Desde hace varios lustros tenemos asociado el mes de
septiembre con la denominada «vuelta al cole». El verano es una época por lo
general de relajo y muchas de las cosas que tenemos que acometer las vamos
dejando para después, «PROCRASTINANDO» que se dice ahora en términos más conocidos. Así que, al parecer, hay muchos
«coles», muchos frentes abiertos que emergen en este mes y nos afectan a
nuestra vida diaria.
Ya lo he contado alguna vez, pero no me resisto a repetir
esta historia. A mi amigo Manuel, informático de toda la vida especializado en
grandes sistemas y no tanto en ordenadores caserillos, le daba continuamente la
lata su mujer solicitándole su ayuda para su amiga, la vecina del quinto, a la
que no la funcionaba no sé qué programa en su ordenador. Manuel se resistía,
pero al final, ante la insistencia, claudicó, bajó, echó un vistazo al asunto y
arregló como pudo aquel desaguisado. Cuando se marchó la cosa funcionaba, pero
eso no quiere decir que no se volviera a estropear, que es lo normal cuando la
gente quiere usar las cosas, pero no
preocuparse de su mantenimiento, instalación y cuidado. A los pocos días le
llamó la vecina y tras la entradilla aquella de «es que desde que has tocado el ordenador…» se explayó en mil y un
errores y fallos horrorosos de los que…ya tenía toda la culpa mi amigo Manuel.
El ordenador que puede verse en la imagen es el primero que
tuve de forma personal a principios de los ochenta del siglo pasado. ¿Se
imagina que siguiera con él? Nada lo impediría y seguiría funcionando, «OBSOLESCENCIA» programada aparte, aunque su uso sería más
bien nostálgico que realmente operativo. Los fabricantes de cacharros
tecnológicos se están preocupando muy mucho últimamente de meternos en la
cabeza, convencernos y que asumamos que los aparatos tienen un tiempo de uso y
luego, aunque estén funcionando perfectamente, hay que dejarlos como objetos
decorativos o arrojarlos a la basura. Véase el ejemplo de los teléfonos
móviles, que a los dos años dejan de ser operativos y empiezan con
«problemillas» que nos llevan a cambiar de aparato, bien porque la batería no
llega bien porque la versión de Android o Ios se ha quedado anticuada y la
empresa fabricante «pasa» de actualizar.
Cuando empezó en su día a generalizarse el uso de
ordenadores personales, los fabricantes no nos metieron en la cabeza eso de que
a los dos años había que reemplazarlo, con lo que muchos llevan funcionando con
muchos años a sus espaldas, digo circuitos. Pero poco a poco, si no «cascan», se van
degradando. También, en el caso de Microsoft, nos van convenciendo poco a poco
para el cambio por el abandono del mantenimiento del software: ya se ha
anunciado que Windows 7 acaba su período útil de vida en enero de 2020, en unos
meses, y que todos debemos pasarnos sí o sí a Windows 10. Pero muchos
seguiremos resistiendo con nuestro viejo ordenador y nuestro viejo sistema
mientras aguante y nos sirva para nuestros quehaceres.
El tomar esta decisión de seguir con los viejos trastos no
exime de mantenerlos, cuidarlos e incluso mimarlos. No solo limpiarlos por
dentro y por fuera sino cuidar del buen estado de los ventiladores, la memoria,
los discos duros, ratones y teclados… Como todo en esta vida hay un
mantenimiento ineludible que hay que realizar y si no lo hacemos empezaremos a tener
achaques: no estamos a la última y alguna aplicación no se puede instalar o no
funciona, el ordenador va cada día más lento y tarda mucho en arrancar, hace
mucho ruido, se «cuelga» con frecuencia, nos vamos quedando sin espacio y hay
que recurrir a discos duros externos, se pasa más tiempo con incidencias que usándolo
normalmente… Pero incluso cuando tomamos la decisión de comprar uno nuevo, la
cosa no es sencilla: ¿Cómo trasladamos al nuevo todo lo que tenemos en el
viejo?
Recurro al dicho ya clásico de «en comunidad no demuestres habilidad». Parece que la «vuelta al
cole informático casero» ha tenido lugar para muchos amigos. Esta semana ha
sido interesante:
- Mi amigo Jorge tenía bloqueadas las actualizaciones de su Windows 7 desde el año 2016. Quería instalar un nuevo programa y no le era posible si no incluía una actualización posterior que posibilitaba el uso de …
- Mi amigo José Luis tenía problemas con su navegador Firefox que no le permitía instalar su certificado digital de la FNMT —Fábrica Nacional de Moneda y timbre— y tenía necesidad urgente de tramitar unas cosas con Hacienda que ya solo se pueden hacer mediante certificado digital…
- Mi amigo Carlos tenía el disco «C:/» lleno hasta los topes y su ordenador le funcionaba muy lento cuando no se le quedaba bloqueado continuamente…
- A mi amiga Consuelo se le fue al garete su viejo portátil y está en la fase de poner en marcha el que se ha comprado nuevo. Una aplicación no le funcionaba con unos errores muy extraños…
Esto en esta semana. Y seguro que ha habido algunos casos más
que no me han llegado porque algunas amistades han quedado en suspenso por la
proliferación de estos temas que ya me tienen un poco harto. Yo tengo amigos mecánicos
y fontaneros a los que no invito a mi casa a tomar una cerveza y de paso les
encargo que me arreglen el coche o me sustituyan la llave del radiador que está
goteando.
Volviendo al tema de cabecera, reliquia es, entre otras
acepciones, «persona muy vieja o cosa
antigua». Si queremos alargar la vida de nuestros «ARCHIPERRES» tecnológicos, deberemos cuidarnos de mantener su «cuerpo físico» y «su alma informática».
Para ello, no queda otra, deberemos dedicar tiempo y ganas. Y si no queremos
ocuparnos de ello, tendremos que ir pensando en contratar a algún profesional
que lo haga por nosotros.