Tenía
varios asuntos en el tintero para cubrir la entrada de esta semana, pero los
hechos que se han producido ─se están produciendo─ en la misma me han llevado a
cambiar de opinión. Dicen que en reuniones no se debe hablar ni de política ni
de religión, ni tampoco de fútbol, porque la cosa puede acabar como el rosario
de la Aurora, salvo que todos los intervinientes cojeen de la misma pata. Yo no
estoy reunido, sino a solas ante el teclado, así que me voy a atrever. Digo que
«se están produciendo» porque escribo esto a primera hora del viernes 1 de
junio de 2018, cuando todavía no se ha votado en el Congreso la moción de censura en curso, aunque la entrada vea la luz el domingo día 3 de junio de 2018.
En
muy contadas ocasiones me he decidido a reflejar mi opinión en estos asuntos,
políticos, porque se me llevan los demonios y las cosas escritas, escritas
quedan. Recuerdo una entrada titulada «MEDROSÍA», publicada en este blog en
noviembre de 2011 en la que hacía alusión a lo que podían ser los balbuceantes
comienzos del fin del bipartidismo en España. Han pasado más de seis años y si
nos ceñimos al número de diputados de los diferentes partidos en el Congreso de
los Diputados parece que en estos momentos el bipartidismo está en sus horas
bajas. Al menos por el momento. Ahora bien, yo me pregunto: ¿es esto bueno?
Cuando
pienso en si es bueno o no lo hago poniendo el foco en el ciudadano de a pie,
ese que madruga, trabaja cuando puede, vive en alguna casa, alquilada, propia o
ajena, sufre para mantener a su familia y asiste año tras año a un recorte
profundo de lo que se ha dado en llamar el estado del bienestar. Constata aumentos
desaforados en todos los consumibles necesarios para una vida normal mientras
ve como se estanca su salario cuando no se reduce, y eso los que lo tienen.
Problemas en la sanidad, la educación, los transportes… en esas cuestiones
básicas para llevar una vida saludable y con optimismo sobre el futuro. Claro,
como decía el sabio, ¿comparado con quién?
Quizá
dentro de un rato haya un «patas arriba» en la presidencia del Gobierno. Tiene
toda la pinta y cuando estas líneas vean la luz ya lo sabremos. El
desencadenante ha sido por una sentencia judicial donde se confirmaba, siempre
según quién lo valore, unos tejemanejes económicos no muy ortodoxos por parte
del partido en el gobierno. Yo, lo que me pregunto y pregunto a los 350
diputados que representan en el congreso el interés general de todos los
españoles, si ha sido estrictamente necesaria la sentencia para desencadenar el
terremoto. Recurro a la metáfora del iceberg, esa masa de hielo flotante en el
mar de la que se ve un poco permaneciendo oculto a nuestros ojos lo más
importante de ella. El
famoso Titanic chocó contra un iceberg hace más de un siglo y se hundió. El
exceso de soberbia de sus constructores manifestando que era insumergible tuvo
su castigo, pero llevándose por delante las vidas de muchas personas inocentes.
Los constructores siguieron en sus asuntos.
La
soberbia de (muchos de) nuestros políticos, instalados en su burbuja y ajenos a la realidad
del país, nos llevan a los ciudadanos de a pie a derroteros inexplorados no muy
halagüeños. Ahora que ya no son dos partidos solo ─PPSOE Game over─ vemos como son incapaces de ponerse de acuerdo por el
bien común. Lo hemos visto en estos últimos tiempos en Cataluña y lo vemos
ahora en el Congreso. Se trata de subirse al carro como sea, incluso aunque los
compañeros que nos ayuden y se suban con nosotros fueran nuestros encarnizados
enemigos hace tan solo algunas semanas.
El
título de esta entrada, «asumir» es un verbo que ya no se conjuga por muchos de nuestros
políticos, como «dimitir», por poner un ejemplo que debería ser sinónimo
asociado para ciertas actuaciones. No me resisto a echar un vistazo al
diccionario para ver que en su acepción segunda el verbo asumir significa «hacerse cargo, responsabilizarse de algo,
aceptarlo». No sé a ciencia cierta cuantos españolitos aparte de mí tienen
dudas de los «metemanos» realizados a
las arcas públicas, y eso sin tener que esperar a que lo decida un juez después
de años y años. Y como con el iceberg, me pregunto cuanto nos falta por conocer
y no conoceremos nunca. Pero los que lo llevaron a cabo, o miraron para otro
lado, y que ahora utilizan las justificaciones más peregrinas que no se creen
ni ellos mismos, erre que erre, insisten en NO ASUMIR las consecuencias de sus
actos. Otro verbo que tampoco se conjuga es el de «colaborar», especialmente si
es con la Justicia.
El grado de idiotez de los ciudadanos, en nuestro papel de
votantes en unas elecciones, alcanza grados preocupantes. Parece como si cuando
nos acercamos a las urnas nos dejáramos influenciar por nuestras emociones en
lugar de por nuestro estómago. Cuando las personas tengan cubiertas sus
necesidades básicas, a saber, vivienda, trabajo, alimentación, familia,
educación, transporte, sanidad… ya pueden pensar en hacerse del Madrid o del
Barcelona, hacerse católicos o protestantes, hacerse de un partido o de otro.
Después de todo esto, miro a sistemas como el americano
donde la cosa tiene que ser blanco o negro, republicanos o demócratas, unos u
otros. Bipartidismo total, sin posibilidad de escape. Siempre he sido amigo de
la pluralidad, pero quizá en estos momentos fuera una buena solución para este
país que camina a la deriva en estos temas. Por lo menos se obligaría a los
políticos a ponerse de acuerdo ANTES de concurrir a unas elecciones. La tarea
para el ciudadano sería más simple: si se decide a ir a votar, unos u otros, no
hay más cera que la que arde. Y se caerían de raíz los tejemanejes y las alianzas
posteriores: el que gane a mandar y el otro a la oposición cuatro años y a
ponerse las pilas para las siguientes elecciones.
Y este último párrafo lo añado el domingo justo antes de
publicar la entrada. No me he podido resistir, sabiendo ya el vuelco que se ha
producido. El texto es de un trino mío en Twitter publicado el 1 de junio de
2018: «Ya está. Aquí cada uno va lo suyo.
Pero no nos engañemos. Rajoy también. ¿Por qué no ha dimitido? Ahora es el
momento de seguir el esperpento. ¿Qué tal otra moción de censura presentada por
Ciudadanos con el apoyo del PP? De oca a oca y tiro porque me toca».