La televisión llegó a la casa familiar cuando yo contaba catorce años. Hasta entonces, la reina del comedor, que no había llegado todavía a la categoría de salón, era una radio de las de válvulas, de color negro, que presidía la estancia desde una repisa en alto para que no llegáramos los niños a manipularla. Es la que está resaltada en la fotografía que acompaña a este texto. Mi madre y mi abuela, que trabajaban y muy duro cuidando de la familia, solían tenerla encendida en muchos momentos del día, especialmente por las tardes, tras la comida, horas que dedicaban a su costura y mientras sonaban aquellas novelas que fácilmente alcanzaban mil capítulos. En mi recuerdo rescato programas como “Matilde Conesa, Perico y Periquín”, “Los porretas” y “Ustedes son formidables”, que tantas y tantas veces oíamos en familia, así como las “reprimendas futboleras” que escuchaba mi padre los domingos por la tarde.
Con posterioridad, la radio ha sido compañera a lo largo de mi vida durante muchas horas y momentos. Y es que la radio tiene una virtud a mi juicio fundamental:
te permite estar haciendo otras cosas mientras escuchas, cosa que no admite la televisión. Acompañado de las ondas, han sido muchas las horas haciendo bricolaje, revelando fotografía en el cuarto oscuro, paseando o desplazándome en coche. Siempre he usado el transporte público pero en los últimos años un cambio de lugar de trabajo lo hizo imposible, con lo que tuve que sumar dos horas diarias de desplazamiento enganchado a la radio, pues no soy amigo de música enlatada en el coche. Y poco a poco me quedé cómodamente instalado en una única emisora: Radio Nacional de España, no solo porque no tenía anuncios comerciales, sino por la calidad de sus programas. Por la mañana “En días como hoy” bajo la batuta de Juan Ramón Lucas y por la tarde “Clásicos Populares”, sustituido con posterioridad por “Ciudadano García” y sobre todo “Asuntos propios” con Toni Garrido. Excelentes programas de entretenimiento e información que escuchaba los ratos que podía.
Con motivo de una “Semana de la Ciencia” celebrada hace años, tuve la oportunidad de asistir en directo en los estudios de Prado del Rey a una edición completa de “Asuntos propios”. El conocer de primera mano como era por dentro me hizo apreciarlo todavía más. Toni Garrido estuvo en todo momento pendiente de y atento con nosotros, dándonos paso en directo en el propio programa y con una naturalidad pasmosa con sus ayudantes e invitados, como el que se está friendo unos huevos fritos o leyendo el periódico.
Por desgracia, la política se mete en todo. Y aprovechando las vacaciones, en una “agostía alevosa” adelantada a julio, la nueva cabeza pensante de RNE, nombrada por el nuevo desgobierno que padecemos, nos ha suprimido a estos dos excelentes comunicadores y alguno más de paso. Tras el verano veremos como se comportan los sustitutos pero durante mucho tiempo permanecerán los antiguos en el recuerdo. Tampoco es de extrañar que estos sesudos dirigentes que han entrado como elefante en cacharrería vuelvan a rescatar los anuncios comerciales con lo cual nos daremos cuenta de que hemos vuelto unos cuantos años atrás y nos habremos instalado de nuevo en la mediocridad que nos invade. Otro día hablaremos de ello, de la mano de un artículo del genial Forges, que no solo sabe dibujar.
La semana pasada he leído en un diario nacional, en la sección de cartas al director la misiva que reproduzco a continuación. Clara y concisa, para los que quieran entender.
¡Me han robado la radio!
Miguel Maldonado Cuesta. Getxo.Vizcaya.
Hace ya mucho tiempo que otros vándalos me convencieron, a base de aumentar los porcentajes de publicidad y degradar los contenidos, de que la televisión era un logro fallido de la mente humana. Me había refugiado en la palabra y, ahí, logré distribuir mi tiempo pendiente de tres voces amenas, plurales y profesionales que, amén de no machacarme con publicidad, me ofrecía Radio Nacional.
Por la mañana, por la tarde o en las mañanas del fin de semana, Juan Ramón Lucas, Toni Garrido y Pepa Fernández llevaban con plena eficacia las labores de informarme, entretenerme y culturizarme. Nunca les oí una palabra fuera de tono, con ningún invitado y, en todos los años que vengo oyéndoles, siempre me reservaron a mí y a la audiencia en general sacar nuestra propia opinión.
Jamás rehuyeron, como buenos periodistas, ningún tema de los que conformaban la actualidad. En los tiempos que corren, esos temas se nutren sobre todo de hechos como atropellos a desfavorecidos, incumplimientos de promesas electorales o fraudes “bankiales”; pero, para un buen periodista, la actualidad manda.
A mi no me engañan. Mariano, ¡has sido tú el que me ha robado la radio!