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domingo, 3 de agosto de 2025

VORACIDAD

«Pleitos tengas y los ganes» es uno de los sesudos refranes españoles que, según aclara el Instituto Cervantes, «se refiere a las cuantiosas pérdidas que puede acarrear un pleito tanto si se gana como si no, pues, aunque resulte favorable la sentencia, lo habitual es que no se quede en uno solo, con el consiguiente gasto, que en ocasiones acarrea la ruina». Aunque el término pleito pudiera parecer que hace referencia a asuntos judiciales, su alcance es más general y puede referirse a cualquier disputa entre dos partes; en el caso que voy a tratar hoy en términos administrativos (por el momento).

Hace dos años, en 2023, tuve conocimiento de una ley que trataba del llamado «Complemento de la brecha de género». Por mis características, número de hijos y fecha de jubilación, tenía derecho a solicitar su aplicación a la Seguridad Social, lo que supondría unos atrasos y un pequeño incremento mensual en mi pensión de jubilación. Por aquello del refrán aludido no pensaba meterme en líos, pero también me hablaron de un despacho de abogados que se encargaba de todo y solo cobraría un porcentaje en caso de tener éxito en la gestión.

Hay varios despachos especializados. Yo me puse en manos de «Padres Jubilados» en agosto de 2023. Documentos, escritos, solicitudes, autorizaciones, poderes judiciales, juicios, renuncias, comunicados mediante, el 24 de diciembre de 2024 ─un año y cuatro meses después─ obtuve una resolución favorable que devino en el abono del atraso en mi cuenta con fecha 3 de enero de 2025. Lo de las fechas es importante, porque, aunque yo entendí que al recibir el importe en enero de 2025 tendría que declararlo en la Declaración de la Renta de ese año 2025, la Seguridad Social no lo entendió así, aplicó la fecha de resolución y me incluyó el importe en 2024 y además desglosado por anualidades.

Este desglose por importes ─desde 2020 por aquello de las caducidades─, suponía rectificar mis declaraciones de la Renta desde 2020 a 2023. Pasado el calvario de la reclamación a través de Padres Jubilados, empezaba el calvario con la Agencia Tributaria. Las personas normales y corrientes estamos obligadas, ahora, a nuestro trato con Hacienda a través de intricados procedimientos habilitados en internet para los que necesitamos una autentificación digital, sea @CLAVE, Certificado FNMT, DNI u otros. Empieza el lío. Recuerdo una y otra vez lo de pleitos tengas…

Accedo a mis declaraciones de años anteriores y me encuentro que las que yo he ido realizando están modificadas desde la intranet de la AEAT por un «funcionario público habilitado» (no identificado) en un mes que no menciono de 2024 y a las 22 horas. Ver imagen que encabeza esta entrada. Todas ellas están en estado de pendientes de resolución y desconozco a que son debidas estas rectificaciones, mas deduzco que no tienen nada que ver con el asunto de la brecha de género que se solventó a finales de 2024, cuatro meses después.

Procedo a rectificar mis declaraciones de 2020, 2021 y 2022 con los importes cobrados esperando los cargos en mi cuenta de los dineros devengados. A las dos semanas, recibo una notificación de la AEAT mencionando que mis declaraciones estaban hechas sobre unas que están pendientes de resolución ─las rectificaciones realizadas por ellos─ y que proceden a anularlas. Otra vez con el asunto en pendiente.

Aunque parece que los sufridos ciudadanos, contribuyentes, clientes o lo que seamos de la Agencia Tributaria tenemos que saber de todo, consigo una cita presencial en la que me cuentan la manera de hacerlo, que sería sobre mis declaraciones originales obviando las pendientes realizadas por ellos. Así lo hago y por desconocimiento en una de ellas se produce un cargo en mi cuenta bancaria ─directo y en el momento─ sin llegar a finalizar el proceso. Retomo el proceso eligiendo pago con tarjeta y consigo realizar las tres rectificaciones. 

Aunque yo doy por finalizado el asunto de los atrasos de la brecha de género, tengo que bucear en el proceloso mundo de la web de la AEAT para reclamar ese importe ─más de 200 euros─ cargado en mi cuenta y que no responde a ningún expediente. Consigo presentar un escrito y tengo suerte que a la semana siguiente me lo aprueban y me reintegran el dinero mediante abono en mi cuenta.

Respiro honda y profundamente. Todo concluido. ¿Todo concluido? Quia, naranjas de la china. Hacienda vuelve al ataque. Menos mal que soy un ciudadano corriente que cobra una pensión. ¿A quién se le ocurre solicitar atrasos por la brecha de género…?

¡Nuevas notificaciones! Tres, relativas a los años 2020, 2021 y 2022. Las rectificaciones de mis declaraciones están bien ─parece─ pero agárrate que vienen curvas… ¡Fuera de plazo! Y por ello, me abren expedientes de multa, ellos lo llaman eufemísticamente recargo, de un 15% por el retraso aplicando además intereses de demora. Pero, vamos a ver, si he cobrado los importes en enero de 2025, me los han notificado como datos en mi Declaración de la Renta de 2024, he realizado las rectificaciones dentro del plazo… ¿Qué es eso del recargo por hacerlas tarde? Me lo explique alguien. Eso sí, se sienten magnánimos y me aplican un descuento en el importe de la multa del 25%. Será por pronto pago.

El detalle de la liquidación de uno de los años

Por el momento se trata de expedientes administrativos. Me dicen que puedo reclamar contra estar resolución ─recuerdo que son tres parecidas─ aportando alegaciones, considerandos, documentación, plazos, bla, bla, bla…  En total las cantidades que me reclaman por los tres expedientes no llega a ochenta euros. Pleitos tengas… decido pagar a pesar de que creo que es injusto y dejar de litigar con los que siempre o casi siempre llevan la presunción de veracidad. Y si no, llevan la atribución de atosigamiento hasta que el sufrido ciudadano se aburre.

¿Se ha acabado todo? Pues no estoy tan seguro. Con mi identificación digital accedo a la web de la AEAT y hay un apartado titulado «Mis expedientes». Accedo a él y veo lo siguiente

Siguen pendientes de resolución las tres rectificaciones realizadas desde la intranet de la AEAT por el funcionario público habilitado un día de agosto de 2024 pasadas las diez de la noche. ¡Qué capacidad de trabajo!

En condiciones normales, aquí acabaría la entrada del blog, pero me ha dado por indagar un poco y lo que he conseguido es calentarme la cabeza y que se me pongan los pelos como escarpias. 

En estos días hemos conocido varios «casos gordos» de temas relacionados con la AEAT. Uno de ellos ha sido la incongruencia tras dieciséis años de proceso de la condena a cárcel del actor Imanol Arias tras haber pagado más de dos millones de euros en «recargos» mientras que otros actores en el mismo supuesto han sido completamente absueltos. Absueltos, sí, pero no olvidemos lo de pleitos tengas… Los 16 años de idas y venidas no se los quita nadie. Otro asunto ha sido el descubrimiento de los posibles tejemanejes del ministro Montoro para favorecer a ciertas empresas, eso sí, a cambio de nada, por amor al arte.

Pero ahí no queda la cosa. Cuando uno habla de estos sucedidos con familia y amistades te llegan informaciones variadas por todos lados. Cada uno tendrá que saber si se las cree o no porque bulos y mentiras, además de verdades hay a porrillo. Voy a comentar dos entre los muchos que me han llegado en estos días. Yo les doy credibilidad, pero puedo estar equivocado.

