La
privacidad ha sido un elemento importante en la vida de las personas a lo largo
de la historia. Entraba en las decisiones personales de cada cual el compartir
o no con otros ciertos aspectos de su vida. Los tiempos cambian a toda
velocidad y vemos como este asunto ha cambiado de forma alarmante para todos y
especialmente para los jóvenes: muchos de ellos no saben siquiera lo que
significa este concepto, que el diccionario define en su segunda acepción como
«ámbito de la vida privada que se tiene
derecho a proteger de cualquier intromisión». Todos los minutos de su vida
diaria están expuestos de forma clara por sus interacciones y comentarios en
las redes sociales.
Hace
poco más de un mes, a primeros de julio de 2018, escribía sobre estos temas en
la entrada «FISGONES» y vuelvo sobre el asunto en tan corto espacio de tiempo
porque ha llamado mi atención esta semana que varios medios han incidido en el
asunto. Así, el diario El País titulaba «Google
sigue tu rastro, aunque le digas que no lo haga», el diario ABC utilizaba
un titular muy similar «Google te rastrea
incluso aunque le digas que no lo haga» y finalmente, por no ser
exhaustivo, un generador de noticias en internet, El Androide Libre, decía en
uno de sus interesantes artículos sobre el mundo de los teléfonos móviles bajo
sistema operativo Android que «Google
sabe dónde estás, aunque desactives el historial de ubicaciones». En realidad,
estos tres medios y supongo que otros muchos lo único que han hecho es hacerse
eco de la noticia aparecida el lunes trece de agosto de 2018 en Associated
Press publicando las conclusiones de un estudio encargado a la Universidad de
Pricetow.
Repito
esa frase estrella que ya es archiconocida: «Cuando
algo es gratis, el producto eres tú». La fiebre por acumular información de
las personas es una constante en las grandes empresas inmersas en el mundo de
las comunicaciones y redes sociales. Los datos son lo que ahora se denomina
«oro líquido» y su captura masiva se ha vuelto un objetivo de primer orden. No
solo Google, sino otras muchas en la medida de sus posibilidades almacenan
información que o bien utilizan en su propio beneficio para conocer tendencias
o bien la ceden, o venden, a terceros.
Hace
un par de años, en la programación de unas rutinas que utilizaban los servicios
de Google Drive, el espacio en la nube gratuito para los usuarios de Google,
unos resultados extraños llamaron mi atención. Hacía la solicitud de un fichero
de texto y Google me devolvía ─y me sigue devolviendo hoy en día─ uno muy
antiguo ya borrado de abril de 2016. Es un claro fallo en los servicios de
Google que resuelve de forma incorrecta mi petición, pero si me devuelve esos
datos es porque los tiene. Un fichero borrado hace ya más de dos años que sigue
guardado. Lo más curioso del caso es que si intento ver, modificar o borrar ese
fichero, Google me dice que no es mío, no me deja realizar la operación. Lo
tiene en sus entrañas, pero ya es suyo. Esto no es nuevo, ya que en otro
momento comentamos como obtener TODOS los correos electrónicos que un usuario
ha mandado o recibido desde que se dio de alta en el servicio gratuito en
«Gmail». En mi caso recuperé 8 gigabytes de correos desde 2009 pero algún amigo
que hizo la operación alcanzó casi los 50 gigabytes: miles y miles de correos,
todos los de su historia en la red.
La
recomendación básica es poner en off el GPS mientras no lo necesitemos. Con
ello, al menos en teoría, nuestro «historial de ubicaciones» se quedaría ciego.
También podemos eliminar este historial, pero que lo intentemos y se nos
confirme que efectivamente esta eliminado no implica que realmente lo esté. Por
si esto fuera poco, otros vericuetos alternativos, difíciles de encontrar para
los usuarios normales, siguen manteniendo nuestra información. «Todos los caminos conducen a Roma» y
Google, y los otros, se las arreglan para utilizarlos en su beneficio.
