Por mucha atención que pongamos, por muy
cuidadosos que seamos, al final acabamos siendo cazados: tarde o temprano responderemos
que SÍ ─o dejaremos de responder que NO─ en una de las muchas interacciones que
tenemos con las aplicaciones que utilizamos en nuestros ordenadores o teléfonos
inteligentes. Es cuestión de tiempo. Y además, por mucho que nos creamos que
vamos a ser obedecidos cuando indicamos SÍ o NO a alguna pregunta u opción,
mucho me temo que seremos escuchados en apariencia, solo en apariencia, y en la
rebotica seguirán haciendo lo que les venga en gana. Si utilizamos recursos
informáticos… estamos perdidos.
Claro que siempre podemos considerar
estas intromisiones en nuestra esfera privada como un bien. Como dice mi buen
amigo Miguel Ángel, «Los que no hacemos
nada malo, ¿que más nos da?» El problema, siempre es eso, no es que los
datos estén ahí, sino el uso que se haga de ellos, por parte de quién se haga y
la finalidad que se pretenda. Estamos hartos de ver como la ficción supera a la
realidad en series de televisión y películas, donde se manipulan datos
informáticos de forma tendenciosa, incluso por parte de quienes nos deben defender, para lograr fines que muchas veces se nos escapan. ¿Ocurre esto en la
realidad? No lo sé, pero puede ocurrir, es muy fácil y no hacen falta tantos
conocimientos. Por no ir más lejos, en esta semana, numerosos datos personales
de millones de catalanes, y españoles por ahora, han quedado expuestos (casi) libremente con motivos que en estos momentos no hace falta mencionar pero que
en una entrada de un blog se deben especificar porque pueden ser leídos dentro
de mucho tiempo: el «referéndum, convocatoria o lo que haya sido» de
independencia unilateral del uno de octubre de 2017 instado por la Generalitad
de Cataluña.
Intento ser cuidadoso, muchas veces hasta
pacato, con los recursos y aplicaciones que utilizo en mis dispositivos
electrónicos por lo que reviso al inicio de su utilización y cada vez que se
produce una actualización los permisos y requerimientos necesarios. No podemos
olvidar que cuando una cosa es gratis solo lo parece, el precio eres tú y más
concretamente tus datos que pasan a engrosar bases ingentes en las nubes
informáticas con posibilidades de utilización que ni siquiera hoy en día se
conocen, pero que acabaran apareciendo algún día y nos sorprenderán. El que un
determinado día del pasado mes de septiembre alguien haya estado dentro, no
pasado por la puerta, del Museo Romántico en la calle San Mateo de Madrid, a
qué hora, durante cuánto tiempo, etc. etc. es una información que puede ser
valiosa según el uso que se la dé. Esto es un ejemplo, pero pongamos en su
lugar un banco, un supermercado, un restaurante o cualquier otro
establecimiento público o privado.
Esta semana he recibido un correo
sorpresivo. Venía de Google, como no podía ser de otra manera, y era el primero
de ese tipo que recibía. En un pretendido servicio de ayuda por su parte,
muchas gracias, me dice que me envía el resumen de septiembre y me indica las
ciudades que he visitado ─haciendo mención a las nuevas según sus datos─, los
establecimientos en los que he estado, el número de kilómetros que he recorrido
a pie en el mes, cuanto tiempo he pasado en un vehículo… Al final, no deja de
ser gracioso, me indica que me quedan 332.489 kilómetros que recorrer para
llegar a la luna.
El lector estará de acuerdo conmigo, en
«dos» palabras, que es «im» y «presionante», como ya dijo aquel creo que era un
torero famoso. Menos mal que apago el teléfono todas las noches y lo enciendo
de nuevo por las mañanas, que si no me diría a qué hora me acuesto, cuanto
duermo y otras cosas más íntimas en las
que no quiero entrar. Y además, sigue
siendo gratis, me facilita un enlace ─EXPLORA TU CRONOLOGÍA─ para que pueda entrar
a ver mi histórico, donde puedo encontrar que un determinado día de mayo de
2017 estuve degustando con mis colegas garbanceros un espectacular cocido madrileño
en casa Jacinto de Madrid, donde entré a las 1:37 pm y salí a las 4:32 pm. No
dice cuando me costó pero seguro que sabe quiénes eran, sino todos mis
acompañantes, bastantes de ellos. Espero que ninguno de ellos sea un «mal»
chico en sus ratos libres y se me relacione con él. No se puede dejar de
reconocer que esto es mágico, maravilloso, casi sobrenatural.
Yo pensaba que tenía desconectada esta
función en mi teléfono inteligente, pero por lo que se ve no era así. Buscando
y buscando, resulta que en mayo de este año es cuando empiezan a guardarse
todos estos datos míos. La clave está en una entrada de este blog titulada
«COCINEROS» donde refería como había reformateado completamente mi teléfono
abandonando el obsoleto paraguas de Samsung y optando por un software libre y
genérico. Se conoce que no fui lo suficientemente cuidadoso y me dejé la pestañita
famosa sin marcar o desmarcar, tanto monta.
Ahora viene lo bueno: ¿qué hacer? Volver
a decir a san Google que no me vigile, pero… ¿me hará caso? ¿Me seguirá
vigilando? Todo tiene su lado bueno y su lado malo. No me gusta sentirme «tan»
vigilado, al menos sabiendo que lo hacen, pero por otro lado sería bueno si un
día salgo solo a dar un paseo por el monte y me ocurre algo; preguntando al
todopoderoso Google me podrán encontrar.