Un familiar tiene entre sus amistades un alto funcionario de la sección de inspectores de Hacienda. Comenta que tienen instrucciones ─dijo órdenes─ de la ministra de acrecentar todo lo posible las inspecciones sean completamente ciertas o solo posibles. Pero eso sí, con una limitación muy sibilina y es que la cantidad reclamada a pagar no sea superior a 999 euros. ¿A qué es debida esta limitación? Hacienda tiene muchos datos y entre ellos el conocer que por esas cantidades la gente prefiere pagar para olvidarse de litigar. Y al que litiga siempre le pueden admitir las alegaciones y cancelar el expediente. Parece que hemos olvidado que la obligación del Estado con el contribuyente es ayudarle, pero ahora el que tiene que hacer las cosas es el contribuyente y Hacienda se arroga el derecho de decir que está mal y levantar expediente, Pero no queremos entrar en ello y preferimos pagar y olvidar. Entrar en interpretaciones es una lucha desigual en la que se supone que todo lo que dice la administración es válido, veraz, cierto y presumiblemente legal. ¿Recurriremos los ciudadanos ante un juez para enfrentarnos con Hacienda? Pleitos tengas…

Como asunto colateral de lo anterior no entramos en esa más que posible retribución variable de los inspectores de Hacienda en función de los expedientes que levanten, sean o no llevados a término satisfactoriamente.

Y el otro asunto al que me refería tiene que ver con el famoso anuncio de hace años de la publicación de la lista de morosos con Hacienda. El primero de ellos resultó ser un tal Agapito García Sánchez, un ciudadano particular completamente anónimo que lleva ¡25 años! de litigios. ¡Pobre Agapito! ¡No sé cómo aguanta! No deje de ver el documental de hora y media en este enlace que cuenta su historia y de paso aporta unos datos muy jugosos de nuestra querida agencia tributaria. ¿Arbitrariedad? ¿Afán recaudatorio? ¿Todos somos defraudadores? ¿Persecuciones? ¿Abuso sistemático? ¿Vulneración de derechos?

Hay mucha información en medios «no oficiales»: podcasts, páginas web, blogs… Es (muy) laborioso y lleva su tiempo el indagar y formarse cada uno su propia opinión sobre los sucesos. Y muchas veces no sé si merece la pena calentarse la cabeza. Es mejor elegir ignorar las cosas.

En todo caso, recuerde, pleitos tengas…





sábado, 26 de julio de 2025

CRUZADA

Sigo de forma regular artículos de algunos escritores, catedráticos o profesores en diferentes medios tales como Antonio Muñoz Molina, Irene Vallejo, Eduardo Juárez Valero, Leonardo Padura, Ignacio Morgado, Ignacio Sánchez Cuenca, Lola Pons, Santiago Alba Rico, Antonio Elorza, Gutmaro Gómez Bravo o Najat El Hachmi entre otros. Muchos de ellos tienen libros publicados y en ellos, supongo que, por la maquetación y las correcciones orto tipográficas de las editoriales, las dobles comillas empleadas en sus textos son las recomendadas por la Real Academia Española en su manual de Ortografía de la Lengua Española, esto es, las conocidas como comillas angulares, también llamadas latinas o españolas (« »). También aparecen nominadas como francesas.

Desconocidas para mí entonces, en 2013 me topé con este signo de puntuación trabajando sobre un libro de Pedro Sainz Rodríguez titulado «Un reinado en la sombra». De la pelea que mantuve con las dichosas comillas y de la solución para incorporarlas al teclado del procesador de textos Word dejé constancia en la entrada de este blog titulada «COMILLAS» accesible en este enlace.

Desde entonces mantengo una cruzada particular abogando por el uso correcto de las mismas. Alguna satisfacción he cosechado no solo en terrenos digamos particulares sino también en ámbitos literarios o universitarios. Sin embargo, los artículos de algunos de los autores referidos en el primer párrafo, cuando son publicados en el diario «El País» aparecen siempre con las comillas inglesas (" "). En alguna ocasión he logrado contactar con alguno de ellos y la respuesta, cuando ha tenido lugar, ha sido ambigua o evasiva por lo general. Menos en un caso en que se me aclaró que no era cosa suya sino de «El País».

Omitiendo el nombre de este autor, catedrático y con varios libros publicados, consigno a continuación las ideas esenciales del correo que le dirigí:

Lo primero de todo es pedir disculpas por mi atrevimiento al dirigirle este correo electrónico.

Sigo con interés sus magníficos artículos en el diario «El País»; de hecho, los voy coleccionando y me construyo con ellos —para un uso estrictamente personal— un libro electrónico para poder leerlos en mi lector electrónico.
El motivo de este correo es comentar con Vd. el uso de las dobles comillas ("…" o “…”) en los mencionados artículos.

Supongo que es un tema derivado del uso del procesador de textos, probablemente Word, que no permite un uso fácil de las que modestamente entiendo y según la Academia y el Diccionario Panamericano de Dudas serían las correctas, es decir, las llamadas comillas angulares, latinas o españolas («…»). Aunque se va generalizando muy lentamente su uso, artículos como los suyos en «El País» —también de otros escritores que sigo como Antonio Muñoz Molina o Irene Vallejo entre otros— siguen utilizando las mencionadas “…”. He visto que, en sus libros, por ejemplo «xxxx yyyy», se utilizan las angulares supongo que debido a correcciones en la editorial.

Es una pequeña cruzada contra la globalización de nuestra lengua que inicié personalmente en un ya lejano 2013. Es muy sencillo incorporar nuestras comillas angulares al programa Word (y me imagino que a cualquier otro procesador de textos) como ya contaba en la entrada «COMILLAS»…

Como letraherido y aficionado a temas de lingüística, me gustaría conocer (para mi uso exclusivamente personal), su opinión más que autorizada sobre este asunto. Ya en los años setenta del siglo pasado me peleaba con los americanos por el uso indebido de la «Ñ» en temas informáticos, como puede verse en esta otra entrada de mi blog titulada precisamente «Ñ», accesible en este enlace

Agradecido enormemente por su atención y su tiempo, reiterando de nuevo mis más sinceras disculpas por este atrevimiento, reciba un cordial saludo.
Este catedrático y escritor tuvo la enorme deferencia de contestarme y aclararme lo que yo venía sospechando.

Le agradezco su mensaje, que sea lector de mis artículos y, qué bonito el detalle, que los esté seleccionando y antologando. Es emocionante. Uno escribe sin saber quién está al otro lado, y cuando los lectores se encarnan en personas concretas, con nombre y apellidos y con preocupaciones e inquietudes, se despeja un poco el horizonte de sombras y dan más ganas de seguir.

Ángel, ocurre con esto de las comillas que es el sistema del periódico. Es una cuestión de cada medio. Tengo una pequeña colaboración mensual en otro medio en el que sí usan las angulares o españoles y nunca las inglesas. Yo escribí mi tesis doctoral usando las inglesas, sin haber reflexionado sobre eso, pero los años me han hecho más cuidadoso con los detalles (y más maniático) y ahora a mis discípulos les exijo comillas españolas (y hasta el punto de los ordinales: 2.ª, 3.º... se ríen como quien aguanta el hábito senil de alguien venerable). De hecho, ahora estoy terminando de escribir un nuevo libro y directamente he puesto como método abreviado de teclado el uso de las angulares, para no tener que rebuscar en el comando de «Insertar Símbolo». En suma, le digo que estamos juntos en el mismo frente de esta cruzada. Y, con la nostalgia y el realismo propios de los perdedores, le anticipo mi convicción de que en esta cruzada vencerán los otros.

