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miércoles, 5 de enero de 2011

RETIRARSE

“Una retirada a tiempo es una victoria” reza el dicho popular. No se trata tanto de una victoria sino de asumir cuando a uno le ha llegado la hora de dejar de hacer algo que venía haciendo. A medida que se van cumpliendo años, las disposiciones físicas y mentales de las personas van cambiando, lo cual no quiere decir empeorando, sino adaptándose a la realidad. Es evidente que las condiciones físicas evolucionan con la edad y no precisamente a mejor. Bien es verdad que la experiencia puede ayudar en algo pero es indudable que no seremos capaces de hacer las mismas “proezas” que hacíamos de jóvenes, incluso aunque nos cuidemos mucho.

Durante toda mi vida me ha gustado la práctica del deporte, incluso por encima de lo que se podía considerar una media o medida razonable. Me gusta decir que “he jugado a todo pero mal” en una clara asunción de que no he destacado en ninguno de los deportes que he practicado con una cierta intensidad y que han sido varios: ciclismo de carretera y de montaña, baloncesto, atletismo, tenis, fútbol, fútbol-sala, esquí, carrera de fondo, frontenis…

Hoy en esta entrada quiero hablar de mi retirada del esquí. Llegué tarde a él y no he llegado a alcanzar un buen nivel, pero sí el suficiente para disfrutar en esos largos y placenteros descensos por las laderas nevadas de las montañas en un claro y limpio contacto con la naturaleza. Multitud de experiencias y recuerdos se agolpan en mi mente producto de mi deambular por diferentes estaciones de esquí del pirineo español y francés y de Sierra Nevada, en Granada. El salto a los Alpes, de donde todo el mundo habla maravillas por su tamaño y su grandiosidad queda aplazado ya “sine die”. Escribo esto desde la estación de esquí de Saint Lary, en el pirineo francés, donde ha llegado el momento de mi retirada. Me vine con la ropa pero ya casi sin determinación, pues la última vez que me puse unos esquís ya dije aquello de “esto se acabó” y así ha sido. Subo todas las mañanas a las pistas acompañando a mi familia y unos amigos, para ayudarles a acarrear los múltiples archiperres que comporta la práctica del esquí: botas, esquís, palos, guantes, gorros, cascos, etc. etc en una sinfonía de nunca acabar. Hay que reconocer que cuando lo tienes todo colocado y te encuentras en lo alto de una montaña solo pensando en disfrutar del descenso se te olvidan todas las penas. Me dan muchas ganas de ponerme a ello, pero me las aguanto y me bajo al pueblo para disfrutar de la tranquilidad del apartamento, de un paseo y hacer la compra para preparar unos bocadillos y subir de nuevo a la estación a comer con ellos, tras lo cual me bajo de nuevo a esperarles en su regreso por la tarde.

Pero yo he llegado al punto en que pienso que no me compensa. No hay que ocultar que, para la gente que vivimos en el centro de la península, el esquí es un deporte caro, que prácticamente se practica, valga la redundancia, una semana al año salvo alguna escapadita de fin de semana que no se suele producir. No es una cuestión física, pues haciendo las cosas con cabeza y tranquilidad se puede practicar hasta una avanzada edad. No es infrecuente ver en las pistas personas ciertamente mayores que disfrutan de su práctica. Pero como digo, todo tiene un final y lo mejor es saber leer cuando te conviene colgar los trastos y dedicarse a otras experiencias que pueden resultar igualmente placenteras.

Estas retiradas deportivas no son nuevas para mí, ya que han tenido lugar en anteriores ocasiones y por diferentes motivos. Al ciclismo de carretera, que practiqué con intensidad entre los 24 y los 30 años, tuve que decirle adiós cuando el tráfico de vehículos aconsejaba no circular por las carreteras subido a un endeble cacharrito de dos ruedas donde el chasis eras tú. Al cabo del tiempo empezó a ponerse de moda la especialidad de montaña y me enganché a ella unos añitos, al poder dar pedales lejos de las carreteras y de los vehículos que no tenían y siguen sin tener ningún respeto por los ciclistas aunque justo es reconocer que muchos de ellos no se los merecen visto como deambulan por las carreteras. Cada vez se ven menos aunque siempre sigue habiendo accidentes, incluso mortales.

De todos los deportes, el que más me ha gustado y con el que he disfrutado ha sido el fútbol. He jugado de todo, desde portero a delantero y me mantuve en ello hasta cerca de los cuarenta, jugando todos los domingos e incluso en algún tiempo, federado. Una lesión en el menisco, producida mientras esquiaba, fue el detonante para colgar las botas y decir adiós, no sin algo de pena.

Me queda la carrera de fondo, Aunque ya se van a cumplir ocho años desde que corrí mi último maratón en Sevilla, no me resisto a dejar de practicar este deporte que por lo demás es de lo más sano: correr y/o andar. No descarto, aunque lo veo lejano, el correr de nuevo maratones pero si mantener un tono físico que me permita una carrerita de una hora que es bueno para el cuerpo y el espíritu. El problema son cuatro intervenciones de menisco, dos en cada rodilla, que de vez en cuando dicen que están ahí y que tenga cuidado. De andar no me puedo ni quiero retirar y el correr es un poco más que andar en cuanto te lo propongas. Pasito a pasito se llega a todos lados.