En
una de las primeras entradas de este blog, publicada en marzo de 2008 bajo el
título «DST», vertía mis opiniones sobre el asunto del cambio de horario de
invierno o verano. En estos días y de forma bastante intensa el Parlamento Europeo está promoviendo abolir esta práctica y en todos los diarios se pueden
encontrar artículos que hacen referencia a las bondades o malignidades de llevar a cabo el cambio de horario. DST es el acrónimo de la frase inglesa Dayly Saving Time y fue una idea que se le ocurrió, hace más de un
siglo, a un científico para (supuestamente) obtener beneficios económicos
derivados de ajustar nuestro devenir diario a la luz solar.
En
los meses pasados, el Parlamento Europeo promovió una encuesta para pulsar la
opinión de la gente. Según ha trascendido, más de 4 millones de personas
respondieron, de ellas casi cien mil españoles entre los que me encuentro, y
alrededor del 80% estábamos de acuerdo en abolir la medida. A raíz de todo lo
vertido en estos días, parece claro que el supuesto ahorro económico, en la sociedad
actual, o es muy pequeño o ni siquiera llega a producirse. Lo que nadie pone en
duda es la incidencia que este adelantar o retrasar la hora tiene en las
personas que durante unos días o semanas verán alterados sus biorritmos,
especialmente niños y ancianos.
Antoni
Díaz Noguera, catedrático de fisiología de la Universidad de Barcelona y
experto en cronobiología ha señalado que «la
conveniencia o no de hacer el cambio siempre ha sido motivo de discusión, pero
nunca se ha llegado a una conclusión clara. El argumento que solía darse es que
suponía un ahorro de energía. Quizás ocurría hace tiempo, cuando la gente se
guiaba más por el sol. Pero hoy en día no está claro que suponga un ahorro». Una
Asociación española denominada ARHOE —Asociación
para la Racionalización de los Horarios Españoles— lleva 15 años luchando por
unos horarios racionales, en general, y pidiendo la eliminación de esta medida
del cambio horario.
Las últimas noticias apuntan a que
«el Gobierno convocará a expertos y
buscará un “gran consenso” sobre el cambio de hora». Porque suponiendo que
se decida anular el cambio viene la consecuencia: que horario dejar. Cada país,
cada cultura, cada ciudad, cada persona, tendrá sus preferencias como puede
deducirse en este curioso vídeo que habla de horarios en general. Recuerdo un viaje en
1981 en el que, en Estocolmo en agosto y a las seis de la tarde, la ciudad
quedaba prácticamente desierta con los establecimientos cerrados Había que ir a
alguna estación de tren o autobuses para poder detectar algo de actividad y
tampoco mucha.
En mi opinión, no hace falta ni
comité de expertos ni nada de nada: los meridianos de la Tierra llevan muchos
años fijados y son los que deberían dictar el horario: sin más ni más. Ha
quedado claro a lo largo de la historia, y en España también con el tema de
Canarias, que un país en función de su extensión puede mantener horarios
diferentes sin ningún problema. A cada huso el horario que le corresponda y
sanseacabó.
Ha salido en algún párrafo anterior
la palabra «cronobiología». Es fácil deducir su significado, pero podemos
acceder al diccionario y saber que se trata del «estudio de los ritmos biológicos». El ir contra la naturaleza
ajustando horarios no tiene mucho sentido en cuanto afecta a las personas, y
también a los animales que dependen de alguna forma de ellas. Hace unas semanas
he seguido un curso MOOC en la plataforma Miridax dedicado a aspectos
nutricionales de las personas en relación con los horarios. Pero no solo se
hablaba de alimentación sino de los relojes biológicos que todos sabemos que
tenemos y que influyen en nuestra vida, aunque los ritmos de vida modernos
estén en contra minuto a minuto.
La presentación del curso aludido,
muy interesante, dice lo siguiente:
«Hoy sabemos que no
somos los mismos por la mañana que por la noche. Nuestro metabolismo cambia.
Recientemente la medicina ha comenzado a ocuparse del estudio de los relojes de
nuestra fisiología (cronobiología). ¿No te has dado cuenta, por ejemplo, de que
a veces por la mañana te sientes alegre, mientras que tres horas después
sientes una tristeza profunda sin que nada aparentemente importante haya
cambiado en tu vida? Estos cambios de humor son circadianos y están
determinados principalmente por tus hormonas».
En este curso se hace una
distinción muy básica de las personas en relación con sus horarios. Se denomina «búhos» a aquellos que
normalmente trasnochan, en tanto que «alondras»
a los que se sienten más gusto yéndose temprano a la cama y madrugando. Yo soy
claramente una alondra. Todos sabemos, aunque no lo hagamos, que acostarnos,
levantarnos y comer a horas fijas reporta un beneficio para nuestro organismo.
Es difícil hacerlo, pues los horarios de los días laborables no suelen
coincidir con los fines de semana, por no hablar de vacaciones y puentes o de
días o actos especiales que trastocan nuestra rutina. La cronobiología y sus
investigaciones nos pueden ayudar a llevar, o intentar llevar, una vida más
saludable.
Desconfiando de su fiabilidad, en
algunos titulares de eldiario.es sobre este asunto del cambio horario se podía
leer: «En los días posteriores al cambio
de horario la tasa de infartos de miocardio aumenta hasta un 29% y la de
accidentes cerebrovasculares un 8%», «Los
cambios de horario están asociados con un costo de 1,5 vidas cada año debido a
accidentes de tráfico en España», «La
reducción de la criminalidad o el aumento de la actividad por la tarde son algunas
de las ventajas de mantener siempre el horario de verano», «El ahorro
energético es marginal».
En todo caso, no necesitamos que
nos cambien la hora de forma artificial cada seis meses. Voto por ello.