En esta semana me he animado a escribir a la Defensora del lector de «El País»:

Estimada Defensora del Lector:

Tras la lectura del artículo «Cuando la edición falla: el desafío de escribir bien en tiempos de inmediatez» me animo a escribir este correo para comentar la machacona insistencia por parte de «El País» de no utilizar correctamente las «dobles comillas».

Explico el calificativo de machacona porque he comentado esta extrañeza con colaboradores de artículos en el periódico y me han manifestado que no es cosa suya sino de la maquetación y tratamiento de los textos por parte del diario.

A pesar de su ausencia en el procesador de texto Word, el uso recomendado por la Academia de la Lengua, la Fundeu o el Diccionario Panhispánico de Dudas, entre otros, las comillas que se deberían utilizar primeramente en los textos en español son las conocidas como «Comillas angulares o latinas (« »)». El uso generalizado en «El País» de las inglesas (“ “) no deja de ser una (posible) anomalía, aunque poca gente es consciente de ella.

Es una «cruzada» particular que doy por perdida desde el año 2013 en que me topé con este asunto y escribí en mi blog la entrada «COMILLAS» donde se cuenta entre otras cosas una manera sencilla de incorporar al procesador de textos Microsoft Word el uso de las mismas.

La contestación de la Defensora del Lector de «El País» ha sido clara y demoledora. Juzgue cada cual las razones esgrimidas por el diario para no atender a las normas de la Academia.

EL PAÍS se rige por su Libro de Estilo y en él se especifica: "Se usan comillas inglesas o dobles, así como las simples, pero nunca las francesas o angulares".

El manual es una elección de estilo que hace el periódico y no tiene ningún afán de querer imponer nada, simplemente de establecer unas normas internas, que no siempre van atadas a lo que establecen las academias.

Esta elección está vigente desde la fundación del periódico y se ha convertido en un elemento característico, que se explica en que las comillas inglesas ocupan menos matrices y hacen que los textos sean más limpios en términos de diseño, y por lo tanto facilita la lectura. 

«CRUZADA», en la acepción sexta del DRAE significa «actos para conseguir un fin». Yo manifestaba en 2013 que… «No nos hemos dado cuenta y estamos haciendo las cosas quizá mal, llevados por la tecnología global, de fuerte componente inglés o americano, donde ciertas peculiaridades van siendo asumidas y aceptadas en aras a no complicarnos la vida».

Pues eso, pequeños actos ─correos electrónicos, entradas en el blog, conversaciones…─ para luchar contra los elementos. Todavía me sigo admirando de que los teclados de todos los ordenadores tengan la españolísima letra «Ñ».




 

domingo, 20 de julio de 2025

VESPA

Los objetos inanimados tienen también sus historias, aunque ellos no las puedan contar. La moto Vespa que se puede ver en la imagen aparcada en una calle cualquiera tiene una dilatada historia, extendida en el tiempo.

Residiendo en una localidad distante de Madrid cincuenta kilómetros, comencé a trabajar en la Oficina Central de la extinta Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid en noviembre de 1973. Por aquel entonces, estaba situada en la Plaza del Celenque, a 260 metros de la Puerta del Sol. Yo todavía no había cumplido los 20 años, pero debido a la suerte y a mi buen salario disponía de coche y posibilidad de desplazarme al trabajo desde mi localidad en mi Seat 127. Comencé a hacerlo así; dejaba aparcado el coche en el madrileño Paseo de Moret y me iba andando por la calle de la Princesa y la Gran Vía hasta Santo Domingo, donde giraba a la derecha por la calle de San Bernardo y callejeaba hasta llegar a la Plaza de las Descalzas donde se encontraba la entrada principal del Edificio. No podía llevar el coche hasta esa zona porque existía también el sistema denominado de la hora, en el que sin coste se podía aparcar pero solo durante hora y media. Un paseo matutino por lo general agradable, aunque el tiempo en Madrid tiene su aquelo según la estación del año. Acabada mi jornada laboral, por lo general a las 15:00, la opción de volver andando no era muy apetecible por lo que tomaba normalmente el Metro o, algunas veces, un compañero, Pedro F.M., de más categoría laboral y que disponía por ello de aparcamiento en el edificio, me acercaba en su coche al Paseo de Moret camino de su casa. 

Pero esa repetición diaria de conducir esos cien kilómetros no me acababa de convencer y la supuesta comodidad del vehículo propio no hacía mella en mí. Así que, empleando más tiempo pero menos dinero, opté por el transporte público en tren hasta la estación de RENFE del paseo de Recoletos y desde allí un agradable paseo, tanto a la ida como a la vuelta, hasta el trabajo.

Sin embargo las cosas cambiaron en 1978. El edificio central de la Caja se quedaba pequeño y sobre todo muy inadecuado para mi departamento, el Centro de Proceso de Datos, por lo que la Dirección hizo un traslado rápido y en mi opinión muy poco meditado al Barrio de San Blas, a la otra punta de Madrid. Seguí con la opción del tren hasta el Paseo de Recoletos, un paseo hasta la Puerta de Alcalá y allí tomaba el autobús 28 de la EMT que me llevaba, empleando un cierto tiempo, hasta la puerta del nuevo emplazamiento. Lo bueno de ese mayor tiempo empleado en los desplazamientos es que me permitía desarrollar mi pasión por la lectura por lo que devoraba materialmente los libros. Aclaro que por aquella época todos en papel y algunos verdaderos mamotretos.

Mas este nuevo edificio se reveló como una chapuza temporal poco meditada, por lo que enseguida se empezó a estudiar una nueva localización para construir un edificio pensado por y para un centro de cálculo «moderno». Con ello, en 1984 sufrimos un nuevo traslado a una zona del Parque de San Juan Bautista en la confluencia de la M-30 con la Carretera de Barcelona. El acceso en transporte público se complicó sobremanera teniendo en cuenta las fechas, por lo que por un tiempo opté de nuevo por el coche dado que todos los empleados disponíamos de aparcamiento en el edificio. Pero el hastío volvió a anidar de nuevo en mí. Y entonces fue cuando apareció la Vespa, esa Vespa, en mi vida.

Alquilé una plaza de moto en el aparcamiento público situado en el Centro Norte frente a la estación de Renfe de Chamartín. Me bajaba del tren, cruzaba la calle y en la Vespa y por la M-30 en apenas diez minutos estaba en mi nuevo centro de trabajo. Una delicia. Me hice motero de los de verdad, en todo tiempo y condición, lloviera o hiciera sol. Gané un montón de tiempo, que se redujo de tiempo de lectura porque leer conduciendo una moto es un poco complicado.

Pero la dicha no es eterna. En 1992 se produjo un nuevo cambio del centro de proceso de datos de la Caja, esta vez a la localidad de Las Rozas de Madrid. Lo de la moto ya no tenía sentido y fue a parar al garaje de mi casa sin una utilidad más que meramente de disfrute. Además, opté por un cambio de empresa, empezando a laborar en el Banco Hipotecario de España cuyo centro de trabajo estaba ubicado en el hermoso palacio del Marqués de Salamanca, en pleno Paseo del Prado; vuelta de nuevo a la estación de Recoletos de Renfe, a la mismísima puerta del edificio.

