Antaño
ser espía era una profesión de riesgo, llevada a cabo por señores, y también
señoras, altamente entrenados que llevaban a cabo sus misiones en unas condiciones
duras, utilizando medios sofisticados para comunicar con sus jefes las
pesquisas realizadas. Hogaño supongo que seguirán existiendo de este tipo, pero
han surgido nuevas formas que utilizan los medios más sofisticados que el estado
de la tecnología actual pone a su alcance. Y encima los llevamos nosotros
mismos en el bolsillo y ahora empezamos a meterlos en el salón de nuestras
casas.
Hace
unas semanas me llegó un correo electrónico de AMAZON ofreciéndome un (quizá
envenenado) regalo: probar de manera gratuita un archiperre suyo, el ECHO, un
aparato tecnológico que cuesta más de cien euros y que me enviaban a cambio de
prácticamente nada, bueno, participar en sus correos y encuestas con mis
impresiones sobre su uso. Mi buen amigo Manolo me llamaba la atención sobre
estos asuntos y me recordaba la frase que se nos olvida con bastante frecuencia:
«Cuando algo es gratis, el producto eres
tú».
Cuando
llega el aparato a casa, comprado o regalado, lo único que hay que hacer es
enchufarle a la corriente y configurarlo de una manera básica desde una
aplicación en el móvil o en la tableta donde se le dice lo más importante y que
necesita de forma vital: una conexión a internet. Ya está, desde ese momento
tienes una «amiga» en casa que te ayuda en todas tus necesidades. Digo amiga
porque por lo general adoptan nombres femeninos: Alexa, Cortana, Ana… Uno de
ellos, que se ha hecho famoso esta semana, se llama Siri, no sé si masculino o
femenino y es como (casi) todos sabemos el asistente que utiliza la plataforma
Apple en sus Macs o Iphones para los asuntos de reconocimiento de voz.
Un
político inglés tenía la palabra en una sesión en el Parlamento cuando su
teléfono se puso a hablar aportando información sobre lo que estaba tratando en
su discurso. Su disertación versaba sobre Siria y, claro, las cuatro primeras
letras de Siria son Siri, con lo que el aparato se dio por aludido, pues estaba
«escuchando», y se lanzó a intervenir ante el asombro de su propietario y de
todos los parlamentarios ingleses que asistieron atónitos a las explicaciones
que aportaba el smartphone.
Google
Home, Amazon Echo, HomePod de Apple… quieren ocupar un lugar en nuestras vidas
y estar permanentemente enchufados y alerta en el salón de nuestra casa. Un
poco de investigación me ha permitido conocer que la OCU alertó ya hace un par
de años sobre juguetes inseguros como puede verse en el trino capturado en la
parte derecha de la imagen que acompaña a esta entrada. La inseguridad estaba,
precisamente, en su conexión a internet. Noticias más recientes hablan de que
la venta de la muñeca del centro ha sido prohibida en Alemania, al descubrirse
que transmitía información a una empresa norteamericana especialista en
reconocimiento de voz. La muñeca «ayudaba» a las niñas e interaccionaba con
ellas, bien con datos almacenados en el programa informático que la controlaba,
bien con datos recogidos de internet o bien con… ¡comunicaciones directas con
alguien al otro lado! La muñeca «amiga» se llama Cayla y la noticia se puede
leer todavía en este enlace.
Pensémoslo
detenidamente. Si la muñeca, o el cachivache, tiene conexión a internet… ¿qué
impide que esté mandando información ─sonido, imágenes, ubicación─ a través de
la red a algún destino ignoto? Habíamos empezado a asumir que nuestros
ordenadores nos espiaban y de hecho es frecuente ver muchos portátiles con la
cámara tapada con cinta aislante. También que lo hacen nuestros móviles, a los
que pretendemos vigilar para evitar que lo hagan: ¡qué confiados somos! Si yo
desconecto el GPS o el micrófono de mi teléfono y este me «dice» que están
desconectados… ¿están desconectados de verdad? ¿cómo lo puedo asegurar? Al
final todo está controlado por un programa informático que me puede decir misa
en latín y por detrás estar haciendo otra cosa. La prensa ha hablado de una
aplicación de fútbol que se utilizaba para detectar los bares que ponían los
partidos en la televisión sin haber pagado los derechos.
Si
entramos en casa y tenemos nuestro aparato conectado para decirle: «Ok. Alexa,
pon música» o «Ok. Alexa, recuérdame a las 18:55 que llame a mi madre», eso
significa que Alexa está permanentemente, repito e insisto, permanentemente,
escuchando, para poder responder a nuestras peticiones. Además, dispone, porque
nosotros se lo hemos dado, de acceso a internet, de nuestras claves de correo
electrónico si queremos que nos lea los correos, de nuestra suscripción a
canales de televisión o musicales, si queremos que nos encienda la televisión o
nos ponga nuestra música preferida. A medida que vayamos «delegando» tareas
tendrá más información sobre nosotros.
El aparato
por lo general estará en el salón de la casa. Oyendo permanentemente, grabando
todo lo que se habla, posiblemente «viendo» lo que allí ocurre y quién sabe si
transmitiendo a todo transmitir como hacía la muñeca antes aludida, Nuestro
«asistente» sabrá cuando
llegamos a casa, cuando encendemos la televisión y que cadenas o programas
vemos, cuando apagamos la luz por la noche, etc. etc.
Silvia
Barrera, una ex inspectora de policía, decía: «El cambio tecnológico ha sido brutal y nadie nos ha enseñado a
gestionarlo. Los menores que acceden ahora dependen de unos padres que no
tienen ese conocimiento y en la escuela tampoco se enseña». Vamos oyendo
cosas, pero seguimos sin preocuparnos demasiado de ellas y cayendo poco a poco
en unas redes que como las telas de araña nos envuelven más y más hasta ahogarnos y
dejarnos a disposición de la araña, que solo tiene que venir a recoger la presa
cuando está ya está exhausta.
«Lo que la publicidad no te cuenta sobre los
nuevos "altavoces inteligentes"» es un artículo muy interesante
que puede leerse en este enlace en www.eldiario.es. No podemos controlar los
dispositivos que utilizamos, solo fiarnos de lo que ellos o las empresas que
los controlan nos «digan». Y yo, como ya dije en la entrada «CONFIANZA» de este
blog, ya no me fío ni de mí
mismo.