Mi reciente viaje a EE.UU. me ha dado pie
a escribir varias entradas en este blog. Creo que está será la última pues
tampoco es cuestión de aburrir, pero como ya he dicho en anteriores ocasiones a
mí me sirve un poco de documentación y de referencia para releer con el paso
del tiempo o incluso comentar con amigos que me preguntan. El hecho de salir de
la zona donde uno vive y desenvolverse en escenarios nuevos hace aflorar
algunas situaciones que no hay más remedio que manejar y de las que sale unas
veces airoso y otras con una multa sin comerlo ni beberlo.
Las autopistas de peaje llevan años entre
nosotros y aunque muchos ya nos hayamos olvidado de cómo y porqué nacieron,
parece que van a quedarse. En muchas ocasiones y por la prisa casi continua en
la que nos desenvolvemos, nos vemos obligados a circular por ellas porque la
alternativa en forma de carreteras convencionales puede ser larga y tediosa. La
primera vez que entré en contacto con este concepto fue en 1972, cuando se
construía una autopista de peaje desde Collado Villalba hasta Adanero. Uno de
mis compañeros era hijo de un ingeniero que trabajaba en esta obra y me contó
que era la forma que tenía el Estado de no asumir sus competencias en forma de
crear infraestructuras con los impuestos que pagábamos los ciudadanos y cedía a
una empresa la obra de forma que luego se resarciría de la inversión al cobrar
por circular durante un número de años. En este caso concreto eran 25, por lo
que en 1997 y según lo que me contó este ingeniero, la empresa se quitaba de en
medio y cedía la carretera al Estado, que la incorporaba a su red normal y la
convertía de una carretera más de libre circulación sin tener que pagar por
utilizarla.
Como todos sabemos, estamos en 2017,
veinte años después, y la autopista sigue siendo de peaje y mucho me temo que
lo será de por vida. Al término de la concesión se inventaron un nuevo túnel y
un desdoblamiento, lo que suponía nueva inversión para la empresa y un nuevo
plazo de explotación y… cobro por utilización. Y hay que decir, también en este
caso concreto, que no es precisamente barata, costando más de doce euros el
evitar la carretera convencional con su paso por las localidades y su puerto de
Los Leones, ahora lo han cambiado a Alto del León, en singular, pero yo me
resisto. En realidad al Estado no le interesa hacerse cargo de la carretera
porque le supondría un gasto en mantenimiento que ahora no tiene. Que sigan pagando los sufridos conductores.
Muchas carreteras en España y en otros
países son de peaje, y cada vez habrá más porque el Estado no está por la labor
de dedicar (muchos) dineros a construir nuevas carreteras y mantener las
antiguas. Recientemente el Consejo de Ministros ha aprobado una nueva vuelta de
tuerca a este asunto que no es exactamente igual pero muy parecido y que al
final nos tiene que quedar claro que los que vamos a pagar las carreteras,
hayamos pagado o no religiosamente nuestros impuestos, somos nosotros. Bueno,
los que tenemos coche, que es la mina de oro de todos los gobiernos que tienen
basada su economía en ellos. Si de un día para otro desaparecieran todos no sé cómo
íbamos a organizarnos.
Uno de los problemas graves de las
autopistas de peaje es el cobro a los automóviles. Resulta que te metes en una
autopista de pago para ir más cómodo y más rápido y al llegar al punto de peaje
te das de bruces con un atasco monumental y lo digo por experiencia en las venidas a
Madrid en el peaje de la anteriormente mencionada carretera en San Rafael
(Segovia), donde echabas las muelas durante bastantes minutos hasta que conseguías
pasar las casetas de pago. Para solventar esto se inventaron unas tarjetas
inteligentes que, colocadas en el parabrisas del automóvil y circulando a una
cierta velocidad tope, sin parar, son detectadas y te cargan el importe en tu
cuenta o tarjeta de forma automática. Claro, esto es útil para quienes circulan
de forma periódica y frecuente por una de estas carreteras pero no lo es para
el turista que sale de puente o va en verano a la playa.