Con ello, la Vespa quedó aparcada y sin utilidad efectiva. Además, ese mismo 1992 tuvo lugar un cambio radical en mi vida personal que tenía como consecuencia el no disponer de la moto en tanto se solucionara el problema del reparto de los bienes gananciales por separación matrimonial. De momento, la Vespa quedó en la DGT – Dirección General de Tráfico en estado de Baja Temporal para evitar gastos de seguro de accidentes, impuesto del ayuntamiento y paso de la I.T.V.

Cuando en 2004 se consiguió por fin hacer el reparto, la moto volvió a mi poder. No tenía yo un propósito claro para ella y lo que parecía que procedía era su venta. La moto tenía ya 20 años, pero estaba como nueva tras doce años parada. La revisé y puse al día, pero permanecía en el garaje. Eso sí, cada mes la ponía en marcha y daba unas vueltas por el garaje para mantenerla en una cierta actividad. 

Una primavera tras otra y de cara al verano me planteaba rescatar la Vespa en Tráfico y ponerla en circulación para darme una vuelta de placer. Pero para cuatro paseos y dos meses al año… No me decidía. Y así fueron pasando los años hasta la actualidad. Entre unas cosas y otras, la Vespa llevaba 33 años como canario en jaula, en perfecto estado, pero sin poder circular por la calle. Intenté regalársela a mi hijo o a mi hermano, verdaderos motoristas, pero no les hacía tilín. Mi mujer la miraba con ojos golosinos pero la verdad es que para ella era muy pesada y poco manejable.

Hace unas semanas, un vecino de mi garaje me vio haciendo las vueltas de rigor que ya he comentado. Se interesó por ella, lo pensé, hablamos y la Vespa ha revivido a sus cuarenta y un años de edad en otras manos. Atrás quedan emocionantes excursiones en ella, entre otras, a las Hoces del Duratón o a visitar a mi amigo Luis en su pueblo de Aldea del Rey en Ciudad Real, verdaderas aventuras para una moto de esas características.

La Vespa sigue vivita y coleando. Su historia seguirá adelante mientras aguante, pero ya será otro u otros los que tengan que contarla.




 

domingo, 13 de julio de 2025

DESEMBALAJE

Ya he comentado a lo largo de varios artículos de este blog mi afición a leer ─de cabo a rabo─ los folletos de los archiperres que voy adquiriendo. No siempre es sencillo por varias razones. La primera es que, últimamente, ya ni se molestan en añadir al producto un manual de instrucciones, mantenimiento y posibles averías. Será por aquello del ahorro de papel y el medio ambiente. Antaño venían unos folletos exagerados, algunos de ellos en multitud de idiomas. Ahora… hay que ir a internet y buscar el librillo en la red para leerlo en una pantalla ─cuestión que odio─ o bien descargarlo e imprimirlo a tu costa. Otro problema de los folletos antaño era la letra enormemente reducida: en algunos casos era incluso necesaria una lupa.

¿Pinchamos? ¿Pinchamos mucho? Me refiero a las ruedas del coche. Esta semana, mi hermano que volvía de su viaje de vacaciones pinchó una rueda de su coche. Antaño, muy antaño, se ponía la rueda de repuesto y se seguía camino. Menos antaño, la rueda de repuesto era una «simulación de rueda», conocida con el nombre de «galleta» que servía para avanzar a poca velocidad hasta el taller más próximo. Hogaño… ni la rueda de galleta. En su lugar un repara-pinchazos y un compresor. Sabemos cambiar una rueda, pero… ¿utilizar este moderno repara-pinchazos? Mi hermano acabó utilizando el compresor para hinchar la rueda y seguir hasta el pueblo siguiente, Arenas de Iguña. Era por la mañana, de día, un día laborable… porque también circulamos de noche, los días festivos…

Tuvo la enorme suerte de entrar en un bar y preguntar al camarero. Precisamente en la barra estaba tomando café un mecánico de un taller cercano que se brindó a ayudarle, arreglarle el pinchazo, darle una clase teórica de como se utilizan los repara-pinchazos y encima no cobrarle nada. Mi hermano pasó de nuevo por el bar a dar las gracias al camarero y dejarle pagados varios desayunos para los días siguientes. Agradecimiento en diferido que se diría ahora.

Volviendo al tema de los folletos, reproduzco aquí un texto escrito en este blog en octubre de 2010 en la entrada «PRECINTOS».

Ocurrió hace casi veinte años. Debido a cambios personales en mi vida que me hicieron casi partir de cero en muchos aspectos, acudí a unos grandes almacenes, concretamente El Corte Inglés, a comprar una colección de diez discos de música clásica que aún conservo y escucho, eso sí, digitalizados en un disco duro, que los soportes en CD se van quedando un poco obsoletos. A lo que íbamos, el paquete de diez discos venía debidamente precintado con su celofán. AL llegar a casa me hice el propósito firme de escucharlos que ya sabemos lo que pasa cuando se compran colecciones de este tipo, que al cabo de los años siguen en las estanterías sin haber sido usados ni siquiera una vez. Intentaba cada día oír un disco completo y cuál fue mi sorpresa, pasados unos días, que al abrir la caja del quinto disco estaba vacío. Vivía solo, había desprecintado yo mismo el paquete de diez, no había usado ese disco con anterioridad……. ¿Dónde estaba el disco? Se me quedó la cara a cuadros. La única explicación posible es que no hubiera sido metido en la caja en donde hubieran preparado y precintado el paquete.

Compré mi coche actual a principios de año, hace ya seis meses. Tenía pendiente la lectura del folleto, que en este caso no viene con el vehículo. Pone por algún lado que lo puedes solicitar al concesionario, cosa que hice pero todavía lo estoy esperando. Las instrucciones se pueden ver de manera sencilla y rimbombante en el teléfono móvil y en la red, pero yo lo que quiero es una versión digital para poderla imprimir ─pagando yo─ y leerla tranquilamente con mis notas y subrayados. 244 páginas encuadernadas con espiral cuando antes venía, siempre, con el coche. ¡Tiempos modernos! Ya nadie lee los folletos…

Como estamos de vacaciones, dicho y hecho. Lectura con detenimiento del folleto enterándome de muchas cuestiones y posibilidades que no conocía. Pero la gran sorpresa vino al asomarme a las profundidades del maletero a revisar la NO existencia de rueda-galleta y las herramientas y el kit de reparación provisional de pinchazos. Por cierto, me ha sorprendido la «españolidad» del vocablo kit que aclara el diccionario que alude a «Conjunto de productos y utensilios suficientes para conseguir un determinado fin, que se comercializan como una unidad».

Esto es lo que encontré en el maletero

 


Más vacío que el frigorífico al volver de vacaciones. Por lo menos no había telarañas. Lo sorprendente y sospechoso es que no estaba vacío del todo. Una de las herramientas, la argolla de remolcado desmontable, sí que estaba, como puede verse en la imagen. ¿y el resto de herramientas y el kit? ¿Un departamento mete una herramienta y otro departamento las demás? Llevo seis meses circulando con el coche, casi 10.000 kilómetros, y sin saber que no llevaba ─y no llevo todavía─ la posibilidad de reparar un pinchazo si me ocurre. Ahora se llama la asistencia para que te socorra, lo que no sé es si las grúas llevarán su kit para conductores despistados como yo que no dispongan del suyo.

Por el momento y hasta que vuelva de las vacaciones seguiré así, que remedio.  Como pasó con los discos precintados que he referido al principio ─y que al final me dieron─ he llamado al concesionario, creo que me han creído y aunque es muy raro dados sus controles de calidad de fabricación, asumen que no les estoy queriendo timar para conseguir un «segundo kit». 

