas. Si intentas anular el correo,
siguiendo las algunas veces complicadas instrucciones para darlo de baja, lo
más probable es que siga llegando además de perder un precioso tiempo. Una
técnica que he intentado emplear es, cuando se trata de correos que llegan a mi
correo «bueno», no tratar de darlos de baja sino de cambiarlos a mi correo
«malo», pero en muchas ocasiones lo que se consigue es que sigan llegando a los
dos.
Por todas estas consideraciones, lo único
que se me ocurre es tratar de manejar la ingente marea de correos spam que me llegan de forma que pueda
eliminarlos con cierta seguridad de no cargarme ninguno bueno, pues cabe la
posibilidad de que por error algún correo que estás esperando sea colocado por
alguna causa en la carpeta de spam, con
lo que no es una buena práctica eliminar todos de golpe sin unas mínimas
precauciones.
Muchos usuarios utilizan como correo
principal servidores de Google (Gmail), o de Microsfot (Hotmail) u otros cada
vez menos frecuentes como Yahoo, amén de correos propios de las operadoras de
internet que nos hacen el servicio, tales como Timofónica, Guananoo o Yoyafone.
Estas plataformas y otras existentes tienen sus propios detectores de correo
basura porque al fin y al cabo son ellas los que los reciben en primera
instancia y pueden detectar su similaridad o parecido entre ellos de forma que
se active la sospecha. En mi caso, el correo principal o «bueno» y el
secundario o «malo» son de Google, el conocido Gmail, y la carpeta de spam es engrosada a diario de forma
automática como puede verse en la imagen adjunta.
Con ello, mi primer punto de control lo
realizo en el teléfono inteligente, donde tengo registradas las dos cuentas.
Reviso a diario el apartado de spam,
que en mi caso y supongo que será general suele funcionar de forma bastante acertada, y pulso el botón de «vaciar
spam ahora» con lo que consigo una limpieza efectiva y rápida. Es evidente que
tendremos que tener cuidado y decidir si asumimos la recepción con nuestros
datos móviles o solamente cuando estemos en una wifi personal o privada, ya que
el consumo con tanta «guarrería» puede ser alto.
Pero los «enviadores» de propaganda se
las saben todas y tienen verdaderos robots especializados en mandar correos
diferenciados que se salten los filtros de detección de las compañías, con lo
cual algunos acabarán llegando a nuestra bandeja de entrada. Mi segundo punto
de control es el ordenador, donde utilizo el gestor de correo Outlook, que me
permite programar el que solo me lleguen a la bandeja buena de entrada correos
enviados por remitentes que figuren en mi lista de contactos. Los no detectados
caerán en una bandeja especial de «Correo no deseado» que habrá que revisar
para tomar decisiones en cuanto a intentar darse de baja, cambiar a la
dirección «mala» o simplemente eliminar.
Los usuarios del correo electrónico
tienen en general poco cuidado con el uso de las direcciones de correo. Un
ejemplo: me adscribo a un club presencial de papiroflexia, facilito mi correo
electrónico y mi teléfono móvil y al coordinador del grupo no se le ocurre otra
cosa que mandar un correo de bienvenida a todos con las direcciones a la vista
─sin emplear por tanto el campo CCOO-con copia oculta─ y crear un grupo de
wasap con los teléfonos de todos. ¡Hala! Ya tiene todo el mundo mi correo y mi
teléfono cuando yo no he autorizado ni quiero que se publicite de esta manera.
Como antaño había empresas que se
dedicaban a coleccionar direcciones postales para ofrecer servicios de
impresión de etiquetas para envíos por correo ordinario de propaganda, hogaño
supongo que habrá otras empresas que se dediquen a coleccionar correos
electrónicos con los mismos propósitos. Pero la diferencia es enorme: los
envíos postales costaban dinero en preparación, materiales y sellos mientras
que los envíos electrónicos son gratis. ¿Será esta la clave? ¿Se seguirían
enviando miles de correos electrónicos de este tipo si tuvieran un coste para
el emisor?
Cuando terminaba de escribir estas líneas
he echado un vistazo al asunto en mi teléfono. 77 correos en spam en las últimas 24 horas, todos ellos no solicitados ni
deseados. No alcanzo a atisbar dónde puede estar la solución a este asunto,
pero de seguir a este ritmo conseguiremos que se colapse el sistema.