Debido a mi trabajo en un centro de
cálculo informático, mi contacto con el mundo de internet ocurrió hace ya más
de veinte años. La empresa, abierta como ninguna a las innovaciones
tecnológicas, apostó desde muy pronto por el potencial de la nueva tecnología
especialmente en la utilización de los correos electrónicos. Debido a que una
de mis ocupaciones era ser el coordinador de un grupo de trabajo inter
empresas, llevaba años mandando documentación por fax a una veintena de personas
de forma mensual. Recuerdo que el día que me tocaba hacer los envíos casi me
ponía malo, porque lo tenía que hacer de forma personal y era un buen rato el
que me pasaba luchando con la máquinita de marras.
Con la llegada del correo electrónico
aquello cambió, y no porque en un primer momento pudiera sustituir el fax por
el email, porque insisto en que mi
empresa era puntera y no todas las demás entraron tan pronto en este mundillo.
Pero lo que yo si podía hacer era enviar un correo electrónico a un fax virtual
que se encargaba de mandar de forma automática toda la documentación a la lista
de números que llevaba puestos en la cabecera. Desde mi mesa y con un simple clic
me había ahorrado la tediosa tarea mensual.
Las empresas van por delante pero al
final, en todos los aspectos de la vida, lo que se trata es crear la necesidad
para que todos hagamos las cosas de forma personal, en nuestro domicilio. Al
principio el ambiente en la empresa era bueno y no había restricciones
significativas en el uso de internet o el correo electrónico para asuntos
personales, aunque yo siempre he querido diferenciar este aspecto por lo que
pudiera ocurrir. En 1997 me había apuntado a correr la maratón de Nueva York y
yo en casa no tenía conectividad, con lo que el correo y el acceso a internet
desde la empresa fue de una gran ayuda para todo lo relacionado con la carrera:
extraje numerosa información y recomendaciones sobre el particular. Pero con
anterioridad a hacer uso privado en la empresa pedí permiso expreso a mi jefe
que me lo concedió sin ningún problema.
No quedaba más remedio que ponerse en
casa el acceso para disfrutar de este mundo. La primera empresa con la que
contraté el servicio fue Wanadoo y el coste de un recibo que tengo por ahí
guardado era de 45,24€. Estamos hablando de los primeros años de este siglo XXI
con lo que el coste era ciertamente alto. Y además todo iba por la línea
convencional de teléfono con lo que la lentitud era exasperante, especialmente
si la comparamos con la de hoy en día. Quince años de evolución en este terreno
tecnológico son muchos años y lo que en un modem de aquellos era una velocidad
de 0,05x ahora en un router es de
300x e incluso más. Pero para tener esta velocidad es necesario que la «fibra»
llegue hasta nuestra casa.
Un avance significativo fue la llegada
del llamado ADSL a las comunicaciones. Pero la limitación del hilo telefónico
que daba servicio tanto al teléfono convencional como al servicio de internet
era significativo y además había que tener en cuenta un hecho que llamaba la
atención: a mayor distancia física de nuestro domicilio a la central telefónica
menor velocidad en las transmisiones. En mi caso, yo tenía contratada una
velocidad nominal de 20x pero en los mejores momentos en los que lo he
controlado me llegaban 7,7x. Y esto en operaciones de descarga que son las más
comunes. Pero yo por mi trabajo, hago algunas operaciones de subida y aquí el
rendimiento era patético: 0,3x de velocidad de subida en el mejor de los casos.
A mi bloque llegó la fibra hará un par de
años o quizá más. Lo más normal en instalaciones de fibra estándar es que ambas
velocidades, subida y bajada, sean de 300x. En la imagen pueden verse las
velocidades que tengo en este momento: 294x de bajada y 316x de subida. Pero aunque
mi vecino del piso de arriba tiene fibra desde hace ese par de años, yo no he
dispuesto de ella hasta hace quince días. ¿Por qué? La única empresa que disponía
de las instalaciones de fibra en mi zona era Timofónica y yo hace varios años
tuve un par de agarrones con ella y me dije que nunca más. Y hasta ahora lo he
mantenido y espero poder seguir haciéndolo ad
infinitum. Yo necesitaba la fibra como el comer. En alguna ocasión he
subido a casa del vecino o me he ido a casa de mi hermano, como cuando por ejemplo tuve que subir un vídeo pesado a Youtube y lo que en mi casa me costaba
unas veinte horas con mi ADSL patatero, la fibra se lo merendaba en menos de
media hora.
Ya tengo fibra, con otra empresa que no
es Timofónica. Estoy como niño con zapatos nuevos. Pero la fibra ha traído
consigo una peora que no me gusta nada:
el teléfono fijo depende de la conexión a internet: si esta falla, te quedas
sin fijo. Hoy día la cosa no es muy importante, en mi caso, porque disponemos
en la familia de móviles y nos podemos arreglar. Pero me pongo en el caso de un
autónomo o profesional que se quede sin internet y sin el teléfono profesional.
Pues bien, eso ha ocurrido. El lunes de
esta semana he estado sin internet y por tanto sin teléfono. El martes por la
mañana tenía internet y teléfono… pero no era el mío, pues el número era otro
diferente. El mío simplemente no existía y recibía llamadas que iban destinadas
a otro número. Menos mal que no era el de una casa de citas. Afortunadamente
eso se arregló en la media tarde del martes. En estos casos la solución era
llamar al servicio de atención al cliente de la empresa que me da servicio y
que mencionaré: Jazztel. La avería ha sido de tal calibre y de tal extensión
territorial, que era imposible contactar con ellos. Solo quedó esperar, pero
las imprecaciones de los usuarios en las redes han sido épicas. Con esto se
demuestra que en segundos y por una avería o un error informático como parece
que ha sido el caso, se nos pueden caer los palos del sombrajo y quedarnos a verlas venir.
Ha sido un buen bautizo en el mundo de la
fibra. Esperemos que no vuelva a ocurrir. Diré que estoy contento, muy
contento, con el servicio de Jazztel desde hace unos diez años y por eso me
mantengo en él y he esperado pacientemente, sin traicionarles, a que me dieran
el servicio de fibra aunque sea a base de que Jazztel se la alquile a Timofónica.
Son cosas entre empresas que a mí no me llegan; yo lo que quiero es no tener
relación alguna con Timófonica. Por ello he pagado un alto precio estos dos
años auto limitándome. Ahora a esperar que no haya más sobresaltos y pueda
disfrutar de mis nuevas velocidades que me parecen de vértigo comparadas con
las anteriores. Es de suponer que con el tiempo me acostumbraré a ellas y me parecerán
lentas, pero eso es ley de vida.