En todo caso, me estoy planteando la posibilidad de hacerme con un gato de los de toda la vida y una rueda, completa o de galleta. Parece mentira que en vehículos que se acercan a los 30.000 euros de coste escatimen un folleto en papel y una rueda de repuesto. El folleto me ha costado algo menos de 4 euros imprimirlo por mi cuenta y los precios de la rueda de galleta más un gato oscilan algo por encima de los 200 euros. Es dinero, pero no en comparación con el coste del coche. Se ve que las empresas quieren ahorrarse hasta el alpiste del canario y encima darle de beber un día sí y otro no.

 AÑADIDO EL MARTES 15 DE JULIO DE 2025 CON POSTERIORIDAD A SU PUBLICACIÓN

La respuesta oficial del concesionario Citroën en el que adquirí mi vehículo es que está bien, que el coche no trae nada de las herramientas, kit o rueda. ¡NADA! Está bien así. Solo se me ocurre uno, bueno dos, comentarios a esto: ¡RÁCANOS! ¡CUTRES! Pero por lo menos deberían avisar con letra grande, roja y en negrita, porque…

El Real Decreto 2822/1998, de 23 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento General de Vehículos que está en vigor, en su ANEXO XII referente a los «Accesorios, repuestos y herramientas de los vehículos» y en su apartado c) dice claramente….

c) Una rueda completa de repuesto o una rueda de uso temporal, con las herramientas necesarias para el cambio de ruedas, o un sistema alternativo al cambio de las mismas que ofrezca suficientes garantías para la movilidad del vehículo. En estos casos se circulará respetando las limitaciones propias de cada alternativa.

De esto se deduce que llevo más de seis meses circulando infringiendo el código de circulación. Menos mal que la Guardia Civil no me han parado y revisado mis accesorios y herramientas de cambio de rueda porque me hubieran cascado una multa cuyo importe desconozco. No demos ideas a ver si los de verde se van a dedicar a revisar los maleteros de los coches nuevos, al menos los Citroën…

AÑADIDO EL VIERNES 18 DE JULIO DE 2025 CON POSTERIORIDAD A SU PUBLICACIÓN

215 euros después y Amazon mediante, las profundidades del maletero del coche presentan este otro aspecto

Me he puesto en contacto con el servicio de atención al cliente de Citroën España/Stellantis y les he facilitado mis datos de contacto y lo sucedido.

Hola. Primero, gracias por su atención. En enero de 2025 adquirí un C4 híbrido automático de 136 CV en su concesionario XXXX. Decir que es mi TERCER C4, habiendo hecho a los dos anteriores un total de 650.000 kms. Nunca lo había mirado, pero ahora, seis meses después, accedo al compartimento de rueda de repuesto o kit de pinchazo y está completamente vacío. Solo está el tornillo de arrastre. Puesto en contacto con el concesionario me dice que el coche «viene así, sin nada»: lo tengo que adquirir yo por mi cuenta. Me ha extrañado mucho y menos mal que en estos seis meses no he pinchado, pero he estado sin cumplir el Código de la Circulación que obliga a llevar «lo que sea» para facilitar la movilidad del vehículo. Aunque no venga, sería interesante que se avisara de ello por lo inaudito de la situación. Un saludo cordial.

Muchas gracias. Hemos trasladado ya tu caso al servicio de atención al cliente para que se pongan en contacto contigo lo antes posible.

Estoy a la espera de su contestación. Supongo que corroborarán lo indicado por el concesionario, aunque sigo pensando que no es de recibo que el coche de fábrica no traiga nada de nada. Entiendo que son muchas veces 215 euros (para ellos serán menos), pero la imagen de la marca también tiene su valor.

 AÑADIDO EL JUEVES 24 DE JULIO DE 2025 CON POSTERIORIDAD A SU PUBLICACIÓN

El Servicio de Atención al Cliente de Citroën España o Stellantis o quién corresponda no se ha puesto en contacto conmigo. Buenas palabras y ningún hecho. Por mi parte desisto, me quedo con la imagen que va siendo cada vez más generalizada de que los servicios telefónicos o similares ─nunca presenciales─ de las compañías están para desatender a los clientes y aburrirles en lugar de solucionar sus problemas de los clientes. Me aburro y… desisto.

Pero para rematar esta historia y darla por finalizada por mi parte, comentar un sucedido nuevo que tiene sus bemoles… Resulta que los tornillos de las ruedas vienen protegidos con un embellecedor de plástico, embutido a presión en los mismos. La zona es tan estrecha que no caben los dedos ni otra herramienta ─las pinzas de dar la vuelta a las sardinas en la barbacoa─ por lo en caso de pinchazo y suponiendo que tengamos las herramientas para cambiar la rueda… ¿Cómo diantres quitamos los protectores de los tornillos para poder utilizar la llave? Y esto tampoco te lo dicen cuando compras el coche y ciudadanos despistados como yo tardamos seis meses en enterarnos. Alguno más habrá por ahí que se llevará la sorpresa en el momento más inoportuno. Pues nada, hace falta otro archiperrino como el que puede verse en la imagen:

Unas pinzas de plástico especiales con unas muescas para enganchar la cabeza del embellecedor y poderlo extraer. Es tan barata que no te la venden sola, sino en un set que cuesta cuatro euros y que vienen cuatro ejemplares de esta llave y de otras tres distintas. Debe ser que el número y sistema de embellecedores en las ruedas de los coches tiende al infinito.

Y yo me pregunto: ¿no te pueden dar una pinza de estas incluida en el coche? La avería que se puede organizar por no tenerla es morrocotuda además del tiempo y energías en adquirirla.


 



 

domingo, 6 de julio de 2025

DEVOLUCIONES

 
No soy nada amigo de los cambios y las devoluciones. Me gusta informarme con antelación y acudir a la compra a tiro hecho, minimizando la posibilidad de que lo adquirido no me sirva o incluso sea defectuoso. Con ello, en el caso de las interacciones con dependientes, quiero un vendedor y no un despachador, para lo cual es muy conveniente estar informado previamente. El mundo de las compras por internet ha añadido otros procedimientos a este asunto que, según las empresas, no siempre funcionan adecuadamente.

Una de las grandes de las ventas por internet es, sin duda, Amazon. La primera vez que aparece mencionado el vocablo Amazon en este blog data de junio de 2008 en la entrada «eCOMPRAS». La siguiente vez es ya en enero de 2011 en la entrada «EFI.....QUÉ? AMAZON». No he seguido mirando, pero estoy seguro que se ha mencionado muchas más veces más hasta a la actualidad. Generalmente de forma positiva o muy positiva, ya que mis relaciones comerciales con esta empresa, desde cuando no estaba en España y había que comprar directamente a EE.UU., han sido muy y satisfactorias.

Ha pasado mucho tiempo desde aquel lejano 2011 en el que me quedé ojiplático en todo el proceso de compra y reposición de un lector electrónico de libros y como solucionaron mi problema. He vuelto a leer la entrada y me he vuelto a quedar anonadado. Pero esta semana me ha ocurrido un suceso con un pedido que ya no es que me haya dejado asombrado, sino lo siguiente.

Realizo una compra por internet con varios productos que me llegan al día siguiente. Había cosas mías y de mi hija y se ve que no presté la debida atención a las cosas que estaban en la cesta de compra. Cuando recibo el pedido, observo que uno de los productos me venía por duplicado cuando yo pensaba que había pedido solo una unidad, que era lo que necesitaba. Fácil el ir a comprobar el pedido y la factura y advertir que me había equivocado y por error realmente había pedido y abonado dos.

