No nos es desconocido desde hace ya mucho tiempo que los servicios gratuitos en internet no son tales: estamos trabajando para grandes corporaciones recopilando datos, nuestros y de nuestros contactos, que son oro puro en los sistemas actuales de estudios de mercado e inteligencia artificial. Las llamadas redes sociales, los servicios de grandes corporaciones como Google, Microsoft o Yahoo son en realidad una fuente inestimable y cuasi gratuita de información.
Tras el verano pasado, me auto impuse la tarea de «escapar» de los servicios de correo de estas grandes empresas, es decir, abandonar progresivamente mis correos electrónicos tipo «@gmail.com», «@hotmail.com», «@outlook.com» o «@yahoo.com» entendiendo esta relación como mero ejemplo.
La alternativa es posible, de forma básica, en dos direcciones. Una y la más sencilla es utilizar el servicio que nos puede brindar nuestro propio servidor de internet, con lo cual según el que tengamos contratado podemos tener direcciones de correo del tipo «@telefonica.net» o «@wanadoo.es» a modo de ejemplo. Esta primera opción tiene el inconveniente de que perderíamos nuestra dirección de correo electrónico si decidimos atender una oferta de las muchas que circulan por la red y nos cambiamos a otra plataforma.
La alternativa más plausible es estudiar el mercado y contratar una plataforma independiente, de pago claro está, que nos ofrezca unas ciertas garantías, cuyo coste sea asumible por nosotros y que tenga una estabilidad en el tiempo. Hay varias en el mercado y tras un estudio concienzudo decidí apostar por PROTONMAIL. Tiene ciertos inconvenientes, resueltos eso sí, en el uso del componente OUTLOOK de OFFICE para acceder a sus correos, pero su interfaz para acceso a través navegadores y del propio teléfono móvil está muy conseguida y es fácil de implementar y utilizar. Su coste, dependiendo de los plazos de contratación y para un usuario particular, puede estar entre los 3 y los 5 euros mensuales.
Probada su utilización gratuita durante un mes, contratado el servicio de pago por otro mes, al final me decidí por ello efectuando el contrato por dos años. Empezaba la ardua tarea de migrar todos mis correos esparcidos por el mundo digital a esta nueva dirección de correo, que en realidad son dos diferenciadas, pues la plataforma en su uso contratado permite disponer de hasta cinco direcciones de correo diferentes que en realidad son la misma, pero permite diferenciar la que facilitas a conocidos personales o a empresas.
Han pasado tres meses, el esfuerzo es agotador y al final es casi imposible escaparse de la red tejida desde hace muchos años por estas grandes empresas, que son como arañas con una gran red que capturan, devoran, procesan y guardan para la posteridad todo lo que pillan. Me ha venido a la mente un texto en relación con las telas de araña que María José Blanco Barea colocó hace años, en 2002, en el foro de una plataforma de afectados por acoso moral en el trabajo, «mobbing», y que reproduzco aquí.
LA TELA DE ARAÑA
Así lo veo yo: una TELA DE ARAÑA, y no precisamente porque yo fuese una mosquita moribunda, todo lo contrario, me defendía, pero he ahí el error: cuanto más me movía y más me defendía, más me enredaba, y más desgastada me estaba quedando. Un día, un buen psicólogo, que me vio, empezó a enseñarme a darme cuenta de que, si hacia tal movimiento se me enredaba la pierna, y si hacia el otro me atrapaba el cuello, entonces aprendí que la única manera de salir de allí era aprender cual es el juego de la araña, aprender cuáles son sus técnicas, cuando esta como dormida y sin embargo sigue tirando de los hilos para tensar el nudo que me aprieta el alma. Aprendí a verme a mí misma como lo que soy, y a saber que soy libre, tan libre, que ninguna tela de araña podía atraparme. Aprendí a ver a la araña desde cerca y desde lejos y a ver que la tela en la que estaba la había tejido enteramente la araña, y que ahí caí yo, es decir, que a mí no me había tejido la araña, así que en una gota de rocío me vi reflejada una madrugada, era YO, no era una mosca, y ya no tenía aracnofobia, y la tela de araña se podía deshacer o no -eso se lo dejo a la araña- pero mi libertad y mi dignidad esas estaban sin atrapar, esas son intangibles, así que cogí todas las fuerzas del mundo, todo el coraje, y toda la dosis de humor y ternura que había olvidado tenia, y respiré hondo y volé, me alcé, sin más esfuerzo me desprendí de la tela de araña y allí la dejé.
