Sé
que es recurrente pero no me resisto a asomarme al diccionario cuando elijo una
palabra como título para mis entradas en este blog y más cuando puede tener
varios significados, como es el caso, pues podemos encontrar hasta once acepciones
diferentes. Para el tema de hoy me quedo con dos de ellas. La tercera dice «conjunto de movimientos corporales que se
realizan para mantener o mejorar la forma física» y pone como ejemplos las
frases «Es bueno hacer ejercicio.
Ejercicios de respiración». La cuarta manifiesta «Actividad destinada a adquirir, desarrollar o conservar una facultad o
cualidad psíquica», siendo en este caso el ejemplo «recordar acontecimientos y fechas es un buen ejercicio mental».
Así
pues, dos tipos de ejercicio: físico y mental. Ambos cada vez más necesarios en
los tiempos que corren, especialmente en las llamadas sociedades avanzadas,
donde la esperanza de vida crece de una manera inversamente proporcional a la
calidad de la misma, especialmente en los últimos años.
En tiempos
anteriores en España, al menos hasta los años setenta, la actividad diaria de
las personas presentaba unos requerimientos físicos que mantenían el cuerpo en
buen estado prácticamente hasta la muerte. En general, se desplazaba la gente
andando hasta su trabajo y las labores requerían un cierto esfuerzo físico en
función de la profesión. Se trabajaba menos sentado en una mesa y más al aire
libre utilizando la fuerza muscular en gran medida. Un ejemplo, en el ramo de
la albañilería, la descarga de un camión de materiales se efectuaba de forma
manual, con un par de operarios subidos en la caja del camión dando los
ladrillos o los sacos de cemento —de 50 kg. cada uno— a los compañeros que
estaban abajo y los ponían en una carretilla. Al llegar al tajo —«Sitio hasta donde llega en su faena la cuadrilla de operarios que trabaja avanzando sobre el terreno, como la de mineros, segadores, taladores, etc.»—, en ocasiones había que
subirlos a algún piso, para lo que se utilizaba la trócola y el tirar a mano de
la maroma. Hogaño los materiales vienen en palés, los camiones disponen de una
pluma que los deposita en tierra y las poleas son eléctricas y en lugar de
tirar de la cuerda solo hay que apretar un botón. Cierto que las grúas en
aquella época cumplían su función pero solo se montaban en obras de tamaño
considerable.
Siguiendo
con el ejercicio físico, el femenino, la actividad de las amas de casa era
mucho más frenética que ahora. La fregona es un invento relativamente reciente
y yo he visto a mi madre y a mi abuela rodilla en tierra fregando los suelos de
la casa o las escaleras del portal cuando tocaba el turno entre los vecinos,
por no decir que se iba al mercado una o dos veces diarias y las tareas de la
casa eran mucho más exigentes en el terreno físico. Hoy en día, en una visita a
una residencia de ancianos podremos apreciar como la falta de movilidad afecta
casi por igual a hombres y mujeres, probablemente derivado de la falta de
ejercicio a lo largo de su vida y especialmente en los últimos años, cuando ya
se resisten hasta a salir a comprar el pan o el periódico y piden que se los
traigan a casa.
La única
manera que tenemos actualmente de suplir todos estos esfuerzos que estaban
integrados en la vida diaria de antaño es realizarlos de forma voluntaria. Es
común en muchos empleos actuales el desplazarse al trabajo en coche o en
transporte público y permanecer la jornada sentado o con poca movilidad de
forma que si queremos tener un cierto tono físico tendremos que, al regresar a
casa, ir voluntariamente a andar, correr o apuntarnos a alguna actividad en el
gimnasio o polideportivo. Podemos dejar el coche unos kilómetros antes de
llegar al trabajo e ir andando o bajarnos en alguna estación de metro o parada
del autobús anterior, pero por unas razones o por otras no lo hacemos.
En
una entrada ya antigua titulada «DOS AMIGOS» de enero de 2008 destacaba la
importancia de optar por un ejercicio activo en el momento de la jubilación,
cuando se está entrando en la tercera edad y se dispone de más tiempo, que será
muy bien empleado en ejercitar el cuerpo para transcurrir por esa tercera edad
y llegar a la cuarta en la mejor forma posible. No olvidemos que «mens sana in corpore sano», con lo que
si mantenemos el cuerpo de forma indirecta mantendremos la mente, aunque esto
también empieza a no ser cierto últimamente, donde, entre otros, el alemán ese
llamado Alois Alzheimer o el inglés James Parkinson nos acechan dispuestos a
ser nuestros amigos al menor descuido.
Ahora
toca hablar de otro ejercicio, el mental, tan importante o más que el físico,
porque malo es que acabemos al final de nuestra vida en una silla de ruedas,
pero nuestra existencia será mucho más llevadera si nos funciona la cabeza y
podemos disfrutar de cine, libros, televisión o una sencilla conversación con
los amigos.
En
la entrada de la semana que viene haré algunas reflexiones sobre el particular.