Los procesos de devolución con esta empresa son sencillos: indicas en su aplicación del teléfono o vía web que quieres devolver algo, te preguntan por cualquiera de los medios habilitados —Courier, Correos, establecimientos…— y te generan una etiqueta electrónica. En el procedimiento que he utilizado en alguna anterior ocasión, solo hay que ir al establecimiento con la etiqueta que te han generado en tu teléfono y el paquete original —sin envolver ni hacer nada extraño con él— y listo. Por lo general en ese mismo día o al día siguiente tienes el importe devuelto y aquí paz y después gloria. Ninguna justificación, ninguna pega.

Ya he mencionado que no me gustan las devoluciones. Un amigo mío las realiza sin pudor: pide, utiliza, prueba, requeteprueba, maneja, toquetea, compara y… devuelve. Y pide otro. Y vuelta a empezar. No hay ningún problema. En el caso que nos ocupa el procedimiento sería devolver los dos productos para obtener el reintegro y pedir uno solo. Fácil. Pero… ¿Y si…? ¿Sería posible devolver solo medio pedido? ¿El producto que me sobraba?

Conectado en la página web de Amazon en el ordenador, hago clic en «Atención al cliente». Entre los variados vericuetos que se me ofrecen llego a uno en el que me pregunta si quiero ser llamado por teléfono y en que idioma. No acabo de hacer clic en sí cuando suena el teléfono, descuelgo y a mi «dígame» me contesta Yura: «Hola, sr. XXX, soy Yura, de atención al cliente de AMAZON, en que puedo ayudarle?»

Cuento mi caso y la posibilidad de devolver uno solo de los dos productos, es decir, medio pedido, y me pregunta qué procedimiento de los habilitados escojo para hacerlo —Courier, Correos, establecimientos…—. Menciono establecimientos y me pide en apenas un suspiro que por favor acceda a mi correo electrónico. Lo hago y ya tengo disponible en mi bandeja un correo electrónico de Amazon conteniendo en su interior un código QR para efectuar la devolución que quiero.

Entregué el producto a las 09:30 de la mañana en el estanco que tengo cerca de mi casa. Sin envolver, con el código QR en mi móvil que fue suficiente para registrar la devolución y darme un resguardo de haber efectuado la misma.

A media tarde recibí un nuevo correo electrónico acusando recibo del producto y procediendo a la devolución del importe.

Simple, fácil, sencillo. Es difícil resistirse a estos sistemas —tan avanzados— de compra. La capacidad de efectuar devoluciones de forma rápida, gratuita y sin tener que dar ninguna explicación hace que sea más fácil decidirse por algo al disponer del comodín de la devolución. Hace un mes necesitaba comprar un Android TV para convertir mi vetusta televisión en lo que se llama ahora una Smart TV, es decir, una televisión inteligente. Miré y requetemiré, pero el primer aparato que pedí no se ajustaba con propiedad a las características descritas y a mí no me servía. Devolución al canto y petición de uno nuevo que al día siguiente tenía en mi casa y que esta vez sí, funcionamiento correcto para lo que yo necesitaba.

Soy de la opinión de que hay que favorecer el comercio local, pero no siempre es sencillo. La disponibilidad de cachivaches y archiperres no es tan enorme como en una tienda virtual, especialmente en «esa» tienda virtual y la facilidad de selección, compra y envío prácticamente al día siguiente a tu domicilio o a puntos de recogida ponen muy difícil al comercio tradicional competir con este sistema que se impone —se nos impone— sin remedio. Podemos resistirnos, pero será a base de algunos inconvenientes por nuestra parte.
 



 

sábado, 28 de junio de 2025

TÓPICOS


Si preguntamos a cualquiera la opinión que tiene de uno de los «famosos» emperadores romanos de la dinastía conocida como la de los Julio-Claudios, por ejemplo, Tiberio, Calígula o Nerón, la respuesta será la mayoría de las veces negativa: malos, muy malos, tiranos, despiadados, violentos, pervertidos, locos de atar, autócratas, asesinos… ¿Por qué tenemos estas ideas de ellos? Cada cual tendrá que responder en función de sus conocimientos, por lo general superficiales y obtenidos de fuentes que no se atienen a la Historia con mayúsculas. 

Esta semana pasada he tenido la oportunidad de disfrutar (presencialmente) de un magnífico curso de verano que ha tenido lugar en el Campus de Colmenarejo de la Universidad Carlos III de Madrid, un campus magnífico al que puedo acceder en transporte público desde mi domicilio. El curso se titulaba «Más allá de los tópicos; La Historia que no te contaron». Durante cinco intensas mañanas, catedráticos y profesores de varias universidades —Carlos III de Madrid, Granada, Complutense y Externado de Colombia— nos han deleitado a los asistentes con «otras» versiones de la historia que confrontaban la mayoría de las veces nuestras asumidas percepciones de diferentes sucesos, desde las Antiguas Roma y Grecia hasta nuestros días, pasando por la Edad Media y la Edad Moderna.

No es cuestión de hacer aquí un resumen de la enorme cantidad  de mitos y tópicos que se han derrumbado, o cuando menos se han tambaleado y puesto en cuestión, con los hechos razonados comentados por los profesores. Una abundante documentación en libros, películas, artículos y demás medios han quedado registrados en nuestros apuntes y notas, de forma que, yo al menos, tengo un trabajo enorme de lectura y visionado por delante para asentar conocimientos y formarme nuevas ideas sobre hechos y personajes históricos.

Ya he comentado en ocasiones anteriores que utilizo este blog como una forma de documentación personal a la que volver en el futuro para recordar situaciones. Todos los profesores, ellos y ellas, implantaron en mí una profunda huella, pero uno especialmente: Ricardo del Molino, profesor titular de historia en la Universidad Externado de Colombia y que el destino ha querido hacernos llegar a este curso. Sus magníficas clases versaban sobre dos temas: «Entre la memoria y la historia: revisitando la imagen de los emperadores perversos de la Roma Imperial» y «Mitos clásicos y realidades modernas: el homoerotismo griego y su apropiación por los movimientos LGTBI».

Con independencia de los temas, en los primeros momentos de su disertación nos hizo una revisión magnífica de lo que él entiende, y se debería entender, añado yo, por Historia y como aproximarse a ella. Empezó recomendando dos libros básicos que detallo a continuación:

Lowenthal, David - El pasado es un país extraño
Collingwood, Robin Georges - Idea de la historia

El Capítulo V del primero, titulado «Cómo conocemos el pasado» y la quinta parte del segundo, titulada «Epilegómenos» deberían ser, en su opinión y con mi convencimiento, un catecismo no solo para cualquier historiador sino para cualquier aficionado a la historia o cualquier persona que quiera acercarse con propiedad a hechos del pasado.

Voy a tratar de hacer —hacerme— un resumen rápido con las ideas principales que nos transmitió este magnífico profesor del que a buen seguro estarán disfrutando nuestros hermanos colombianos. Es preciso distinguir dos cuestiones diferentes, aunque complementarias: MEMORIA e HISTORIA. Y para hacer un trío añadiremos la ARQUEOLOGÍA/RELIQUIAS.

MEMORIA son las verdades que cada sociedad o persona ha recordado. Hay tantas memorias como personas, incluso más, porque una misma persona puede tener varias en diferentes momentos de su vida.

