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domingo, 8 de octubre de 2017

LOCALIZADOS



Por mucha atención que pongamos, por muy cuidadosos que seamos, al final acabamos siendo cazados: tarde o temprano responderemos que SÍ ─o dejaremos de responder que NO─ en una de las muchas interacciones que tenemos con las aplicaciones que utilizamos en nuestros ordenadores o teléfonos inteligentes. Es cuestión de tiempo. Y además, por mucho que nos creamos que vamos a ser obedecidos cuando indicamos SÍ o NO a alguna pregunta u opción, mucho me temo que seremos escuchados en apariencia, solo en apariencia, y en la rebotica seguirán haciendo lo que les venga en gana. Si utilizamos recursos informáticos… estamos perdidos.

Claro que siempre podemos considerar estas intromisiones en nuestra esfera privada como un bien. Como dice mi buen amigo Miguel Ángel, «Los que no hacemos nada malo, ¿que más nos da?» El problema, siempre es eso, no es que los datos estén ahí, sino el uso que se haga de ellos, por parte de quién se haga y la finalidad que se pretenda. Estamos hartos de ver como la ficción supera a la realidad en series de televisión y películas, donde se manipulan datos informáticos de forma tendenciosa, incluso por parte de quienes nos deben defender, para lograr fines que muchas veces se nos escapan. ¿Ocurre esto en la realidad? No lo sé, pero puede ocurrir, es muy fácil y no hacen falta tantos conocimientos. Por no ir más lejos, en esta semana, numerosos datos personales de millones de catalanes, y españoles por ahora, han quedado expuestos (casi) libremente con motivos que en estos momentos no hace falta mencionar pero que en una entrada de un blog se deben especificar porque pueden ser leídos dentro de mucho tiempo: el «referéndum, convocatoria o lo que haya sido» de independencia unilateral del uno de octubre de 2017 instado por la Generalitad de Cataluña.

Intento ser cuidadoso, muchas veces hasta pacato, con los recursos y aplicaciones que utilizo en mis dispositivos electrónicos por lo que reviso al inicio de su utilización y cada vez que se produce una actualización los permisos y requerimientos necesarios. No podemos olvidar que cuando una cosa es gratis solo lo parece, el precio eres tú y más concretamente tus datos que pasan a engrosar bases ingentes en las nubes informáticas con posibilidades de utilización que ni siquiera hoy en día se conocen, pero que acabaran apareciendo algún día y nos sorprenderán. El que un determinado día del pasado mes de septiembre alguien haya estado dentro, no pasado por la puerta, del Museo Romántico en la calle San Mateo de Madrid, a qué hora, durante cuánto tiempo, etc. etc. es una información que puede ser valiosa según el uso que se la dé. Esto es un ejemplo, pero pongamos en su lugar un banco, un supermercado, un restaurante o cualquier otro establecimiento público o privado.

Esta semana he recibido un correo sorpresivo. Venía de Google, como no podía ser de otra manera, y era el primero de ese tipo que recibía. En un pretendido servicio de ayuda por su parte, muchas gracias, me dice que me envía el resumen de septiembre y me indica las ciudades que he visitado ─haciendo mención a las nuevas según sus datos─, los establecimientos en los que he estado, el número de kilómetros que he recorrido a pie en el mes, cuanto tiempo he pasado en un vehículo… Al final, no deja de ser gracioso, me indica que me quedan 332.489 kilómetros que recorrer para llegar a la luna.

El lector estará de acuerdo conmigo, en «dos» palabras, que es «im» y «presionante», como ya dijo aquel creo que era un torero famoso. Menos mal que apago el teléfono todas las noches y lo enciendo de nuevo por las mañanas, que si no me diría a qué hora me acuesto, cuanto duermo  y otras cosas más íntimas en las que  no quiero entrar. Y además, sigue siendo gratis, me facilita un enlace ─EXPLORA TU CRONOLOGÍA─ para que pueda entrar a ver mi histórico, donde puedo encontrar que un determinado día de mayo de 2017 estuve degustando con mis colegas garbanceros un espectacular cocido madrileño en casa Jacinto de Madrid, donde entré a las 1:37 pm y salí a las 4:32 pm. No dice cuando me costó pero seguro que sabe quiénes eran, sino todos mis acompañantes, bastantes de ellos. Espero que ninguno de ellos sea un «mal» chico en sus ratos libres y se me relacione con él. No se puede dejar de reconocer que esto es mágico, maravilloso, casi sobrenatural.

Yo pensaba que tenía desconectada esta función en mi teléfono inteligente, pero por lo que se ve no era así. Buscando y buscando, resulta que en mayo de este año es cuando empiezan a guardarse todos estos datos míos. La clave está en una entrada de este blog titulada «COCINEROS» donde refería como había reformateado completamente mi teléfono abandonando el obsoleto paraguas de Samsung y optando por un software libre y genérico. Se conoce que no fui lo suficientemente cuidadoso y me dejé la pestañita famosa sin marcar o desmarcar, tanto monta.

Ahora viene lo bueno: ¿qué hacer? Volver a decir a san Google que no me vigile, pero… ¿me hará caso? ¿Me seguirá vigilando? Todo tiene su lado bueno y su lado malo. No me gusta sentirme «tan» vigilado, al menos sabiendo que lo hacen, pero por otro lado sería bueno si un día salgo solo a dar un paseo por el monte y me ocurre algo; preguntando al todopoderoso Google me podrán encontrar.