El
acrónimo IBM responde a las siglas en inglés de International Business Machines, una multinacional conocida a lo
largo y ancho del planeta, pues no es sino una de las empresas de tecnología
más grandes del mundo y cuya creación con este nombre data de 1924, si bien fue
resultado de una fusión de varias empresas anteriores entre la que podemos
citar la fundada en 1896 por un inmigrante alemán llamado Herman Hollerit y
denominada «Tabulating Machine Company». Eran las primeras máquinas
tabuladoras, calculadoras, que suponían una gran ayuda en procesos masivos de
conteo u operaciones matemáticas a gran escala.
Estamos
en 2018, con lo que dentro de seis años cumplirá cien años de existencia
resistiendo los bandazos de los mercados empresariales, extremadamente
violentos en los últimos tiempos. Me viene a la cabeza el caso de Kodak, otra
multinacional dedicada al mundo de la fotografía que no ha resistido los
avatares del paso de los años. Es de suponer que el modo de enfocar el negocio,
uno de cuyos aspectos es el eje central de esta entrada, habrá tenido algo que
ver en que IBM siga pujante en el mercado en la actualidad. Aunque en los
últimos años el mundo de las computadoras ha sufrido una revolución, no se
puede hablar de informática sin pensar en IBM. De hecho, los computadores
personales empezaron su andadura cuando el 12 de agosto de 1981 esta empresa
comercializó el primer PC personal.
Pero
retrotrayémonos mucho antes, a 1964, cuando IBM puso en el mercado sus modelos
S/360 que tenían un máximo de 8 Mb de memoria principal. Cualquier teléfono que
llevamos en nuestros bolsillos hoy en día tiene más. Estas máquinas supusieron
un salto cualitativo en el mundo empresarial por lo que muchas grandes empresas
apostaron por ellas y comenzaron su andadura en el mundo de la informática.
Banca, industria, comercio, telecomunicaciones, transporte, servicios… fueron
equipando sus centros de procesos de datos con estas máquinas IBM. Se requería
personal especializado en tareas de programación y explotación y ahí, en 1973,
es donde aparezco yo como miembro el entonces servicio electrónico de la
llamada Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid.
Hoy,
enero de 2018, cuarenta y cinco años después sigo lidiando con programas
informáticos de este mundo de computadoras «grandes», conocidas en el mundillo
como mainframes. Un programa de propósito especial, bauticémosle como SVC245,
realizado a mediados de los 80 en la Caja, sigue funcionando correctamente hoy
en día, sin ninguna modificación. El trabajo que me ocupa estos días,
posiblemente uno de los últimos en mi vida laboral dedicada a este asunto, es
la necesidad de realizar una modificación a ese programa para un gran banco
español que lo mantiene en funcionamiento en sus sistemas operativos centrales.
Esto es lo que quiero resaltar aquí: han evolucionado enormemente las máquinas
y los sistemas operativos pero IBM ha mantenido a lo largo de los años, más de
treinta en este caso, la posibilidad de que la inversión que en su día realizó
una empresa siga siendo válida con el paso del tiempo. No es una cosa frecuente
en este mundillo. He de decir que SVC245 fue codificado en lenguaje
ensamblador, muy cercano al código máquina, por un compañero cuyo nombre
completo recuerdo perfectamente pero del que solo diré Nacho. Y es curioso que
tuviéramos dos Nachos en el departamento en esas fechas.
Este
no es un caso aislado. Decenas sino cientos de programas realizados en aquellas
fechas siguen funcionando hoy en día, en esa empresa que ya ha cambiado de
nombre o en otras porque había reuniones colaborativas inter empresas en
aquella época bajo una organización llamada GUIDE que favorecían el intercambio
de experiencias y programas.
Así
pues, considero de gran mérito y un verdadero hito que IBM haya resguardado la
inversión de sus clientes y haya tenido siempre en cuenta a la hora de
evolucionar sus ordenadores y sistemas que lo «viejo» tenía que seguir
funcionando sin modificación, evitando dolores de cabeza a sus clientes y
protegiendo la inversión.
Y al
igual que el de SVC245, dispongo de otro ejemplo que ha cumplido las mismas
expectativas y además es personal. Su nombre es un poco raro para los ajenos a
este mundillo: «MDPOACC» y fue codificado por mí en 1978. Son pues cuarenta
años de funcionamiento ininterrumpido sin ninguna modificación y sin ningún
fallo que yo sepa. A principios de los noventa, cuatro de los cinco integrantes
del departamento de sistemas dejamos la Caja y buscamos nuevos desafíos en otras empresas.
Uno de los que allí quedaron cuyo nombre recuerdo pero no mencionaré,
obsesionado por borrar el rastro de nuestro paso, se dedicó a
erradicar nuestros nombres de los comentarios de las cabeceras de los
programas, por lo que si alguien que lee esto tiene contacto con la actual
Bankia y su centro de proceso de datos e intenta localizar a «MDPOACC» no lo
encontrará: ahora se llama INPOACC salvo que lo hayan vuelto a cambiar de
nombre.
Para
finalizar, mi más significativa felicitación a IBM por todo lo comentado y que
aunque parezca mágico, no lo es; simplemente es una manera de trabajar bien,
como se debe, con tino y con visión de futuro.