ARQUEOLOGÍA/RELIQUIAS huellas tangibles que van apareciendo como vestigios. Tengamos en cuenta que pueden no haber aparecido todas y nuevos hallazgos pondrán en cuestión lo que hayamos decidido hasta entones. Un ejemplo fácil de entender: la vida cotidiana romana tiene un antes y un después tras el descubrimiento y excavaciones en Pompeya. No solo esto, sino que el progreso de la tecnología puede arrojar nuevas luces sobre objetos ya tratados con anterioridad.

HISTORIA pero teniendo siempre en cuenta la MEMORIA y la ARQUEOLOGÍA, construir nuestro relato pero sin creernos a pies juntillas sus aportaciones. Un buen científico será una persona inmersa hasta las profundidades en la DUDA, en todo momento, cuestionándose sin desmayo todo lo aprendido y no dando nada por definitivo.

Somos muy dados en la actualidad a aproximarnos a momentos del pasado con lo que se ha dado en llamar «presentismo», esto es,  «proyección de los valores del presente en el pasado», un concepto al que ya me he asomado en este blog en enero de 2023 en la entrada «PRESENTISMO». Mi querido profesor Eduardo Juárez Valero nos recuerda que «… no nos damos cuenta de que la historia es una acumulación de experiencias humanas» y «El ayer nos grita su sordo saber sin que encuentre respuesta en las mentes corroídas por el presentismo más falaz».

Está muy requetebién que los historiadores tengan una vastísima imaginación, para ponerse en las situaciones más estrambóticas que se les puedan ocurrir, pero siempre serán proyectos que deberán corroborar con la memoria y la arqueología —y fuentes primarias— a su disposición. Luego… tras verificaciones exhaustivas, a equivocarse tocan, como buenos humanos. Pero la revisión debe ser continua y permanente para alcanzar aproximaciones plausibles cercanas a la verdad. 

Retornando al párrafo inicial de esta entrada… ¿Fueron tan malos los Julio-Claudios? Pues… según. Tengamos en cuenta que la historia la escriben por lo general los vencedores y poderosos, no habiendo lugar en ciertas épocas para disidentes. Si en lugar de los clásicos Tácito o Suetonio nos acercamos al historiador romano del siglo I Gayo Veleyo Patérculo y su historia dedicada al emperador Tiberio quedaremos sumidos en la desazón y cuando menos cada uno, tras haberse preocupado, tendrá su propio «Tiberio». Aclaro que Tiberio como personaje, no con la acepción muy utilizada de «montar o armar un tiberio» cuya negatividad es por todos conocida. ¡No hay verdades! ¡Viva la incertidumbre! Y esto es solo un ejemplo.

Cómo bien saben y constatan los historiadores, los medios en general hacen flaco favor a la Historia. Y a sabiendas, en aras de «vender». Novelas históricas, series de televisión, películas cinematográficas y artículos periodísticos caen en tópicos que son absorbidos sin cuestionamiento por el público en general. Tras el curso y cómo manifestó el profesor… ¡Nerón no es tan malo! Aunque matara a su madre —no sabemos a ciencia cierta las razones— o quemara la ciudad de Roma cuando ni siquiera estaba allí. Y tras su muerte aparecieron tres posibles Nerones en Oriente… ¡no sería tan malo!

Dudemos, dudemos, dudemos… siempre en la duda. Muchas gracias, profesor.


 


domingo, 22 de junio de 2025

eBAHORRINA

 
Comencé a utilizar el correo electrónico a mediados de los años 90 del siglo pasado, en entornos empresariales. Una maravilla que dejó atrás el correo convencional con sus sobres y sellos y de paso y por añadidura el temido y odiado FAX. A principios de este siglo empecé a utilizar el correo electrónico en entorno personal por las facilidades que nos daban los proveedores de internet en nuestros domicilios. Al final, por cambios de proveedor e inconvenientes, acabé cayendo en las redes de Google y de Gmail en 2007. He tratado de liberarme de ellas contratando un correo de pago, pero es imposible. Desisto.
 
Son ya, pues, una treintena de años lidiando con las formas electrónicas del correo. El vocablo que enseguida nos viene a la mente relacionado con este tema es «SPAM», alojado ya con pleno derecho en el diccionario oficial, significando «correo basura», es decir, «correo electrónico de distribución masiva y contenido normalmente publicitario o malicioso, que se recibe sin haberlo solicitado». Fundamental lo de «no deseado» y con remitentes desconocidos o, lo que es peor, suplantados, tratando no solo de ofrecer publicidad sino de engañar con consecuencias por lo general negativas para los incautos.
 
Según se puede leer en la página web de ESET, el término se acuñó en los años 70 en la serie británica «Monty Python»: en un sketch titulado Spam de esta serie de 1970, dos clientes están haciendo un pedido en un local de comida basura y advierten que casi todos los platos del menú contienen SPAM, a la sazón y época, un tipo de carne enlatada. Aunque uno de ellos no quiere SPAM en su comida, pronto queda claro que el ingrediente es casi imposible de evitar... 
 
También ESET nos comenta que…
La primera campaña conocida de correo no deseado se llevó a cabo en el año 1978, y entregó mensajes en las bandejas de entrada de casi 400 (o el 15% de la totalidad) de los usuarios conectados a la red predecesora de Internet: Advanced Research Projects Agency Network (ARPANET). El mensaje promocionaba un anuncio de un producto de la empresa, pero tras recibir una gran cantidad de comentarios negativos, esta forma de marketing fue abandonada, al menos por un tiempo. 
La primera vez que este blog, con entradas desde 2007, me referí a este tipo de correo indeseado decía que… «…en lugar o además de tanta basurilla como circula por ahí, mientras el correo electrónico sea más o menos gratuito y no genere costes añadidos. Cuando haya que abonar algo, ya no circularan tantos correos, muchos de ellos spam y basura y el personal se cuidará muy mucho de enviar cosas de forma masiva».
 
La cosa no ha mejorado, sino todo lo contrario: ha empeorado hasta cotas inadmisibles. Y lo que menos llega son anuncios publicitarios no solicitados. Por el contrario, enlaces de xxxhing —fishing, pishing, smishing…— y otros contenidos fraudulentos, así como también peligrosas familias de malware — virus, gusanos, troyanos…— convirtiéndolo en una grave amenaza a la seguridad por la que todos estamos preocupados y que debería ser abordada por quién proceda porque el número de casos es alarmante.
 
Es verdad que los filtros antispam de las compañías de servicios y de antivirus han mejorado mucho y detectan una gran cantidad de ellos, pero eso no evita su llegada a nuestras carpetas, con el consiguiente gasto de red y espacio. Los «malos» también encuentran normas de burlar los filtros en una escalada sin fin. Además, nos obliga a una revisión concienzuda para su eliminación porque deberemos detectar si entre todos existe alguno que sí queremos recibir y nos podemos perder si optamos por una eliminación general. 
 
¿Recibe Vd. muchos correos spam? No sé en su caso, pero en el mío es frustrante, a diario, una montonera de correos —también, aunque menos, llamadas y SMS’s— que impactan en mi seguridad, privacidad e incluso, según los días, en mi bienestar emocional. Algunos de ellos contienen enlaces para un eufemístico «darse de baja», pero ¿quién se atreve a abrir los correos y hacer clic en esos enlaces? Pocas medidas podemos tomar a nivel individual cuando nuestra dirección de correo ha pasado a engrosar las listas que circulan por la red. Oímos filtraciones de todo tipo, accesos no autorizados a los ficheros de compañías tanto oficiales como privadas…
 
No hace falta que nosotros hagamos público nuestro correo electrónico o nuestro número de teléfono móvil. Lo son, por activa o por pasiva, sin que podamos hacer nada por evitarlo, solo por el hecho de estar más o menos activos en los mundos electrónicos. Si yo no facilito mi teléfono o correo, pero un amigo mío me tiene en su agenda y es un poco digamos descuidadillo… blanco y en botella.
 