Sé que mi error era luchar contra la tela de araña, cuando el enemigo era la araña. Me dediqué durante muuuuucho tiempo a ver la geometría de la tela y perdí tanto tiempo en su análisis y comprensión sin ver que el origen de todo estaba en el sujeto araña.
Desde entonces, cuando veo a alguien tejiendo a mi alrededor, me inflo de dignidad y libertad, y esto debe ser un maravilloso insecticida, porque descubren que no me van a enredar y aunque dejan su asqueroso hilo o rastro en alguna esquina, no consiguen atraparme.
Desde entonces, cuando veo a alguien que construye con pilares firmes y paredes maestras, con puertas y ventanas abiertas de par en par sin trampa ni cartón, a la entrada y a la salida, ambientes de buen humor, de buenas intenciones, de generosidad, de solidaridad, de cariño, de compromiso, me uno a su ejército de buenas gentes y nos vamos al campo de la vida de excursión a dejarnos enredar por las estrellas porque desde la serenidad de la seguridad en uno mismo y en los que nos rodean, se puede llegar a tocar el cielo con las manos.
Perdona si esto ha salido así, es que me siento libre y me siento bien. Salí del infierno sin la cola del diablo ni el tridente en la mano, por eso no soy diablo ni mato, ni pego, y trato de no insultar ni de maldecir, salí del infierno y no quiero, no quiero, no quiero, llevar ni una llamarada por donde vaya. Salí del infierno y me gustaría que los que están atrapados en él, puedan disfrutar de la emoción de pertenecer a un ejército de guerrilleros que luchemos con otras herramientas, con las nuestras, no con las suyas, para no enredarnos más en la tela de araña.
Llevo utilizando direcciones de correo «Gmail» desde 2007, trece años largos. Aunque me abrí una segunda dirección para contactos y registros con empresas que se me llena de Spam a diario, mi dirección personal aparece por infinidad de sitios, la tienen muchas de mis amistades y conocidos y ha sido utilizada para registro en empresas. ¿Quién inventó eso de que la dirección de correo sea el «usuario» de acceso? Ahora me doy cuenta de que no es una idea acertada especialmente cuando tratas de cambiar la dirección de correo que es a la vez el usuario de acceso. Varias empresas lo tienen bien planteado haciendo el cambio de forma profesional pidiendo autorización y verificando la nueva dirección, pero la gran mayoría de ellas entran en un caos que sería más largo que el Quijote describir.
Lo seguiré intentando, pacientemente, sin enredarme. Respecto de los amigos y empresas que «ignoran» el cambio de correo electrónico que les he solicitado, optaré por hacerme el «sueco» aunque vea sus correos porque mantendré mi antigua cuenta por un año completo para evitar que me haya dejado algo en el tintero. Y después, cuando cierre la cuenta, vendrá el apagón y aquellas personas o empresas que intenten contactar conmigo por este conducto electrónico tendrán que mostrar interés y buscarse las habichuelas.
Al igual que me he abierto una dirección nueva de correo, podría contratar un número de móvil nuevo, pero eso no garantiza escapar del control, porque correo y número novedosos estarán en las agendas de mis contactos, con lo cual seguiré en el candelero. La araña, la red…
Otro aspecto serán las cuestiones relativas a servicios en los que se utiliza el correo electrónico como base de acceso, como por ejemplo un teléfono Android o sus aplicaciones como Whatsapp o Twitter entre otras, por no hablar de Blogs y similares. ¿Cómo se cambia de cuenta de correo sin perder todo el historial que nos puede ser interesante o vital conservar?