Hay
muchas cosas que han estado vigentes durante siglos y en los últimos años han
desaparecido. Muchas profesiones han pasado a mejor vida en el tramo final del
pasado siglo XX y los que ya tenemos algunos añitos hemos visto esta transición
acelerada. Y esto no se ha acabado, la creciente globalización y los avances
tecnológicos seguirán transformando el mundo a una velocidad endiablada. En una
entrada ya antigua de marzo de 2010 de este blog titulada «PROFESIONES» refería
mis recuerdos de algunas profesiones ya desaparecidas como las de colchonero,
lechero, afilador y cobrador. A raíz de una experiencia personal vivida esta
semana podemos añadir otra: tipógrafo.
Hace
ya muchos años ejercía de periodista-fotógrafo aficionado ayudando en la
redacción casera de un periódico local. Andábamos siempre tarde y mal, siendo
el cuello de botella el asunto de la imprenta. Una imprenta local donde
llevábamos los textos y las fotos para hacer la composición y que pudiera
entrar en máquinas a tiempo para poner ese semanario en los kioscos. Muchas
tardes, y noches, de los viernes, los pasaba en la imprenta echando una mano.
Era un verdadero placer ver a los tipógrafos con sus pinzas ir cogiendo los
tipos a una velocidad endiablada y colocándolos en las cajas, invertidos y de
derecha a izquierda para lograr el texto deseado, que había que imbricar con
fotos o dibujos hasta conseguir cada página. Un verdadero arte.
Desde
que Gutenberg inventara la imprenta allá por la mitad del siglo XV hasta
finales del XX, el sistema permaneció prácticamente invariable. Aparecían
nuevos conjuntos de tipos de letras, en aleaciones más ligeras o duraderas,
pero en esencia la composición de los textos por tipógrafos y cajistas era
invariable. Composición, plancha de pruebas, corrección, ajustes, puesta en
máquina y tirada en papel. El enorme desarrollo de periódicos y revistas puso
en jaque todo esto apareciendo las linotipias y similares donde se automatizó
la función de los tipógrafos en aras a conseguir una mayor fiabilidad y sobre
todo velocidad en las composiciones. La llegada del mundo informático acabó con
todo esto y lo relegó al olvido hace relativamente pocos años.
En
Madrid hay un par de sitios que intentan que no se pierda esta forma de hacer
impresos. Uno de ellos es accesible desde la página web «UNOSTIPOSDUROS» donde hay una muy jugosa
información acerca de este mundillo e información sobre cursillos para
interesados en recuperar o conocer esta profesión ya extinta en actividades
comerciales. La denominada «Familia Plómez» es la organizadora de los cursos.
El
otro sitio son cursillos gratuitos organizados desde la Imprenta Municipal deMadrid. En su edificio sito
en la céntrica calle de Concepción Jerónima, muy cerca de la Plaza Mayor y
detrás del Palacio de Santa Cruz, hay exposiciones sobre el mundo de la
imprenta y diversas actividades gratuitas como visitas guiadas, talleres de
tipografía, lexicografía, caligrafía o encuadernación para chicos y grandes.
Una exposición permanente ofrece un recorrido muy interesante por la historia
de la imprenta y de las artes gráficas. Actualmente, la exposición temporal
hasta el 12 de octubre de 2018 se titula «Papel,
pluma, tinta, plomo, edición...una muestra de impresión».
Esta
pasada semana me apunté al de tipografía. Dos sesiones de tres horas para
conocer, en mi caso recordar, el mundo de los tipos móviles, las familias
tipográficas, y sus características y confeccionar un texto y obtener pruebas
como se hacía a la antigua usanza. En la foto que acompaña esta imagen se puede
ver la composición que hice, ya casi acabada. Luego vendría el ajuste, atado y la prueba en papel.
El
diseño gráfico actual cuenta con una multitud enorme de aplicaciones y medios
informáticos que deja todo esto como una rémora del pasado que poco a poco se
irá olvidando. Se me ocurre que podría tener una similitud con la fotografía,
en la que pasamos del laboratorio en el cuarto oscuro con líquidos y papeles a
las modernas aplicaciones de tratamiento de la imagen en ordenadores que
permiten conseguir en un plazo mínimo de tiempo cosas impensables de realizar
en el pasado.
La
experiencia ha sido divertida, recuerdo de viejos tiempos, manos manchadas de
tinta, papeles emborronados… un juguete muy divertido que tenía similitud con
aquellos mecanos donde había que desarrollar una manualidad constructiva. Sin
embargo, las modernidades han supuesto una ayuda sustancial. Una vez terminada
la composición, una fotografía a la misma con el teléfono móvil y un volteo de
la imagen en espejo con cualquier aplicación nos ha permitido ver el texto
final al derecho y tal y como se va a imprimir antes de ponerlo en máquina. Un
paso ahorrado gracias a medios modernos que no tenían aquellos tipógrafos de
los siglos pasados. ¡Qué cosas!