En estos últimos días me he enfrentado a
tres sesiones de «PAPELEO» que han sido como la cara y la cruz de la moneda, el
ayer y el ahora de los trámites en sitios oficiales que me ponen cada vez más
de los nervios al tener que enfrentarme ante lo desconocido sin conocimientos
claros de cómo hacerlo. La duda me asalta y por mucho que intente prepararlo
todo bien me queda la duda profunda de si no habrá algo erróneo o faltará algún
papel.
Resumiendo un poco, podríamos decir que
estos tres aspectos que a continuación voy a comentar son los existentes actualmente.
Uno de ellos, el de la atención directa, está en clara extinción pero pienso que es un error porque el más en boga, el del registro, puede tener aspectos positivos a la larga, pero en caso de existir errores es mucho más engorroso para
la administración y para los contribuyentes.
El primero de ellos es el más moderno: a
través de internet, rellenando formularios y autentificando a la persona con un
certificado digital. Es el caso de mi relación trimestral y anual con la
Agencia Tributaria, donde los trámites se realizan en un momento y sin mayores
complicaciones. Bien es verdad que con el tiempo se van introduciendo cambios
que pueden despistar un poco pero por lo general son acciones sencillas y sobre
todo que empiezan y acaban quedando constancia mediante el correspondiente
certificado de que han sido realizadas, lo que te confiere una cierta
tranquilidad.
El segundo ha sido ante una mutualidad
«de las de antes» y el procedimiento, aunque tiene otros más modernos, ha sido
acudir a la ventanilla con todos los papeles y presentarlos ante el
funcionario. Esto tiene la ventaja de que los documentos son revisados en el
momento y obtienes un diagnóstico de su validez: o te admiten todo y te dan el
correspondiente resguardo o te indican, unas veces amablemente y otras menos,
lo que falta y la forma de solucionarlo. Este ha sido mi caso pues me faltaba
un documento, se me indicó la forma de obtenerlo y así puede volver al cabo de
un rato y obtener mi resguardo de que la documentación ha sido presentada en
tiempo y forma. Otra cosa será que el correspondiente comité lo apruebe o deniegue,
eso es harina de otro costal y hará falta tiempo para saberlo.
Y la tercera forma que quiero comentar
aquí es la que está más en boga y no es otra que el Registro General. Acudes a
un sitio centralizado donde lo único que hacen es recogerte lo que lleves,
darlo entrada y nada más. Ya te advierte la persona que está al cargo de admitir
los documentos que su trabajo consiste en recibir lo que tú le entregues, poner
el sello de entrada y tramitarlo al departamento correspondiente. Vamos, que
puedes entregar lo que te dé la gana, desde un recorte de periódico hasta un
Quijote, te lo recogen, te ponen una pegatina como la que se aprecia en la
imagen y te largas para quedar a la espera de que pase el tiempo, los papeles
presentados lleguen a su destino, alguien los revise y te comunique su bondad o
nulidad. Y esta comunicación tiene sus intríngulis por las formas en que puede
ser llevada a cabo: teléfono, correo electrónico o correo ordinario como las
más generales. Las dos primeras son inmediatas y fiables —si el número de
teléfono y la dirección de correo electrónico son correctas—, pero la tercera
tiene sus dependencias de como funcione el correo postal.
He comentado en este blog algunas
vicisitudes con mi dirección postal. En este último caso he vuelto a sufrir un
más de lo mismo, aunque la providencia divina se ha aliado conmigo y me ha
tocado en suerte un cartero celoso, de los de antes, que ha tenido a bien que
sus cartas lleguen a sus destinatarios por encima de todo. Aunque mi dirección
estaba correctamente indicada en el papel presentado cuando se inició el expediente
allá por el mes de julio del presente año 2017, la dirección que al final ha
llegado a los ficheros del ministerio estaba incompleta. Vivo en una
urbanización con portales, escaleras, pisos positivos y negativos y se ve que
la persona que en su día incorporó los datos al expediente tuvo a bien decidir
que con la calle y el número bastaba, para que se iba a molestar en añadir
portales, escaleras y pisos. La carta enviada para comunicarme que el
expediente seguía incompleto y que en tres meses lo cerrarían si no aportaba la
correspondiente documentación, me ha llegado de milagro, ya digo, por un
cartero celoso de los que cada vez quedan menos por desgracia.
Otra vez al registro, ahora con tres
grupos de papeles. Uno para solicitar que actualicen y completen
convenientemente mi dirección postal de forma que las futuras comunicaciones
tengan más probabilidades de llegar. Otro para comunicar que la documentación
que dicen no tener fue presentada en tiempo y forma hace casi dos meses y
adjuntar el documento con el sello de entrada que lo acredita. Y un tercer
grupo de papeles presentando de nuevo toda la documentación; menos mal que no
se entregan los originales pero hay que hacer de nuevo todas las compulsas y
demás zarandajas adicionales. Todo presentado, todo recibido y aceptado por la
empleada del registro y ahora esperar de nuevo otro tiempo a ver si lo
solicitado llega a buen término y es aprobado. Siempre queda la duda de que si
no corrigen la dirección me llegue la carta resolutoria del expediente que me
interesa.