¿Soy moroso? No sabría responder con
exactitud a esta pregunta porque lo que yo suponía que significaba este vocablo
en realidad no es así. La escritura de entradas en este blog supone una
oportunidad, una necesidad, de consultar el diccionario, una práctica que me
resulta enriquecedora. Resulta que «moroso» significa «que incurre en, denota o implica morosidad», por lo que hay que
buscar «morosidad» que a su vez significa «lentitud,
dilación, demora, falta de actividad o puntualidad». Con esto, llamar a
alguien moroso es incorrecto según los planteamientos anteriormente conocidos
por mí y lo que habría que utilizar realmente es deudor moroso.
Repitiéndome la pregunta inicial esta vez
bien formulada, ¿soy un deudor moroso?, no sabría contestar con exactitud. Yo
no tengo conciencia de deber nada a nadie pero esto no significa que otras personas,
o mejor entidades, me consideren una persona cabal y cumplidora en esto de los
créditos, porque como veremos a continuación, este mundillo se las trae. Un
marasmo de ficheros, informaciones, entidades, y aprovechados pululan alrededor
de este asunto que suele ser desconocido para el ciudadano de a pie hasta que
se ve inmerso en algo que ni entiende ni comprende. Ese ha sido mi caso esta
semana.
Con motivo del alquiler de un coche para
las vacaciones, la empresa que me alquila el automóvil me informa que puedo
pagar los importes con una tarjeta bancaria de débito, pero adicionalmente es
necesaria otra tarjeta bancaria, esta vez de crédito, para cubrir los posibles
gastos adicionales que pudieran producirse durante el alquiler, tales como
multas o similares. Durante toda mi vida, hipotecas aparte, he tenido la suerte
de poder huir de los créditos, ya que he seguido las enseñanzas de mi padre de
no meterme en charcos dinerarios si previamente no tenía el dinero ahorrado
para afrontarlos, aunque esto signifique que soy un rara avis en el panorama actual, donde estar endeudado hasta las
cejas es o que se lleva y te permite disfrutar aquí y ahora de cosas que
pagarás en el futuro o ya veremos.
Con uno de los dos bancos con los que
trabajo actualmente tengo una relación positiva y sin problemas desde hace más
de quince años. En sus inicios me concedieron dos tarjetas, una de débito que
es la que utilizo normalmente, y otra de crédito, de esas conocidas como «oro»
que tenía un importe máximo, si mal no recuerdo, de cinco mil euros. Dado que
no la he utilizado nunca, en algún momento hace años decidí por mi cuenta
rebajar el máximo de crédito de cinco mil a seiscientos euros, por si acaso. La
verdad es que la empresa de alquiler de coches no especifica cuanto importe
máximo de crédito debe tener la tarjeta, pero pensé que podría venir bien el aprovechar la ocasión para subir un
poco el crédito hasta mil quinientos o dos mil euros.
Hoy día todo se hace por internet, y más
en ese banco al que me estoy refiriendo, INGdirect. Intento la operación por internet
y… denegada. La intento por teléfono y… denegada. Me persono en una de las
pocas oficinas que este banco tiene abiertas al público y la situación deviene
en kafkiana. Mira que voy poco o nada por una oficina bancaria, las tengo pavor.
El empleado que me atiende me informa igualmente que… denegada. Le hago ver mi
trayectoria como cliente, mi saldo medio a lo largo de los años, mi operativa
mensual, etc. etc., pero que si quieres arroz Catalina. No es posible. Fuerzo
un poco la situación y le hago ver que esa respuesta me lleva, según mis
planteamientos, a cortar de cuajo mi relación con ese banco, no me queda otra
alternativa, no me puedo ir con un no por respuesta cuando creo honradamente
que mis características de cliente me otorgan la capacidad de elevar el crédito
a la cantidad que estoy solicitando. Al final consigo que el empleado, que me
ve firme en mis planteamientos, vaya a consultar el tema a su superior, que
viene a la mesa e interacciona mediante cuchicheos con el empleado que me
atiende. Después de un rato de consultas en la pantalla que yo no veo, me dicen
ambos que no, que no es posible, y la causa es que la política del banco no lo
autoriza. ¿Quién es el banco? ¿Qué política es esa? Era como hablar a una
pared, una pared muy amable eso sí, pero un verdadero frontón. Al final, cuando
ya me marchaba, me dice como una confidencia que lo más probable en estos casos
es que esté incluido en un fichero de morosos, lo que me deja estupefacto.
