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domingo, 29 de septiembre de 2019

SAPIENCIA




Vivimos en una sociedad de contrastes. Siempre los ha habido, pero ahora se acentúan más y más hasta límites impensables. Gente con cincuenta años que tiene como máxima aspiración alcanzar una prejubilación para dejar de trabajar y gente con más de setenta que sigue en la brecha. No tenemos remedio: cada vez es más frecuente ver como la experiencia y los conocimientos se arrinconan cuando no se ignoran directamente por aquello de que quienes los detentan son ya… «mayores» y hay que mandarlos al retiro forzoso para dejar paso a jóvenes que entran como elefante en cacharrería.

Como botón de muestra un par de casos. Comencé mi labor como técnico informático de Grandes Sistemas en una empresa del sector de la banca hoy tristemente desaparecida o cambiada de nombre cuando tenía 18 años. Cursos de formación en IBM y sobre todo formación interna de los compañeros con más experiencia y años en la profesión fueron los mimbres para empezar a desarrollar conocimientos y experiencia en mi trabajo, una labor que por aquel entonces ni siquiera se enseñaba en la universidad. En aquellos años setenta y ochenta del siglo pasado asistí a reuniones de intercambio de información con otras grandes empresas españolas e incluso acudí a alguna reunión internacional representando a España. También por mi inquietud publiqué algunas colaboraciones sobre aspectos técnicos en revistas inglesas o estadounidenses y en el último tramo de mi vida laboral, con internet empezando a ser una poderosa herramienta comunicativa, participaba en foros de intercambio de ideas y programas. Transité por varias empresas, todas ellas del sector de la banca española, hasta que, con 51 años casi recién cumplidos, un departamento de esos llamados de recursos humanos me llamó para decirme que me tenía que marchar, sí o sí, por aquello de la renovación de plantillas, las sinergias y no sé qué otras zarandajas modernas que no comprendía pero que me pusieron fuera de la circulación.

Seguí trabajando varios años ya como autónomo en el sector desarrollando proyectos para varias empresas. Curioso es que algunas de las que había estado como empleado me requirieron, más de una vez, para desarrollarles algunas piezas a través de empresas interpuestas: ¡el mundo del revés! Pero a lo que vamos, tras casi cuarenta años de experiencia en un sector muy reducido, muy especializado, mis conocimientos si es que tenía alguno quedaron dormidos para siempre sin capacidad de transmisión a nuevas generaciones que podían haberlos aprovechado. Y no creo que esto sea ningún atisbo de prepotencia por mi parte.

En la imagen que encabeza esta entrada puede ver a Antonio Rodríguez de las Heras. A poco que tecleen su nombre en cualquier buscador recibirán un aluvión de información de las muchas actividades en las que desarrolla su labor. En estos momentos, septiembre de 2019, tiene 72 años y es Catedrático en la Universidad Carlos III de Madrid en la que sigue impartiendo sus clases, sus cursos para mayores y dirigiendo tesis doctorales. Su labor está centrada en cómo afectan las emergentes tecnologías, no ahora sino desde hace décadas, en la educación. He tenido oportunidad de seguir sus seminarios y en ellos siempre se aprende y se recolocan las ideas sobre lo que puede suponer la educación en el futuro, cada vez más inmediato, y sugerencias de cómo podemos afrontar el reto de «llenar la mochila» de los estudiantes para su circulación futura por el mundo.

Una de las posibilidades que ofrece la tecnología es la formación a través de internet. La imagen de esta entrada responde a una de las actividades de su magnífico curso MOOC titulado «Utopedia. Educación para una sociedad del conocimiento» en el que plasma una miríada de ideas sobre el tema. En la parte inferior de la fotografía aparecen varios alumnos en la primera edición de este curso, de varios países del mundo, interaccionando en una sesión en directo con el profesor aprovechando las facilidades de la red. Una innovadora forma de educación que ahorraría muchos desplazamientos y que puede sustituir, al menos en parte, las clases presenciales. Le sugiero que aproveche para inscribirse en la séptima edición del mismo que comienza el próximo día 15 de octubre de 2019 en la plataforma EDX. Yo ya lo he hecho para asistir virtualmente al curso por tercera vez.

Como digo y sin establecer comparaciones, que siempre son odiosas: unos en la brecha a pesar de los años y otros en el dique seco. Como dice el profesor en una de sus acertadas definiciones de vejez: «vejez es cuando el mundo que te rodea se te hace ajeno, te desajusta». Y siguiendo con sus ideas, ahora tenemos ABUNDANCIA de información —contrastada o no—, pero como no podemos con todo, andamos PICOTEANDO, lo que puede conducirnos a la DESAFECCIÓN que puede llevar al DESPILFARRO que puede conducir a la CONTAMINACIÓN.