El
correo electrónico lleva ya muchos años funcionando entre nosotros. Aunque en
los últimos años se ha popularizado de forma exponencial con los teléfonos
inteligentes, el hecho de que en la mayor parte de los sitios sea obligatorio
facilitar un correo electrónico como identificación de usuario ha forzado que
cualquiera que quiera registrarse en una página web necesite disponer de un
usuario de correo. Una herramienta excelente que tiene sus matices porque, como
todo en esta vida, su uso indebido la puede convertir en un arma arrojadiza que
nos complique la vida en más ocasiones que nos la facilite.
Hace más que veinte años que en mi caso
personal trabajo con correo electrónico pues llegó muy pronto al ámbito de las
empresas y para la que yo trabajaba fue una de las pioneras en ofrecer a todos
sus empleados un usuario que en sus primeros momentos permitía usar a título
individual. Como es sabido, es necesaria una conexión a internet que en aquella
época no había llegado todavía a los domicilios particulares. Algunos la
usábamos desde casa con la línea telefónica clásica, pero la lentitud era
insufrible y hacía que su utilización se circunscribiera solo a casos
muy puntuales.
Con el tiempo algunos consideramos que
no era lógico facilitar una dirección de correo electrónico de una empresa para
asuntos personales. Indagando en el mercado de aquellos años de finales de los
noventa del siglo pasado, encontramos una solución que permitía hacer un «puente»,
de forma que podíamos disponer de una dirección personal pero los correos
dirigidos a ella acababan en el nuestro de empresa. La empresa se llamaba
www.globalmail.com y por una pequeña cantidad anual se encargaba de redireccionar
los correos a donde tú le indicases. La solución era perfecta porque con esa
dirección virtual podías recibir finalmente los correos en la que desearas. Aquello
duró poco porque Globalmail fue engullida por una de las grandes.
En los primeros años el siglo XXI
empezaron a llegar las conexiones específicas a internet a los domicilios particulares.
Con ello, las empresas suministradoras del servicio facilitaban a los usuarios
una o varias cuentas de correo. El problema era que si te cambiabas de empresa
perdías tus cuentas y tenías que preparar otras nuevas que comunicar a tus
contactos, que no siempre tomaban buena nota y algunos de ellos seguían
mandando correos a la antigua.
En todo este maremágnum, aparecieron
las empresas generalistas dando servicios de correo gratuitos. Yahoo, Hotmail,
Gmail... como las principales pero algunas más. Ya se sabe que lo de gratuito es
una falacia, pues a cambio las estás facilitando una enorme cantidad de datos
sobre tus andanzas que en estos tiempos son muy valiosos. Por el contrario, tu
dirección personal era prácticamente eterna y sobre todo independiente del
servidor de internet que tuvieras en casa. A modo de ejemplo, mis cuentas de
correo de Gmail y de Yahoo son las mismas desde hace más de una decena de años.
Estamos llegando al meollo de lo que
quiero traer a la luz en esta entrada. No tenemos ninguna garantía del funcionamiento
de esas cuentas que, poniéndonos en lo peor, pueden dejar de funcionar de un día
para otro sin que tengamos posibilidades de reclamar nada. No parece lógico,
pero sí posible. Así pues, la utilización masiva por todos los usuarios de
cuentas de Hotmail o Gmail favorece su continuidad en el tiempo pero de forma no
garantizada.
Algunas de las comunicaciones por
correo electrónico hoy en día son importantes. Y pueden contener datos que no
parece muy lógico que estén en manos de empresas como Google o Microsoft que
precisamente no se distinguen por su, digamos, discreción. Sin entrar en el
mundo de los «amigos informáticos de lo ajeno», hackers, los datos de nuestros contactos y nuestros correos son
guardados yo diría casi que de forma eterna por estas empresas, parece incluso que aunque los borremos.
Le propongo una prueba. Entre en su
correo de Gmail a través de la página web www.gmail.com. Haga login con su usuario y clave y en la
columna de la izquierda verá una entrada titulada «todos». Si no aparece de
primeras, pulsando en «más» aparecerá. Pulse en esa entrada «todos» y verá sus
correos desde hace años. En mi caso hay ahí cerca de 9000 correos desde
diciembre de 2009. Los correos y todos los documentos o fotos adjuntas. La
capacidad de guardar cosas de Google parece infinita.
Por todo lo anterior, parece que debiéramos
de tomar conciencia y para algunas cosas más importantes u oficiales disponer
de una dirección de correo más segura o garantizada de alguna forma. Aparte de
las empresas o particulares que disponen de una página web personal y pueden
gestionarse esto con mayor efectividad, los ciudadanos de a pie que no la
tenemos nos vemos obligados a confiar en alguna empresa más o menos seria que
nos gestione nuestro correo electrónico. Buscando hace años encontramos varios
amigos una más o menos oficial en www.correos.es.
La cuenta que se puede abrir en correos.es,
de forma gratuita, va asociada de alguna manera al DNI del solicitante y por
ello supone unas ciertas garantías en cuanto a la identidad de la persona. Pero
seguimos sin tener seguridad en su funcionamiento. Yo la tengo pero no la
utilizo mucho, la verdad, aunque un buen amigo la utiliza para todas sus
gestiones oficiales con bancos, compañías de la luz, etc. etc. Una buena
medida. Pero hace unos días ha estado sin funcionar al menos una semana. Al
final me decidí a poner una reclamación que nunca ha sido contestada, pero
curiosamente a las pocas horas de hacerla la cuenta volvió a funcionar.
Creo que es urgente que los ciudadanos
dispusiéramos de una cuenta oficial y verificada por el Estado que tuviera
garantías de control, uso y funcionamiento, no solo para el propio titular sino
de cara a terceros. Esto sería extensivo a las personas jurídicas, muchas de
las cuales confían sus comunicaciones electrónicas vitales a Google, Yahoo o
Microsoft. Claro, a lo mejor pasaríamos a ser vigilados por el Estado en lugar
de por esas empresas y tampoco nos interesaría. El dilema está servido.