Buscar este blog

domingo, 5 de septiembre de 2021

PESCADILLA


Para algunas cuestiones, el tamaño sí que importa. Yo no lo sabía hasta hoy, pero buscando giros lingüísticos para titular esta entrada, resulta que me entero que la pescadilla y la merluza son lo mismo, es el mismo pescado que, cuando pesa más de dos kilos se considera merluza y cuando menos de dos, pescadilla. Evidentemente las pescadillas no se muerden la cola, pero es una forma de presentar este pescado en los platos y cuando se utiliza «es como la pescadilla que se muerde la cola» se hace para aludir a un círculo sin fin.

Eso es lo que me he encontrado estos últimos días, en una de esas de qué fue primero, si el huevo o la gallina. Poco a poco algunos vamos entrando en llevar a efecto las consideraciones que se nos van haciendo en materia de seguridad informática. Una de ellas es lo que se conoce como «factor de doble autenticación», una manera de ponérselo más difícil a los cacos y que mejora nuestra seguridad en cuentas de correo electrónico, acceso a cuentas bancarias, compras, etc. etc. Hoy en día se impone activar esta doble comprobación en todas aquellas aplicaciones en las que sea posible. Yo lo he hecho y hace unos meses convencí a mi mujer de que también lo hiciera.

El problema de ello es que todos o casi todos los planteamientos y acciones a llevar a cabo para esta doble seguridad pasan por nuestro teléfono móvil, que se ha convertido —le han o le hemos convertido— en un archiperre imprescindible para nuestras vidas y no precisamente por las llamadas telefónicas que es casi lo menos que hacemos con él, al menos yo: tengo una cuenta de 100 minutos al mes y raro es el mes que no me sobra mucho más de la mitad.

Entonces… ¿Qué pasa si se nos estropea, perdemos, nos quitan o dejamos el móvil en algún lugar? Nuestros accesos a esas operaciones bancarias, de correo y de compras serán imposibles de realizar hasta que no lo recuperemos o sustituyamos por uno nuevo, cuestión que hoy por hoy no es inmediata especialmente por la obtención de una nueva tarjeta SIM facilitada por nuestra operadora.

Sin llegar a tanto, nos podemos ver en situaciones kafkianas como la que nos ocurrió y que voy a relatar aquí, aportando una solución. Para todo hay soluciones, claro está, a base de líos y más líos, un círculo sin fin.

El teléfono de mi mujer estaba en casa. No había ninguna duda porque durante la siesta y mientras «dormíamos» algo en la televisión, lo había estado utilizando para ver wasaps, trinos o lo que fuera. Ambos éramos conscientes de que el teléfono estaba en casa, pero no lo encontrábamos a la hora de salir de casa. Mirando y remirando por todos sitios, nada, que no aparecía ni por asomo. El truco de llamar desde otro no servía porque estaba en silencio y no percibíamos la posible vibración, estuviera donde estuviera. Esto mismo nos ocurrió hace años con el teléfono de mi hija, que también estaba en silencio, pero no hubo problemas para recuperarlo fácilmente.

Los teléfonos Android tienen una cuenta de Google detrás. No hay más cáscaras. Y accediendo a esa cuenta desde un ordenador podemos utilizar la función «REPRODUCIR SONIDO» —ver imagen superior de esta entrada, que hará que el teléfono suene, aunque esté en silencio, al mayor volumen, durante cinco minutos. El teléfono de mi hija estaba en su cama entre el colchón y la pared; empezó a sonar y no hubo ningún problema en hacerse de nuevo con él.

Pero claro, si tenemos activa la doble autenticación —también autentificación— necesitaremos el teléfono para poder acceder a la cuenta y a esta función de hacerlo sonar desde un ordenador: círculo vicioso, pescadilla que se muerde la cola… este sistema no nos servía para encontrar el teléfono. Busca que te busca, tuvimos suerte, mucha suerte, porque el teléfono apareció en el fondo de un cajón.

Cuando ocurre un sucedido, lo mejor es aprender de él y tomar medidas para poderlo solventar en la ocurrencia siguiente. Comentado el hecho con mi buen amigo José María, me informó, en el caso de Google, de la existencia de unos códigos especiales de un solo uso, que pueden usarse para acceder a la cuenta como alternativa cuando no tenemos el teléfono disponible. Dicho y hecho, he obtenido, y guardado a buen recaudo, los códigos para mis cuentas y las de mi familia, por si los dípteros, dicho alternativo a por si las moscas que ya popularizara Javier, un concursante del «rosco» hace unos meses. La forma de estos códigos es la siguiente

 



Me he molestado en tacharlos para llamar la atención: no hubiera hecho falta, primero porque no figura la cuenta de Google a la que están asociados y sirva esto como aviso si tenemos códigos de varias cuentas como es mi caso y segundo porque los códigos se pueden pedir repetidamente y la última extracción invalida las anteriores. Por ello, aunque alguien probara con todas o alguna de mis cuentas o las de mi familia, esta imagen está ya invalidada. La recomendación de Google es que imprimamos los códigos, los guardemos en lugar seguro y vayamos tachando los ya utilizados pues son de un solo uso.

Más engorros, más cosas a tener en cuenta, más procedimientos, esto es una pescadilla que se muerde la cola, pero en espiral, esto es sin fin. Y, además… ¿qué pasa con los bancos o comercios? ¿Tienen formas alternativas de acceso si no disponemos del teléfono por la causa que sea? Cuestiones a indagar en los próximos días.

No lo hemos comentado… todavía. Pero el uso del teléfono para identificarnos con el doble factor puede presentar varias opciones: SMS, verificación por mensajes a aplicaciones, authenticator… No quiero alargar más esta entrada, pero mi recomendación es yo lo hago así utilizar el sistema conocido como de authenticator. Yo estoy utilizando la aplicación de Android GoogleAuthenticator, que genera unos códigos temporales de seis cifras que sirven para validar el doble factor de mis cuentas, Pero me he dado cuenta de que este sistema tiene sus inconvenientes y posiblemente vaya a migrar a otra aplicación con más posibilidades: Authy.

Cuando uno se mete en líos, si se quiere tener el jardín un poquito en condiciones, surgen actividades una detrás de otra. Lo dijo el sabio —¿Sócrates? — hace miles de años: «solo sé que no se nada» o lo que es lo mismo, nos queda todo por aprender, si queremos meternos en los charcos y complicarnos la vida.