Este
mensaje es constante: «Solo tú
puedes ver estos datos. Google protege tu privacidad y seguridad» en muchos
de los avisos. Otra cuestión es que sea verdad y, aunque lo sea en estos
momentos, no sabemos si lo puede ser en el futuro. Los datos existen, están
guardados y bien guardados y su control puede variar con el tiempo y las
circunstancias. También tenemos por doquier este aviso: «Los datos que se guardan en tu cuenta te permiten disfrutar de
experiencias más personalizadas en todos los servicios de Google. Elige qué
funciones quieres que guarden datos en tu cuenta de Google». La finalidad
no es guardar los datos en sí sino proporcionarnos unas mejores y más
personalizadas experiencias. Muchas gracias por preocuparse por nosotros.
Puede
ser muy interesante para un usuario consultar el historial de ubicaciones.
Seguramente se llevará muchas sorpresas del alto detalle de cosas que Google
tiene registradas. Por ejemplo, el día 19 de diciembre de 2013, Google dice que
estuve en el colegio de mi hija desde las 14:56 hasta las 16:47. Será verdad,
quizá una función de teatro por la fecha, pero ni yo mismo lo sé o lo recuerdo.
Igual que pone eso, sería muy fácil, como todo lo electrónico, cambiarlo y
poner que he estado en otro sitio. ¿Qué fiabilidad se les otorga a estos datos
guardados y sin contrastar? ¿Y si ese día mi teléfono estaba en el bolso de mi mujer y yo estaba en otro sitio? ¿Qué pasaría si por un fallo informático –que los
hay─, o a sabiendas, se intercambiaran mis registros con los de un peligroso
delincuente? Interrogantes no contestadas y de los que parece que no nos
preocupamos y nos pueden acarrear más de un disgusto.
Seguimos
queriendo, tenemos la necesidad de, utilizar nuestros móviles. Lo llevamos todo
en ellos. Ya no nos sabemos de memoria ni el teléfono de la oficina o de
nuestros familiares. Si nos roban o perdemos el móvil no podríamos llamar a
nadie desde otro porque no nos sabemos de memoria ni un número. Pero no solo es
el móvil, en casa tenemos los Alexa, Ok. Google, Siri u otros que también
registran lo que hacemos. Y aunque seamos cuidadosos, entraremos a hacer alguna
consulta en el ordenador de ese hotel perdido en el culo del mundo y con ello
habremos dejado rastro de que estuvimos allí.
Por
mucho que lo intentemos no podremos escapar completamente. Hagamos al ejercicio
de comprarnos un móvil nuevo, con un número nuevo y abramos una cuenta nueva de
Gmail que es necesaria sin dar ningún dato nuestro y cuando sea obligatorio
datos falsos. Renunciaremos a la agenda, a los contactos, a ciertas
aplicaciones… ¿Podemos hacerlo? Google irá registrando información de este
nuevo usuario (ficticio) hasta que un día un amigo nos llame por teléfono. Ese
amigo tendrá en su agenda nuestro nombre real con lo que… ¡ya está!, las piezas
del puzle irán encajando poco a poco y será cuestión de tiempo estar, como se
dice ahora, triangulados.
Recomiendo
a todos que se den una vuelta por la cuenta de Google. Es tan sencillo como ir
a www.google.com
e identificarse con el mismo usuario que tengamos en nuestro móvil. Una vez
identificados, pulsando en nuestra foto o si no la tenemos en la imagen que
aparece arriba a la derecha podremos acceder a ver los términos de privacidad
en los que Google nos cuenta lo que hace, no se esconden, y pulsando en cuenta
de Google acceder a un mundo que nos sorprenderá sin duda. En la parte central,
dentro de «información personal y privacidad» podemos bajar e ir a «ir a mi
actividad» donde encontraremos de todo: desde nuestras fotos o las que nos han
enviado desde hace varios años hasta las veces que un determinado día ya
lejano, con sus horas concretas, hemos utilizado el correo electrónico, la
aplicación de WhatsApp o hemos buscado el plano del metro en la web.
Para
finalizar y como informático de profesión, me pregunto la cantidad de discos de
almacenamiento que tendrá Google para guardar esta montonera de información de
millones de usuarios y los procesos para su gestión. Me parece un milagro.