A base de consultar en internet he
llegado a algunas conclusiones. Ficheros de morosos en España hay varios, controlados
por empresas o entidades no precisamente oficiales. En teoría, «desde el momento en el que una persona es
incluida en uno de los ficheros de morosos, la empresa que gestiona el fichero
que recoge los datos tiene un plazo de
30 días para informar a la persona de su inclusión, a fin de que esta
ejerza su derecho de acceso, modificación, rectificación o cancelación de datos».
A mí nadie me ha avisado de nada, pero eso no significa que no esté incluido
porque ya sabemos cómo «cumplen las obligaciones» las empresas. En teoría también,
tengo derecho de acceso para ser informado de si mis datos están incluidos en
alguno de esos ficheros. Pero eso, ¿Cómo se hace?, ¿Cuántos ficheros hay?, ¿Qué
empresas los gestionan?
Ya estamos en la dinámica de siempre, el
oscurantismo total y el proceloso mundo de los derechos y la forma de
ejercerlos, que en muchos casos pasa por pasar por taquilla contratando los
servicios de un despacho de abogados. De los ficheros a los que mi paciencia me
ha llegado a atisbar, diré en justicia que solo a uno de ellos he podido llegar:
ASNEF. Siguiendo el protocolo que he podido encontrar en internet, he realizado
la consulta y me han respondido que no estoy incluido, pero con unos datos
adicionales reveladores: las empresas y fechas que en los últimos meses han
consultado mis datos, no estando ING en esa lista, por lo que deduzco que el
rechazo al aumento del crédito no ha venido por mi inclusión en ASNEF, pero
todavía quedan varios ficheros más, siendo uno de ellos el famoso RAI.
Reconozco que he empleado mucho tiempo
sin conseguir una vía de acceso posible al resto de ficheros. Probablemente no
haya tenido el suficiente tesón y no haya consultado los sitios pertinentes
donde se cuenta cómo hacerlo, si es que existen, que ya empiezo a dudarlo. Lo
que sí que se encuentran son numerosas páginas, algunas con apariencia de «oficiales»
donde se ofrecen a hacer la consulta y posterior anulación de los registros en
los diferentes ficheros si se demuestra que el apunte ha caducado o la deuda
está extinta, porque, según comentan, las empresas se «olvidan» con frecuencia
de anular el apunte entre otras cosas porque dicha anulación las cuesta dinero,
con lo que el apunte permanece los seis años que en teoría tiene como tope para
seguir figurando en el fichero. Pero… nada es gratis, con toda lógica.
Aparte de los costes, hay que hacer
constar que te piden TODOS tus datos, incluida una fotocopia o imagen del DNI,
y no siempre las pasarelas de envío aparecen como seguras o confiables, por lo
que se te encienden las alarmas a la hora de facilitar TODOS tus datos, entre
ellos los sensibles como el DNI o la cuenta de cargo del recibo. Algunas optan
por funcionar a base de teléfonos de pago tipo 807, otras con tarjeta de crédito,
PayPal, etc. etc.
Al final he seleccionado un sitio del que
he decidido fiarme. He hablado por teléfono con ellos, me han dado confianza,
aunque esto puede equivaler a que «me he dejado convencer o engañar» y he
iniciado el proceso de consulta con ellos. El coste inicial de la consulta es
de 25 euros y me han pedido disculpas por aceptar la imagen de mi DNI a través
del correo electrónico, un medio totalmente inseguro, pero nadie, hasta ahora,
les había planteado ningún reparo a sus procedimientos. Continuará…