Hay una cosa parecida, en otros países,
que son las llamadas viñetas. Yo lo he visto en Suiza y Austria. No son
autopistas de peaje, pero si eres extranjero, debes comprar una pegatina, que
creo tenía validez anual, para circular por las autopistas del país. El
problema es si no lo sabes de antemano y llegas de pardillo y te metes sin
tener conocimiento, cosa que me ocurrió en Austria aunque no tuve consecuencias
porque ninguna autoridad me paró ni me hizo ninguna receta.
Y vámonos a EE.UU. Coche alquilado, sin
tarjeta de esas de paso automático, vas circulando y has puesto en el navegador
del coche que asumes la circulación por autopistas de peaje. Vas circulando por
ellas y de vez en cuando te encuentras señales avisando de que si quieres
seguir por los carriles centrales debes de hacerlo a una velocidad máxima
determinada y tener en el parabrisas la tarjeta inteligente de la que hemos
hablado. Como tú vas en un coche alquilado, turista ocasional, no tienes la
tarjetita y entonces te tienes que salir por el lateral y pasar por el clásico
puesto de peaje abonando el importe mediante tarjeta de crédito, o débito que
aquí sí vale, o en dinerito contante y sonante. No hay problema, porque has
asumido este coste, pero lo que sí es un problema es la cantidad de veces que
te hacen parar para ir pagando de poquitos en poquitos; en el caso en que estoy
pensando era una autopista de peaje en el estado de Florida entrando en
Orlando. Bueno, hasta aquí todo bien, parada, pago y a seguir.
Pero faltaba la guinda. En la última
salida, cuando ya abandonábamos la autopista nos encontramos que el importe de
1,25$ hay que abonarlo en MONEDAS que se arrojaban desde la ventanilla a una
especie de embudo grande. El caso es que no teníamos las monedas preparadas
porque no sabíamos de esta forma de pago. Mientras las buscábamos en los
bolsillos de todos, la cola que se iba formando detrás iba en aumento pues solo
había un paso y nosotros le estábamos bloqueando. Al final entre nervios y
prisas, tomas la decisión de tirar para adelante con lo que claro, te hacen la
foto. Paramos a unos metros, recolectamos tranquilamente las monedas y en un
intento de que se apiadaran de nosotros volví andando, hice un gesto a la
cámara y eché las monedas. No sirvió de nada. Llegó la multa, lo único que
corregida y aumentada y ahora explicaré porqué.
Según nos comentaron después, la multa
que reclamaba la compañía de la autopista era muy pequeña, porque de alguna
forma se podía asumir que no llevabas monedas sueltas. El problema viene por
otra triquiñuela de las compañías de alquiler de coches y es que cobran un fijo
por lo que ellos llaman «gestionar» las multas. Claro, las multas se las ponen
a ellos como titulares del coche, por lo general después de que lo hayas
devuelto. Con ello, pagan la multa, supongo que facilitaran el nombre del
conductor e inmediatamente tiran de tu tarjeta de crédito que deben de tener
anotada por los siglos de los siglos y te meten el aguijonazo. En nuestro caso
no ha sido mucho, 24,03$ entre la multa y la gestión, pero un amigo me habló
hace tiempo de que le pillaron en un caso similar en Italia y los gastos de
gestión ascendieron a 40€.
Yo siempre llevo en mi coche aquí en
España un paquete con monedas sueltas. Una vieja costumbre para los
aparcamientos en la zona azul de las ciudades que ahora no me sirve de mucho
porque en muchas de ellas se puede pagar con aplicaciones del móvil, pero está
bien tener unas monedas por si acaso. Cuando salga de España y alquile un coche
procuraré el primer día hacer un acopio de monedillas por si me vuelvo a ver en
una encerrona como la referida.