Para aquellos más interesados en el asunto, remito a una entrada específica de este blog de septiembre de 2017 titulada «SPAM» donde hay algunas referencias a mecanismos que yo utilizo para defenderme de alguna manera de esta invasión diaria que, lejos de amainar, va in crescendo a medida que pasan los días.
 
Fiel a la costumbre, decir que «bahorrina» es sinónimo de suciedad, basura, desperdicio, excremento o porquería entre otros. Con la «e» minúscula delante lo mismo, pero en entornos digitales. Un fastidio diario además de un peligro.
 



 

domingo, 15 de junio de 2025

INSCRIPCIONES

Muchas de las cuestiones con las que tenemos que lidiar a diario se han desmadrado o están en vías de ello. La informatización de todo está llegando a unos niveles preocupantes que derivan en muchas ocasiones en una indefensión completa ante lo que «digan» las máquinas. Mencionaré aquí, como base de esta entrada, que todo lo que es electrónico es susceptible de ser modificado: no creo que tengamos duda alguna en estos momentos en los que la Inteligencia Artificial modula nuestras vidas.

Llevo en contacto con los programas Senior de la Universidad Carlos III de Madrid desde 2011. Aparte de cursos regulares anuales, tengo en mis archivos las notas y apuntes de más de cuarenta cursos realizados, entre monográficos, seminarios, interuniversitarios y similares. A lo largo de los años los sistemas de inscripción —matriculación— han ido variando hasta llegar al esperpento —en mi opinión— actual.

Haciendo memoria me retrotraigo a los años 60 del siglo pasado. La primera que vez que me tocó acudir a un centro de inscripción fue a solicitar las antiguas Becas del denominado en aquella época «Principio de Igualdad de Oportunidades». Contaba doce años, pero eran otros tiempos. Bajar a Madrid, ir a la calle Amaniel, esperar una generosa cola con mi instancia rellena, hasta llegar al mostrador donde un funcionario del Ministerio de Educación la sellaba y te daba un resguardo del Registro con la fecha y la hora de la presentación y aceptación. ¿Sería posible este sistema hogaño? Parece impensable y por otro lado hasta poco recomendable a la luz de los avances tecnológicos.

A lo largo de estos años, las inscripciones telemáticas a través de internet se han generalizado. Cada academia o en este caso universidad utiliza las suyas, que no voy a comentar aquí, y que serán mejores o peores en función de las características. Si voy a comentar mi visión de las actualmente utilizadas por la Universidad Carlos III de Madrid para los monográficos de su programa senior.

Dos veces por año, junio y enero, la UC3M oferta una variedad de cursos monográficos destinados a público en general pero que, por sus horarios y características, están enfocados a público senior, vamos, mayor, con disponibilidades horarias y ganas de aprender. Las anunciadas en estas fechas para el cuatrimestre sep-2025 a ene-2026 se pueden ver (en estos momentos) en este enlace. Una oferta variada e interesante en donde predominan las clases presenciales que son las más valoradas por los alumnos, insisto y repito, generalmente mayores o muy mayores. El hecho de ser presenciales en diferentes campus de esta universidad, implica un número finito de plazas en función del aula en que se impartan las clases.

A lo largo de los años, los alumnos mayores han ido decantándose no solo por el atractivo de los cursos ofertados sino por los profesores que los imparten. Lo que voy a mencionar a continuación es una opinión estrictamente personal y que no menosprecia ni descuida a nadie. Hay profesores a los que el seguimiento de alumnos es masivo, hablen de lo que hablen y oferten el curso que oferten. A modo de ejemplo y advirtiendo que hay muchos más, mencionaré a dos: Ángel Bahamonde Magro y Eduardo Juárez Valero. Insisto, hay más profesores, pero estos dos tienen el marchamo previo de que sus cursos se van a llenar y las plazas ofertadas van a ser insuficientes, especialmente en el campus de Getafe, pero también en el de Colmenarejo o en el de Puerta de Toledo. Y sobre esta base viene el comentario o crítica de esta entrada.

El sistema ideado por la universidad para la inscripción en estos cursos es bellaco. Hay que hacerlo a través de la página web. Lo del año pasado reventó la web y yo en mi caso me quedé sin un curso que había solicitado por que Google, san Google, no registró debidamente mi petición. Este año, al parecer por campus, han habilitado un día y una hora en que «se pone disponible» un formulario Google de inscripción. El miércoles de esta semana de junio de 2025 había que estar a las 13:00 horas ante el ordenador, refrescando la página, hasta que en la misma apareciera habilitado el enlace para poder rellenar el formulario de inscripción. Y hacerlo rapidito, por aquello de la aplicación de «mar… el último» no vaya a ser que dado el número de plazas te quedes a verlas venir.

Yo tuve la suerte de tener ese día y hora libre para poder ponerme en modo estrés y cumplimentar el formulario. Como yo, y lo sé porque estábamos en contacto a la vez por wasap, otros compañeros. El formulario tardó en aparecer varios minutos, todos nerviosos, a la espera de poder rellenar… ¿Y si a esa hora tenías una consulta médica o estabas en un sitio sin posibilidades de internet? ¿Le encargabas a alguien que lo hiciera por ti?

Al final, esta operación estresante acaba en teoría, si todo va bien, no se cuelga internet o se te va la luz en casa, en un registro con fecha y hora que (san) Google va construyendo y que será el utilizado por los servicios administrativos de la universidad para asignar las plazas, eso sí, «en riguroso orden de inscripción» que está garantizado por… jajaja, el todopoderos y omnisciente (san) Google. Los servicios administrativos de la universidad no quieren o no pueden hacer nada, lo que diga Google va a misa y todos tan felices, aquí paz y después gloria.

Un proceso cuando menos opaco y oscuro a los solicitantes de plaza. La lista generada por (san) Google se puede modificar, alterando la hora para favorecer a un determinado alumno a instancias de alguna «autoridad». Ojo, no digo que esto se haga, pero se puede hacer y además de forma impune y sin control.

No es de recibo la tensión a la que se somete al futuro alumno, por lo general mayor y con pocas habilidades en los mundos electrónicos y no es de recibo, en suma, el «sistemita» empleado. No es cuestión de proponer alternativas aquí, que las hay y de hecho esta misma universidad, en el pasado, utilizó otros mecanismos mucho más claros y sin posibilidad de trueques. Pero claro, hay que mojarse, hacer las cosas bien y de esta forma actual todo es rápido y sin preocupaciones: lo que diga (san) Google, directamente o modificando lo que haga falta. ¿Quién controla? Desde luego el alumno solicitante no.

En este caso, yo he tenido suerte. Estaba preparado, con los datos que me iban a pedir cargados en el ratón del ordenador para copiar-pegar e ir más deprisa en el envío de los dos formularios para los dos cursos en los que estaba interesado. Ha habido suerte y he conseguido plaza en ambos. En enero del año que viene tendré que decidir si asumo un día y hora de estrés galopante o me busco otra universidad o academia con mecanismos más claros, si es que existen. También me puedo dedicar a criar canarios.